A partir del capítulo 60 la historia comenzará a ser PRIVADA (siempre lo hago con todas mis historias así que a la gran mayoría no les sonara nuevo)
Para el resto significa que si no seguís mi perfil, no podréis continuar la historia llegados al capítulo 60.
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¡Que disfrutéis del capítulo bellas florecillas!
—Debo reconocer que la alumna ha estado brillante —sonrió Dietrich mientras danzábamos al compás de la música como tantas otras veces habíamos hecho en los ensayos. Solo que esta vez yo no tenía ánimos de conversación, sino que por el rabillo del ojo no dejaba de observar a la peli-lagarta con sus garras sobre mi príncipe.
«¿Era mío?» Desde luego que sí. Me lo había adjudicado por derecho propio, ¿Acaso no tenía un papel firmado donde decía que era mi marido?, Pues hasta entonces que se chinchara la palo-pincho esa endiablada.
¡Arg!, No le partiera un rayo a la condenada...
—¿Hola?, ¿Estoy hablando conmigo mismo? —escuché de pronto.
—¡Eh!, ¿Si?, ¿Perdona? —reaccioné con excusas porque no le había prestado ni la más mínima atención.
«Eso te pasa por sacarme a bailar en el momento menos oportuno hombre insensato»
Por toda respuesta Dietrich sonrió vagamente con aquellos dientes blancos y ojos perfectos verdes. A ver, que el muchacho era muy mono, simpático, agradable, guapo... pero no era Bohdan, se siente.
—Creo que es la primera vez que soy completamente inexistente para una mujer —le oí confesar.
—¿Cómo dices? —gemí en voz alta.
—Qué es evidente que tus sentidos están puestos en otra parte —alegó y me sonrojé.
¿Tan evidente era? Pues se ve que sí.
—Bueno... yo... yo... —comencé a decir sin saber justificarme, ¡Di algo coherente!, ¡Que estás enamorada, no idiota! Aunque para el caso... ¿No dicen que el amor idiotiza? Desde luego iba a tener que darles la razón.
—No pasa nada. Me gustan los retos —contestó y entonces le miré alzando una ceja.
¿Retos?, ¿Pero de qué iba a este tío?
—¿Quién te pidió que me enseñaras a bailar Dietrich? —pregunté haciendo reaccionar a la parte de mis neuronas no idiotizadas de amor.
—Le debía un favor a Annabelle y pensó que sería un castigo enseñarte, aunque en realidad... casi debo estar agradecido.
—¿Annabelle te pidió que me enseñaras a bailar? —gemí pensando en voz alta.
¿Para qué demonios quería esa pájara que aprendiera a bailar? No entendía nada...
—Me dijo que sería ella quien bailaría con Bohdan esta noche, que no hacía falta que aprendieras muy bien pero que debía enseñarte algo básico. Creo que no creyó que te pudiera enseñar muy bien. De todos es sabido su interés en mi primo y obviamente eres un obstáculo, por mucho que trate de disimularlo —confesó comenzando a reírse—. Pero me caíste demasiado bien como para dejarte hacer el ridículo.
En ese momento ladeé la cabeza para encontrarme con la mirada penetrante de Bohdan que nos observaba seriamente.
—Debía ser un favor muy grande —respondí tratando de sacar más información mientras perdía la vista de Bohdan por ir dando vueltas sobre la pista.
—Digamos que si —contestó vagamente.
—Y si sabías que sería ella quien bailaría con Bohdan, ¿Por qué parecías sorprendido cuando te lo dije anoche?
—Me sorprendía que Bohdan la eligiera a ella y en el fondo tenía razón, él te eligió a ti.
—¿Qué me estás ocultando Dietrich? —pregunté sabiendo que ahí se escondían trapos sucios de familia real.
Para desgracia de mi curiosidad la música dejó de sonar y antes de que él respondiera, un brazo se posaba sobre mi cintura.
—Tenemos que hablar —susurró la inconfundible voz de Bohdan en mi oído que podría llegar a provocar oleadas de emoción, solo que su tono era tan serio y taciturno que solo provocó que me asustara.
Observé la sonrisa ladina y de autosuficiencia que tenía la muñeca maldita a su lado y supe que algo le había debido de decir para tener esa cara y Bohdan estar tan serio.
No pude contestar a ese "tenemos que hablar" que nunca presagiaba nada bueno porque en ese momento sus "majestades" se acercaban a nosotros.
—Querido —dijo mirando únicamente hacia su hijo—. Creí que habíamos dejado claro con quién debías hacer el baile de apertura —alegó evidentemente molesta.
—Creo que solo usted lo dejó claro madre —contestó sin apartar su mano de mi cintura.
Para mi sorpresa se aguantó las ganas de contestar y se podía notar en su vena hinchada del cuello, ¿Seguro que la muñeca maldita no era su hija? Con lo víboras que eran las dos ya podrían ser madre e hija, eran tal para cual.
—Ese no es el vestido que elegí para ti —se limitó a decir escuetamente.
—Es evidente que no —contesté con una sonrisa fingida de "¿En serio creías que aparecería con ese disfraz de choni?"
—¿Y de dónde has sacado ese vestido?, ¿Lo has robado de palacio? —me acusó intencionadamente.
—Madre... —intervino Bohdan como si fuera una advertencia.
—¿Esta granjera se cuela en el armario de palacio y tú la defiendes? —alegó en un susurro apenas perceptible para que nadie más la escuchara, aunque tanto Bohdan como yo la habíamos oído perfectamente y muy posible la muñeca endiablada porque estaba sonriente
«A la nariz se acaban de sumar los dientes muñeca maldita»
—Que sea la última vez que acusa a mi prometida de algo semejante, porque aunque así fuera que no es el caso, tiene todo el derecho de hacerlo, ¿O debo recordarle quién es ella? —contestó y enmudecí ante su defensa.
Bohdan estaba admitiendo que era su mujer de nuevo ante su madre.
«Pellízcame, pellízcame que no me lo creo»
Vi como la madre de Bohdan enrojecía y en ese momento el rey Maximiliam llegó provocando que ella guardara silencio.
—Gracias —susurré cerca de su oído.
—No tienes que darlas, no tenía derecho a humillarte así y a decir lo que dijo —le oí decir algo molesto.
—Aún así preferiste creer en mi, a pesar de no saber siquiera de donde saqué este vestido —contesté intentando sonreír.
Estaba agradecida por ello, a pesar de lo que la enclenque esa con tetas postizas le hubiera dicho para que "tuviéramos que hablar", él me había defendido ante su madre delante de todos y eso ya era un logro.
—Sé perfectamente de dónde has sacado ese vestido Celeste. Yo mismo lo elegí para ti y le pedí a Margarita que te llevara hasta el.
En ese momento creo que hasta el alma se me cayó a los pies. ¿Él?, ¿Había sido él?, ¿El precioso vestido que llevaba puesto lo había elegido para mí?
Bueno, pues si ya estaba enamorada antes... creo que ahora desbordaba mi límite. ¡Dios!, ¡Que ostia más grande me voy a dar cuando deje de estar en este sueño y me de bruces con la realidad!
—Pues reconozco que tienes muy buen gusto —dije por decir algo porque ¿Qué narices iba a decir?, ¡Bohdan, tómame aquí y ahora!... como que no era plan aunque ganas no me faltaran...
—Eso no lo dudes —contestó con una voz ronca y de la forma en la que me miraba, que a mí se me mojaron las bragas automáticamente si es que ya de por sí no lo estaban—. Vámonos de aquí —dijo antes de que pudiera reaccionar y sentí como me empujaba de la cintura hacia la salida.
¡Ay diosito bendito de mi vida y de mi corazón que me da un telele!, ¿Podíamos irnos? Buah, cómo que me importaba a mi mucho quedarme o no, si lo que prometían aquellos ojos azules de ese dios griego era que se abrieran las puertas del Olimpo.