Sebástian Fantiny
No podía creer lo que acababa de escuchar.
—¿Virgen? —repetí, incrédulo.
Samira, que hasta ahora había proyectado una imagen de experiencia que sobrepasaba cualquier expectativa, se sonrojó violentamente. Sus mejillas adquirieron un tono escarlata que casi podría decirse que la estaba consumiendo de vergüenza.
Pero no debería.
Ahí estaba, casi completamente desnuda, su cuerpo tentadoramente expuesto para mí. La idea de su virginidad rebotaba en mi mente, mientras luchaba por contener mis deseos. Mi instinto clamaba por ignorar ese detalle, romper todas mis barreras y poseerla con un fervor insaciable. Pero entonces, el gran "pero" se alzaba como un muro infranqueable: ella aún era virgen.
¿Cómo no me di cuenta antes? Samira, una virgen de diecinueve años, con un cuerpo escultural, caderas delineadas con precisión y unos pechos exquisitos que casi me hacen perder la razón. En el cuarto, mientras daba esas sesiones de baile, parecía cualquier cosa menos una inocente; proyectaba la imagen de alguien con vasta experiencia sexual. Pero ahora, aquí estaba, casi desnuda, y resulta que nunca había estado con un hombre. Nunca había tocado a una virgen y no sabía cómo proceder; mi conocimiento se limitaba a follar duro hasta el agotamiento, nada más.
Samira me miraba, el rubor todavía presente en sus mejillas, su vergüenza palpable. Pero no debería avergonzarse. Su cuerpo es jodidamente hermoso y delicado, aún más precioso sabiendo que nadie lo había tocado antes. Parte de mí se sentía afortunado de ser el primero, pero también había una tristeza subyacente por ella. Seguramente había idealizado ese "momento especial", como todas las mujeres parecen hacerlo.
«Soy un hombre, no pienso en "momentos especiales". Solo veo cerraduras y sé que yo tengo la llave que cabe en todas.»
Un deseo abrumador me invadió; quería arrancarle toda la ropa, olvidar su virginidad y satisfacerme por completo. Me puse de pie frente a ella y vi cómo tomaba una sábana para cubrirse. Una lágrima rodó por su mejilla, y mi corazón se partió. No soporto ver a una mujer llorar, especialmente no por mi causa. Recordé los llantos de mi madre al ver las marcas de besos en la camisa de mi padre; su desesperación la llevó a separarse de él, y luego él fundó este club que yo, siendo el mayor, heredé. Fausto solo espera que muera o que alguien me mate para tomar mi lugar.
Miré a Samira una última vez y supe que tenía que salir del cuarto. Si me quedaba, podía perder el control y convertirme en algo que detesto. No soy un violador, y no me gusta obligar a las mujeres. Salí y la dejé descansar; había bailado para quince clientes ese día y merecía un descanso.
En mi oficina, cerré la puerta y me desplomé en mi escritorio, decepcionado. Golpeé mi cabeza contra el cristal varias veces, maldiciéndome. ¿Cómo fui tan idiota de no ver la inocencia de Samira? A pesar de sus diecinueve años, su cuerpo bien formado y su habilidad en el baile, me engañaron. Su expresión mientras usaba ese vibrador me confundió aún más. Volví a golpear mi frente contra el cristal.
Tomé el expediente de las nuevas trabajadoras y busqué el de Samira. Benito, mi fiel investigador, siempre entregaba informes detallados. Desglosé cada hoja, tenía que conocerla bien.
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**REGISTRO DE LA EMPLEADA 201458-998**
**Tipo de empleo:**
Personal de SEBASTIÁN FANTINY [Chica entre tiempos]
**Condiciones:**
Únicamente tocada por FANTINY.
**SAMIRA ROSET ROCKEFELLER CASTRO**
**Fecha de nacimiento:**
14 de noviembre de 1997. Declarada como hija por: MARCOS RAFAEL ROCKEFELLER y SAMAIRA DARIZOL CASTRO.
**Nacida en la ciudad de:**
VENECIA, ITALIA, a las 12:00 P.M. del martes 14 de noviembre.
**Promedio de secundaria:**
Excelente, calificaciones todas sobre A+.
**Promedio en la universidad:**
Inconcluso — Hasta la fecha todas las materias sobre A+.
**Estudiante destacada en el instituto de Gimnasia THE MODEL. Número uno en campeonatos de natación, atletismo y ajedrez.**
**Es hija de una de la diseñadora más famosa de toda Italia, conocida como: SAMAIRA ROCKEFELLER. Actualmente conocida ahora como: SAMAIRA CHAMADIER**
**Estudiante de Diseño y moda destacada con varios diplomas.**
**Hijastra del actor:**
BOB CHAMADIER (AUSTRALIANO)
**Cuenta de banco:**
(PROTEGIDA)
**Número de seguro social:**
2458794451-2
**Estado Civil:**
SOLTERA.
**Tipo de Sangre:**
A+ *
*Teléfono/Celular:** +1 (.....) (...)......
**Descripción de la joven:**
SAMIRA ROSET ROCKEFELLER CASTRO: Estatura promedio, rubia con abundante cabellera, ojos color miel, piel blanca, tiene una cicatriz en la parte trasera de la espalda producida por un incidente hace varios años por culpa de su madre.
**Enfermedades:**
NINGUNA EN PARTICULAR.
**Alergias:**
NINGUNA.
**Redes sociales que ha utilizado:**
TWITTER/FACEBOOK/WATTPAD/SNAPCHAT/INSTAGRAM.
**Antecedentes penales:**
NINGUNO.
**Lenguas habladas:**
Italiano/Inglés/Español.
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Cerré su expediente. Sus logros eran impresionantes; una de las estudiantes más destacadas en todas las instituciones por las que había pasado. Había estudiado diseño y moda, como su madre, y había terminado en la calle por culpa de ella. Una chica desesperada que, afortunadamente, cayó en mis manos y no en otras.
"Ni que fuera un ángel, claro."
No soy el mejor del mundo, pero sí tengo mis principios, especialmente cuando se trata de mujeres que aún no han experimentado el placer sexual. Solo conozco el mundo de la prostitución, donde las mujeres lo dan todo. No entiendo lo delicado, ni eso que llaman ~amor~. Mi trato con los demás se basa en acuerdos.
Miré al techo, acomodé mis pies en el escritorio y suspiré. La frente me dolía por los golpes contra el cristal. Tenía que hablar con Samira, explicarle, pero temía que quisiera irse. No podía permitírmelo, ella me había hecho ganar más dinero en un día que muchas otras en semanas. Con ella, todo se sentía diferente; despertaba una curiosidad en mí, el deseo de explorar algo nuevo.
Salí de mi oficina, encontrando a Fausto en el pasillo con una chica. No sabía su nombre, pero era una empleada exclusiva para él. Parecía que estaban a punto de desnudarse allí mismo.
—¡Galán! —le llamé—. Tienes tu propio cuarto, no des espectáculo en el pasillo. Este espacio es para que las chicas descansen.
—No es para tanto, Fantiny. Solo conocía a mi chica.
—Puedes conocerla en tu cuarto, unas puertas más allá. Ahora, fuera del pasillo.
—Como mande usted, Señor —dijeron ambos y Fausto la tomó en brazos, llevándola a su cuarto.
Nuestro padre nos enseñó desde pequeños cómo hacer feliz a una mujer en la cama, aunque no pudimos ponerlo en práctica entonces. Fui a mi cuarto y me detuve en la puerta, dudando. Comencé a sudar, estaba nervioso y no sabía por qué.
—Calma, Fantiny, no es para tanto —me dije, girando la perilla.
Entré y vi que Samira estaba dormida. Solté el aire que había contenido y respiré con normalidad. No quería verla llorar, así que había hecho lo correcto al dejarla sola. Solo esperaba que no tomara a mal mi salida repentina.
Cansado, me metí en la cama tratando de no despertarla. Jalé las sábanas y cubrí mi cuerpo. No suelo dormir con mujeres sin tener sexo, pero esta vez sería diferente. Extrañaba el sexo, aunque fuera por un día.
Dicen que el sexo hace al hombre feliz, y por eso hoy me sentía deprimido.
El sueño comenzaba a dominarme cuando sentí unas piernas entrelazarse con las mías y unas manos suaves tocar mi abdomen. Era Samira, dormida. Su cercanía me tranquilizaba. La abracé y, finalmente, caí dormido a su lado.