Las canciones de Celestina

Por MoonRabbit13

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Cada medianoche, en una radio independiente, comienza el programa de La Celestina. Una misteriosa locutora de... Mais

Sinopsis
Canción 1
Canción 2
Canción 3
Canción 4
Canción 5
Canción 6
Canción 7
Canción 8
Canción 9
Canción 10
Bonus Track
Canción 11
Canción 12
Canción 13
Canción 14
Canción 15
Canción 16
Canción 17
Canción 18
Canción 19
Canción 20
Canción 21
Canción 22
Canción 23
Canción 24
Canción 25
Canción 26
Canción 27
Canción 28
Canción 29
Bonus Track
Canción 30
Canción 32
Canción 33
La última canción
Bonus Track - Epílogo
Agradecimientos
Otros títulos y... ¿continuación?
El consultorio amoroso de Celestina para personajes en apuros
Extra I: Un tiempo despúes
Extra 2: Historias que inspiraron a Las canciones de Celestina
Extra 3: Preguntas y Respuestas
Especial de San Valentín 1° Parte
Especial de San Valentín 3° Parte
Especial de San Valentín 2° Parte

Canción 31

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Por MoonRabbit13

Don't let me down

Don't let me down, don't let me let down

Can you dig it? Don't let me down


—¡Buenas noches, amores míos! ¿Cómo están en esta velada otoñal? Así es, el otoño ya ha llegado, con el crujir de sus hojas secas y fría ventisca. La estación perfecta para compartir un café con amigos, esa persona especial, o en compañía de Stereo Heats.

Mientras hablaba, Percy se dedicaba a reproducir una canción de Shawn Mendes como telón musical. Pero más allá de la música podía sentir el murmullo de la lluvia cayendo en la ciudad. No había parado de llover en tres días. Tres días desde que él se había ido.

Había pasado más de una semana desde que volví a la radio, y tres días desde que Jesse se había marchado a España. Casi parecía que el sol se había ido con él. Además, nada parecía haber vuelto a la normalidad. Percy continuaba siendo mi compañera porque Casiano seguía estando ocupado con las grabaciones de la banda.

Y ahora que Jesse ya no estaba, era terriblemente consciente de cómo había afectado mi vida por completo. Cuando encontraba una receta que quería compartir con él, debía recordarme que ya no íbamos a cenar juntos. Cuando descubría un dejo de su perfume en mis ropas me aferraba lo más que podía a él. En su corta estadía, Jesse había impregnado mi vida con su presencia.

♥ ♥ ♥

Jesse se fue un domingo, así que los chicos decidieron prepararle una fiesta de despedida sorpresa la víspera previa. Y como era sorpresa para él, yo tampoco supe nada hasta que Blanca me llevó a la casa de Percy y allí me encontré a todos. Los chicos de la banda y de la radio estaban allí. Incluso también mis hermanos y Cassidy estaban. El único que faltaba era Casiano.

Instantes después, Jesse llegó junto con Renzo y Guille.

—No pensaste que te dejaríamos volver sin una fiesta en tu honor, ¿verdad? —preguntó Guido dándole una jarra de Fernet al agasajado, al tiempo que los chicos le ponían una bandera de Argentina como capa.

Jesse miró a todos con una mezcla de confusión y agradecimiento. Y cuando su mirada se posó en mí, con sus ojos a punto de desbordar en lágrimas, supe que esta era probablemente la primera fiesta que le hacían unos amigos. Quizás hasta era la primera vez que tenía personas a las que podía considerar amigos de verdad, que no estaban por pena, interés o para jugarle una broma luego. Mi pecho se hinchó de ternura, él se merecía esta fiesta y más.

Los chicos cumplieron su promesa de dale una despedida bien argenta. Por toda la casa de Guido y Percy sonaban cuartetos de la Mona Giménez y la cerveza y el Fernet iban de mano en mano. Como la parrilla del patio era demasiado pequeño para preparar asado, Guille y Marcos cocinaron choripán* para todos.

Todo el mundo reía y hablaba mientras comían y bebían. Algunos, incluso improvisaron una pista de baile en la sala. Blanca me obligó a bailar con ella mientras Olivia bailaba con Renzo. Mi hermana me había dado todo un sermón cuando llegué a la capital. Pero su enojo había durado poco, como siempre. Ella también me había extrañado. Éramos mellizas, después todo; no podíamos esta mucho tiempo lejos de la otra.

—¿Me permite esta pieza? —preguntó una voz a mi espalda.

—Toda tuya —respondió Blanca y se marchó hacia donde estaban su hija y su novio.

Una mano tomó la mía y cuando me hizo girar, quedé cara a cara con Jesse. La suya estaba algo roja y no supe si era por el alcohol o el comentario de mi hermana. Ella se equivocaba, yo ya no era suya. Aunque me gustaba pensar que sí lo había sido, y que él había sido mío. Pero lo más probable es que nunca había sido así.

Jesse seguía siendo tan pata dura como siempre. Viéndolo lidiar con sus pies mientras trataba de seguir el ritmo del cuartero. «Es demasiado caótico. Más que un baile, esto parece una secuencia de pelea» había dicho una vez cuando se lo recalqué.

En un momento, cuando volvía del baño, noté que se había generado un murmullo en la puerta. Casiano había llegado.

—¡Con el postre! —exclamó uno de los chicos que fueron a recibir a su amigo, y la torta que este traía.

En ese momento, Casiano me vio. Pero desvió su mirada antes de que pudiera decir cualquier cosa. Puteé mentalmente al anterior dueño de la casa por haber hecho el baño de invitados junto a la puerta. Me fue imposible salir de este sin tener que enfrentarme a Casiano, y tuve que resistir el estúpido impulso de volver a esconderme en el baño para no verlo... o para retocarme el maquillaje. ¿Desde cuándo quería verme bonita para él?

—Lamento llegar tarde. Tuve horas extras —se disculpó él, y pude sentir el olor a esterilizante y pelo de perro en su ropa. Seguramente venía desde la cínica veterinaria.

—¿Ese pastel es para mí? —preguntó Jesse, yendo a saludar a Casiano.

—Sí, hasta tiene escrito "andate y no vuelvas" —dijo este y, para mi sorpresa, Jesse sonrió y le estrechó la mano como viejos amigos.

—Ya quisieras —respondió con un guiño.

«¿Qué mierda pasaba ahora entre estos dos?» me pregunté.

Luego de intercambiar algunas palabras más, Guido nos pidió a todos que subiéramos a la terraza con él. A pesar de las quejas por el frío, todos nos pusimos nuestros abrigos y subimos.

Allí nos topamos con los instrumentos de los chicos y la gente comenzó a vitorear, entunciasmados por tener un concierto exclusivo de La sombra de Peter Pan.

—¿Y esto? —preguntó Jesse cuando Marlene le pasó un micrófono.

—Nos dieron ganas de recrear la despedida de The Beatles —respondió Guido pasando la correa de su bajo por la cabeza—. Digo, ya que se nos prestó la ocasión

Jesse meneó la cabeza, con una sonrisa resignada.

—Entonces tú cantarás conmigo —le dijo a Casiano.

El rubio estuvo a punto de protestar, pero Jesse le dijo algo al oído. Murmuraron algunas cosas entre ellos y Marlene rodó los ojos antes de mirarme con una sonrisa traviesa.

Cuando todos estuvieron listos en sus puestos, el bajo de Guido comenzó a sonar con fuerza. Y le siguieron la batería de Renzo y la guitarra de Pato, quien hasta había tenido tiempo de buscar su horrible gorro de mapache.

Don't let me down, don't let me down.

La melodiosa voz de Jesse resonó en el aire frío. Tenía las dos manos sobre el micrófono y debía admitir que se veía muy atractivo. Jesse definitivamente tenían ese algo que poseían las grandes estrellas, eso que hacía que no pudieras sacar los ojos de ellos. Aunque me era difícil mirarlo cuando él no sacaba los ojos de mí.

Pero para el estribillo, la voz de Casiano se unió a la de él y fue una combinación arrolladora. La suavidad de la voz de Jesse con la voz ronca de Casiano encajaba de una manera sorprendente.

Luego del estribillo, la segunda estrofa tardó unos segundos en llegar. Jesse le hizo una seña a Casiano para que siguiera él y este lo hizo de mala gana.

I'm in love for the first time

Don't you know it's gonna last

It's a love that lasts forever

It's a love that had no past.

Cuando Casiano cantaba parecía como si las palabras salieran de su interior, las hacía suyas. Y estando allí parado con sus manos en su guitarra y sus ojos en mí. Realmente parecía que me estaba diciendo aquellas palabras a mí.

A pesar de todo lo que hice. De la forma horrible en la que actué. Casiano... Él no me odiaba. Quizás él hasta aún me...

No pude detener las lágrimas que comenzaron a caer por mi mejilla. Y allí estaba yo, parada en una fría terraza, en medio de todos mis amigos, llorando por los dos chicos que he amado.

♥ ♥ ♥

—"Celestina, ¿pasarías una canción de Pablo Alborán?", "Nos encanta tu programa, Celestina. Pasanos la canción de BTS, Eyes, Nose, Lips. ¡Porfa!" —leí los comentarios que nos llegaban al teléfono de la radio y le pedí a Percy que reprodujera la segunda. Aunque me arrepentí al instante.

Esas eran canciones de despedida, de desamor. Y yo no estaba lista para esas canciones aún. Todavía no estaba lista para todo lo que venía después de Jesse. Para verlo partir y no saber si lo volvería a ver algún día. Para aprender a ser su amiga otra vez y saber que quizás pronto él estaría saliendo con otras personas, quizás hasta con Mey. Para ser consciente de que yo era libre y que, probablemente, había alguien esperándome ahí afuera. Y que ahora no tenía más escusas para huir.

No estaba lista para Casiano.

♥ ♥ ♥

Fui la única que fue a despedir a Jesse a la terminal. Así lo quiso él.

Ese domingo lo ayudé a recoger sus pertenencias y acompañé en el taxi hasta la terminal de ómnibus. Debido a las condiciones climáticas había problemas con los vuelos, por lo que tendría que viajar hasta Buenos Aires y tomar un avión a Madrid desde Ezeiza.

Vimos al chofer y al copiloto dirigiéndose hacia el bus, señal de que estaban a punto de partir. Cuando la gente comenzó a hacer una fila para guardar sus equipajes, Jesse se volteó hacia mí.

—Es la hora —declaró, inflando el pecho y dejando escapar el aire acumulado en un gran suspiro. Sus ojos verdes brillaban con las lágrimas que intentaba contener mientras se esforzaba por darme una sonrisa.

—Sí... —murmuré cuando nos unimos a la cola. Los dos callamos mientras seguíamos el curso de la fila y Jesse entregaba su equipaje al asistente. Él me dijo que solo llevaba una maleta más de la que había traído, la cual iba repleta de recuerdos y regalos.

Cuando Jesse le entregó todo su equipaje al encargado, se volvió hacia mí y me abrazó

—Eres mi mejor amiga, Cele. Siempre lo serás —dijo con firmeza, aunque por su voz supe que él estaba a punto de llorar—. No habrá distancia, ni tiempo ni fuerza humana o divina que cambie eso, ¿lo entiendes?

Yo asentí contra su pecho.

—Cele, mírame —me ordenó, tomando mis hombros para hacerme mirarlo a los ojos. Yo me había resistido porque no quería que me viera llorar—. No llores.

Demasiado tarde. Las lágrimas habían comenzado a caer en el momento en que me abrazó, y sus palabras no hacían más que empeorar la situación.

—Prométeme que no te sentirás culpable ni nada de eso, ¿sí? —dijo, acunando mi rostro con sus manos y mirándome como si quisiera grabar cada detalle, hasta la última de mis pecas y pestañas—. Lo único que deseo es que seas la persona más feliz del planeta y que seas consciente del tesoro que eres. De la grandiosa mujer en la que te has convertido.

—Lo intentaré —respondí, no muy segura de mí misma. Estaba más ocupada memorizando la curvatura de su nariz, la forma en la que su cabello ondulado caía por su frente y el tono de rosa de sus labios.

Me dolía pensar que no vería más esos ligeros cambios.

—Pero entonces vos vas a prometerme que no volverás a menospreciar tus sueños, ni tus ideales ni a ti mismo —agregué, con más confianza—. Prometeme que desde ahora en adelante vivirás la vida que vos querés, ¿sí? Porque vos también sos una persona maravillosa. Sos un hombre talentoso, inteligente y bueno. Vos te lo merecés todo, Jesse Elliott.

Él se rio y lloró a la vez. Una convención algo extraña pero hermosa.

—De acuerdo. Haremos una promesa —respondió con una sonrisa cálida y enganchó mi dedo meñique con el suyo.

—¿Una promesa de dedo chiquito?

—Una promesa inquebrantable —contestó con una sonrisa—. Nos prometeremos, aquí y ahora, que viviremos la vida que deseamos y lucharemos por nuestros sueños.

—Y nos prometemos que no importa cómo ni cuándo, nos volveremos a encontrar un día. Hasta entonces, lucharemos por lo que amamos —agregué, balanceando nuestros dedos enganchados.

Un momento después, Jesse tomó su mochila y se dispuso a subir al colectivo.

—¡Ey, esperá! —escuchamos una voz y casi no lo podía creer cuando lo vi corriendo hacia nosotros.

—¿Casiano? —exclamamos Jesse y yo a la vez.

—¿Qué haces aquí? —agregó mi amigo.

—Anoche los chicos se olvidaron de darte esto —dijo Casiano, casi sin aliento, entregándole a Jesse un CD. Ambos lo miramos confundidos—. Es una copia de nuestro demo, con la canción en la que colaboraste.

—¿En serio pondrán esa canción en el CD? —preguntó Jesse, estupefacto.

—Supongo —contestó simplemente Casiano—. Es bastante buena, aunque es más melódica que el resto. Obviamente tu nombre figurará como coautor. Luego hablaremos esas cosas por mail.

—¿Eso significa que mi nombre estará en un CD de rock? —preguntó Jesse sin poder salir de la sorpresa. Me miró en búsqueda de una explicación, pero yo solo pude responderle con un encogimiento de hombros y una sonrisa.

—¿Acaso no le comentaste a los chicos que eras actor de musicales? Pues, ahora también serás una estrella de rock. Felicidades, gallego —dijo Casiano con una casi sonrisa, y esta vez aquel apodo molesto para Jesse sonó más bien a una vieja broma.

—Yo... n-no sé qué decir. Te... se los agradezco. De todo corazón —respondió Jesse sin poder contener su emoción y hasta intentó abrazar al rubio, quien lo esquivó con una palmadita en el hombro.

—Está bien —dijo Casiano—. Andá y demostrarle a esa estirada aristocracia española de lo que estás hecho.

En ese momento, el chofer llamó a los últimos pasajeros rezagados a que subieran al bus. Jesse me dio un rápido pero fuerte abrazo y saludó a Casiano con un apretón de manos.

—Casiano, no le hagas pasar por eso nuevamente, ¿sí? Espero que no rompas tu promesa —le dijo, pero no estaba segura a qué se refería.

♥ ♥ ♥

—Dicen que existen tres tipos de amor que experimentaremos a lo largo de nuestras vidas. El primero es el amor ideal. "El amor joven, el amor puro, el amor desenfrenado. Solemos vivirlo con nuestra primera pareja, la que llega en el instituto, en la universidad, en nuestros primeros años de experimentación con el amor. Cuando se topa con nosotros aún creemos que El Diario de Noah es una historia de amor, o que el tiempo se paralizará cuando veremos a futura pareja por primera vez, como en El gran pez" —dije al micrófono, leyendo el artículo que había encontrado.

Mientras, Percy ponía una suave canción como telón musical.

—El segundo es el amor necesario —continué—. Este es el amor que llega cuando nuestra vida se encuentra en una montaña rusa, cuando aún estamos intentando curar las heridas que provoca el primer amor, cuando necesitamos de alguien que nos haga sentir cómodos y acogido. Es nuestro refugio. Es un amor que nos ayuda a crecer y a hacernos más fuertes.

La voz se me había quebrado hacia el final de la oración y sentía que mi pecho dolía. No podía negar que me había visto reflejada en aquella teoría. Jesse había sido los dos primeros amores. Fue el amor ideal imposible y platónico durante todos los años que estuvimos separados por las pantallas y el mar. Pero también se había convertido en mi amor necesario durante estos meses, cuando lo conocí de verdad. Cuando pudimos amarnos y romperos el corazón mutuamente. Entonces...

—El tercero y último es el amor inesperado —dije al micrófono, recobrando el tono de mi voz—. Ese que llega sin que lo busquemos, o quizás aun cuando no lo queremos. Pero es un amor que no podés ignorar porque, en el fondo, sabes que es el correcto. Porque todo encaja tal y como es, sin ilusiones ni mentiras. Es el amor donde todo parece haber sido cortado como un rompecabezas. Ese... ese será el amor de tu vida.

♥ ♥ ♥

Casiano y yo nos quedamos en el andén mucho tiempo después de que el colectivo se había marchado. Y yo había tenido que sostenerme de su brazo para no salir corriendo a la par del bus como en las películas. Realmente estuve tentada a hacerlo.

—Celeste, ¿querés que te lleve a tu casa? —preguntó tímidamente Casiano, mirando mi mano agarrada de su chaqueta.

Nosotros todavía no habíamos hablado de lo que había pasado en la boda de mi hermana, o sobre el beso. No habíamos hablado de nada porque yo no había dejado de huir de él. Y, aun así, él estaba allí.

Asentí.

Aun no estaba lista para hablar con él. No cuando me encontraba llorando por otro chico. Pero debía admitir que quería quedarme un poco más con él.

—¿Casiano? —susurré cuando me subí a su moto y rodé su cintura con mis brazos. El contraste entre mi sweater rosado y su chaqueta de cuero negra era un poco gracioso.

—¿Qué?

—Te voy a dar la respuesta que merecés, lo prometo —dije apoyando mi frente en su espalda—. Pero, por favor, esperame un poco más.

—Está bien —asintió y la moto arrancó.

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