Las canciones de Celestina

By MoonRabbit13

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Cada medianoche, en una radio independiente, comienza el programa de La Celestina. Una misteriosa locutora de... More

Sinopsis
Canción 1
Canción 2
Canción 3
Canción 4
Canción 5
Canción 6
Canción 7
Canción 8
Canción 9
Canción 10
Bonus Track
Canción 11
Canción 12
Canción 13
Canción 14
Canción 15
Canción 16
Canción 18
Canción 19
Canción 20
Canción 21
Canción 22
Canción 23
Canción 24
Canción 25
Canción 26
Canción 27
Canción 28
Canción 29
Bonus Track
Canción 30
Canción 31
Canción 32
Canción 33
La última canción
Bonus Track - Epílogo
Agradecimientos
Otros títulos y... ¿continuación?
El consultorio amoroso de Celestina para personajes en apuros
Extra I: Un tiempo despúes
Extra 2: Historias que inspiraron a Las canciones de Celestina
Extra 3: Preguntas y Respuestas
Especial de San Valentín 1° Parte
Especial de San Valentín 3° Parte
Especial de San Valentín 2° Parte

Canción 17

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By MoonRabbit13

When the sun shines, we'll shine together

Told you I'll be here forever

Said I'll always be your friend

Took an oath, I'ma stick it out 'til the end


—¡Buenas noches, mis enamorados, y bienvenidos al último programa de Stereo Hearts del año! —dije al micrófono antes de que Casiano reprodujera una melodía triste a modo de chiste—. Como sabrán, Darcy y yo estaremos ausente estas dos semanas de diciembre y la primera de enero por las fiestas. En nuestro lugar estará Marlene para llenar todas sus noches de veranos con la música más fiestera.

En ese momento, vi que Casiano hizo un gesto y entendí por qué. Desde el concierto Marlene ha estado algo distante más antipática de lo normal, incluso con Guido y Renzo, quienes eran con quien mejor se llevaba. Estaba tan miserable que me dio pena e intenté levantarle el ánimo.

—¿Casiano? —pregunté al oírlo suspirar por tercera vez en la noche. Él sudo dicho me ignoró y siguió haciendo sus cosas de operador, tocando y moviendo controles.

—¿Ahora qué? —contestó con hastío. Sabía que después de esto se vendría una de nuestras tontas peleas, pero igual insistí.

—¿Estás bien?

Sorprendido, él finalmente me miró a los ojos.

—¿Eh? ¿Y eso a qué viene?

—¿Por qué nuestras conversaciones consisten siempre en preguntas? —dije exasperada, y antes de que me contesté, seguí—. Quiero decir, sé que sos antipático y gruñón. Pero últimamente te veo más decaído. ¿Está todo bien?

—Si te respondiera, seguramente buscarías arreglar mis problemas como lo hacés con todo el mundo —respondió, mirándome con esos penetrantes ojos azules—. No soportás ver a alguien triste.

—¿Qué tiene de malo eso?

—Conseguite una vida, Celeste, y ocúpate de ella.

—¿Siempre tenés que ser tan... acorazado? No dejás que nadie te conozca o se te acerque.

—Quizás sea así solo con vos —contestó, devolviendo su atención a los controles de música—. Quizás sea porque sé lo metida y complaciente que sos y a mí no me agrada ese tipo de gente.

♥ ♥ ♥

Al finalizar el concierto, las chicas y yo nos dirigimos a la casa de Guille, donde los demás nos estaban esperando. La banda, que debía estar recogiendo sus instrumentos y cosas, creía que simplemente cenaríamos algo, pero en realidad habíamos preparado todo para para realizar una fiesta sorpresa de fin de año en honor a La Sombra de Peter Pan.

—¿Qué te pasó? —preguntó Blanca cuando me vio llegar con las mejillas rojas y los ojos hinchados.

—Jesse —fue todo lo que pude decir.

—Debe cantar como los dioses si te ha dejado así —respondió, llevándome al baño—. Lavate la cara y quítate el maquillaje. Voy a tener que maquillarte de nuevo —suspiró mientras revolvía dentro de su enorme cartera. Las carteras de Blanca siempre eran grandes y podía tener desde pañuelitos descartables hasta cinta adesiva.

Como si fuera una niña, Blanca me peinó y maquillo, cambiando el smocky eyes y labial oscuro por sombras verdes y labial rojo que combinaban con mi cabello y mi nuevo traje: un disfraz de sirena.

Para que la fiesta sea más divertida, a Percy se le ocurrió que sea de disfraces y con temática de Peter Pan. La banda sería como siempre los niños perdidos y el resto estaríamos ataviados como las sirenas, los piratas y los indios de Nunca Jamás, a excepción de Olivia quien había exigido ser Campanita. Incluso habíamos decorado la sala de Guille con detalles del libro de James Matthew Barrie.

Para cuando logré entrar en la ajustada falda de sirena, ya había calmado mis emociones desbordadas.

—¡Tía! ¡Tía, sos Ariel! ¡Sos Ariel! —gritó emocionada mi sobrina cuando me vio. Ciertamente, con la cola verde, un corpiño en forma de caracolas lilas y mi cabello rojo me parecía a La Sirenita más que Blanca o las otras sirenas de la sala.

—Se ven preciosas —dijo Percy. Ella y Cassy eran indiecitas con vestidos marrones llenos de flecos y detalles en plumas y pompones de colores.

—Gracias. Aunque esto es demasiado atrevido para mí —respondí cubriéndome un poco con una chalina de gasa azul—. Es una lástima que Marlene no pudiera venir —comenté sin darme cuenta.

—¿Lástima? —preguntaron Percy y Blancas extrañadas.

—Quiero decir... Sea como sea, ella es un miembro de la banda —respondí, aunque lo que estaba pensando era que hubiera sido bueno tener a alguien más para convencer al improvisado DJ de que ponga algo de K-pop.

—Algo de razón tenés. Pero ella ya tenía compromisos con su novio —respondió Blanca—. Aunque podrían haber venido juntos

—Quién diría que alguien como Marlene sería ese tipo de chica cuando se pone en pareja —bromeó Percy.

Estaba a punto de comentar algo, pero en ese instante Guille entró anunciando que la banda ya estaba llegando. Rápidamente nos ubicamos en la habitación y apagamos las luces.

Y en cuanto los escuchamos llegar...

—¡SORPRESA!

Cuando las luces se encendieron mostrando a la banda en la puerta de entrada, la habitación se volvió un alboroto de gritos, risas y abrazos. Todos iban a saludar y felicitar a los músicos. Quien recibió más halagos fue Jesse debido a que sorprendió a todos con su voz. Sin embargo, yo me quedé en donde estaba, viéndolo desde un rincón, con miedo de las emociones que me habían invadido esa noche. No quería largarme a llorar frente a todos otra vez.

En ese momento, mi mirada se cruzó con la de Casiano, quien me recorrió de pies a cabeza como si fuera un escáner. Cuando nuestros ojos volvieron a encontrarse, él simplemente levantó una ceja. Y yo no tuve reacción más madura que sacarle la lengua con mala cara.

La música se había elevado cuando Jesse al fin me encontró de entre toda la gente.

—¿Qué haces aquí? —preguntó. Seguramente estaba sorprendido porque no fui a saludarlos como todo el resto.

—Me cuesta caminar con esta cosa —señalé mi falda como excusa, aunque no era del todo cierto.

—Oh, ya veo —respondió, prestando atención a mi atuendo. Su mirada fue más discreta que la de Casiano, pero no menos delatante—. Por cierto, estás preciosa. Serías capaz de hundir al mismísimo Odiseo.

—Eso suena terrible, Jesse —exclamé, más divertida que ofendida.

—Lo sé, disculpa. Soy malo con los halagos —se disculpó dándome un pequeño beso

La fiesta era un éxito. A pesar de que el departamento de Guille no era grande, todos parecían pasarla bien y hasta lograron hacer de la sala una pista de baile.

Los disfrazados disfrutaban de sacarse fotografías locas. El DJ designado fue Marcos, quien reprodujo música para todos los gustos, incluso algunas canciones que le pedí. Percy y Guido eran igual de melosos como siempre. Algunos chicos habían convertido la silla de ruedas de Pato en un barco pirata y cantaban la canción de Jack Sparrow. Los hermanos Ivanov se mantenían un poco alejados, ella con una tímida sonrisa de como quien ve una obra de teatro y él tan amenazadoramente que nadie se atrevería a invitar a bailar a Cassidy. Nadie excepto Pato, claro.

Por otro lado, Jesse fue la mejor cita del mundo. Aunque él no era tan bueno en la cumbia y el cuarteto, hacía lo posible por seguirme el ritmo y no pisar mis pies. Tomaba mi cintura con caballerosidad y su mano se aferraba fuertemente a la mía. De vez en cuando me robaba algún beso dulce. Había temido que cuando lo viera me largara a llorar, pero estando con él volvíamos a ser los Celeste y Jesse de siempre.

Cuando estaba demasiado cansada me acompañaba a sentarme donde encontrara lugar, me traía un vaso de cerveza y nos quedábamos hablando de cualquier cosa. Él no bebía.

—No quiero olvidar esta noche —decía, aunque yo todavía no entendía del todo a lo que se refería.

Luego, de pronto, mientras estábamos bailando algo demasiado pegados, con sus manos en mis caderas y mis brazos alrededor de su cuello. Él acercó su rostro al mío y me preguntó tímidamente si querría pasar esa noche en su departamento.

Antes de darme cuenta, estaba asintiendo con la cara completamente roja.

Cuando ya fue demasiado tarde, Blanca me avisó que se iría a casa con una Olivia somnolienta.

—Me va a llevar Renzo. ¿Vos tenés con quién ir? —preguntó. Debido a que no tenía mi moto y mis hermanos ya habían partido a lo de nuestros padres, conseguir transporte se nos dificultaba—. No vuelvas en bus.

—No te preocupes, vamos a tomar un taxi con Jesse —respondí.

—Entonces será mejor que no vuelvas temprano —agregó con un guiño—. Te espero mañana para el almuerzo. O mejor para la cena.

—Sí, sí, como sea —respondí, rodando los ojos para disimular el calor subiendo a mis mejillas, y me volví hacia Renzo—. Vayan con cuidado.

—Por supuesto —dijo con una sonrisa seria que lo caracterizaba.

—Mami, upa —exigió la pequeña que estaba durmiéndose prendida a las piernas de su madre.

—No puedo, bebé —se disculpó Blanca, aún tenía puesta su cola de sirena—. Aguantá hasta que lleguemos al auto de Renzo.

Entonces Olivia se desprendió de Blanca y alzó sus bracitos hacia el muchacho.

—Upa, papá —dijo, dejándonos a todos con la boca abierta. Era la primera vez que ella pronunciaba esas palabras.

—Ok —respondió Renzo con voz queda, levantándola con sus fortachones brazos—. Vamos, hadita.

♥ ♥ ♥

Los mensajes de despedida y buenos deseos no dejaban de llegar. Tampoco las dedicatorias de canciones, desde Sandro y Elvis hasta los temas verano. Eran tantos que creí que no alcanzaríamos a pasar ni la mitad. Pero Casiano, como el gran sonidista que era, reprodujo un poco de todos y cada uno, cuidando que el paso de una canción a otra sea armónico y rítmico.

Incluso me dio tiempo una de mis extrañas leciones de mitología y filosofía amorosa... por llamar de alguna manera a mi cháchara.

―Los antiguos griegos, en su intento de definir al mundo, tenían una peculiar forma de clasificar el amor —dije cuando una canción sonaba bajito y Casiano hacía caras de lo aburrido que estaba—. Habían propuesto cuatro tipos de amor: Eros, el amor romántico y sensual; Strongé, el amor fraterno, la amistad, ese amor que nace con el tiempo; Philia, el amor al prójimo, es la solidaridad; y finalmente Ágape, el más profundo de los sentimientos, es la devoción y la pureza de un amor que no pide absolutamente nada a cambio, la entrega completa.

Entonces no té que, por primera vez, Casiano me estaba prestando atención. Pero decidí no darle vueltas al asunto mientras me dedicaba a seguir el programa. Cuando una canción de cumbia comenzó a reproducirse, dándome un pequeño respiro, Casiano me habló:

—¿Y cuál se supone que es el que sentís por tu pareja? —preguntó, intentando ocultar su curiosidad.

—Eso depende de cada uno —contesté, sorprendida de su pregunta—. Para la mayoría sería Eros. En mi caso, creo que mis sentimientos hacia Jesse se asemejan más a Strongé.

—¿Por eso te dejó en la friendzone por años? —dijo ahora con sorna.

—No-no se trata de eso —repliqué, sintiendo el rubor floreciendo en mis mejillas y le di la espalda. Había sido tonto responderle honestamente cuando para Casiano todo esto era tan solo un chiste.

Bufé y me propuse ignorarlo por el resto del programa. Ese Grinch sin corazón no podría entenderlo.

Jesse y yo éramos, ante todo, mejores amigos. Sí, siempre nos habíamos amado sin saberlo. Pero incluso entonces nuestra amistad estaba por encima de nuestros sentimientos. La diferencia era que ahora éramos mejores amigos que se amaban. Seguía habiendo Strongé, pero también Eros.

Había confianza, amor y pasión.

♥ ♥ ♥

Antes de entrar al departamento de Jesse, él me vendó los ojos.

—Felices tres meses... más o menos —susurró a mi oído, al quitarme la venda.

Las paredes del mono-ambiente estaban iluminadas por montones de luces de navidad que le daban un aspecto sumamente romántico. También había corrido la cama al centro de la habitación y ya no parecía un sofá. Un par de floreros con rosas y lirios estaban junto a la cama.

—Quizás es algo exagerado o cliché, pero pensé que podría gustarse —dijo, algo nervioso por mi silencio―. Quería que fuera especial. Pero no quería usar velas, pensé que sería peligroso y si esto es mucho solo dime y lo quito...

Me di vuelta y lo callé con un beso.

—Es... Es perfecto —alcancé a decir antes de que las lágrimas comenzaran a escaparse de mis ojos.

—¿Por qué lloras? —preguntó preocupado.

—Porque nunca he estado tan feliz en mi vida.

Entonces él comenzó a besar mis mejillas y mis ojos, ahuyentando a mis lágrimas.

—Más —pedí con voz temblorosa cuando él pareció alejarse un poco.

Así que Jesse besó mis labios, la punta de mi nariz, la longitud de mi frente, mis sienes, todo a través de la línea de mi mandíbula. Cuando fue por mi cuello, detrás de mis orejas, hasta el fondo de mi garganta sus besos se volvieron más hambrientos.

Me estaba comiendo a besos y yo me dejé devorar, indefensa ante él.

En cuanto nuestros labios volvieron a chocar, mis dedos se enterraron en su corto cabello, acercándolo más a mí, no queriendo soltarlo jamás. Sus manos envolvieron mi cintura y se encontró con el cierre de mi falda. Esta cayó a mis pies.

Era consciente de que me encontraba en ropa interior frente a Jesse y de lo injusto que eso me pareció. Así que me tomé el tiempo de desprender cada botón de su camisa antes de que esta le haga compañía a mi falda en el suelo. En cuando mis manos tocaron las cicatrices de su muñeca, él intentó esconderlas. Tomé sus manos y las besé. Besé sus nudillos y sus palmas. Y besé cada cicatriz que él mismo se había hecho. Besé cada uno de sus miedos y sus odios.

—Te amo —le dije, usando por primera vez la palabra amor—. Amo todo de vos.

—Y yo a ti —respondió con vos ronca por su respiración pesada, alzándome en sus brazos y llevándome hasta la cama.

Él fue cuidadoso de no aplastarme, sus codos apoyados a cada lado de mi cabeza y su mano derecha acunando mi mejilla. Creo que le estaba sonriéndole porque él me estaba sonriendo. Mirándome, sosteniéndome como si no se lo creyera.

Cuando su mano bajó por mi cuello y más abajo, me di cuenta de que ya no tenía mi corpiño puesto y me sentí tan expuesta ante esos ojos verdes que me devoraban. Sentí que era capaz de morirme de vergüenza. Traté de cubrirme el rostro con mi mano para que no notara lo pesada que era mi respiración, pero él la alejó de mí y entrelazó sus dedos con los míos.

—Eres hermosa, Cele —dijo apoyando su frente sobre la mía, caliente y ruborizada—. Eres tan increíblemente hermosa.

Y me besó. Fue lento, meticuloso. Su boca fue bajando por mi cuello y besando el espacio entre mis pechos. Besando mis senos. Sus labios y manos se turnaban para explorar mi cuerpo, para enloquecerme de placer. Sus toques eran chispas que incendiaron todo mi cuerpo. Jesse fue dejando un camino de fuego por mi vientre, un beso tras otro.

No pude evitar soltar un suave gemido cuando él llegó hasta mis caderas, con sus manos se apoderaron de mis muslos. Y su boca me hacía soltar más de esos sonidos ahogados.

La boca de Jesse volvió a la mía luego de un instante que pareció eterno.

―Cele ―dijo y mi nombre se convirtió en una plegaria.

Lo miré con ojos llorosos. Sus ojos se habían vuelto oscuros por el deseo, hambrientos, pero su vos fue dulce cuando me pidió permiso.

—Sí —logré responder devolviéndole la mirada con decisión. Porque yo también lo deseaba. Lo quería a él, quería esto.

Y entonces no hubo marcha atrás. Esa noche, Jesse, mi adorado Jesse, fue completamente mío. Y yo fui suya.

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