De Plebeya a Princesa

By FabiolaGp

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~¡Karma... mátame!~ Y el karma me diría: No me culpes de lo que te pasa por imbécil. Mi madre siempre dice qu... More

S I N O P S I S
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Parte 3
Parte 4
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AVISO
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MEMORIAS DEL PRÍNCIPE PERFECTO
Disponible En Venta

Parte 50

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By FabiolaGp

¡Hola bellas florecillas!

En instagran y facebook hay colgados varios posibles vestidos que podría llevar Celeste al baile, ¡¡os espero a todos para ver cual es el vestido ganador!! Encontradme por Phavyprieto en todas partes!


Las risas de Margarita no se hicieron esperar a pesar de que la pobre trató de contenerse y miré hacia el rey Maximiliam que parecía estar sonriendo. Para mi sorpresa, nadie dijo nada, ni tan siquiera la siliconada diabólica que probablemente se tuvo que tragar su autosuficiencia.

Volvía a mi habitación con la incertidumbre de si Bohdan regresaría o no ese día o si tendría noticias suyas. ¿Tal vez apareciera en mitad de la noche en mi habitación?, ¡Oh!, ¡Nada me gustaría más que eso!

—¿Te crees muy graciosa, verdad? —escuché a mi espalda la inconfundible voz de la rubia pedante.

—Lo cierto es que no —dije dándome la vuelta para ver su perfecto cuerpo envuelto en aquel vestido de color rosa chicle. Daba la sensación que tenía complejo de barbie ahora que la observaba a cierta distancia.

—¡Escúchame bien maldita granjera! —exclamó sorprendiéndome—. ¡Qué sea la última vez que me dejas en ridículo delante del rey Maximiliam! —gritó alzando el dedo índice como si pensara que con eso iba a asustarme.

—¿Dejarte en ridículo?, Yo no te dejé en ridículo, lo hiciste tu sola —aclaré mientras veía como la vena de su cuello se hinchaba y di un paso atrás, no fuera a ser que reventara y me pillara en medio.

—¡Eres una furcia barata!, ¡Y Bohdan no tardara en darse cuenta de que te abres de piernas con cualquiera! Eso sin tener en cuenta que apestas a estiércol, granjera.

Si se creía que eso era un insulto, es que le faltaba mucha vida por recorrer antes de que yo me sintiera insultada con semejante perorata.

—En todo caso no es problema tuyo, ¿no? —exclamé completamente tranquila.

—Toda la familia sabe que él y yo estamos comprometidos y que nos vamos a casar. Nuestro compromiso iba a ser anunciado en el bicentenario y cuando todo el mundo nos vea bailar en la apertura, nadie dudará que será así —sonrió socarronamente y tuve que reconocer que en ese momento sentí una pizca de celos mientras la veía alejarse.

¿Tan importante era ese maldito baile para todos? Tal vez le había quitado importancia, ya no me daba tan "igual" que la petarda siliconada bailara con Bohdan delante de todos como si fuera su prometida, novia o lo que se interpretara con eso.

¡Mierda!, ¡Por qué carajos rechazaría bailar con él!

Entré en mi habitación y miré el teléfono sin un amago de esperanza, la fulana esa me había deprimido vagamente con lo que me había dicho y para más inri, que la familia entera esperara el compromiso de ellos dos, no ayudaba en absoluto. Más aún cuando sabía perfectamente que su matrimonio con Bohdan tenía los días contados.

Vio que tenía un mensaje en el telefono y era de Bohdan, así que instintivamente su pulso se aceleró.

«La espero en las mazmorras señorita Abrantes. Creo recordar que tenemos una visita guiada pendiente»

—¡Oh dios mío!, ¡Oh dios mío! —Comencé a gritar.

Solté el teléfono sobre la cama mientras abrí un cajón de la cómoda buscando el conjunto de ropa interior más sexy que hubiera ahí dentro y como no encontré uno negro —quizá lo consideraban demasiado pecaminoso—, cogí uno blanco en su defecto y cambiándome a toda velocidad salí de la habitación con el móvil en mano.

Vale... ¿Y donde diantres estaban las mazmorras? Pensé sin saber a donde dirigirme hasta que vi a Jefrid acercándose hasta mi.

—Señorita, tengo órdenes de acompañarla —mencionó mientras sonreí y le seguí—. A partir de aquí debe continuar sola —dijo cuando llegamos hasta una puerta que permanecía abierta y desde la que comenzaban unas escaleras que descendían de piedra.

No había barandilla en la que agarrarse y apenas estaba iluminada por unos focos tenues que proporcionaban una luz anaranjada provocando que el lugar pareciera de lo más lúgubre.

«No te acojones Celeste» me dije a mi misma. «Si pudiste con la reina hecha una furia tras lanzarle el despertador, puedes con esto» me advertí.

Llegué hasta abajo y comencé a caminar de frente puesto que era el único camino. Apenas veía nada y estaba como en una peli de terror cuando ante el silencio esperas que de pronto ocurra algo que te acojona y das un bote del asiento. Pues bien, sabía que algo iba a pasar y por más que anticipara a mi cuerpo para prepararlo iba a dar igual.

—¿Bohdan? —pregunté en un tono de voz intentando parecer tranquila—. ¡Cómo me des un susto de muerte, conste que te doy una bofetada! —grité.

—¿Ah sí? —gimió de pronto una voz detrás de mi al tiempo que sentí sus manos aferrándose a mi cintura.

—¡Joder! —exclamé por no esperármelo, pero al notar el roce de su nariz en mi cuello me calmé y subí una de mis manos para acariciar su cabello mientras me inclinaba.

—Ven aquí —le oí gemir mientras me daba la vuelta y sentía sus labios sobre los míos devorándome con ansia al tiempo que me alzaba y yo entrelazaba mis piernas a su cuerpo.

No sabía a donde me llevaba, es más, me daba igual porque sabía que encontraría el paraíso si era de su mano.

Noté como me apoyaba sobre algo duro y frío. Gemí ante el contacto de mi piel con aquello que parecía ser piedra ante la rasposidad y abrí los ojos cuando noté que se alejaba de mi.

—Llevo días queriendo hacer esto desde que mencionaste este lugar —dijo cuando vi como cogía lo que parecían ser unas cadenas y le miré atónita.

—¿Me vas a encadenar? —exclamé con cierto aire de ardor y miedo al mismo tiempo, algo que resultaba extraño.

—Si —susurró—. Quiero que estés completamente a mi merced —gimió con voz ronca.

¡Joder!, ¿Cómo iba a negarme a algo así?

Pasó la cadena por una anilla que había sobre mi cabeza y pronto mis muñecas se vieron aferradas por aquellos viejos hierros. No apretaban, ni hacían daño, al menos no si permanecía con los brazos estirados.

Por primera vez estaba confiando en alguien sin darme cuenta, había dejado que Bohdan me apresara a sabiendas que no podría defenderme y aún así, no sentí que el pánico me invadiera o que pudiera temerle... por alguna razón sentía que podía confiar plenamente en él.

Sus manos comenzaron a acariciar mis piernas, y el vestido fue subiendo cada vez más. Era extraño no poder tocarle y estar a expensas de sus caricias. Fue besando cada palmo de mi piel lentamente hasta mi ropa interior desapareció y sus labios comenzaron a hacer magia entre mis piernas mientras gritaba por respuesta.

Cuando estaba a punto de rogar que me hiciera suya, de suplicar —yo que en mi vida había suplicado por algo así—, de que se hundiera dentro de mi de una maldita vez, sentí como mis ruegos eran escuchados cuando le noté adentrarse en mi interior y me agarré a aquellas cadenas con fuerza mientras le recibía.

Abrí los ojos para verle, necesitaba saber que era real. Bohdan era real y era mi príncipe. Solo mío aunque solo fuera en aquel momento y yo era de él... lo supe, supe que me había enamorado de él justo antes de sentir aquel intenso orgasmo atravesarme.

—Eres increíble —susurró en mi oído e instantes después se separaba de mi para liberar mis brazos.

Me acaricié las muñecas a pesar de no sentir apenas dolor puesto que las cadenas eran lo suficientemente largas a pesar de ser toscas.

Salimos de allí y vi que Bohdan parecía dudar sobre lo que hacer, como si no tuviera claro que dirección debía tomar.

—Tengo algunos asuntos pendientes que terminar —dijo como si tratara de disculparse.

—Claro. Por supuesto —contesté no queriendo parecer una tonta enamorada como probablemente pareciera—. Me iré a mi habitación.

—Buenas noches Celeste, que descanses —dijo mientras me daba la vuelta y hacía ademán de marcharme.

—Bohdan, ¿Puedo preguntarte algo? —exclamé—. Aunque fuera amargarme en mi propio sufrimiento quería saberlo de todos modos.

—Puedes preguntarme lo que quieras —respondió amable.

—¿Ibas a anunciar tu compromiso con Annabelle en el baile del bicentenario? —La pregunta salió de mis labios antes de pensarlo dos veces antes de formularla.

—¿Cómo sabes eso? —preguntó confuso.

Ya no hacía falta que respondiera a mi pregunta, me había dado la respuesta y mis esperanzas de que la maldita muñeca endiablada estuviera mintiendo se habían ido a freír espárragos.

Bien... no iba a bailar con él la apertura de baile esa de las narices, pero así me descoyuntara viva, como que me llamaba Celeste Abrantes Varela que yo aprendía a bailar ese maldito vals mejor que la mismísima reina.

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