Capítulo 32 - CÓLERA

1.9K 45 7
                                    

Una hora después de salir del penthouse de Pierre, Sara fue consciente de que iba conduciendo sin rumbo alguno. Su mente estaba en el camino, iba conduciendo moderadamente, pero más allá de eso estaba en blanco y sólo después tuvo que reconocer que en realidad no quería regresar a casa.

Si ella fuera Erika Herrera, habría atravesado medio mundo buscando a Pierre porque probablemente era lo mejor que le iba a suceder en la vida. Ella habría ido a confesarle lo que sentía antes de perderlo, le habría dicho que lo amaba antes de que decidiera salir con alguien más. Ella ni siquiera le habría permitido marcharse.

Erika no lo había hecho, pero tenía tanta suerte que Pierre había regresado solo y aún la quería.

Sara se detuvo cerca de un auto servicio y empezó a masajear sus sienes. Como desearía tener lagunas mentales, no tenía idea de lo que la esperaba cuando regresara al Penthouse o lo que la esperaba cuando regresara a estudiar al otro día, sólo quería olvidar y desaparecer un por un rato. Por un momento se fijó en las luces encendidas del local y el letrero de abierto, entonces salió del auto y entró. Primero fue a buscar Doritos y algunos caramelos, luego se cubrió un poco más la cabeza con su gorro tejido y se desvió al pasillo final donde estaba exhibido el alcohol.

Había Whisky, tequila, vino de varias marcas, pero la verdad era que no tenía idea de cuales eran buenas o malas, sólo necesitaba un poco de alguna. Al final decidió elegir una botella de vodka, la metió en el canasto y agarró también una pequeña botella de agua. Cuando se acercó a la caja para pagar, se dio cuenta de que el señor la estaba mirando inquisitivamente, debía de haber estado observándola desde que entró y sabía que era menor de edad. Sara no esperó a que hablara y sacó cuatro de los billetes de mayor denominación que tenía, los dejó a un lado y lo miró fijamente como si lo estuviera retando a rechazarlos.

El señor siguió mirándola, pero después asintió y tomó el dinero.

—Entiendo.

—Gracias —murmuró secamente. Sara recibió los paquetes y salió caminando un poco rápido en caso de que el hombre se arrepintiera, se subió al auto y arrancó inmediatamente.

—La gente siempre dice que el dinero no compra la felicidad —murmuró para sí misma—, pero cuando ven que se lo están ofreciendo hacen lo que sea por tenerlo, sin importar pisotear la felicidad de los demás.

Sara condujo unas cuantas cuadras y volvió a detenerse, buscó una pequeña botella de agua que ya había acabado, abrió el vodka y empezó a llenar la pequeña, luego escondió la grande bajo el puesto del copiloto. Apoyando su cabeza en la silla bebió un poco del vodka, su garganta ardió y sus ojos escocieron, pero aun así se obligó a beber un poco más, luego bebió agua y comió de los Doritos hasta que finalmente se dirigió a su casa.

Al entrar al Penthouse supo que algo no iba bien, allí estaba Felipao reunido con sus papás, cuando la vieron entrar, su papá se levantó inmediatamente y fue a abrazarla.

—Hija, perdóname —murmuró mientras la abrazaba y luego tomaba su rostro entre las manos como si no pudiera creer que estuviera allí, sus manos estaban heladas y temblorosas.

—¿Qué sucede? —preguntó preocupada, ella cubrió con sus manos las de su papá en un intento de darle calor.

—Valeria nos contó lo que pasó ayer con Martín Brown —dijo Erika desde su puesto—, ya hablamos con sus papás.

Sara los miró conmocionada.

—¡¿Por qué hicieron eso?! —estalló.

—¿Por qué lo hicimos? —su mamá levantó la voz, ella cerró su laptop para mirarla—. ¡Pues será porque aquel chico estuvo a punto de sobrepasarse con mi hija, por eso!

AtrapadaWhere stories live. Discover now