Without Colors

Bởi Javierx7

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¿Cómo reaccionarías si te informaran que tu vida se ha convertido en un cronómetro con una efímera cuenta reg... Xem Thêm

Sinopsis
Prólogo
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Segunda Parte
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50
Final
Para Pandora:
Para Damisela:
Para Oz:
Para Sr. Liar:
Para Sonrisas:
Para El Lojano:
Para Nieve:
Para Fiorelha:
Para El Duque:
Epílogo

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Bởi Javierx7

"Nieve...", pensé en ella una vez más.

"Sonrisas...", gruñí sin dejar de mirarlo. Estaba claro que quería provocarme con su estúpido y arrogante rostro, pero no caería en su juego.

Respiré profundamente y traté de alejar todo el odio que comenzaba a acumularse dentro de mi cuerpo.

"Inhala y exhala..."

"Inhala y exhala..."

"Tú eres mejor que él... No te rebajes" Me aconsejaba a mí mismo, mientras mantenía mis ojos cerrados.

Finalmente el partido estaba a punto de comenzar y como era costumbre, nos reunimos en una ronda grupal. Oz se aseguró de no estar al lado de Liar, pero claro, eso solo lo pudimos notar los tres que sabíamos del asunto.

–La final... –susurró El Duque con emoción–. Nunca habíamos llegado tan lejos... ¡Estamos a un solo paso, señores! –alentó.

–¡Así se habla! –continuó El Lojano–. Lo importante no es ganar... Pero esta ocasión es distinta –dijo con los ojos entrecerrados–. Debemos vencer al infeliz de Sonrisas sea como sea –aclaró, chocando su puño con la palma de la mano.

–¡A ganar, señores! –rugí, intentando terminar esta insoportable reunión. La incomodidad que sentía mi gemelo me estaba volviendo loco. Su deprimente rostro me partía el alma, y la frialdad de Oz solo empeoraba las cosas.

–¡A ganar! –Se escuchó en coro. Liar apenas pudo emitir un murmullo, mientras que su mejor amigo mantuvo sus labios pegados durante todo el tiempo.

Nos dispersamos a lo largo de la cancha, tomando nuestras ubicaciones. Aproveché los preparativos para acercarme a Oz y sacarle respuestas sobre su extraño comportamiento.

–¿Qué haces aquí? –mascullé al estar justo frente a él.

–¿Acaso no soy del equipo? –respondió con seriedad.

–¡Le diste un tremendo golpetazo a Liar! –gruñí.

–Eso no es asunto tuyo –replicó con frialdad.

–¿¡Que no es asunto mío!? –reclamé, tratando de contener mi ira. No quería que los demás se dieran cuenta y que armaran un escándalo, así que traté de tranquilizarme–. ¿Acaso no somos amigos? ¿Acaso Liar no lo es?

–Ese maricón no es mi amigo... –escupió con repugnancia, mostrando desagrado en su rostro. Esas crudas palabras me habían estremecido como nunca antes. Una vez más me ocurría lo mismo, alguien quien creía conocer perfectamente se mostraba como un completo extraño delante de mí. Oz parecía una persona distinta, fría y llena de rencor. Sentía unas incontrolables ganas de encestarle un puñetazo en su repulsivo rostro, pero mi sentido común fue mucho más fuerte.

–¿Entonces por qué estás aquí? –reproché, tragándome mi enojo–. ¿Por qué no nos abandonaste?

–No te confundas –respondió de inmediato, carente de toda emoción–. He deseado ganar este campeonato desde hace mucho... Nada ni nadie me lo impedirá, ni siquiera el maricón de Liar –Su voz sonaba áspera y vacía. En definitiva estaba delante de un completo extraño. Oz no era así, nunca lo fue. Era la persona más amable y tranquila que había conocido jamás. ¿Cómo pudo cambiar tanto de la noche a la mañana?

Mis labios se abrieron ligeramente y mis pupilas se movían con inquietud, tratando de reconocerlo. Intenté decirle algo más pero no pude, simplemente me tragué mis palabras y apreté mis párpados, lamentándome por su comportamiento. Di media vuelta y me alejé de él, evitando que se prolongue por más tiempo esa tortura. Sus palabras me lastimaban, me dolía tanto la manera en la que se comportaba... ¡Su maldad me hacía sufrir!

Y nuevamente pensé en ella...

Existe tanta maldad...

Las personas son tan malvadas...

¡Ella tenía razón! ¡Me frustraba tanto que la tuviera! ¿Cómo una persona tan pura y bondadosa como Oz resultó tener tanta maldad dentro de su corazón? ¿Si alguien como él lastima a los demás, que puedo esperar del resto...?

¡Este mundo está tan podrido...!

–¡Capitanes, al centro de la cancha! –logré descifrar con dificultad la voz de Marty. Obedecí la orden por instinto, moviéndome con pasos torpes y lentos. Llegué hasta la mitad del rectángulo con la mente distraída, me sentía mareado y todo daba vueltas. Apenas pude notar la borrosa mano de Sonrisas, que se extendía delante de mí. Era el saludo tradicional entre capitanes, prometiendo un juego limpio y justo. Correspondí el estrechón de pura inercia, y sentí como su mano estrujaba la mía con una fuerza brutal. Mis ojos se inclinaron a los suyos sin ninguna expresión, tratando de descifrar lo que quería. Se mostraba arrogante como siempre, con esa sonrisa torcida tan repugnante que siempre me daba ganas de vomitar. Sentía que mis parpados pesaban toneladas y en mi mente solo cabía lugar para el problema entre Oz y el Sr. Liar, haciendo que mis actos sean manejados por el piloto automático.

Sonrisas presionó con más fuerza, como si mi mano estuviera hecha de plastilina, pero no sentía absolutamente nada. Mis dedos podían estallar en cualquier momento pero a mí no me importaba.

–Ya fue suficiente –intervino Marty, haciendo que nuestras manos se separan. Solo en ese momento pude notar que mis dedos estaban hinchados y oscuros. Mis venas eran más visibles de lo normal y permanecían brotadas, tratando de recuperar la sangre que no había podido circular. Clavé la mirada nuevamente hacia Sonrisas, con mis párpados adormilados y el semblante carente de toda emoción.

El idiota más arrogante del universo sonreía de oreja a oreja, con su aspecto orgulloso y prepotente. Parecía estar feliz de lo que había hecho, como si su elaborado plan hubiera salido a la perfección. Estaba claro que quería intimidarme, hacerme temblar de miedo, pero no contaba con que en ese momento yo era un simple robot sin sensibilidad. Los colores me habían abandonado, y al parecer, era momento de que mi humanidad también huyera de mi cuerpo...

–Así que quieres quitarme a Nieve –Logré escuchar con dificultad. Se trataba de la arrogante voz de Sonrisas, quien me insinuaba con sus labios torcidos.

El réferi lanzó una moneda al aire para sortear quienes tenían el saque inicial, sin prestarnos la menor atención.

"¿Qué?", balbuceé en mi mente, aún con la mente distraída.

–Así que era eso... –sonrió con malicia al no obtener respuesta–. ¿Te gusta Nieve, verdad? –insinuó–. Bueno, no me sorprende –dijo, encogiéndose de hombros–, ella es una verdadera preciosidad.

"¿Qué?", repetí desconcertado. "¿Qué está tramando este idiota? ¿Por qué está diciéndome todo esto...?"

–... hermosa, divertida, y con un cuerpo fenomenal –bufó, mordiéndose los labios con placer.

–Cara... –susurró el juez al ver la moneda sobre su mano.

–Pero sobre todo –continuó Sonrisas–, es una diosa en la cama... –dijo con orgullo, como si fuera algo que presumir.

Como si Nieve fuera un simple objeto...

"Este idiota...", reclamé. Mi cuerpo seguía entumecido y no sentía nada. Sabía que había dicho una estupidez pero no lograba receptarla completamente. Me sentía tan extraño, como si estuviera dentro de un sueño, o como si fuera parte de una ilusión. Nada me importaba ya.

Acababa de darme cuenta que el mundo es un lugar sombrío y opaco, y no precisamente por no ser capaz de ver los colores. En realidad, los humanos son tan repugnantes, tan malvados...

"Fiorelha...", pensé con tristeza, soportando las ganas de llorar.

"¿Cómo me enfrento a toda esta maldad...?" Me reproché, hablando con ella en mi mente, como si fuera a aparecer y darme la respuesta.

–¡Equipos a sus lugares! –ordenó el juez–. Los Cogollitos inician el encuentro. Ya conocen las reglas, buena suerte a todos y que gane el mejor –finalizó.

Mi cuerpo se quedó inmóvil en el centro de la cancha, sin poder reaccionar. Era una suerte que fuera exactamente lo que tenía que hacer, porque no era capaz de moverme.

–¿Te encuentras bien? –preguntó El Lojano con preocupación, acercándose a mi lado con lentitud. No pude responderle, estaba tan absorto en mis pensamientos que todo a mi alrededor se veía tan borroso y confuso. Pude notar con dificultad que el rostro de Sonrisas se llenaba de rabia, frunciendo el ceño y arrugando sus labios con furia. Estaba tan enojado de que no haya caído en su provocación que podía sentirse su cólera en el aire–. ¿¡Kikis!? –Me sacudió el tatuado con inquietud.

–¿Eh? –balbuceé, pestañeando varias veces.

–¿En dónde estabas, amigo? –bromeó con una preocupada sonrisa.

–L-lo siento... –susurré cabizbajo, dándome cuenta que la orden de Marty ya había sido anunciada.

–¡Vamos, Kikis! ¡Aplástalos! –rugió una potente y fina voz. Volteé con dificultad hacia las gradas, con el cuello entumecido. La sinvergüenza de Damisela estaba alentándome como una lunática, moviéndose con energía–. ¿Qué pasa? ¿Acaso tienes miedo? –bromeó–. ¡Dímelo para tomar tu lugar! –añadió con una enorme sonrisa, haciendo que su rostro luciera más redondo de lo normal. Sus palabras hicieron que la sensibilidad y emociones regresaran a mi cuerpo. Me había transmitido una extraña paz y tranquilidad que recorría por mis venas, dándome una sensación tan reconfortante. Tenía que admitir que aunque era una completa descarada, era un gusto tenerla de amiga. Más aun en estos momentos que Fiorelha no se encontraba conmigo...

–Debemos iniciar –informó El Lojano, con sus pies al lado del balón–. ¿Estás listo?

–S-sí... –mascullé, regresando la mirada hacia él.

–¡A jugar! –rugió el réferi, haciendo que el tatuado me entregara el esférico. El balón se dirigió a mis pies con lentitud, rebotando conmigo como si fuera un simple poste. Porque eso era, una tiesa y rígida columna. Mi cuerpo no respondía y solo era capaz de ver a Sonrisas, quien se acercaba con su enfurecido rostro. Sus puños se apretaban con fervor y podía notar que sus dientes se clavaban en sus labios. Parecía una bestia recién salida de su cautiverio, enfurecida y acercándose a su presa, sin darle siquiera una sola oportunidad de escapar. Sus cejas se mantenían fruncidas, y de sus fosas nasales parecía salirle vapor de lo enrojecida que estaba su rostro.

De solo verlo, un miedo horripilante invadió mi cuerpo, que erizaba mis vellos y me hacía temblar. Solo pude reaccionar de esa manera, antes de darme cuenta que me encontraba en el suelo, adolorido y con la vista hacia el techo...

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