Capítulo 40

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Narrador Omnisciente.

La bala dio justo en su pecho y otra en su cerebro, como si estuviese calculado, Bob se desplomó y sus ojos se cerraron inmediatamente, Samira continuaba llorando y en su defensa trató de tomar la pistola y dispararse a si misma, fue detenida por Luis quien sostuvo su mano antes de siquiera ella tomara el arma.

— ¿¡Estás loca!? — Le preguntó y en ése momento ella no sabría bien cómo definir su estado mental, tenía al hombre que amaba bañado en sangre y el rostro desfigurado, su madre inconsciente en el sofá, un niña de dieciséis años llorando a todo pulmón y un padrastro literalmente muerto en frente de sus ojos ¿Qué si estaba loca? Pueda ser que sí, o quizás su juicio y cordura abandonaron su cuerpo por completo.

— Levántate Samira, hay que llevarlo al hospital.

Luis la levantó del suelo, está se levantó, aún entre lágrimas, lo hizo.

Mientras, Mimase no paraba de llorar, con sus puños no paraba de darle al suelo, maldecía y maldecía, el lugar era un matadero, un lugar frío y tétrico donde solo se podían ver las expresiones de miedo y dolor en los rostros de cada uno, Carolayn abrazó con fuerzas a la niña y le susurró en su oído que se calmara, que todo había sido en defensa propia, eran tantas las palabras de consuelo que de ella salían que la pobre niña que estaba siendo consumida por el dolor y estalló en llanto aún más.

— ¡Lo maté! — Gritó Mimase.

Y sí, lo había matado, justo como gritó justo pasó, lo mató.

Los minutos pasaron y una ambulancia llegó a la mansión, los paramédicos entraron y atónitos clavaron los ojos primero en la persona que tenía perforado el pecho con una bala, luego el charco de sangre que estaba debajo de Sebástian y terminaron de asombrarse cuando vieron el cuerpo de la madre de Samira tendido en un sofá, una niña en brazos de una mujer, una chica siendo calmada por un hombre y todo el personal de la casa con sus rostros entristecidos. Los paramédicos sacaron sus equipos y comenzaron a trasladar a todos al hospital, todos y cada uno de ellos fueron llevados al hospital, a la menor, por desgracia, la policía la llevó para interrogarla, y era que, lamentablemente, sí había asesinado a aquel hombre al cual disparó.

¿Y tenía culpa?

Sí, si ella contaba su versión a Samira, está la catalogaría como traidora, o aún peor.

Ya en el hospital, Samira se aferraba a la camilla de Sebástian, este tenía un respirador conectado, el cráneo fracturado y la presión alta, cosas que dictaban minutos para que alguna de sus complicaciones acabaran con él.

— Mi amor, por lo que más quieras no me dejes. — Susurró en su oído acompañada de llantos. —No me dejes por el amor de Dios.

Samira, por su parte, estaba a su lado, está también tenía una vía conectada a su brazo, pero su salud estaba mejor, respiraba con dificultad pero eso no le importó y pidió quedarse con Sebástian hasta que lo llevaran al quirófano, ya que su cráneo estaba inflamado y la hinchazón no parecía bajar.

Las enfermeras entraron, vieron a la pobre chica afligida y dominada por la tristeza sosteniendo la mano de Sebástian.

— Señorita, — Dijeron tocando su hombro. — lo siento, pero tenemos que llevarlo al quirófano.

Ella lo miró por última vez antes de que ingresara a la sala, cerró sus ojos y pidió a Dios que todo saliera bien, antes de dejarlo ir le dedicó unas palabras:

— Te amo, sé que todo saldrá bien y si mi destino es seguirte donde estés pues allí me encontrarás, te amo y eso nadie lo cambiará.

Y luego de eso las enfermeras lo llevaron a la sala de operaciones, dejándola sola nuevamente, sola y con todos esos pensamientos que pasaban por su mente.

Acuerdos [Vol1]  [Trilogía Relaciones Tóxicas]Where stories live. Discover now