Capítulo 48 - NEUROSIS

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  Cuando Sara abrió un poco sus ojos estaba en otro lugar, todo allí era extrañamente blanco y había una luz suave encendida. Había silencio, silencio absoluto, pero fue el olor el que hizo que reaccionara con una mueca de disgusto. ¿Qué estaba haciendo en el hospital? odiaba aquel lugar. Con su mano masajeó un poco sus parpados antes de abrir por completo sus ojos, pero ni siquiera así pudo evitar que la luz la mareara.

Necesitaba con urgencia beber agua, pero al moverse se dio cuenta de que tenía una intravenosa conectada a su brazo derecho, así que sólo pudo cerrar sus ojos e intentar respirar con calma. ¿Cómo había llegado allí? No lo recordaba. La última imagen que tenía en su cabeza era la de una mujer mayor preguntando si se encontraba bien.

En ese momento escuchó la puerta abrirse y cerró sus ojos con temor, su corazón empezó a latir a prisa, pero luego se calmó al sentir el aroma del perfume que usaba su mamá, ella estaba allí.

—¿Cómo está, Carlos? —escuchó que ella hablaba en voz baja—. Odio que no me digan nada.

Carlos. Sara tembló, era el papá de Tomás. ¿Qué le había pasado? ¿Por qué estaba allí? Ella escuchó que él aclaraba su voz.

—Sabes que esta no es mi especialidad, Erika —habló también en voz muy baja—. Pero está completamente bien, todos sus exámenes dieron buenos resultados.

—No entiendo —dijo su mamá con tristeza—. Si está bien, no entiendo qué es lo que tiene.

—Mira Erika, no voy a decirte esto como médico, sino como amigo —él bajó aún más la voz—. Tú hija está pasando unos días difíciles: no se habla con sus amigos, hay videos de ella en todo internet, William se va a vivir a otro país. Cosas así a su edad… créeme, es difícil.

Sara sintió que se encogía su interior. Tan sólo recordar lo que había sucedido en las últimas horas… si tan sólo fuera eso, sería más sencillo luchar.

—Yo… —a su mamá se le cortó la voz—. No sé qué hacer para ayudarla. Lo haría todo, cualquier cosa.

—Abrázala.

—¿Qué?

¿Qué? Se preguntó Sara también.

—Si las personas supieran cómo un abrazo hace más que un millón de palabras para ayudar a alguien, evitaríamos tantas situaciones como estas.

—Carlos —murmuró Erika con desesperación—, necesito algo que sea más efectivo.

—Sí, ahí es cuando tienes que hablar con William y contarle qué es lo que está pasando —continuó Carlos—. No puedes ocultarle esto.

—Yo… sólo quería comprobar que estuviera bien. Siento que todo esto es mi culpa.

¡No! ella no tenía la culpa de nada. Quería decírselo, pero se sentía adormilada, su boca no quería moverse. No podía creer que el encuentro con Alex hubiera terminado con ella en el hospital, pero la ira empezó a brotar de su interior. Ella no había estado sufriendo de delirio de persecución, en realidad era Alex quien se había dedicado a perseguirla y acosarla como un criminal. El terror que había sentido allí en la oscuridad de las escaleras no lo había sentido jamás, pero la peor parte fue cuando había amenazado con hacerle daño a Tomás.

¿Por qué tienes que salvarme siempre, tonto?

—Tengo que hacer una llamada —escuchó a su mamá nuevamente—. Voy a hacer lo posible por hacer que las cosas mejoren para ella, Carlos, no me importa sobre quien tengo que pasar para lograrlo.

Cuando ambos salieron de la habitación, intentó volver a abrir los ojos. Al principio creía que estaba viendo borroso debido al mareo por la luz, pero en realidad eran lágrimas, podía sentir como un par de ellas se deslizaban por sus mejillas.

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⏰ Last updated: Feb 09, 2014 ⏰

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