Almas unidas

By Goddess-Artemiss

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Desde tiempos inmemoriales, las almas de la Princesa del Destino y del Héroe Elegido por las Diosas han estad... More

Notas de escritora
1. El designio de las Diosas
2. El encuentro
3. Amor sellado
4. Sentimientos estremecedores
5. Anuncio formal
6. Eterna unión
7. Buenos amigos
8. Más allá del deseo
9. El inicio de una agonía
10. Aceptando la derrota
11. El comienzo de lo inevitable
12. El regreso de antiguas hazañas
14. Íntimas confesiones
15. Malas intenciones
16. Misión encomendada
17. Heridas del alma
18. Descubrimientos misteriosos
19. Enfrentamiento mortal
20. Efímera tranquilidad
21. Almas unidas
22. Dudas angustiantes
23. Corazones destrozados
24. Nefasta revelación
25. Secretos al descubierto
26. Destino definido
27. El principio de una travesía
28. La llama sagrada de Farone y el regreso de un antiguo enemigo
29. Las puertas del Crepúsculo
30. Situaciones inesperadas
31. Reavivando emociones
32. La llama sagrada de Eldin y la enfermedad del Héroe Elegido
33. Amor que sana
34. Cambios radicales
35. Nuevo comienzo
36. Tratos cumplidos
37. Sorpresivos encuentros
38. Firmes aclaraciones
39. Simples amantes
40. Juramento inquebrantable
41. Reanudando el camino
42. Misteriosas revelaciones
43. La llama sagrada de Lanayru y la otra cara de la moneda
44. Impredecible hallazgo
45. Grandes verdades
46. Impensable
47. Desgracias al acecho
48. Devastadores cambios
49. La invasión
50. La sagrada bestia de ojos azules
51. El Héroe del Crepúsculo
52. Abismo infernal
53. Lucha contra uno mismo
54. Indicias devastadoras
55. Todo tiene un comienzo...
56. ... Y también un final
57. El reencuentro de las almas
Epílogo

13. Marido y mujer

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By Goddess-Artemiss

En el tiempo que la princesa estuvo en reposo por su tobillo lesionado, Link decidió tomarse esos días libres para cuidarla y que sane rápidamente, incluso pospuso sus misteriosas salidas nocturnas por la ciudadela. A pesar de que se sentía preocupado de velar por la seguridad de su pueblo bajo su anónima identidad, no podía dejar de lado la salud de su amada, pues ella era su mayor prioridad.

En todo ese tiempo, donde el príncipe la cuidó con inmenso cariño, Zelda se sintió encantada al ver las atenciones que tenía con ella. El joven ni siquiera permitía que las sirvientas le prepararen su comida o le den sus medicinas, él se encargaba personalmente de eso y también la acompañaba por las noches en su habitación hasta que se quedaba dormida. Aunque en su vida seguía presente la fuerte convicción de no aferrarse al amor, era inútil, ya no podía engañarse a sí misma... estaba muy enamorada de su esposo y lo deseaba con insaciable locura; se había convertido en una necesidad en su vida.

...

Una mañana, cuando los cálidos rayos del sol cubrieron el hogar de los príncipes, Zelda estaba totalmente recuperada de su dolencia y lista para retomar sus actividades.

- Te agradezco todas las atenciones que tuviste conmigo, esa fue la razón por la que me curé rápidamente. – dijo, sonriendo dulce.

- Lo hice con mucho gusto. Qué bueno que ya estés mejor. Hoy empezaremos a entrenar, así que creo que es mejor que utilices esto.

Link le dio a su esposa una pequeña caja. Dentro de esta había un traje de esgrima enterizo color azul con blanco, que estaba hecho de un material flexible, fácil de adaptarse a la forma del cuerpo.

- Es mejor que lo uses para que no estropees tu vestido. Póntelo mientras yo te espero en el jardín.

- Gracias, bajaré en unos minutos. – dijo sonrojada.

Link se retiró de la habitación para darle privacidad a su esposa, mientras que esta se colocaba con cuidado el especial traje que le habían dado.

...

El joven se encontraba caminando de un lado a otro y de forma pausada, esperando la llegada de su esposa, se sentía ansioso por enseñarle todo lo que él había aprendido desde niño, aunque también estaba feliz de compartir un agradable y enriquecedor momento con ella.

- Ya estoy lista.

Link se dio la vuelta y la imagen que tuvo ante sus ojos lo dejó impactado. El traje que usaba su esposa se ajustaba perfectamente a su cuerpo, permitiendo que se deleite con el camino de sus curvas; ella había abandonado su peinado habitual por una larga cola agarrándole todo el cabello y unos cuantos mechones cayendo en su rostro. No pudo evitar tener pensamientos muy subidos de tono al tenerla frente a él. Su belleza interna lo tenía cautivado, pero su belleza física lo volvía loco.

- ¿Me veo mal? – preguntó nerviosa.

- Para nada, te ves... increíble. – dijo sonrojado y entrecortado.

La princesa se ruborizó en sobremanera al escuchar semejante halago de los labios de su esposo. Más que la palabra fue el tono lo que la erizó.

- Gracias, Link.

- Bueno, es mejor que empecemos a entrenar, pero antes quiero darte esto.

Link le entregó a su esposa un majestuoso florete, cuya empuñadura era de una aleación de oro con otro metal precioso desconocido, mientras que el filo estaba hecho con un acero fino, pero indestructible. Zelda se maravilló al empuñar tal arma.

- ¡Qué hermoso florete! ¿Dónde lo conseguiste?

- Lo compré en una tienda de antigüedades. Según el encargado, hace miles de años perteneció a una gran guerrera de este reino. Me interesé mucho por la historia del florete, pero el hombre no mencionó mucho. Empezó a hablar sobre una leyenda que tenía que ver con el arma, pero no recordaba casi nada. Al parecer la edad le estaba afectando, pues ya era muy anciano.

- Te agradezco que me lo hayas dado.

- Lo vi y enseguida pensé en ti. Es un arma más ligera que una espada común, pero no por eso deja de ser poderosa.

- Ya veo...

- Bueno, es mejor dejar de hablar y empezar de una vez. Primero te enseñaré las cosas más básicas.

Lo primero que hizo Link fue enseñarle a su esposa a tomar el arma de forma correcta, luego le enseñó a manipularla de manera suave hasta que se acostumbrara a su peso... y así siguió, hasta que le incitó a empezar un pequeño enfrentamiento contra él.

...

Fueron varias semanas de entrenamiento y esfuerzo físico, donde los jóvenes luchaban de manera intensa, sobre todo la princesa, pues vencer a su esposo no era nada fácil. Desde que empezaron a entrenar le costó mucho perfeccionar su técnica, pero con constancia y disciplina mejoró notoriamente.

Por otra parte, Link estaba sorprendido por la rapidez de la princesa al aprender a usar el florete, parecía como si lo hubiera sabido manipular desde siempre, a pesar de que al principio se le dificultó un poco.

Una tarde, en uno de sus entrenamientos, el príncipe retó a Zelda a que lo venza de una buena vez. Sentía que ella podía esforzarse más si solo se concentraba bien en lo que estaba haciendo. Desde que empezaron esta actividad, Link se portaba un poco estricto con ella; la amaba con el alma y para ella tenía el más delicado de los tratos, pero tuvo que imponerse para que se fortalezca, tanto física como espiritualmente.

- ¡Vamos, Zelda! Solo debes noquearme una vez, quiero que me envíes al suelo. ¡Vénceme! – le impuso estricto.

- ¡Para ti es fácil decirlo! Tú has entrenado toda tu vida, mientras que yo soy una novata. Creo que mejor me apego al tiro con arco y a la magia. Esto definitivamente no es lo mío. – respondió frustrada.

- Te he repetido hasta el cansancio que has mejorado notoriamente, solo debes sacar de ti un poco más de fuerza y concentrarte en tu enemigo. Todo depende de ti. ¡Atáqueme de una vez! – la retó desafiante.

La princesa, enojada, se abalanzó a atacar a su esposo, y una vez más él esquivó sus ataques con facilidad. No se daba cuenta de que en vez de concentrarse estaba dejándose llevar por el cansancio y la frustración.

- ¡Concéntrate! – le gritó impositivo.

Zelda decidió calmar sus nervios y concentrarse completamente en los movimientos de su contrincante, y cuando tuvo una sensación de paz y seguridad en sí misma, alejó la ansiedad de ganar y elaboró una estrategia para salir ganadora.

Una vez que se centró verdaderamente en lo que tenía que hacer, atacó a su esposo con ligeros movimientos repetitivos.

- Veo que se te acabaron las ideas, repites lo mismo y lo mis...

De repente, Link cayó al suelo, estaba tan centrado en indicarle a la princesa que se concentre, y hasta burlándose de sus repetidos ataques, que se olvidó completamente de sí mismo. Ahora sí estaba vencido.

- ¡Ahora si te vencí, querido esposo! ¿Qué tienes que decir al respecto? – preguntó sarcástica.

- ¡Pues acepto mi derrota, felicidades! Me alegro tanto que me hayas vencido. A partir de ahora te fortalecerás sorprendentemente.

Zelda le estiró la mano al joven para ayudarlo a ponerse de pie, pero lo que no se esperó es que él la haló con fuerza y la atrajo a sus brazos.

- ¿Qué haces? – preguntó sonrojada.

- Te crees mucho por haberme ganado, ¿no? – preguntó en tono gracioso.

- Te vencí limpiamente. ¡Supera tu derrota!

Luego de eso empezaron a reírse a carcajadas, pues la tremenda "discusión" había creado un ambiente gracioso entre ellos. Cuando dejaron las risas cambiaron sus semblantes, mirándose intensamente mientras la cercanía de sus cuerpos provocaba entre ellos una sensación muy fuerte de no querer separarse.

Link, sin poder contenerse más, se dejó llevar por el fuerte deseo de apoderarse de sus labios con un apasionado beso, y esta vez no tuvo que forzar a su princesa, pues ella gustosa le correspondió.

Igual a la vez anterior, sintieron una intensa necesidad de acariciarse sus lenguas, era un deseo que los consumía poco a poco y una sensación placentera que los hacía estremecer en lo más profundo de su ser.

La princesa sintió que el joven la aferró a su cuerpo desesperadamente mientras tocaba su espalda con vehemencia. Era una sensación excitante para ella y no tenía deseos de detenerlo... pero un momento después se asustó al ver como el príncipe perdía el control de sí mismo, pues las caricias empezaron a tomar otro rumbo al habitual.

En ese momento se separó de él bruscamente, provocando en su esposo gran sorpresa.

- Zelda... – la llamó sofocado.

- ¿Por qué lo...?

- ¿Por qué? ¿Acaso no te das cuenta, Zelda? ¿No es suficiente por como mi cuerpo se ha puesto al tenerte cerca? – preguntó Link, alterado.

- Qué...

- ¿No te das cuenta de que la única persona que se refleja en mis ojos eres tú?

- Link...

- Te amo, Zelda.

La princesa quedó verdaderamente impactada ante lo que acabó de escuchar, se sintió bloqueada por tan sorpresivas palabras y tenía una mezcla de felicidad y miedo. La joven estuvo a merced de los nervios y la ansiedad.

- Link, yo...

- No digas nada, por favor. Sé perfectamente que tú no sientes nada por mí, que estoy condenado a dormir solo por las noches añorando tu calor y compañía, a desear con vehemencia que seas mi esposa en todo el sentido de la palabra. Sé que no son más que estúpidos sueños de mi parte. – respondió apenado.

- Link, necesito que me escu...

- No es necesario que me expliques nada, Zelda, conozco perfectamente tus razones para no corresponderme como yo lo deseo. Te pido que me perdones, fue mi culpa el haberte besado sin poder contenerme. Ya me voy.

- ¡Espera, no te vayas, por favor! – pidió preocupada.

El príncipe no le dio la oportunidad de hablar a su esposa, simplemente se retiró en silencio, mientras dolorosas lágrimas caían por su rostro.

...

Link caminaba acelerado por los pasillos del castillo, se sentía muy avergonzado por haberle confesado sus sentimientos a Zelda. Creía firmemente que a partir de ahora nunca más volverían a hablarse, pues no solo había perdido su cariño, sino también la poca comunicación que tenían.

- ¡Soy un idiota! ¡Cómo no pude contenerme a besarla y decirle que la amo! ¡Arruiné todo! – se dijo a sí mismo, enojado y entristecido.

Se encontraba tan metido en sus pensamientos mientras caminaba, que sin darse cuenta se chocó con su amigo Cocu.

- Lo siento, Cocu. ¿Estás bien?

- No te preocupes, estoy bien, pero el que no se ve nada bien eres tú. ¿Ocurre algo? – preguntó preocupado.

- No es nada, cosas mías. – respondió evasivo.

- Tiene que ver con Zelda, ¿verdad?

- La verdad, sí. Ya no pude seguir soportándolo; la besé y le confesé que la amaba.

El marqués no pudo evitar sobresaltarse al escuchar lo que el príncipe le reveló. Lo tomó por completa sorpresa.

- ¿En serio? ¿Y qué te dijo?

- No me dijo nada, sabes que ella no me ama.

Cocu pudo notar que su amigo estaba muy estresado. Empezó a buscar una forma para que se tranquilice, hasta que finalmente se le ocurrió una idea.

- Vamos a tomar un trago para que te calmes y me cuentes exactamente lo que pasó. En serio necesitas desahogarte.

- No creo que el alcohol me ayude a olvidar todo esto.

- No lo hará, pero al menos te relajarás un poco. Vamos, solo será un trago. – le pidió, sonriente.

- Está bien, te tomo la palabra. La verdad que si necesito uno urgente.

...

Los jóvenes se encontraban en uno de los bares de los hoteles más lujosos del reino, donde solo pocas personas podían ingresar debido a sus elevados costos.

Link se sentía muy deprimido por lo que había ocurrido esa tarde con su esposa, la soledad que sentía desde que reconoció amarla ya no pudo contenerla, por esa razón no midió sus impulsos y la besó descaradamente, una vez más.

La vergüenza y frustración de haber expuesto su amor y deseos por ella lo tenían devastado, así que desde que llegó al sitio encontró un amargo consuelo que le hizo resistir, aparentemente, el dolor de su corazón. Beber.

- ¡Basta! Desde que llegamos no has dejado de beber, ya casi es media noche y no te has detenido. – reclamó el marqués, enojado.

- ¡Déjame en paz! ¡Tú dijiste que un trago me ayudaría a despejarme y eso es lo que hago!

- ¡Un trago! ¡Vas por el décimo vaso de whisky! Tú no estás acostumbrado a beber de esa forma, si sigues así vas a enfermarte.

- No me importa... más bien, espero morirme para que así Zelda sea feliz de no verme más; amarla es algo que me agota demasiado. Hubiera sido mejor quedarnos como amigos y aceptar nuestro matrimonio como una simple formalidad. – dijo sollozando.

- Tienes que calmarte, por suerte aún en tu estado, puedes controlarte un poco. Muy cerca de aquí están los ministros y algunos marqueses, y por coincidencia, son precisamente a los que no les caes nada bien desde que te casaste con Zelda. Si te ven así pueden ir de chismosos a contarle al rey y eso sería un problema para ti. ¡No olvides que es tu suegro!

- Me tiene sin cuidado lo que piensen ese montón de pedantes. Los ministros indignados porque el rey no permitió que sus hijos cortejen a Zelda y los marqueses llenos de envidia porque tampoco pudieron acercarse a ella. ¡No me importa lo que piensen! Lo único que verdaderamente me importa es mi esposa, nada más ella.

- Ya deja de lamentarte, solo te estás lastimando. Te llevaré a casa ahora mismo. Espérame aquí mientras pago la cuenta.

A medida que el marqués se alejaba del príncipe, se sentía más culpable de haberlo invitado a beber un trago. No creyó que iba a excederse producto de su triste situación.

...

Mientras el príncipe trataba de incorporarse, a lo lejos, una pareja se encontraba discutiendo de manera muy intensa.

- ¿Acaso no la estás pasando bien? ¡No sabes cuánto me costó traerte a este costoso lugar! ¡Eres mal desagradecida!

- Cuando vivíamos en Kakariko me llevabas a lugares más lujosos que este, además de qué sirve que me traigas a este bar si a duras penas puedes comprar tragos baratos, Shad.

- ¡Ya no pienso seguir escuchándote, Ilia! ¡Iré a pagar la cuenta y nos iremos de aquí ahora mismo!

- ¡Pues mejor, no te tardes!

Una vez que el encolerizado joven se marchó de la mesa, Ilia empezó a observar los alrededores, y grande fue su sorpresa al ver que a lo lejos se encontraba el príncipe.

- Qué suerte... y está completamente solo sin la insignificante de su esposa. – pensó para sí misma, satisfecha.

...

Link se encontraba de pie frente a la barra, aún se sentía muy agobiado por todo lo ocurrido en la tarde. Sin embargo, sus pensamientos fueron interrumpidos por la llegada de una imprudente joven.

- Hola, Príncipe Link.

- ¿Ah? Hola... ¿cómo estás? – preguntó desinteresado.

- Estoy bien, quise venir a saludarte porque me di cuenta de que estabas muy solito, y por lo visto eso te afecta. Por eso estás algo tomado y tus ojos reflejan una gran tristeza. – dijo con picardía.

- No quiero ser grosero, pero la razón por la que esté tomando no es de tu incumbencia. – respondió serio.

- No seas así, príncipe, pienso que la razón de tu pesar es porque tu esposa no te complace como es debido... pero eso tiene arreglo.

Ilia, aprovechando el estado de Link, tomó su rostro y se acercó a él con intenciones de besarlo, pero grande fue su sorpresa al ver que el joven la apartó de él de manera brusca.

- ¿Qué pasa? – preguntó extrañada.

- No pienses que porque estoy bebido he perdido la voluntad. No es la primera vez que osas a tener estos acercamientos conmigo. Yo soy un hombre casado y no pienso engañar a mi esposa con nadie... y mucho menos contigo, que no me atraes en lo absoluto. – contestó enojado.

- He escuchado algunos rumores de que ustedes se casaron por simple obligación. Yo tengo deseos de que conmigo conozcas el amor y la pasión que tu esposa no te da.

- ¡No necesito recibir esas cosas de ti! ¡Zelda es el amor de mi vida y no me interesan los rumores que digan sobre nosotros! Ahora te pido de favor, que me dejes solo.

- Pero...

- No me gusta imponer algo utilizando mi alto rango, pero como sabrás, esta ala del bar pertenece a la nobleza del reino, y si no te vas de aquí pediré que vengan a sacarte a la fuerza.

Ilia prefirió no seguir insistiendo, se sintió frustrada de ver que el príncipe era un hombre demasiado fiel y leal a su esposa. Eso la estaba enfureciendo desde hace tiempo, pues era el primer hombre que la rechazaba y humillaba tajantemente.

A lo lejos, Cocu pudo ver a la joven retirarse, y cuando se acercó al príncipe le preguntó lo que había presenciado.

- ¿Qué tanto hablabas con esa chica?

- Nada en especial, solo le aclaré ciertos asuntos en los que estaba totalmente desubicada. ¡Ya vámonos de aquí!

Cuando Link intentó dar un paso, perdió el equilibrio y estuvo a punto de caerse, pero su amigo pudo evitarlo a tiempo.

- ¡Estás muy mareado! Te ayudaré a caminar hasta tu casa. Saldremos por la puerta de emergencia para que nadie te vea en ese estado.

- Lo que tú digas, gracias.

Los jóvenes salieron sigilosamente del hotel, evitando las curiosas miradas de los nobles presentes.

...

Por otra parte, Shad estaba totalmente enfurecido por haber visto la escena en donde Ilia trató de besar a Link. Una vez que notó que la joven se acercó a la mesa que ocupaban, la tomó del brazo y la sacó del hotel.

- ¡Eres una cualquiera! ¡Estoy harto de que siempre me estés viendo la cara de imbécil y te estés insinuando a ese tal príncipe! ¡Entiende que es el marido de Zelda, jamás te hará caso! – reclamó enfurecido.

- ¡La que está harta de ti soy yo! Ya no eres el hombre del que me enamoré, además estoy cansada de vivir en la miseria por tu culpa.

- ¡No me culpes de eso! Todo pasó porque tú te dedicaste a gastar dinero sin medida y yo estúpidamente te complacía en todo.

- ¡Ya no te soporto! Si no eres capaz de complacerme en las pocas cosas que te pido, es mejor que demos por terminada esta relación.

- ¡No te atrevas a dejarme! No olvides que por ti dejé atrás a Ashei, la mujer con la que compartí toda mi infancia, hasta momentos antes de casarnos. ¡Fue por ti que la abandoné vestida de blanco en el altar!

- ¿Acaso yo te puse un puñal en el cuello para que la abandones? ¡Fue por tu propia decisión que lo hiciste! Yo no te obligué a nada, así que no me culpes de tus actos. ¡Ya no quiero saber nada de ti!

- ¿Y qué es lo que vas a hacer? ¿Acaso iras a buscar a Link? Por supuesto que apenas eso ocurra, dejará a Zelda para irse contigo. Él, un poderoso príncipe, dejará a su esposa por una don nadie como tú, ¡Ja! ¡No me hagas reír!

- No te burles tanto, querido Shad, recuerda que el que ríe último ríe mejor. ¡Ahora me largo de aquí y espero que no te atrevas a buscarme! ¡Adiós!

Después de haber dada por terminada la discusión, Ilia se alejó de Shad definitivamente. El joven estaba impactado de ver que la mujer por la que había dejado a su novia lo había abandonado. Estaba viviendo en carne propia una pequeña parte del sufrimiento que le causó a su difunta prometida por su traición.

...

Ilia ya se encontraba bastante alejada del hotel, estaba preocupada porque no tenía nada de dinero para pagar un lugar donde pasar la noche.

- ¡Debí robarle más dinero a ese idiota! Ya no me servía de nada, antes podía fingir que lo amaba, pero ahora, que es un miserable pobretón, no tolero siquiera que me tome de la mano. ¿Por qué no puedo tener a mi lado a un hombre tan atractivo y millonario como Link? ¿Qué tiene esa gris princesita que no tenga yo? Solo poder y dinero ¡Nada más que eso! – pensó enojada.

- Veo que nos volvemos a encontrar, señorita...

Ilia se dio la vuelta asustada y se dio cuenta de que detrás de ella estaba un hombre encapuchado.

- Tú eres... ya lo recuerdo. Eres el hechicero que conocí hace meses en las puertas de la ciudadela. – contestó extrañada.

- Veo que no se ha olvidado de mí y puedo notar que aún sigue interesada en el joven príncipe. Quiero que sepa que mi oferta de ayudarla a conseguir su amor y riquezas sigue en pie.

- Estoy tan desesperada que empiezo a creerte, extraño hombre, pero no puedo pagarte nada, ni siquiera tengo dinero para pasar la noche en un hostal.

- Eso no se preocupe, puedo ofrecerle mi casa para que se acomode, no es muy grande, pero sí es cómoda. No tenga miedo de compartir la vivienda con un pobre anciano, le prometo que pienso respetarla como la dama que es.

- ¿Así que deseas ayudarme? ¿A cambio de qué? – preguntó desconfiada.

- A cambio que me permita ayudarle a separar al príncipe de la princesa, pues es mejor que no estén juntos. Si usted hace lo que yo le diga, el príncipe caerá rendido a sus encantos. ¿Qué dice?

Ilia se quedó meditando la interesante oferta del misterioso hechicero, hasta que finalmente tomó una decisión.

- ¡Hecho! En serio, gracias por ayudarme desinteresadamente.

- No tiene que agradecer, al igual que usted, yo no deseo ver juntos a ese par. Eso solo traería problemas.

- ¿Problemas? ¿A qué te refieres?

- Nada importante, yo me entiendo...

...

Zelda se encontraba en la sala de su mansión caminando de un lado a otro, estaba muy preocupada porque ya era más de media noche y su esposo no aparecía. Desde que se fue de forma tan abrupta se sentía muy triste, pues en ese momento ella también pretendía confesarle sus sentimientos, pero lamentablemente él no le dio la oportunidad de eso.

- Link... – mencionó un suspiro.

De repente, la puerta empezó a sonar, e inmediatamente fue a abrir esperando que se trate de su amado príncipe, pero sus ojos quedaron incrédulos a lo que veían. Estaba su amigo Cocu sosteniendo a Link, quien estaba totalmente borracho.

- Te pido mil disculpas, querida amiga, pero es mi culpa el que tu esposo se encuentre en este estado. Cuando lo encontré en la tarde estaba muy agobiado y estresado, por eso decidí invitarlo a tomar algo, pero no creí que se iba a exceder en la bebida. En serio, lo lamento. – dijo el marqués, avergonzado.

- No te preocupes, acuéstalo en el sofá mientras veo que puedo hacer por él. pidió preocupada.

El corazón de la princesa se destrozó al ver el estado en el que se encontraba su amado, se sintió muy culpable, pues conocía que la razón por la que había bebido tanto era ella.

Cocu, siguiendo las indicaciones de la princesa, acostó al príncipe en el sofá y luego fue a despedirse de ella.

- Buenas noches, Zelda, y una vez más lo lamento mucho.

- No te preocupes y te agradezco por haberlo traído. – respondió calmada.

El joven se retiró del hogar, mientras que Zelda fue a la cocina a preparar algo para tratar el mal estado de Link.

En uno de sus estudios secretos sobre la magia, la dama aprendió a crear una potente poción a base de agua capaz de erradicar notoriamente los efectos del alcohol en el cuerpo, así que decidió aplicar esa técnica con su esposo, para que su salud no se vea perjudicada por la bebida.

Una vez que regresó a la sala principal de la mansión, se sentó junto a Link y le ayudó a beber el potente brebaje.

- Bebe esto, por favor, así estarás mejor. – pidió entristecida.

Milagrosamente, luego de varios minutos, todo el mal estado del príncipe se esfumó. Aún quedaban un poco la amarga sensación y algo de mareo, pero por lo menos podía mantenerse de pie.

- ¿Cómo te sientes? – preguntó preocupada.

- Físicamente, mejor, pero por dentro destrozado. – contestó apenado.

- Link...

El príncipe agarró suavemente el rostro de su princesa y la obligó a mirarlo a los ojos.

- ¿Por qué no me quieres? ¿Dime qué tengo que hacer para que me ames aún que sea un poco? Por ti sería capaz...

La princesa no pudo soportar más reprimir lo que tenía guardado, así que se acercó ferozmente a los labios de Link y los besó con apasionamiento.

- Te amo. – dijo entre besos

El joven no dudó en corresponderle de la misma forma, de ninguna manera iba a desaprovechar la oportunidad que su esposa le estaba otorgando, pero una vez que dejaron de besarse, él la miró sorprendido por lo que acabó de pasar.

- ¿Qué has dicho? – preguntó incrédulo.

- Te amo, Link. - respondió temerosa.

El príncipe no pudo evitar sentirse inmensamente feliz al escuchar tan esperadas palabras y de inmediato la abrazó con fuerza.

- ¡No puedo creer lo que estoy escuchando! ¡No tienes idea de cuántas veces soñé que me dijeras eso! – dijo emocionado.

- ¡Es la verdad, te amo! Te amo con infinita vehemencia y deseo; me siento muy feliz de saber que me correspondes. – respondió emocionada.

El joven se apoderó de sus labios y la besó con infinita pasión, mientras acercaba su cuerpo al de ella... hasta que perdió totalmente el control de sí mismo.

Se separó de su amada y la tomó en brazos, para luego llevarla a la alcoba principal de la casa. La habitación matrimonial.

...

Una vez que llegaron a la alcoba que originalmente era para ellos, el príncipe colocó suavemente a su esposa en el suelo que bordeaba la cama, causando que sus miradas se encuentren. Link acarició su rostro para luego pasar sus dedos por la comisura de los labios, algo que desde siempre le encantó hacer. Este tipo de caricia resultaba muy placentera para Zelda, hasta el punto de hacerla temblar.

- Me encantan tus labios, son tan suaves y delicados. ¿Te confieso algo? Hubo veces en las que entré a tu cuarto mientras dormías por las noches para cobijarte, y antes de irme los acariciaba, es algo que no podía contener. Me gustaba hacerlo para dormir tranquilo. – dijo en susurros.

- Ahora entiendo por qué amanecía abrigada y con una sensación cálida en mí. – dijo con una sonrisa.

Link volvió a besarla apasionadamente, a la par que con sus manos acariciaba su espalda de manera desesperada, y mientras seguía ese lento recorrido pegaba su cadera con la de su ella. De esa forma el joven hizo ver sus verdaderas intenciones y hacia dónde quería llegar con ella. Zelda se asustó un poco al sentir tal movimiento, pero al mismo tiempo estaba embriagada de sus besos y caricias; quería recibir más de él.

- Link... – dijo entre jadeos.

- Ya no puedo más, necesito tenerte entre mis brazos. Quiero hacerte mía. – dijo sin dejar de besarla.

El joven abandonó los labios de su amada para enseguida besar locamente su cuello mientras lo lamía con delicadeza. Ella no pudo evitar lanzar un dulce gemido ante tal acción, y por inercia empezó a acariciar la espalda de su esposo a medida que se deleitaba con el placer que este le brindaba.

Una vez que Link se separó de ella, acarició su rostro delicadamente para luego quitarle la tiara de su cabeza, después de eso desarmó con cuidado su trenzado peinado y retiró los listones que adornaban los mechones sueltos. Verla con el cabello totalmente suelto y desordenado era una imagen que lo volvía loco.

- Eres tan hermosa... – dijo extasiado.

Poco a poco empezó a besarla en el cuello, hasta que con su mano retiró sus pesadas hombreras, para luego bajar uno de los tirantes de su vestido, haciendo un húmedo recorrido desde su cuello hasta sus hombros, provocando, una vez más, que la princesa se estremezca, aunque también pudo percibir que tenía un poco de miedo, así que enseguida se detuvo para tranquilizarla.

- No tengas miedo, yo también estoy nervioso como tú, pero quiero estar contigo de esta forma para demostrarte cuanto te amo y deseo; por favor, déjame tocarte. – la animó dulcemente, acariciándole el rostro.

Ella solo se limitó a sonreírle, a pesar de estar nerviosa, se sintió muy segura con sus palabras.

El joven empezó a desabotonarse la chaqueta, para luego hacer lo mismo con la camisa que estaba dentro de la misma, pero las manos de su amada lo detuvieron.

- Yo quiero hacerlo... – indicó en susurros.

Con algo de inseguridad, la princesa empezó a desabotonar la camisa de su esposo, hasta que pudo visualizar su pecho desnudo, y sin pensarlo, empezó a besarlo con deleite, mientras que con sus uñas lo rozaba suavemente y provocaba que el joven respire agitado al sentir tan maravillosa caricia. La sensación que estaba sintiendo le estaba haciendo perder el control, así que se quitó la camisa, para luego bajar los tirantes del vestido de su princesa y que este caiga al suelo.

...

Las ropas de la pareja terminaron por el suelo, mientras en la cama se estaba iniciando un apasionado y amoroso encuentro. Link no dejaba de admirar el hermoso cuerpo frente a él, se sentía verdaderamente excitado al analizar cada rincón de su amada. Zelda, por su parte, estaba emocionada y nerviosa observando a su esposo, era la primera vez que veía a un hombre desnudo y estaba encantada con su fuerte y definido físico; todo un deleite para sus ojos.

Luego de mirarse por varios minutos de embriagante manera, se besaron salvajemente, sus lenguas comenzaron una batalla donde ninguna de las dos quería ser ganadora, esas dulces caricias de sus bocas provocaron que sus cuerpos deseen conocer algo más allá de los besos, así que el joven pasó a devorar sus pechos con desenfreno. Ese contacto era algo nuevo para ella, un placer distinto al simple roce de labios, era una sensación agradable que la recorría entera, haciendo que su espada se arquee del inmenso placer que sentía. Mientras Link se deleitaba con el sabor de esa característica zona, con una de sus manos empezó a acariciar otros rincones, sobre todo los que nunca antes nadie había tocado más que ella misma.

Zelda se sentía tan deleitada y excitada que enseguida le correspondió de la misma forma haciendo un húmedo recorrido en su varonil pecho, mientras que con sus manos acariciaba y estimulaba rincones en los que jamás pensó que exploraría antes.

Fue un juego de roces y caricias entre ambos, donde poco a poco se conocían y descubrían la manera de hacer enloquecer al otro. Todos esos tocamientos iban acompañados de dulces gemidos mezclados entre palabras de amor y deseo, deleitando de esa forma sus cuerpos y corazones.

Luego de bastante tiempo de exploración mutua, llegó el momento de la entrega total de sus cuerpos. Link se sentía ansioso por descubrir lo más misterioso de su amada, pero al mismo tiempo la miraba a los ojos esperando algún gesto de aprobación a lo que se venía; la joven solo le sonrió dulce y tímida mientras le acariciaba el rostro, de esa forma le indicó que estaba lista para recibirlo.

Con ese gesto, el príncipe se unió delicadamente en ella, conociendo por primera vez la cálida sensación de sentirse enlazado a la persona amada, y también la arrogancia masculina de saber que era el primero en explorar tan desconocido secreto de semejante mujer... sin embargo, su esposa se sintió muy incómoda, pues un intenso dolor se apoderó de ella, y con lágrimas en los ojos se abrazó a su amado buscando consuelo. Link se preocupó en sobremanera al verla en ese estado, así que muy despacio empezó a susurrarle palabras dulces al oído para consolarla.

Con paciencia y cariño logró que poco a poco se sienta más relajada, provocando que Zelda cambie su doloroso semblante; en ese momento empezó a mover su cadera con la de ella lentamente, y a medida que lo iba haciendo una extraña, pero agradable sensación se estaba apoderando de él.

Por otra parte, la princesa sintió que su dolor se estaba transformando en algo placentero, tuvo la necesidad de aferrar su cuerpo de forma más intensa al de su esposo para disfrutar mucho más de tan exquisito roce.

Cada momento que pasaba tuvieron la necesidad de aumentar el ritmo de su apasionada entrega, provocando que sus cuerpos lleguen a un punto de ansiedad que ni siquiera los ardientes besos eran capaces de calmar. Los gemidos en la habitación de ambos eran suplicantes y ensordecedores, causando un aumento de placer y deseo más poderoso entre ambos.

Siguieron así hasta que llegaron al máximo clímax, provocando que sus cuerpos tiemblen de manera intensa al sentir por primera vez la sensación de tocar el cielo con las manos. Derramaron lágrimas de emoción debido al intenso placer que los recorría enteros, para finalmente sellar su ferviente entrega con un asfixiante y apasionado beso.

Link cayó tumbado sobre el pecho de su esposa, mientras que ella lo acogió entre sus brazos y acarició cada uno de sus sudados cabellos. Se quedaron en esa posición sin decir palabra alguna. Solamente rozaban sus labios y lenguas, a la par que se miraban con pasión a los ojos... hasta que se quedaron dormidos y abrazados, esperando que el sol salga, anunciando el inicio de una nueva y verdadera etapa para ellos.

La de marido y mujer.

...

Comentarios finales:

De todos los capítulos que he escrito de esta historia, este ha sido un verdadero desafío para mí, pues traté de relatar un apasionado y erótico encuentro entre la pareja, sin llegar a la brusquedad. He leído muchos lemons de varias series, y los únicos que para mí se ganan mi admiración, son los que no utilizan palabras procaces para describir los apasionados encuentros. Espero que les guste este capítulo, muy esperado por muchos, pues por fin Link y Zelda se entregaron en cuerpo y alma, dejando atrás las barreras que los separaban.

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