Without Colors

By Javierx7

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¿Cómo reaccionarías si te informaran que tu vida se ha convertido en un cronómetro con una efímera cuenta reg... More

Sinopsis
Prólogo
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Segunda Parte
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50
Final
Para Pandora:
Para Damisela:
Para Oz:
Para Sr. Liar:
Para Sonrisas:
Para El Lojano:
Para Nieve:
Para Fiorelha:
Para El Duque:
Epílogo

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By Javierx7

Ambos se deslizaron encima de sus flotadores y se dejaron arrastrar por el Santuario. El río no tiene una gran profundidad, pero su caudal y potencia lo convierten en un asesino despiadado. Eso, sin contar las gigantescas rocas que se encuentran por todo el camino, las cuales si te descuidas en un solo momento puede ser lo último que veas. Eso lo sé muy bien...

Cuando participé en la Carrera, no asumía lo peligroso que esto podía llegar a ser.

Los Cazadores inician la competencia con diez segundos de ventaja con respecto a los Desafiantes. Esto les da el tiempo suficiente para poner cualquier plan en marcha, ubicándose en algún lugar en específico, o simplemente seguir dejándose arrastrar por el río.

La única manera de ganar en este duelo es que uno de los Desafiantes atraviese la meta, pero sería muy sencillo sin la presencia de los acompañantes, quienes tienen el deber de usar cualquier parte de su cuerpo para detenerlos. Los Cazadores no pueden intervenir entre ellos mismos, y los únicos objetivos posibles en la Carrera eran Sonrisas y Kikis. Por esta razón es que los Desafiantes asumen todo el riesgo de la competencia. No existe ninguna regla en este duelo, todo es válido, al menos que sea ilegal por supuesto.

En aquella ocasión, cuando era yo el que me encontraba encima de uno de esos flotadores, todo parecía marchar perfectamente. Pero de pronto, en un descuido mío, un cazador del otro equipo se abalanzó contra mí, sumergiéndome dentro del correntoso río. El tipo había salido de la nada, tomándome por sorpresa, y yo me encontraba en el fondo del Santuario sin poder reaccionar. La poderosa corriente me arrastraba y las enormes rocas chocaban contra mí, golpeándome por todas partes. Emergí mi cuerpo con desesperación, tratando de recuperar el aliento, pero nuevamente fui sometido por el insaciable caudal. Aunque mis pies tocaban el fondo, no podía estabilizarme, la corriente era muy potente y sin mi flotador cerca, las rocas me producían una dolorosa tortura. Finalmente pude llegar a la orilla en uno de los tramos donde la profundidad era mucho menor, logrando al fin arrastrarme hasta la salvación. Me tiré sobre la pequeña playa que se formaba en el borde, recuperando el aliento con dificultad, mientras varios de mis amigos se me acercaban con sus rostros llenos de pavor.

Obviamente perdí la competencia y tuve que hacer el peor ridículo de la historia...

¡Oh, es verdad! Aún no lo he dicho...

¿Cuál es el objetivo te todo este drama? ¿Qué gana el que salga victorioso de la famosa Carrera?

Pues simple y sencillo. La recompensa es un mandato.

Así como suena. Uno inquebrantable y prohibido de incumplir. Una orden absoluta. Ahora que lo pienso, y comparado con otras derrotas, yo la tuve muy fácil. Tuve que asistir a la universidad vestido como mujer por una semana. Le pedí prestado varios atuendos y faldas a Fiorelha para poder cumplirlo. Era una fortuna que ya nadie hablara sobre ese asunto..., aunque los vergonzosos videos siguen en internet.

Aun así, recordar otros mandatos me helaba la piel. Se podía ordenar cualquier cosa que se le viniera a la mente al ganador, y creo es necesario repetir, con tal que sea legal.

Algunos mandatos eran realmente crueles, que solo podían generarse en las mentes más retorcidas y malévolas. Conozco a alguien que tuvo que robar las respuestas del examen final con Rafa, aunque algunos dicen que lo descubrieron, nadie sabe que pasó después. Recordar la historia de Romeo me sigue afectando hasta el día de hoy. Al perder la Carrera fue obligado a romper su relación de año y medio. Tal parece que ese duelo se dio por un triángulo amoroso y había sido la jugada perfecta para que el Desafiante ganador tuviera una oportunidad.

Pero el que se lleva el Oscar al mejor mandato de la historia fue el que impuso Hades a Zeus.

Abandonar Kiami...

Y eso era lo que más me preocupaba. Tenía tanto miedo de que ese fuera el malévolo plan de Sonrisas. No podría soportar la pérdida de un amigo, pero irónicamente, sin ni siquiera saberlo, cualquier resultado daba igual, porque Kikis estaba a punto de marcharse para siempre...

El Lojano se había detenido a unos cuantos metros adelante, mientras que Tristán siguió con su camino. Por su parte, al parecer Goliat había decidido ser el primer obstáculo, dejando que Puercoespín siguiera.

Sonrisas y Kikis avanzaban a la par, tratando de esquivar las gigantescas rocas que sobresalían a la superficie. Forcejeaban entre ellos, tratando de derribar al otro con sus extremidades. Aunque los Cazadores no podían intervenir entre ellos, los Desafiantes tenían toda la libertad de entrar en contacto con cualquiera. Estaban a punto de llegar a los primeros obstáculos y el peligroso duelo recién iba a comenzar. Kikis tomó la delantera por escasos centímetros, pero Goliat lo esperaba ansioso con su descomunal tamaño. Esperaba paciente a que su presa se acercara aún más, manteniendo su flotador alrededor de su cuerpo, mientras aguantaba la poderosa corriente como una fuerte muralla.

–¡Kikis, cuidado! –Lo alertó El Lojano, justo cuando el enorme cuerpo de Goliat se abalanzo hacia él. Los dos flotadores chocaron estrepitosamente y ambos quedaron sumergidos por unos cuantos segundos.

–Maldición –Me quejé, al mismo tiempo que se escuchaba un grito apagado por parte de los demás. Seguía la carrera junto a Damisela, a medida que nuestras piernas caminaban alrededor de la pista. El público también se movía junto a nosotros, tratando de no perderse ni un segundo de la emocionante espectáculo.

–¡Kikis! –bufó el tatuado, mientras todos miraban expectantes. De pronto, el cuerpo de mi amigo emergió dentro de su flotador y un suspiro de alivio salió de mis labios.

–Nos va a dar un infarto ese idiota –bromeó Damisela, sin dejar de moverse.

Goliat había perdido su instrumento dentro de la batalla y era arrastrado por la corriente sin ser afectado de gran manera. Su enorme tamaño era capaz de enfrentarse contra el poder del Santuario.

–Adelántate, yo me encargo del resto –ordenó El Lojano, mostrando una siniestra sonrisa. El tatuado se zambulló dentro del río, colocándose justo detrás del arrogante trigueño. Ambos eran arrastrados por la corriente, con sus flotadores prácticamente unidos.

Kikis seguía tomando la delantera, y al último de todos se encontraba Goliat que intentaba recuperar su salvavidas. Su gigantesco cuerpo tomó impulso y se abalanzó de un gran salto, recuperando varios metros de distancia en un solo instante. Estiró su brazo hacia delante y con las yemas de sus dedos rozó el flotador que seguía moviéndose sin cesar. Hizo un último esfuerzo para al fin ingresar dentro de él y ponerse a salvo. Sin duda, durante todo ese trayecto tuvo que haber recibido fuertes golpes por parte de las rocas dentro del Santuario, haciéndome recordar la dolora tortura que sufrí cuando participé.

–¿¡Qué pretendes, maldita sea!? –reclamó Sonrisas con temor en su rostro. El Lojano no se despegaba de él ni por un segundo, manteniendo sus brazos sujetados en su salvavidas, como si fueran dos poderosas cadenas. El trigueño trataba de liberarse, golpeado esas poderosas garras que lo sujetaban, mientras se movía con desesperación a través de la pista. El tatuado no cedía, su único objetivo era permanecer pegado a su presa y sin dudas, estaba haciendo un excelente trabajo.

Goliat los seguía desde atrás, tratando de conseguir velocidad con sus largos brazos. Debía ayudar al desafiante de su equipo, pero se encontraba demasiado lejos como para hacer algo. Por su parte, Kikis estaba a punto de llegar a la parte más difícil de toda la carrera. A tan pocos segundos de donde se encontraba, el camino se dividía en dos. Por un lado, hacia la derecha, se mostraba el tramo que debían seguir, donde a unos metros más allá los esperaba la meta. Sin embargo, en el otro lado se encontraba el recorrido más violento de todo el Santuario. La aglomeración de rocas era mucho mayor en ese trayecto, haciendo que el caudal aumente y generando varios desniveles que desequilibrarían los flotadores con facilidad. Es casi imposible mantenerse encima de los salvavidas dentro de ese tramo, y los Cazadores lo sabían muy bien. Tristán y Puercoespín esperaban a los Desafiantes justo en la división de caminos, donde la poca profundidad y la débil corriente les permitían mantenerse de pie dentro de sus neumáticos de caucho.

Kikis apareció a la vista de los impacientes Cazadores, haciendo que Puercoespín sonriera con malicia, a medida que se introducía cada vez más dentro del río. Si el imbécil de púas lograba desviar a Kikis todo se habría acabado. Muchas Carreras anteriores se habían definido en este preciso tramo. Desviar al adversario hacia el trayecto del infierno era casi una victoria asegurada, sin embargo, eso también lo había considerado el maniaco del Lojano.

–¡Ayúdame! –ordenó Sonrisas con autoridad, dirigiéndose a Puercoespín. El chico de púas se detuvo sin entender muy bien su mandato, mirándolo perplejo–. ¡El imbécil me está llevando hacia el otro lado! –bufó.

"¡Genial!", celebré en mi mente al verlo. ¡Había sido una brillante idea, nunca se había visto algo igual. El Lojano se había enganchado al salvavidas de Sonrisas hace varios segundos, aparentemente sin hacer nada. Pero lo que nadie sabía es que poco a poco, él empezaba arrastrarlo hacia el tramo erróneo. ¡Estupendo!

–Pero, jefe... ¿Y Kikis? –balbuceó Puercoespín con nerviosismo.

–¡Déjalo! –rugió desesperado–. ¡Si me lleva hacia el otro lado estoy perdido! –exclamó con sus ojos desorbitados–. ¡Ya lo alcanzaremos después! –finalizó.

–Maldición –masculló el chico púas, dando un golpe al aire. Desvió el rumbo y se dirigió hacia su líder, que estaba a pocos metros de llegar a la división, siendo seguido por Tristán.

Esto era estupendo. Kikis ya había ingresado por la recta final y tenía el camino libre y despejado. En el tramo correcto, las rocas parecían desaparecer, haciendo que la corriente se apacigüe hasta casi ser nula. La Carrera estaba decidida, Kikis iba a ser el ganador, si no hubiera sido por...

A pocos metros de la división, se llevaba a cabo un caótico conflicto. Los cuatro disputaban por elegir la dirección a la que iría Sonrisas, siendo empujado por El Lojano y Tristán, mientras Puercoespín hacía lo imposible para evitarlo.

La corriente los arrastraba, y todos fueron dirigidos hacia el infernal tramo. Al darse cuenta de esto, Goliat remó hacia la orilla y se rindió ante el inminente final, mientras observaba la persecución con impotencia.

Las rocas golpeaban los flotadores con salvajismo, moviéndolos a su antojo. Se podía notar los gestos de dolor que hacían al recibir cada impacto. Era de esperarse que las piedras dentro del agua estuvieran haciendo añicos sus cuerpos. Aun así, ninguno cedía.

El primero en caer fue Puercoespín, que después de impactar sobre una gigantesca roca que sobresalía de la superficie, su flotador se volteó de manera estrepitosa.

El público soltó un bramido de estupefacción al ver la brutal escena. Algunos se mostraban preocupados, mientras que otros disfrutaban de cada segundo con sus celulares en mano. Después de unos escasos segundos de angustia, el chico púas emergió de la orilla, mostrándose adolorido y con una enorme herida en sus labios.

Kikis seguía su relajado camino, pero su rostro se mostraba angustiado al ver todo el espectáculo al otro lado. Una pequeña y plana isla separaba ambos tramos, extendiéndose a lo largo del camino, haciendo visible todo lo que sucedía a su alrededor.

Sonrisas aún no se rendía, trataba como sea de acercarse al llano islote, sabía muy bien que si lo lograba, podía atravesarlo y alcanzar a Kikis. Pero no era una tarea tan fácil como suena. Sin mencionar la presencia de los Cazadores, de por sí la fuerza y brutalidad de la corriente ya era suficiente obstáculo para impedirlo. Las rocas seguían atravesándose en el camino y esta vez fue El Lojano quien tuvo la peor de las suertes.

–¡Amor! –chilló Pandora con espanto, al ver que su salvavidas se le escapaba de las manos.

–¡Lojano! –gritó Kikis.

Y eso, solo era el comienzo...

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