¡A disfrutar bellas!
Nos quedamos hasta que le dieron el alta a mi padre y al decirle a mis padres que habíamos llegado en helicóptero al hospital, mi madre insistió en que volviéramos con ellos a casa.
En realidad no había pensado si pasaríamos la noche allí, o no, o qué puñetas iba a ocurrir porque me limité a no pensar desde que mi madre soltó la bomba en su drama particular —aún no se me habían pasado las ganas de estrangularla—, verás tu como el día menos acordado, nos suelta algo que es verdad y no la creeremos, como el cuento de "Que viene el lobo, que viene el lobo y cuando vino, nadie le creyó".
—Tenemos reserva en hotel —dijo Bohdan con cierta calma.
—¡Ah no!, ¡No, no, no! —comenzó a negar mi madre con el dedo—. ¡No pienzo permití que mi yeno se vaya a un hoté! —exclamó tozuda como ella sola.
—Mamá —dije con cierto aire de regaño—. Si él quiere ir a un hotel, tendrás que respetar su decisión —añadí al ser esa mi salvación.
¿Meter a Bohdan en una casa donde todos pinchan en el mismo plato central? Verás tu... verás tu...
—¡Me dá iguá! —sentenció mi madre—. Ademá, en er pueblo solo tá la pensión de la mari, y tu ya sabe que en la casa va a tá musho mejó atendío que allí, y no vamo a etá pallá pá cá si se quea aquí en la capitá (Además, en el pueblo solo está la pensión de la Mari, y tu ya sabes que en casa va a estar mucho mejor atendido que allí, y no vamos a estar para allá, para acá si se queda aquí en la capital)
—Anda, dame en tol gusto hija... que si no te viene tu mare me va a poné la cabesa como un tambó y me via queá peó de lo que toy (Anda, dame en todo el gusto hija... que si no te vienes, tu madre me va a poner la cabeza como un tambor y me voy a quedar peor de lo que estoy) —dijo mi padre mirándome con pena de súplica.
—¡Que esagerao por dio! (Qué exagerado por dios) —gimió mi madre bajo la atenta mirada de Bohdan que nos observaba como un partido de tenis probablemente sin entender nada.
—Mis padres quieren que nos alojemos en la casa del pueblo —dije apiadándome de mi padre, después de todo había venido por él y quería estar cerca de él.
—Si no es una molestia para ellos, a mi me parece bien —confirmó sonriente.
Cerré los ojos y suspiré.
—Está bien —afirmé—. Vamos con vosotros —pronuncié y mi madre comenzó a chillar y a dar saltitos de alegría como si le hubiera tocado la lotería.
Al salir al aparcamiento en cuanto le dieron el alta a mi padre, Bohdan y yo les acompañamos hasta el todoterreno que más mierda y barro no podía tener el pobre, mi madre nos invitó a subir, pero en ese momento un vehículo especial con lunas tintadas apareció junto a nosotros y mientras mis padres iban en su coche, nosotros les seguíamos detrás desde uno un tanto más... limpio, vamos, que hasta parecía que le habían pasado la lengua y todo en comparación.
—No hace falta que te quedes, ¿eh? —dije de pronto por si de algún modo él se había sentido presionado o coaccionada por mis padres—. Puedes irte que lo entenderán.
—Quiero quedarme —contestó con una sonrisa—. Es como tener unas vacaciones justificadas —alegó en su defensa.
—Así que me estás utilizando para no cumplir con tus obligaciones —dije irónicamente y le clavé el dedo índice en su pecho a modo de hacerle sentir culpable.
—Puede decirse que si —contestó sincero—. Además, ya era hora de que conociera a tu familia o al menos, hiciera acto de presencia, después de todo estamos legalmente casados —sonrió.
—No estabas en la obligación de hacerlo, la forma en la que nos conocimos y como llegamos a esta situación fue...
—¿Inusual? —dijo él como si fuera la palabra que me faltaba.
—Demasiado inusual diría yo —afirmé.
—Eso no cambia los hechos —dijo acercándose a mi y acariciando con su nariz mi mejilla.
—No... no los cambia —dije sin saber en realidad que estaba diciendo porque yo ya estaba perdida en ese perfume que me envolvía y me hacía presa de sueños poco infantiles precisamente.
Los labios de Bohdan rozaron los míos y no me resistí más, sino que me lancé a por ellos como si llevara cuarenta días sin beber agua en el desierto y estuviera desesperada y él tuviera la fuente de la que emanaba agua fresca.
—Antes de que lleguemos tengo que advertirte una cosa —dije separándome lentamente y teniendo algo de lucidez en mis neuronas.
—¿Si? —gimió observándome con esos ojos azules que me volvían literalmente loca.
—Mi familia no es precisamente.... ¿Un modelo a seguir? —ironicé—. La cuestión es que son un poco de campo... —advertí quedándome corta y vaga en la explicación—. Y muy cotillas... —afirmé sabiendo a la clase de interrogatorio al que nos iban a someter—. Así que te agradecería que fingiéramos que todo es real, pero muy muy real —dije para que me entendiera.
—¿Cómo que muy real? —preguntó alzando una ceja.
—Que crean que estamos locamente enamorados y que el compromiso es verdaderamente real —dije esperando que no me enviara a donde pican los pollos directamente. Tampoco estaba pidiendo un imposible, ¿no? Ya me dijo que le gustaba, no creía que llevarlo un poco más allá fuera a costarle mucho, pero sabía como era más de una y de dos de mis "primas" —si es que se las puede llamar así—, y prefería que vieran desde primera hora que no tenían posibilidades. Llamadme celosa, llamadme posesiva, pero al menos que "mi príncipe" no me lo quitaran.
—¿Quieres que finja que estoy enamorado de ti? —preguntó mirándome fijamente.
— Si... bueno tampoco creo que implique mucho más de como me has tratado hasta ahora, pero que se note, que todos vean que "estamos juntos" —insistí.
—Está bien —dijo en un tono neutro—. Si es lo que quieres, puedo hacerlo, pero con una condición —añadió al final.
—¿Cuál? —pregunté.
—Dentro de un tiempo te pediré que hagas algo por mi y quiero que ahora mismo, en este instante, te comprometas a decirme que lo harás.
—¿Sin saber siquiera de que se trata? —pregunté completamente intrigada.
—Esa es la clave, no lo sabrás hasta que te lo pida.
Su inexpresión no me incitaba a saber de que se trataba, aunque suponía que no debía ser nada malo, pero ¿Y si tampoco era nada bueno?
—Está bien —dije finalmente—, lo haré.
—Entonces tenemos un trato señorita Abrantes —contestó con una sonrisa.
—Eso parece su excelencia.
Cuando llegamos a casa y descargamos los macutos que en realidad solo tenían ropa como para pasar un fin de semana, entramos en mi casa... ¿Cuántos meses hacía que no iba por allí? Al menos no la pisaba desde navidades y de eso ya había pasado medio año.
—¿Dónde vamos a dormir, mamá? —pregunté mientras Bohdan se quedaba observando el salón cuyo techo era de vigas de madera antiguas, con una chimenea de piedra y todo bastante rural.
—Pué en er artillo hija mía, ¿Dónde quiere dormi sino? No creo que meta a ese peaso de tiarrón en tu cama shica (Pues en el altillo hija mía, ¿Dónde quieres dormir sino? No creo que metas a ese pedazo de tiarrón en tu cama chica)
¿Iba a dormir con él?, ¿Juntos?, ¿En la casa de mis padres? En realidad, sería extraño si no lo hiciera teniendo en cuenta que estaba casada con él y aunque para todo el mundo era su prometida, mis padres sabían que sí nos habíamos casado de verdad.
—Claro, claro —contesté sonriente—. ¡Si al final iba a sacar algo bueno y todo de aquello!
—¿Pasa algo? —preguntó Bohdan mirándome y cogiendo las maletas cuando hice ademán de hacerlo yo.
—No, nada —sonreí—. Ven, que te llevaré a "nuestra" habitación.
El altillo se encontraba arriba del todo y lo cierto es que era mi parte favorita de la casa. En su día era nuestro cuarto de juegos y después mi madre decidió convertirlo en una habitación de invitados porque nunca había camas suficientes cuando traía a mis amigas de visita.
—Vaya, esto es muy bonito —le escuché decir cuando llegamos y abrí la puerta de la habitación.
Los grandes ventanales tenían las mejores vistas a la parte olivar del pueblo y se veían las montañas a lo lejos, como todo estaba decorado en tonos claros y los techos igualmente de vigas de madera restaurada, aquello parecía una habitación de hotel rural, hasta tenía su propio baño arriba.
—Me alegro de que te guste, no es un palacio, pero...
—Es perfecto —concluyó y dejó las maletas a un lado.
Sabía que estaba siendo demasiado amable y en el fondo lo agradecía, lo cierto es que, para ser un príncipe criado entre oro y algodones, Bohdan tenía una parte humilde que incluso era casi abrumadora.
—Es un poco tarde, pero si te apetece podemos ir a dar una vuelta por el pueblo después de cenar —me atreví a decir.
—¿Me estás proponiendo una cita? —preguntó con sorna.
—Puede... —vacilé en la respuesta.
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