El sol comenzó a ocultarse con el paso de las semanas, llevándose consigo la calidez del aire y los colores del bosque. Los colonos no mencionaban el tema directamente, había un acuerdo tácito entre ellos de no hablar sobre la cuenta regresiva para la noche. De esta manera, evitaban sumirse en un pánico colectivo al refugiarse en el silencio y aparentar que el peligro no existía. Mantenían la esperanza de que, si no hablaban de ello, quizás el peligro desaparecería por arte de magia.
Sin embargo, por más de que no se tocara el tema, el campamento bullía con preparativos para la noche. La enorme estructura que Brian y su equipo habían armado fue desmontada con celeridad, sus materiales usados ahora en la construcción de un enorme perímetro protector a lo largo de las cavernas. Nadine no pudo evitar sentir un poco de nostalgia al ver como el lugar en donde Brian y ella habían sido honestos consigo mismos, era destruido sin ningún tipo de corazón. Por más que así se sintiera, su cerebro le recordaba que era mejor, en los días por venir, tener un cerco protector antes que un recuerdo sentimental, por lo que nada dijo al respecto.
Los efectos de la toxina duraron una semana entera luego de que su causa se confirmó. Varios de los colonos no sanaron, y nuevamente una pira comunal se iluminó en los alrededores de la nave que se habían transformado en cementerio. O, mejor dicho, incinerador. Esa fue la última vez que Nadine vio a los integrantes del grupo de Frederick, quienes habían formado un nuevo campamento dentro de la nave. Sabía que había comunicación entre ambos líderes, intercambio de bienes y acuerdos, puesto que varias veces lo escuchó murmurar desde el séquito de Signe, pero en lo personal, no los había vuelto a ver. Tampoco le interesaba. Varios de los colonos turnaban su tiempo entre los dos campamentos, aunque se estaba trabajando en regularizar quién vivía en dónde para poder planificar los alimentos y trabajos.
Quienes sobrevivieron el envenenamiento, comenzaron a trabajar apenas si pudieron levantarse. Kaoru y Austin formaban parte de ellos, ahora con una relación de amistad estrecha. Nadine suponía que había cierto tipo de intimidades, como vomitar y hacerse encima, que una vez compartidas eran causantes de una relación de confianza a largo plazo o un alejamiento permanente. En su caso, se habían vuelto inseparables por mas disparejas que fueran sus personalidades.
El pescado que provocaba la toxina se eliminó de la dieta diaria, y fue sustituido por todo lo que pudieran encontrar. Algunos voluntarios incluso se ofrecieron a probar plantas y frutos nuevos, poniéndose a la merced de peligrosas sorpresas, con tal de que el campamento pudiera no solo alimentarse sino generar un stock para la noche; algo que no era fácil cuando todo aquello que comían parecía esfumarse con cada semana que pasaba.
Los peces mutantes, con su toxina, fueron los primeros en anunciarse. Luego desaparecieron las flores que tan colorido hacían al bosque, y con ellas se fue el aroma dulzón al que tanto se había acostumbrado Nadine, dejando únicamente el olor a humedad de las hojas muertas. Los pequeños animales se esfumaron en cuanto el sol comenzó a acercarse a las copas de los árboles y la vegetación se transformó de frutos y hojas a enormes espinas. Animales cada vez más fieros aparecieron entre los árboles, obligando a los cazadores a mejorar sus habilidades y armas a riesgo de herirse seriamente con cada una de sus expediciones. El miedo que Nadine había sentido cuando entró por primera vez en el bosque, volvió a atacarla con creces y se encontró mirando de reojo los árboles sintiendo que la observaban.
El acuerdo tácito de no hablar sobre la noche comenzó a abarcar entonces a los efectos del crepúsculo. Cuando un explorador volvía con los brazos y el rostro lleno de arañazos por las espinas o la garra de un nuevo depredador, los doctores simplemente lo atendían y el resto de los colonos miraba para un costado. Cuando Temba dio la orden de comenzar a secar la carne a fuego lento, y prohibió luego comerla, nadie protestó a pesar del hambre que sentían. Cuando los sonidos del bosque comenzaron a cambiar, volviendo a generar nuevas y renovadas pesadillas, nadie dijo una palabra.
Excepto por un pequeño grupo. Un grupo que crecía día a día.
Estaba encabezado por Rodolfo, el apático explorador que Nadine había conocido en su primera expedición. En murmullos y rodeado de gente, hablaba sobre su teoría de que NOVA era una instalación más del proyecto. Promulgaba la idea de que todo lo que estaba ocurriendo era un experimento psicológico, y que solo terminaría cuando los funcionarios tuvieran piedad por ellos o encontraran lo que estaban buscando. La idea era algo que todos los colonos se habían preguntado alguna vez desde que llegaron al nuevo planeta, pero nadie estaba seguro y no podían confirmarlo. Cuando Rodolfo lo expresaba, con su tono calmo y tétrico, estaba sacando a la luz cosas que muchos de los colonos pensaban en secreto. Incluso Nadine se encontró escuchando las palabras del hombre de cuando en cuando.
—¡No seamos ilusos! El hombre todavía no había llegado a Marte cuando se creó El Loto y aseguraron que podíamos alcanzar las estrellas. Piensen en todos los obstáculos tecnológicos y físicos que tendrían que haberse resuelto para que llegáramos a un nuevo planeta. La navaja de Ockham dice que la explicación más sencilla es la más probable. ¿Qué es más sencillo? ¿Avanzar a pasos agigantados y de forma increíble responder los misterios del universo, o crear un lugar para realizar un experimento en la Tierra, por más tecnológicamente avanzado que sea? ¡Todos hemos escuchado los rumores de las pruebas que hacían dentro de las instalaciones! Y, ¿qué me dicen de las alucinaciones, lo conveniente de las cuevas, las pesadillas, los caminos que no llevan a ningún lado? Estamos en un ambiente controlado, dispuesto para probar nuestra resistencia y estudiar nuestra mente —sermoneaba Rodolfo, con un fervor que crecía día a día, una mañana cuando Nadine pasó frente al grupo de personas que lo miraban boquiabiertas y asentían en silencio.
—Vamos —insistió Brian a su lado al notar que Nadine se detenía. Sus brazos cargando una enorme cantidad de cañas para el perímetro que estaban ayudando a construir.
—¿No crees que, en parte, tiene razón? Podría ser verdad —respondió ella todavía observando al hombre.
—¿Nos ayudará de algo saber?
—Bueno no, pero...
—No me gustan las especulaciones. No nos cambia en nada, sea como sea.
—¿Especulaciones muchacho? —preguntó la voz de Rodolfo por encima de las cabezas de la multitud, su expresión incrédula, como si Brian no se diera cuenta de algo obvio— Saber que estamos dentro de un experimento podría detenerlo. ¿Cuántos experimentos conoces que hayan seguido una vez que los sujetos descubrieron que estaban siendo observados? Solo necesitamos que todos abran los ojos, pedir misericordia a los funcionarios del proyecto NOVA y asegurarles que no creemos en su mentira.
—No creo que nos dejen ir —comentó Nadine arrugando su nariz por el escepticismo.
—Si no tienes fe serás una de las culpables de que no finalice el proyecto. Si nos negamos a prepararnos para las pruebas que nos están poniendo, quizás tengamos una oportunidad.
—Si n-n-n-o nos preparamos, moriremos —contradijo Brian, su tartamudeo volviendo por los nervios.
—La muerte es la salida de este mundo virtual, muchacho. Seguramente despertemos dentro de una cápsula en un laboratorio cuando lo hagamos. Es mejor terminar esto cuanto antes para poder salir de aquí, si siguen actuando como ellos esperan será un experimento eterno —respondió Rodolfo.
—¿En serio estás diciendo que tenemos que dejarnos morir? ¿Estás diciendo que es mejor suicidarnos? —cuestionó Nadine repentinamente indignada.
—Definitivamente no. Simplemente tenemos que dejar de actuar. Si todos lo hacemos al mismo tiempo, no les quedará otra opción.
—¿P-p-podemos irnos ahora? —volvió a proponer Brian cortando todo tipo de atención hacia Rodolfo e interrumpiendo a Nadine quién estaba al punto de estallar sobre lo ilógico que era el razonamiento.
—Dime, Nadine, ¿has vuelto a ver a esos supuestos niños que te revelaron el secreto de la toxina?
Nadine no respondió, principalmente porque veía a dónde quería llegar Rodolfo. Nadie parecía haber visto a los dos niños. Ni siquiera los esmerados esfuerzos de Balaji habían dado frutos, al punto de que el escuálido niño había afirmado con confianza que Nadine había mentido. Con su orgullo herido, prefería dudar de ella antes de admitir que no podía cumplir con una tarea que se le había asignado.
Ante el silencio, Rodolfo sonrió a sabiendas.
—Piénsenlo, muchachos. Piensen lo que sería mejor para todos y no vivan un futuro arrepentimiento.
Ambos decidieron ignorarlo, pero por más ilógicas que fueran las palabras de Rodolfo, Nadine no pudo evitar el sentimiento cálido que le generaba tener una posible explicación a todo lo que estaba ocurriendo, y una posible salida.