Without Colors

By Javierx7

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¿Cómo reaccionarías si te informaran que tu vida se ha convertido en un cronómetro con una efímera cuenta reg... More

Sinopsis
Prólogo
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Segunda Parte
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50
Final
Para Pandora:
Para Damisela:
Para Oz:
Para Sr. Liar:
Para Sonrisas:
Para El Lojano:
Para Nieve:
Para Fiorelha:
Para El Duque:
Epílogo

4

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By Javierx7

Tres meses de vida...

Tres meses de vida...

Mi mente estaba en blanco y desconectada de mi cuerpo. En mi cabeza solo se repetían las palabras del doctor como una vieja grabadora descompuesta.

Tres meses de vida...

"No puede ser... Esto debe ser un chiste, ¿verdad? De seguro debe haber una cámara oculta en algún lugar, además ese doctor ni parece ser uno, más bien tiene toda la apariencia de actor porno. ¡No le creo nada! ¡Me niego!"

Tres meses de vida...

"¡Por favor! Son unos estúpidos al hacer esta clase de broma. Soy muy gracioso y tolerante, pero con esto no se juega... No les perdonaré este chistecito, les saldrá muy caro, ya lo verán...

Lo más seguro es que detrás de todo esto esté el estúpido del Duque. ¡Ese idiota a veces puede ser un completo imbécil! Ohh... ¡y Fiorelha! Por supuesto... No creo que esté solo en esto, ella tuvo que haberlo ayudado. Ese par de...

¡No!

No...

Kikis, eres pésimo para mentir, ni siquiera puedes hacerlo a ti mismo.

No puedes engañarte..., esto en realidad está ocurriendo.

A tu vida le han puesto un cronómetro con fecha límite y la cuenta ya ha iniciado..."

Dentro de mi cabeza rondaban miles de pensamientos y preguntas. ¿Por qué a mí? ¿Así es como en realidad se acabaría todo? ¿Y el futuro que tanto pensaba? Todo a mi alrededor se había paralizado, era como si el tiempo se hubiera detenido y yo era el único sobre la faz de la Tierra. Mi cuerpo estaba tieso como una estatua y mis ojos clavados al frente, sin mirar nada realmente. Mi cerebro no procesaba absolutamente nada. Llegué a pensar que había caído en estado vegetal una vez más, pero que en esta ocasión mis ojos se mantendrían abiertos.

Mi madre seguía llorando descontroladamente sobre mi regazo y yo seguía sin poder moverme, ni siquiera podía articular una sola palabra. Era como si hubiera olvidado cómo hacerlo, era una suerte que mi cuerpo siguiera respirando de manera inconsciente.

–¿Estas bien? –Alcancé a escuchar. No pude identificar de quien era la voz. Todo se escuchaba tan distorsionado.

–Kikis... –Nuevamente no sabía quién me hablaba. Mi mundo daba vueltas, se sentía de la misma manera que aquella ocasión en la fiesta. Mi vista comenzaba a nublarse, la habitación se veía distinta, más oscura. Era como si el sol se estuviera ocultando para siempre y no me dejaría ver ya nunca más los colores. Sin mover mi cuerpo, rodeé mis ojos hasta poder mirar a través de la ventana. Ese cielo precioso que hace unos minutos era capaz de contemplar, ahora se había convertido en un opaco y oscuro paisaje gris.

–¡Kikis!

–¡Enfermera, traiga 2mg de diazepam! ¡Rápido!

Daba igual, todo daba igual...

Tres meses de vida...

El cielo, ese hermoso y majestuoso cielo... La manera en como el azul se degradaba en diferentes tonalidades, y la delicadeza con la que las nubes se esparcían, generaban una maravillosa obra de arte.

Ese cielo, que lucía apagado y aburrido, como todo lo demás, jamás volvería a contemplar su belleza nuevamente...

Blanco y negro, era lo único que podía ver...

Los colores se habían ido de mi vista. Me habían abandonado, tal como lo haría la vida en tres meses...

*****

No me había dado cuenta de cuánto tiempo había transcurrido. ¿Habría pasado tanto? Estaba tan perdido en mis pensamientos que no me había percatado de nada. Incluso estaba nuevamente recostado en la camilla, sin haberlo notado, cubierto por las finas sabanas del hospital. El doctor no se encontraba en la habitación y la enfermera tampoco mostraba rastros. Mis padres seguían allí. Mi madre había tomado una silla y la había colocado al lado de la camilla para estar junto a mí. La mitad de su cuerpo yacía recostado sobre el mío, durmiendo tranquilamente, sin dejar de sujetarme mi mano. Por su parte, mi padre había optado por dormir en el sillón que estaba cerca a la ventana. Se lo veía tan viejo y agotado.

Me levanté con delicadeza sin hacer ruido y me dirigí al baño, necesitaba lavarme la cara con urgencia, sentía que llevaba un aspecto terrible. Y en efecto, así era. Me contemplaba en el espejo, analizándome cada milímetro de mi rostro. Se veía tan raro, y no por lo espantoso que lucía, sino por su color...

Mis labios, mis ojos, mi piel... todo se encontraba en tono de grises.

Regresé a la camilla, tratando de no despertar a mis padres, pero no lo logré.

–¿Kikis? –susurró mi madre, abriendo sus ojos con pereza.

–Sí, soy yo. Tranquila... –La calmé, acariciándole su cabellera.

–¿Cómo te sientes hijo? –"¡Vaya! Mi padre también se había despertado..."

–¿Cómo se debería sentir alguien que le han dicho que va a morir? –Salió de mi alma. La había cagado por completo. No lo quise decir en voz alta, fue más como un pensamiento. Yo y mi enorme boca...–. Perdón –dije al ver como ambos se deprimían.

–No. Tienes razón... –dijo mi padre–. Yo soy el que debe pedir disculpas por preguntar una estupidez en un momento así, lo siento.

–Papá... –Lo miré a los ojos. El precioso color café de sus iris también se habían esfumado. En ese momento los remplazaban unos tristes ojos grises–. ¿Cuándo volveré a la universidad? –pregunté.

–¿¡Universidad!? –soltó mi madre con asombro.

–¿De qué hablas? –intervino él–. Tenemos que realizarte más estudios y consultarle a diferentes doctores para...

–¡No! –Lo interrumpí cabizbajo–. No... no quiero nada de eso. Si en verdad tengo tan poco tiempo no quiero desperdiciar ni un solo segundo.

–Pero hijo –refutó mi madre–, nosotros aún no perdemos las esperanzas. ¡No debemos hacerlo! O al menos –apretó los labios y le cayeron un par de lágrimas–, podríamos ir a los lugares que quieras... –dijo, rompiendo en llanto.

–Madre... si en verdad me aman, no se preocupen por mí, por favor... ¡Quiero volver a Kiami! ¡Quiero regresar a la vida que tenía! ¡No quiero que nada cambie...! –jadeé con lágrimas en mi rostro. Esto dolía. En realidad dolía, como si una bomba se hubiera detonado dentro de mí. Me costaba respirar y mi garganta estaba hecha un nudo. –Por favor... –pedí con la última fuerza que me quedaba...

*****

Dos días después había regresado a Kiami con total normalidad. Nadie se había enterado de nada. Por su parte, se esparció el fuerte rumor de que me había emborrachado tanto hasta caer inconsciente, e incluso, unos hablaban de intoxicación. Por eso los tantos días que estuve fuera de la universidad. Vaya estupidez... Al menos era una suerte. Así mi vida podría seguir como siempre, hasta lo que más dure...

–¡Hey!, ¿qué tal? A los tiempos que te dejas ver –bromeó El Duque, acercándose a mí.

–Hola... –le respondí sin ganas.

–¿Qué fue lo que te pasó? Me tenías realmente preocupado, no respondías a mis mensajes –dijo con los ojos bien abiertos. Por poco y se le salían del rostro.

–Bebí mucho en la fiesta y estuve enfermo varios días, lo siento... –mentí.

–Vaya... ¡que estúpido! –rio a carcajadas–. Hablas como hembra –siguió bromeando. Su ánimo me contagió y reí involuntariamente.

–¿Acaso solo vienes para burlarte? –Lo regañé.

–No, idiota. Venía a decirte que estamos llegando tarde a clases.

–¿¡Qué!? ¿Enserio?

–Sí, cincuenta minutos para ser exactos.

–¿¡Qué!? Vaya mierda... –protesté para mí mismo–. Estoy algo distraído, mi error... ¡Apurémonos! –pedí. Dicho eso, ambos salimos disparados hacia el salón de clases. Llegar nos tomaría cinco minutos más, así que sería casi una hora de atraso. ¡Un nuevo record para mi historial!

–Y por cierto, ¿con quién tenemos clases? –pregunté en un jadeo, sin dejar de correr.

–Con Burro.

–¿¡Con él!? –Me quejé.

Burro. El profesor más odiado en Kiami, era una completa tortura recibir sus clases. ¡Bien, Kikis! Te quedan 3 meses de vida y en vez de viajar por el mundo tú lo eliges a él... No pues, ¡bravo! ¡Una inteligencia descomunal! ¡Escóndete que los de la Nasa te buscan...!

–Además, debes ponerte al corriente –siguió El Duque–. En el tiempo que no estuviste nos mandaron un montón de deberes y varios proyectos. Y por cierto, la otra semana tenemos examen con Burro.

–¡Carajo! –reclamé. "¡Pero esperen!" Abrí mis ojos al darme cuenta de algo que no había pensado antes. Algo muy importante que cambiaría, al menos para bien, los próximos tres meses de vida... "Si no quiero, no debo por qué hacer todo esto. ¡Es verdad! ¡Soy un completo idiota! ¿Por qué no lo pensé antes? Es una de las ventajas de estar prácticamente muerto... Puedo seguir con mi vida, con la gente que amo, en el lugar que deseo, sin tener que hacer las cosas que no quiero. ¡Será como tener vacaciones dentro de la universidad!

Esto comienza a ponerse bueno... Aunque solo dure 3 meses, lo aprovecharé al máximo" No pude evitar sonreír al pensar en todo eso.

–¿Qué ocurre? –preguntó El Duque con curiosidad–. ¿Y esa enorme sonrisa?

–Nada. Simplemente estoy feliz...

–¡Qué gay sonó eso! –carcajeó.

–Muérete... –reímos juntos, mientras nos dirigíamos a lo que sería una inolvidable clase con Burro.

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