Las canciones de Celestina

By MoonRabbit13

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Cada medianoche, en una radio independiente, comienza el programa de La Celestina. Una misteriosa locutora de... More

Sinopsis
Canción 1
Canción 2
Canción 3
Canción 4
Canción 5
Canción 6
Canción 7
Canción 8
Canción 9
Canción 10
Bonus Track
Canción 11
Canción 12
Canción 13
Canción 14
Canción 15
Canción 16
Canción 17
Canción 18
Canción 19
Canción 20
Canción 21
Canción 22
Canción 23
Canción 24
Canción 25
Canción 26
Canción 27
Canción 28
Canción 29
Bonus Track
Canción 30
Canción 31
Canción 33
La última canción
Bonus Track - Epílogo
Agradecimientos
Otros títulos y... ¿continuación?
El consultorio amoroso de Celestina para personajes en apuros
Extra I: Un tiempo despúes
Extra 2: Historias que inspiraron a Las canciones de Celestina
Extra 3: Preguntas y Respuestas
Especial de San Valentín 1° Parte
Especial de San Valentín 3° Parte
Especial de San Valentín 2° Parte

Canción 32

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By MoonRabbit13

Crear, soñar, dejar todo surgir

Aparcando el miedo a sufrir.


—¡Hola, mis hermosos oyentes! Buenas noches y bienvenidos a Stereo Heats, el programa de radio más dulce y romántico del país. Hoy tenemos una programación muy, muy especial para ustedes.

Desde la cabina Percy me miraba con una sonrisa pícara. Quizás me estaba sobrepasando con mi entusiasmo. O quizás mi repentino cambio de ánimo era lo que le extrañaba.

Luego de que Jesse se hubo marchado a España, permanecí bastante triste durante un par de semanas. Había muchas cosas por asimilar, por tratar de entender de mí misma, de mi corazón. Volví a encerrarme en mí capullo de sábanas, películas románticas y tareas de la facultad hasta que al fin me sentí lista para volver al mundo.

Para hablar con Casiano.

♥ ♥ ♥

No quise acordar en verme con él. Eso sonaba como tener una cita y eso era aún muy pronto para mí. Así que una tarde de sábado le pregunté a Percy si sabía dónde estaría él y fui a encontrarme "casualmente" con Casiano a la salida de su ensayo con la banda, a eso de las siete.

A pesar de que no quería que esto pareciera una cita, me pasé toda esa tarde pensando en qué ponerme. Aun cuando sabía muy que no debía esforzarme tanto en mi apariencia. Pero la idea de verme con él, de este modo, me ponía nerviosa. Por lo que terminé eligiendo la ropa que me hacía sentir cómoda: un jean claro, un suéter verde que me quedaba un poco grande y unas botitas. Intenté maquillarme y peinarme como siempre; aunque dejé mi cabello suelto deliberadamente al recordar la sensación mano de Casiano en mi nuca. No es como si hubiera esperado que algo como eso sucediera nuevamente.

En realidad, no sabía qué esperar.

A la hora acordada llegué a la nueva base de la banda, un estudio de ensayo y grabación mucho más grande que la cabina de la radio y con mejor sonido, además de que ahora los chicos poseían más tiempo para sus ensayos. Pero sin dudas lo que me encontré no era lo esperable.

En la vereda del edificio, los chicos estaban tirándole harina y huevo a Casiano.

—¡Ey, Celeste! —me saludó Marlene. Se mantenía alejada del caos, pero colaboraba a este intentando arrojarle huevos a Casiano desde lejos—. Tomá uno. Quizás tengas mejor puntería que yo —dijo dándome uno de sus misiles.

—¿Qué está pasando? —pregunté.

—Casiano se recibió de médico veterinario ayer, y no le había dicho nada a nadie. ¡Yo recién ahora vengo a enterarme que él estaba estudiando eso! ¡¿Podés creerlo?!

—Sí que lo creo. Yo me enteré hace unos meses nomás —respondí, rechazando la oferta de Marlene a unirme a aquella masacre.

Los chicos parecían muy molestos porque Casiano les ocultó esa parte de su vida y porque no pudieron celebrar semejante acontecimiento sino hasta ahora. Pato y Renzo lo arremetían con mayor bronca que Guido. La tradición demandaba que, cuando una persona se graduaba de la universidad, sus allegados lo celebraban ensuciándolo con harina, huevo, polvo de colores o cualquier cosa que encontrasen por ahí.

Casiano estaba empeñado en esquivar todo lo que le lanzaran, pero cuando Guido me vio y gritó mi nombre, el rubio desvió su atención y fue víctima de un puñado de hojas secas y barro que le lanzó Pato. Por un momento, él se quedó mirándome. Tan embelesado que estuve a punto de pedirle a Marlene que me dé ese huevo para lanzárselo.

En cambio, lo saludé con la mano.

Cuando ya no hubo nada más que tirarle, Renzo se ofreció a llevarnos a la radio. Casiano le dio las llaves de su motocicleta a Guido antes de subir al baúl abierto. No pude evitar espiar a Casiano desde la ventana trasera durante todo el viaje.

Él estaba completamente cubierto de aquella melaza que se estaba formando entre la harina, los huevos y las hojas. Sus ojos se encontraron con los míos cuando intentaba inútilmente quitarse la mugre de su enmarañado cabello. Le sonreí y, para mi sorpresa, él me correspondió con una sutil media sonrisa.

Al llegar a la estación, Guido dio una pequeña mala noticia: Percy estaba bañándose en ese momento, lo que sabíamos que podría tardar siglos. De todos modos, Casiano decidió esperar pacientemente. No podía atravesar toda la ciudad hasta su departamento en su estado.

—Tomá —le dije cuando lo encontré en el pequeño patio que había detrás de la estación de radio, de donde se podía subir al departamento de nuestros amigos.

Casiano había intentado quitarse la mayor cantidad de mugre con una manguera que había en el patio y ahora, aunque estaba un poco menos sucio, estaba completamente empapado, descalzo y sin camisa.

—¿Esto qué es? —dijo mirando la pajita que flotaba la taza de café.

—Supuse que no querrías ensuciar la taza —respondí con un encogimiento de hombros—. ¿No tenés frío?

—No, soy buen tolerando el frío —dijo aceptando reacio la taza de café caliente.

—De igual manera no queremos que nuestro locutor y músico se resfríe, ¿no? —comenté tomando una de las toallas que estaban en el suelo, él ni siquiera había intentado secarse—. ¿Puedo?

Casiano hizo un gesto despreocupado y entonces comencé a secar su cabello. Aun había mugre en él y con el agua se había convertido en un mazacote irremediable. Algo insegura, comencé a presionar toalla sobre su cabeza, tratando de absorber la humedad sin hacer más contacto del necesario. Luego fui por el largo de su cabello que le llegaba hasta sus hombros.

Entonces recordé lo que me había dicho Marlene aquella vez, sobre las cicatrices que allí había. Miré con atención las líneas angulosas de su espalda, tan blanca como el mármol en contraste con sus tatuajes. Estos parecían ser figuras tribales azarosos, pero viendo más detenidamente podías notar que en realidad estaban tapando algo, cicatrices más antiguas que ellos. Y escondida entre los tribales, había una cruz simple formada por una línea más fina que los demás trazos. Antes de que siquiera fuera consciente de ello, mi mano estaba recorriendo aquella cruz, bajando por su columna vertebral.

—Me las hizo mi padre —dijo repentinamente, sacándome de mi ensimismamiento—. Las cicatrices. Me las hacía con un cinto cando era chico.

—Lo siento —susurré y envolví su espalda con la toalla.

—No tenés por qué hacerlo —dijo tomando mi mano que estaba sobre su hombro.

Mientras se levantaba y se ponía una remera mangas largas negra, la única prenda limpia que le había quedado, me pregunté a qué se había referido.

—¿Sabés por qué nunca tuve pareja? —preguntó, volviéndose a mí.

—¿Porque tu mal humor espanta a las personas? ¿o porque "no soy alguien con quien querrías relacionarte"? —contesté, citando lo que él había dicho una vez.

Casiano hizo una mueca de arrepentimiento al acordarse de aquella situación, sin embargo, respondió:

—Es porque tenía miedo. Temía convertirme en alguien como mi padre y lastimar a la persona que amaba.

Recordé las palabras que me había dicho su abuela. Que algo dentro de Casiano se había quebrado al ser comparado con su padre, con aquel monstruo. Su abuela lo había sabido desde hace tiempo. Casiano era así por miedo a lastimar a quienes quería.

—¿Sabés? Una vez dijiste una frase al aire que llamó mi atención —comentó de pronto—. "Amar es destruir y ser amado es ser destruido..." O algo así. Y yo... por muchos años creí en algo como eso.

—¿Y ahora? —pregunté, nerviosa por el giro que había tomado esta conversación. Aunque a esto era a lo que había venido, ¿no?

—Lo sigo creyendo... Bueno, quizás un poco.

—¿O puede que cierta persona al fin ablandó el frío y amargado corazón de Casiano?

—No te creas tan especial —respondió y, aunque intentó sonar como el Casiano de siempre, había una sutil sonrisa ente sus labios.

Nos quedamos callados. Mirándonos por lo que debieron ser solo unos minutos, pero parecieron una eternidad

—Me gustás, Celeste. Lamento no habértelo dicho apropiadamente antes, pero esta es la verdad. Desde que entraste en mi vida no has hecho más que alborotarlo todo. Siempre. Sos un maldito huracán. He luchado. Ya no puedo más...

—¿Estás citando Orgullo y Prejuicio?

—¿Me dejás terminar? —me regaño y asentí—. Lo pusiste patas para arriba y aunque deseé muchas veces nunca haberte conocido, ahora no puedo pensar en una vida en la que no estés. Por primera vez en mi vida quiero tomar la mano de alguien y no apartarme de ella. He luchado en vano, contra tu cabezonería y mi orgullo y el miedo. Estoy aterrado miedo, pero aun así quiero intentarlo. Sé que estoy siendo egoísta diciendo...

Antes de que siguiera hablando, di un paso hacia él y tomé su mano, entrelazando nuestros dedos.

—También quiero intentarlo —dije, mirándolo con una sonrisa.

Sus ojos eran del color del sol sobre agua cristalina.

♥ ♥ ♥

Luego de aconsejar a un chico con el corazón roto, leí algunos mensajes. En su mayoría eran peticiones de canciones, pero hubo uno que llamó mi atención.

—«Hola, Celestina. Te escucho desde Madrid, España» —comenzaba diciendo, y aunque era un número era desconocido, mi corazón empezó a acelerarse al sospechar quién era—. «Quiero saludar a una vieja amiga de Argentina. Últimamente nos hemos distanciado un poco y algunas cosas en mi vida no me permitieron comunicarme con ella.»

Definitivamente era él. Era Jesse.

—«Sólo quiero decirle que estoy bien. Estoy tratando de arreglar todo por aquí, pero no hay nada por lo que preocuparse. Y espero que ella también esté bien. Ella es un poco cabezota, pero sé que saldrá adelante. Espero que cuando cumpla su parte de nuestra promesa me llame. Espero que para ese momento yo también pueda tener buenas noticias para ella.»

Luego de leer su mensaje al aire, respiré hondo, aguantándome las lágrimas e intentando ignorar la mirada preocupada de Percy. En estos momentos no era Celeste Rossi. Era Celestina.

—Muchísimas gracias por compartir tan lindo mensaje —agregué, haciéndole señas a Percy para que pusiera esa canción—. La siguiente canción será para vos y tu amiga. Song for a friend de Jason Mraz sonará para ustedes.

♥ ♥ ♥

Ese domingo Casiano y yo teníamos nuestra primera cita.

Aún no había quedado muy claro lo que éramos. Tampoco estábamos apurados por descubrirlo. Por el momento queríamos ir despacio, descubriendo todos estos nuevos sentimientos un paso a la vez.

Estaba terminando de alisar mi cabello cuando Blanca apareció en la puerta de mi habitación.

—¿Estás por salir? —preguntó, mirando con horror mi atuendo.

—Sí, con Casiano —respondí, extrañada por su reacción. Le había contado todo lo sucedió mi hermana y, aunque le sorprendió al principio, luego simplemente se mantuvo al margen. Ya se había resignado a entender la vida amorosa de su inútil melliza.

—Pero, Cele, hoy juega Racing ¡contra Independiente por la Libertadores! —aclaró como si yo hubiera perdido la cabeza.

¡Pero por supuesto! ¿Cómo me había olvidado que hoy sería el superclásico? El equipo de mi familia se enfrentaría a su eterno rival.

Pegué un vistazo a la sala y allí ya estaban Alec, Manu y Olivia viendo la previa de los comentaristas mientras comía pochoclos, los tres con sus remeras celeste y blanca. Y yo había quedado con Casiano.

—¿Qué vas a hacer? —me preguntó mi melliza, asomándose detrás de mí.

Buena pregunta. ¿Qué iba a hacer ahora? No podía cancelarle a Casiano. No en nuestra primera cita. Se suponía que iríamos al cine y luego cenaríamos por ahí, lo clásico. Pero este partido...

Tomé mi celular para escribirle a Casiano. Quizás pudiéramos encontrar la solución juntos, aunque él me odiara por querer cambiar los planes. Sin embargo, cuando encendí mi celular, vi que había un mensaje de él.

Casiano: Creo que estoy algo resfriado como para salir al centro, lo siento.

Casiano: Pero te acordás de esa lasaña de berenjena que hiciste una vez para todos. ¿Qué te parece si me la hacés esta noche y miramos algo en mi departamento? Creo que hoy juega tu equipo, ¿no?

Celeste: ¡Por todos los pandas bebés del mundo! Podría besarte en este instante.

Me arrepentí en el instante en que envié el mensaje. Eso había sido demasiado Y estaba intentando escribir que eso fue una broma cuando recibí una llamada.

—¿Hola? —respondí, sin mirar siquiera quien fue. Esa era mi costumbre.

—Podés hacerlo. Besarme, digo —escuché la voz de Casiano y la verdad no sonaba muy resfriado, más bien parecía que estaba... ¿sonriendo?—. Te estoy esperando abajo.

—Ahí voy —dije con una sonrisa que no podía controlar, tomando un abrigo y mi bolso.

♥ ♥ ♥

—El amor siempre es un poco aterrador al inicio —dije al micrófono cuando llegó el momento de concluir el programa, mientras Percy colocaba una canción de Alex Ubago—. Cuando dos personas se enamoran, dos mundos colisionan y una galaxia de posibilidades surge. Es un suceso maravilloso, algo que el ser humano aún no ha podido demostrar con la ciencia. ¿Qué es realmente el amor? ¿No nos hemos hecho todos aquella pregunta alguna vez? Es algo que no podemos controlar, simplemente nace, aparece, crece o explota; cualquiera sea el caso.

»Los cuentos de hadas nos han enseñado que el amor es la más poderosa de todas las magias, que es nuestra salvación a todos nuestros males. Pero en realidad, yo creo que el amor es el mayor acto de valentía. En estos tiempos que corren todos tenemos miedo a amar. De allí es que existe tanto histeriqueo, tanta indecisión, tantas idas y venidas, tantas mentiras. Lo que tenemos que tener en cuenta es que el amor verdadero no es un sustantivo, es un verbo. Es amar con verdad, sinceramente, entregándonos y aceptándonos tal y como somos.

»Amar y dejarse querer no es algo fácil, lo sé perfectamente —dije, viendo a Percy asentir con suficiencia—. Pero, de igual manera les pido, mis adorados oyentes, que sean valientes. Séanlo y demuéstrenle al mundo que el amor verdadero existe. Yo soy Celestina y esto fue Stereo Hearts por 93.2.


Nota

Capítulo cortito porque el que se viene es EL ÚLTIMO y bueno, también hay un epílogo, no se asusten. También les tengo preparados un par de extras que incluyen un: qué sera de los personajes luego del final y una lista con las historias que inspiraron esta novela. Y quizás alguna otra sorpresita ;)

¿Les gustaría que también haga un preguntas y respuestas?

Sin nada más que agregar, nos vemos la semana que viene con el fina de Las canciones de Celestina. 


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