Atrapada

By GiovannaGiraldo

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"Justo cuando creía que lo tenía todo claro, cuando tenía al fin las respuestas, me di cuenta que nunca había... More

Capitulo 1 - PRIMER DÍA
Capitulo 2 - SANTA SOFIA
Capitulo 3 - ALEX
Capitulo 4 - A LA UNIVERSIDAD
Capitulo 5 - LA LLAMADA
Capitulo 6 - EXCEL
Capitulo 7 - CUMPLEAÑOS
Capitulo 8 - REVELACIÓN
Capitulo 9- JUSTICIA
Capitulo 10 - Pieza de Arte
Capitulo 11 - GUERRA
Capitulo 12. SUSPENDIDA
Capitulo 13. REENCUENTRO
Capitulo 14. CONFUSIÓN
Capitulo 15. CAOS
Capitulo 16. LA GRAN MENTIRA
Capítulo 17. BIENVENIDA
Capítulo 18. REUNIÓN FAMILIAR
Capítulo 19. ROMPECABEZAS
Capítulo 20 - NOBEL
Capítulo 21 - PAZ
Capítulo 22 - CONFUSIÓN
Capítulo 23 - ACOSADOR
Capítulo 24 - DALÍ
Capítulo 25 - NUEVO
Capítulo 26 - EL PLAN
Capítulo 27 - SÁBADO
Capitulo 28 - PIERRE
Capítulo 29 - TRAICIÓN
Capítulo 30 - PACTO
Capítulo 31 - MARÍA
Capítulo 32 - CÓLERA
Capítulo 33 - SINCERIDAD
Capítulo 34 - PERSEGUIDA
Capítulo 35 - FUEGO
Capítulo 36 - CASTIGO
Capítulo 37 - PARANOIA
Capítulo 38 - RETO
Capítulo 39 - PRIMER PENSAMIENTO
Capítulo 40 - AMIGOS
Capítulo 41 - RUMORES
Capítulo 42 - SUEÑOS Y PESADILLAS
Capítulo 43 - DESPEDIDA
Capítulo 44 - INVENTOS
Capítulo 45 - EL CAPÍTULO PERDIDO
Capítulo 46 - ALIANZAS
Capítulo 48 - NEUROSIS

Capítulo 47 - FOTO FAMILIAR

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By GiovannaGiraldo

La tormenta de esa mañana parecía un aviso de que ese día no debía salir de su cuarto. Era una de esas tormentas fuertes que se formaban con rayos y nubes oscuras, el cielo destellaba cada pocos segundos seguido por el ensordecedor ruido. El viento era fuerte y helado, Sara lo podía sentir en su rostro, todo su cuerpo estaba tiritando, pero aun así seguía inmóvil, esperando.

¿Esperando qué? ¿Congelarse? Alguna parte de su cabeza le preguntó.

Si se congelaba al menos no tendría que seguir soñando que moría su mamá.

¿Por qué? Se preguntó silenciosamente, aún estaba acostada en la alfombra afelpada en la que había pasado parte de la madrugada, inmóvil, con los ojos abiertos. Todas las noches el mismo sueño, no importaba lo que hiciera en cada uno, las cosas no cambiaban, al final su mamá aparecía desmayada en el suelo y su nana le decía que era por su culpa. Siempre despertaba en esa parte, con un grito que no emitía sonido alguno, luego salía corriendo a comprobar que su mamá estuviera bien y se hacía a su lado para cuidarla un rato. Esa noche había estado a punto de descubrirla cuando se había levantado al baño, había tenido que quedarse inmóvil en la oscuridad y luego había salido silenciosamente. Las cosas simplemente no podían seguir así, pero era tan idiota que siempre olvidaba beber del alcohol que tenía escondida para producirse lagunas mentales.

 Por otro lado, en el sueño de esa noche había descubierto algo; ella llevaba el uniforme puesto en ese callejón. ¿Cómo no lo había notado antes? Llevaba su falda a cuadros y el blazer con el escudo del Santa Sofía, pero a diferencia de otras veces, en ese callejón su uniforme estaba destrozado, sus piernas estaban lastimadas sangrando y tampoco tenía zapatos puestos. Era de noche, ella jamás usaba uniforme a tan altas horas, ¿qué podría significar?

Sara sacudió su cabeza levantándose del suelo, aquello no significaba nada. Jamás algo que sucediera en sus sueños se había hecho realidad, lo que estaba ocurriendo era producto del estrés, nada iba a pasar.

Nada. Iba. A. Pasar.

—Buenos días —saludó al ver a su mamá lista y desayunando, ella tampoco se veía muy bien, aunque no tenía su rostro tan ojeroso y apagado como ella. Ese día llevaba un vestido azul oscuro y su cabello elegantemente recogido, como si estuviera lista para posar ante las cámaras. Probablemente tenía una reunión, Sara tuvo que reprimir una mueca, esa mañana había tenido que usar los mejores correctores de la marca de su papá en su rostro, cuando Mario la viera esa tarde la iba a asesinar.

—Hola hija —Erika intentó sonreír, pero el esfuerzo no estaba funcionando mucho. Sara decidió sacar de su maletín un pequeño paquete rosa, pensaba dejarlo en su despacho, pero tal vez si se lo entregaba allí ayudaría a mejorar su estado de ánimo.

—Mira, te compré algo.

Erika la miró con sorpresa mientras lo recibía, aunque luego al abrir el elegante paquete su rostro se iluminó milagrosamente.

—Esto es… es precioso—dijo tocando la delicada tela del babydoll rosa como si fuera sagrada—, aunque bastante sexy.

—Lo es —Sara sonrió por primera vez—. Me gusta.

—A mí también —susurró al mirarla—. Muchas gracias por esto, hija.

Cuando finalmente se sentó a desayunar, se sentía un poco mejor, ver a su mamá sonreír sonrojada por aquel regalo hizo que olvidara por completo aquella noche en vela y su pesadilla. Ella estaba bien y así iba a seguir.

—Espero que algún día puedas usarlo para la persona que en verdad quieres —murmuró distraídamente antes de dar un bocado a su fruta.

Su mamá dejó a un lado el paquete y la miró con el ceño fruncido.

—¿A qué viene eso?

Sara se encogió de hombros señalando que no podía hablar con la boca llena.

—La excusa de la boca llena —comentó su mamá con una media sonrisa—, como si no conociera la forma en que William Smith lo hace. Eres muy mala actriz, hija.

A la excusa de la comida siguió la excusa del café, iba a necesitar tomar litros aquel día, se hizo una nota mental, necesitaba una sobredosis de cafeína para sobrevivir a esa maldita sesión de fotos.

Su mamá se había quedado callada luego de mencionar a su papá, era como si quisiera hacer un comentario sobre él, pero al tiempo tuviera un nudo en la garganta. La entendía a la perfección.

—Ya sé que papá se va —dijo en voz baja—, por eso adelantaron la sesión de fotos.

Erika asintió, ella también optó por servirse una taza de café.

—Aún no puedo creerlo —murmuró—. Yo… odio que lo haga y creo que él me odia después de la última conversación que tuvimos, pero… no puede simplemente irse.

Sara asintió poniendo una mano sobre la de su mamá, quería hacer un gesto que demostrara que la entendía y la apoyaba, que ella también se sentía decepcionada de que él huyera. Los ojos de su mamá se llenaron de lágrimas mirando sus manos juntas.

—Él es el mejor amigo que he tenido jamás —dijo al tiempo que sus lágrimas se desbordaron—. Hemos pasado los mejores y peores momentos de nuestras vidas juntos. Yo… lo amo, lo amo mucho.

—Mamá… —susurró.

Ella negó.

—No de esa forma. Nunca de esa forma.

Sara se levantó para poder acercar su silla, cuando se sentó volvió a tomar la mano de su mamá entre las suyas. Estaba helada, así que usó las suyas para brindarle calor.

—Mamá —susurró después—. Hace cuanto… sabes… que él…

Erika levantó la mirada, aún estaba llorando, pero aun así sonrió con dulzura cuando acercó su mano para acariciar su mejilla.

—Tú nos salvaste, hija —susurró—. Nos salvaste a los dos.

—¿Cómo? —preguntó con un hilo de voz.

Ella negó.

—De tantas formas —repuso intentando limpiar su rostro con el torso de la mano que tenía libre, luego aclaró su voz—. Pregúntame eso nuevamente un día en el que no tenga reunión y me vea como una bruja con el maquillaje arruinado.

Sara sacudió la cabeza intentando no sonreír.

—Te ves preciosa, mamá.

—Deja de mentir, Mario nos va a masacrar cuando nos vea.

Al terminar de comer, Sara se levantó recogiendo su vajilla para llevarla a la cocina, pero sólo se quedó allí pensativa.

—Podríamos hacer que cancelen la sesión de fotos —murmuró—. Podríamos hacer que la aplacen.

Su mamá estaba de pie frente al gran espejo intentando retocar su maquillaje y borrar el rastro de las lágrimas.

—No podría hacerlo, se lo debo.

Sara suspiró.

—Yo también se los debo a todos, de todas formas, todo esto es por mi culpa.

—No —su mamá giró para mirarla con seriedad—. No quiero que vuelvas a decir eso.

Para evitar seguir con la discusión, llevó toda la vajilla a la cocina, luego regresó por su maletín y equipo para la lluvia.

—Él va a estar bien, mamá —dijo con seguridad—. Felipao lo hace feliz.

Ella asintió, también lo sabía.

—Él es demasiado bueno, merece más que un par de locas arruinando su vida —se quedó pensando en eso—. Tal vez debería empezar a pedir citas con la doctora Vélez.

Sara bufó desde el mismo momento en que había dicho “citas”.

—No te acerques a esa mujer —dijo con terror—. Está más loca que toda nuestra familia junta.

Cuando siguió su turno en el espejo, intentó arreglarse con una boina tejida y una tupida bufanda haciendo lo posible por ocultar su rostro, aún seguía tomando café, pero no la estaba ayudando para nada. Erika salió de su despacho con un elegante trench, bufanda y unas botas más largas, ya no había rastro de que hubiera llorado minutos atrás. Ella se acercó y le dio un beso en la mejilla, luego sus miradas se cruzaron por el espejo y le hizo un guiño antes de irse.

—Algún día tendrás que contarme tu secreto —murmuró luego de que hubiera cerrado la puerta, aunque no sabía si se refería al secreto de maquillaje, al secreto para ser fuerte en los momentos difíciles o al secreto de su papá.

David la estaba esperando cuando llegó al colegio, aunque sólo pudo reconocerlo por su paraguas color negro con los rostros de las Tortugas Ninjas estampadas. Cuando él se acercó para ayudarle a bajarse del auto, Sara lo miró con sorpresa.

—¡Cambiaste de look!

Él sonrió.

—Bueno, en mi país lo llamamos simplemente “cortarse el cabello”.

Sara unió ambos paraguas para meterse bajo el de él y poder mirarlo mejor. También había cambiado sus gafas hipster… por unas también hipster, aunque se veía bastante guapo.

—¿A qué hora hiciste esto? Yo anoche estaba haciendo tareas —preguntó asombrada.

—Eso es porque yo no tardo veinte horas en el estilista.

Intentaba actuar como si no importara, pero en verdad se veía guapísimo y sonrojado. Ah, al fin un plan suyo parecía ser un éxito.

Al entrar al salón su ánimo decayó un poco al recordar quienes estarían allí, así que tuvo que dirigirse a su puesto mientras seguía bebiendo del café que había comprado en el camino y evitando mirar a cualquier lado. No se había dado cuenta que David la había acompañado a su puesto hasta que se sentó y lo vio parado a un lado, entonces recordó a Emma.

—Buenos días, Emma —saludó a su compañera de puesto. Emma a su lado estaba evitando mirar a David, parecía en verdad nerviosa, nunca la había visto reaccionar así.

—Hola, Emma —Sara se sorprendió al escuchar a David saludarla, ¿qué estaba pasando?

—Brando —masculló Emma, era como si la estuvieran torturando.

Sara se inclinó para rebuscar algo en su bolso y que así no vieran que estaba a punto de estallar en risas.

—Entonces… —dijo David—. ¿Nos veremos mañana…?

Emma no dijo nada, Sara se volvió a sentar y sonrió.

—Claro, la vamos a pasar muy bien juntos —repuso, aunque los tres sabían que no le había preguntado a ella. David se sonrojó, Emma resopló, todo parecía normal.

—Creo que sólo me falta avisar a… —Sara se detuvo abruptamente, de un momento a otro su visión se había puesto borrosa y sintió una punzada en su cabeza.

—¿Sara? —llamó David tocando su hombro.

—¿Qué le pasa? —preguntó Emma.

—Yo… —Sara cerró sus ojos con fuerza, luego parpadeó varias veces hasta que sintió que su visión se normalizaba, entonces agarró el café y bebió un poco. Ya que ambos seguían mirándola con preocupación intentó sonreír—. No fue nada, sólo que no dormí muy bien.

—¿Estás segura? —Preguntó David—. Si quieres podríamos ir a comer algo.

Ella negó intentando restarle importancia.

—No tengo apetito, ya me siento mucho mejor.

David frunció el ceño, antes de ir a su puesto su mirada se encontró con la de Emma, era como si estuvieran conversando mentalmente porque ella asintió levemente, él también asintió y sólo entonces se dirigió a su puesto.

Las clases de esa mañana fueron borrosas también, la lluvia torrencial continuaba sin parar y el café fue el único que impidió que se quedara dormida. Quería llamar a Mario y suplicarle que cambiara la fecha de las fotos, pero su papá no merecía eso.

Emma le dijo algo cuando se levantó y recogió sus cosas, pero no entendió nada y tampoco tuvo energía para preguntarle, entonces sólo masculló un Adiós poco claro y se dirigió a la salida. Aunque estaba abrigada por completo y llevaba su paraguas, el aire frío y la lluvia alcanzaban a chocar con su rostro, con un estremecimiento les dio la bienvenida, cualquier cosa que le recordara seguir caminando.

—¡Sara! —escuchó que alguien la llamaba cuando estaba por llegar a su auto. En verdad no supo cómo logró escuchar en medio de la tormenta, pero se estremeció porque reconocía esa voz. Lentamente giró, Val venía en su dirección, llevaba un paraguas negro gigante, unas botas de lluvia color rosa y un abrigo oscuro gigante. Ella siguió caminando sin dejar de mirarla hasta que estuvo frente a ella, allí, en medio de la tormenta.

—Yo… —Sara sintió que su garganta se cerraba. Val acercó aún más su paraguas para que se unieran y se apartara un poco la lluvia que las separaba.

—Te vi en clase —dijo ella—. Sólo… quería saber si estás bien.

Sara sintió que su corazón latía a prisa, Val aún se preocupaba por ella, era tonto, pero sintió ganar de llorar de alegría.

—Estoy bien —dijo en voz alta.

Val la miró fijamente, si la estaba evaluando de verdad tal vez pronto notaría su mirada apagada y signos de desvelo, entonces tuvo bajar su rostro y fingir una tos para que no se diera cuenta.

—S —dijo Val—. No podemos seguir así, tenemos que hablar.

 Sara asintió en silencio.

—Podríamos ir a mi casa. Mi papá está de viaje y…

Sara negó esta vez mientras acomodaba mejor su paraguas, el frio estaba calando a través de sus medias, pero se limitó a ignorar la forma en que temblaban.

—Tengo una sesión de fotos con mis papás en la revista ahora mismo —murmuró, al ver que el rostro de Val se apagaba siguió—. Pero podrías venir esta noche a mi casa.

Val la miró nuevamente.

—¿De verdad? —preguntó con algo de ilusión en su voz. Sara sonrió sin poder evitarlo.

—Te extraño, Díaz —murmuró.

Ella asintió, su rostro estaba contraído como si estuviera a punto de llorar.

—Yo también te he extrañado, Smith.

Un rayo destelló en el cielo seguido de un trueno que las hizo saltar, no era muy buena idea seguir de pie bajo la lluvia.

—Debo irme —le dijo—. ¿Te espero esta noche?

Val asintió, aunque la estaba mirando con preocupación.

—Ten cuidado —le dijo antes de tomar rumbo a su propio auto. Sara se quedó allí hasta que la vio llegar y subirse, sólo entonces fue al suyo y arrancó rumbo a la revista para su maravillosa sesión de fotos.

Las calles estaban llenas de tráfico, la lluvia no quería ceder, en el camino tuvo que apagar el iPod y concentrarse en las calles ya que jamás había conducido con un clima tan extremo y temía chocar con otro auto por no frenar a tiempo. Su celular sonó un par de veces en el camino, pero decidió ignorarlo, probablemente era David enojado porque se había marchado mientras estaba fuera del salón.

El edificio de la revista Kiss era bastante bonito, tenía un jardín y una fuente al frente, aunque en medio de la tormenta no se podía apreciar mucho, también habían vallas publicitarias con la portada de Emma disfrazada de bruja que resplandecían en aquel día oscuro. La entrada ese día no fue nada difícil, al parecer tenían un problema con las lluvias y los vigilantes no tenían tiempo de hacer cuestionarios, ni siquiera le pidieron su carta de invitación. Con las luces del auto encendidas buscó un espacio en medio del oscuro sótano, estacionó con cuidado y salió rumbo a los elevadores.

En verdad desearía haber comprado algo de café, era como si sus músculos estuvieran durmiendo; se sentía pesada, sin energía. En los elevadores había un letrero hecho a mano, cuando lo leyó gimió con dolor, estaban fuera de servicio y tendría que subir cinco pisos por las escaleras.

—Vamos, en la academia tenías que hacer el triple —intentó darse algo de ánimo de pie ante las escaleras,  llena de resignación tomó aire y luego, haciendo un esfuerzo por ignorar el cansancio, emprendió el ascenso.

Pudieron al menos haber encendido bien las luces, pensó mientras se abrazaba a sí misma, había sólo una tenue luz azul iluminando su camino, pero apenas y se podía ver algo, probablemente todo estaba fallando debido a la lluvia. Era como si todo estuviera indicando que no debían tomar las fotos aquel…

—Hola, cariño.

Sara saltó aterrorizada y fue a dar contra la pared al escuchar la voz. Se había alcanzado a golpear el brazo y la cabeza, pero no sintió nada más que su audición zumbando y su cuerpo temblando.

—Tú… —tembló.

Alex estaba sentado en una de las escaleras superiores, estaba fumando, pero echó a un lado su cigarrillo mientras se levantaba y se acercaba lentamente a ella. Estaba vestido de negro, tenía una media sonrisa en sus labios y un gorro cubriendo su cabeza.

—Eras tú —murmuró con voz trémula—. ¡Tú me estabas persiguiendo!

—Cuando Mahoma no va a la montaña… —susurró al pararse justo frente a ella—. ¿No te alegras de verme, cariño?

Precisamente el día en que no había tenido esa sensación, tal vez se estaba sintiendo tan débil que había bajado sus defensas. Las escaleras estaban poco iluminadas, parecía que fuera de noche allí, Sara rezó que alguien más fuera subiendo o bajando, pero no se escuchaba más que el eco de su respiración, estaban solos allí. Entonces una idea llegó a su cabeza.

—Tú pusiste aquel cartel en el elevador, ¿verdad? —preguntó sorprendida.

Él se encogió de hombros.

—No me lo has puesto fácil estos últimos días, aunque he disfrutado bastante el juego —la mirada de Alex se tornó oscura.

Sara tembló.

—Mira, ahora tengo que subir —empezó a hablar con rápidez—, si no llego pronto, van a venir a buscarme y no quiero que te vean…

—¡Cállate ya! —Alex se acercó apoyando sus manos a cada lado en la pared, encerrándola. Su expresión de furia hizo que perdiera la voz—. ¿Creíste que esto había terminado?

—Yo… no…

—Oh no, cariño —Él sonrió, aunque su mirada seguía siendo letal—. Esto apenas y acaba de empezar.

Sara se llevó inconscientemente sus manos a su cuello, como si quisiera protegerse de algún ataque, pero algo también le hizo mantener su mirada en él. Las luces parpadearon un poco y fuera se escuchó un trueno.

—Tú y yo, en las escaleras de emergencias —susurró Alex mientras miraba sus labios—. Es algo poético, ¿no?

—Por favor, Alex —suplicó—. No puedo respirar.

La mirada de él se ablandó por un momento, parecía como si se fuera a hacer a un lado, pero luego sacudió su cabeza y le dio un puño a la pared.

—¡Ya lo sé todo, maldición! ¡No mientas más!

Sara tembló. ¿Qué sabía? De todas las cosas posibles. ¿Las fotos? ¿Martín Brown? ¿El beso con Tomás?

¡No!

Su cuerpo de alguna forma tomó fuerza y con sus manos lo empujó por el pecho.

—¡No sé de qué diablos estás hablando! —Gritó llena de furia—. ¡Déjame ir o gritaré!

Él gruñó tocando su pecho donde ella lo había empujado, tal vez si había usado un poco sus uñas sin darse cuenta.

—Ya lo sé todo —continuó con voz mortalmente calmada—. Tu amigo, Parker, sé que él fue quien hizo la broma de la alarma el otro día. Tiene mucha suerte de que aún no lo haya encontrado solo.

—¿Qué? —Sara dio un paso atrás y volvió a apoyarse en la pared, su corazón había empezado a trabajar con fuerza, retumbando su pecho—. No…

—¿No lo sabías? —Alex dio un paso cerca frunciendo el ceño—. ¿Es posible que no lo supieras?

—¡Eso no es verdad! —Negó con voz ahogada—. ¡Nosotros ya no somos amigos! ¡No somos nada!

Alex se acercó para tomarla de los hombros, aunque con más suavidad esta vez.

—Por favor, dime que no lo sabías, Sara. Yo… necesito escucharlo.

Su visión volvió a ponerse borrosa, Sara se cubrió los ojos con las manos y apretó un poco intentando hacer que reaccionaran. No podía ser posible, Tomás lo había hecho, sabía que era cierto, su corazón se lo decía; él la había salvado nuevamente.

—No lo sabía —murmuró abriendo los ojos nuevamente y sacudiendo la cabeza—. Te lo prometo, no lo sabía. No lo sabía…

Alex cerró los ojos y respiró hondo como si se hubiera quitado un peso de encima, luego la acercó y la abrazó con fuerza. Sara sólo intentó concentrarse en llevar aire a sus pulmones y no pensar en nada más.

—No sabes cuánto sufrí pensando que me habías traicionado —le susurró cerca al oído—. No te preocupes, mi amor, yo haré que se arrepienta.

—¡No! ¡No lo hagas! —Sara se apartó un poco para mirarlo, tenía sus manos tan apretadas como puños que las uñas estaban lastimando su piel, pero no iba a decaer—. ¿No te das cuenta, Alex? ¡Ganamos!

Él la miró con confusión.

—No entiendo.

Sara intentó suavizar su expresión y hablar sin que temblara su voz.

—Nosotros ganamos, seguimos juntos. Él ya no es mi amigo, nada más importa.

—Es cierto —Susurró él, su expresión cambió al considerar esa idea—. ¡Tú eres mía, él perdió!

—Sí, él perdió —asintió frenéticamente.

—Nada más importa —Alex tomó su rostro entre sus manos, Sara apretó aún más fuerte sus puños, tanto que sintió algo húmedo en sus palmas—. Prométeme que no vas a regresar a ese colegio, por favor.

—Yo… tengo que volver —murmuró evitando su mirada—. Pero lo haré, pronto.

—¡Promételo!

—Lo prometo.

Alex sonrió, luego acercó su rostro y unió sus labios para besarla con ternura. Sara cerró los ojos, no se podía mover, su cuerpo ya había dejado de responder hace mucho mientras que su cabeza se había llenado de punzadas.

Por favor, que esta sea otra pesadilla.

Él se apartó y besó una vez más su frente.

—Te amo tanto, Sara, tanto que estoy lleno de terror.

Lo del terror al menos era mutuo.

—Debo ir, Alex —susurró señalando hacia arriba—. Tengo que hacer las fotos.

—De acuerdo —él asintió extrañamente de inmediato, parecía aún algo confuso—. Pronto vamos a ser libres, cariño, lo sé.

Algo en el fondo de su mente preguntó qué podría considerar él libertad, pero en ese momento todo lo que quería era alejarse. Alex la besó nuevamente antes de emprender su camino de bajada por las escaleras, ella tendría que haberse quedado a comprobar que en realidad se había ido, pero en cuanto tuvo oportunidad se abalanzó corriendo por las escaleras hacia arriba. Con una mano cubrió su boca para impedir que se escucharan sus jadeos, mientras con la otra se agarró de la pared ya que no alcanzaba a ver. La luz azul volvió a parpadear y otro trueno retumbó en el cielo, su visión se estaba poniendo borrosa nuevamente.

Sólo un poco más, por favor.

Al llegar a la siguiente puerta no pudo soportarlo más y la abrió con un empujón. El pasillo lleno de luz hizo que volviera a sentirse viva, pero su visión aún estaba fallando. Intentando tomar bocanadas de aire se llevó las manos a su cabeza y se masajeó, no podía pensar aún, su mente estaba llena de voces y zumbidos, pero sólo una resaltaba encima de las otras.

“Creíste que esto había terminado. Oh, no, cariño, esto apenas acaba de empezar.”

—¡No! —sollozó. Necesitaba ayuda, mirando a los lados no reconoció ninguna de esas oficinas, dio un par de pasos para buscar el elevador y oprimió con desesperación el botón.

—¿Señorita? —escuchó que la llamaba una mujer mayor—. Disculpe, ¿se encuentra bien?

Sara la miró y abrió la boca para responder, pero su garganta estaba seca y sólo salían jadeos. Con desesperación dio un paso cerca y agarró a la mujer con fuerza.

¡Ayuda!

 Sólo pudo escuchar su grito ahogado justo antes de que todo se volviera oscuro.

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¿Creyeron que esto había terminado? :D

Hola, quería dales las gracias por las 43 visitas que está completenado el libro, no saben lo feliz que soy por esto. Gracias por leerme y tener paciencia de mis errores o tardanzas. Quería proponerles que tal vez si tienen alguna pregunta sobre el libro, los personajes o algo podrían dejarla en los comentarios o en http://facebook.com/fiebredelibros  así las responderé con la publicación de alguno de los siguientes capítulos.

Gracias por leerme y sean felices <3

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