¡Eres mio! Imbécil

By Javiwiwi

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-Imbécil. -Insoportable. -Idiota. -Consentida. -¡Dejame en paz! -Admite que te encanta discutir conmigo. ... More

Antes de leer
Prólogo
Capítulo 1: Campamento
Capítulo 2: Recuerdos
Capítulo 3: Primeros problemas
Capítulo 4: Desconciertos
Capítulo 5: El juego del año
Capítulo 6: Malditas actividades
Capítulo 7: Soportándonos
Capítulo 8: Colapso
Capítulo 9: El límite
Capítulo 10: Un simple juego
Capítulo 11: Carnaval veraniego
Capítulo 12: Su árbol
Capítulo 13: Dafne
Capítulo 14: Excursión
Capítulo 15: Tentación
Capítulo 16: Feliz navidad
Capítulo 17: Territorio prohibido
Capítulo 18: Detalles
Capítulo 19: Del odio a los celos
Capítulo 20: No, definitivamente no es un juego
Capítulo 21: El veneno de Dafne
Capítulo 22: Ganaste, Bruno
Capítulo 23: Empate
Capítulo 24: Destellos
Capítulo 25: Difuso
Capítulo 26: Rompe promesas
Capítulo 27: Árbol solitario
Capítulo 28: La última llamada
|01| Capítulo 29: El baile de fin de año
|02| Capítulo 30: Un chico nervioso
|03| Capítulo 31: Volver a verte
|04| Capítulo 32: Nuestro baile de fin de año
|05| Capítulo 33: Momentos incómodos
|06| Capítulo 34 - ¡Feliz cumpleaños!
|08| Capítulo 36: Vistas al futuro

|07| Capítulo 35: El lago

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By Javiwiwi

*Advertencia de contenido explícito para que no me cancelen jeje*

Por un momento en la fiesta de cumpleaños me quedé mirando en silencio a todas las personas que estaban ahí. Ninguno por compromiso, ninguno por obligación. Solo personas que realmente querían estar conmigo y eso se sintió genial. Respiré hondo cuando recordé a mi padre, cuando tuve la sensación de querer abrazarlo o cuando estuve a punto de preguntar a qué hora llegaría, pero no llegaría. Solo tragué duro e imaginé que seguramente sí estaba ahí, pero no terrenalmente, si lo hubiese estado seguramente sus bromas de humor negro habrían captado la atención de todos.

En la madrugada ya todos se habían ido. Me quedé mirando el césped de la terraza mientras Mila recogía algunos platos sucios que se habían quedado sobre la mesa. Ludmila ya se encontraba en su habitación.

—Gracias. Eres la mejor —le sonreí. Ella dejó lo que estaba haciendo y se sentó a mi lado para abrazarme.

—Falta mi regalo —dio un respingo y se quedó mirándome mientras sonreía como una niña chiquita. No esperó a que le respondiera algo, solo se puso de pie y entró corriendo a la casa. La seguí hasta adentro, pero ya había subido las escaleras. No alcancé a cerrar el ventanal cuando estuvo de vuelta con una caja mediana en sus manos.

Alcé las cejas y me senté en el sofá.

—Espero que te guste —continuó sonriente, pero esta vez algo más nerviosa.

—Si fuera una caja vacía me gustaría solo por el hecho de que es tuya —intenté aminorar su nerviosismo.

Rompí el papel con calma mientras Mila me insistía con su mirada que me diera prisa, su ansiedad era incluso más alta que la mía. Me sorprendí cuando saqué un portarretratos en forma de árbol. Las fotos cuadradas que colgaban de sus ramas simulaban ser las hojas. Eran fotos mías, de ella, de ambos. También había fotos con mi familia, con mis hermanas y con papá. Mi pecho se encendió como un cálido fuego, sentí un pequeño nudo en mi garganta y solo alcé la vista porque Mila estaba mirándome fijamente.

—Mil...

—¿Te gustó? —se adelantó.

Le sonreí. Nunca nadie se había dado el trabajo de recopilar cada parte de mi vida para enseñármela, claro que me había gustado, de hecho, era el regalo que más me había gustado en mis diecinueve años de vida. Incluso más que el balón de futbol que me regaló Ludmila a mis quince.

—Si. Me encanta, gracias, Mila —dejé con cuidado el árbol encima de la mesa de centro para abrazarla.

Ella dio un suspiro que pareció ser de alivio y correspondió mi abrazo.


MILA

Valery estaba mirándome mientras estaba escogiendo ropa para llevar a nuestro campamento improvisado. Saldríamos temprano por la mañana para juntarnos con todos los demás en la estación de autobuses.

—¿Cuándo estarán los resultados de la universidad? —le pregunté.

—Enero. Solo espero quedar en la universidad que quiero —hizo un puchero.

—Claro que quedarás, estudiaste muchísimo.

Se formó un silencio entre ambas.

—¿Y tú? ¿Tienes planes?

Miré un vestido floreado y lo deseché.

—Creo que estudiaré un poco de inglés... quizá hasta algún taller de artes, no sé. Todavía no sé qué es lo que me apasiona.

Doblé un par de camisetas. Ella se cruzó de piernas en mi cama.

—Eres buena en muchas cosas.

—Pero ninguna de esas cosas me dará dinero para vivir.

Sentí una almohada chocar con mi cabeza.

—¡Valery!

—No pienses tanto en el dinero, solo haz lo que te gusta.

—Ya lo descubriré —bajé los hombros. —Pero al menos este año no haré nada más que trabajar.

Al otro día mamá nos ayudó a hacer un recuento de las cosas que llevábamos antes de ir a la estación de autobuses. Chequeamos toda la lista y luego nos subimos a su camioneta para que nos dejara donde los demás. Claramente llegamos de las primeras a la estación, por lo que nos sentamos a esperar a los demás.

Primero llegó Emilia junto a Thomas, luego Renato y por supuesto que de últimos llegaron Bruno y Ethan discutiendo.

—¿Por qué están discutiendo? —les pregunté. Bruno me dio un rápido beso en los labios y se cruzó de brazos.

—Se nos quedó algo... importante —comentó Ethan.

Todas nuestras miradas se fijaron en él.

—¿Qué? —Renato fue el primero en hablar.

—El repelente para mosquitos.

Todos botamos el aire de nuestros pulmones.

—No es tan importante, no es como si se les hubiesen quedado las carpas... —opinó Emilia. —¡Ahí está nuestro bus!

"No es tan importante"

¡Claro que era importante!

Apenas nos bajamos del autobús el guía del sitio nos comentó que al ser temporada de calor los mosquitos solían aparecer cuando encendíamos alguna luz, por lo que tocaba andar a oscuras o no abrir la carpa para nada más que ir al baño.

El sitio que habíamos escogido era un bosque cerca de las montañas en donde también había un río en el que estaba permitido bañarse. Caminamos siguiendo al guía mientras Bruno y Ethan continuaban discutiendo en voz baja por el repelente.

Los árboles eran grandes y frondosos, seguramente de noche no se veía absolutamente nada. Nuestros pasos se oían junto al sonido que emitían algunos insectos entre los arbustos. Poco a poco nos fuimos acercando al campamento, había algunas carpas esparcidas, pero a mucha distancia de nosotros, el guía nos explicó que eran familias o grupos de amigos que venían ocasionalmente en esta temporada. Nos mostró donde quedaban los baños, también nos contó lo que estaba prohibido, entre ellas gritar por la noche o escuchar música a un volumen muy elevado para evitar contaminación acústica.

Apenas nos dejó a solas, comenzamos a instalar nuestras carpas.

—Falta una carpa... —comentó Emilia. Dejé de ordenar los bolsos para mirarla, los demás dejaron lo que estaban haciendo también —Miento. Faltan dos —fijé toda la atención en Bruno quien tenía una mano en la nuca y una sonrisa ladina en el rostro.

—¿Cómo? —se acercó Thomas. Renato hizo lo mismo unos segundos después y comenzó a buscar entre las cosas.

—Tenían solo una tarea —reclamó Valery mirando a Ethan y luego a Bruno.

—No pasa nada...

—¡Somos siete y hay dos carpas, Ethan! —chilló Val.

—Fue intencional, claro —se defendió él, pero ella ya tenía las mejillas coloradas del enfado. —Si traíamos dos podríamos dormir juntos y no pasar frío...

—¡¿Frío?! —elevé mi voz y me sequé la frente con exageración, estaba sudando.

—En la noche si hace frío... —comentó Bruno.

—Dios... —Thomas rodó los ojos.

—No pasa nada, cálmense, solo son unas carpas... —Emilia trató de apaciguar la conversación. —La carpa mía y de Thomas es más grande, podemos dormir cuatro. Creo.

—Yo duermo con Bruno y mi queridísima amiga Mila —sonrió Ethan enseñando todos sus dientes.

Rodé los ojos.

—Claro que si se calienta la cosa... avísenme, así me dan tiempo de fingir que estoy cagando entre los arbustos.

—¡Ethan! —sentí mis mejillas ruborizarse.

Armar dos carpas no fue el problema, podíamos con tan poco. El problema fue cuando tuvimos que distribuir quien dormía con quien, pero claramente al ser la novia de uno de los culpables la idea de Ethan fue excelente para los demás. Tendría que dormir con ambos. Bruno y Ethan...

—Iré a nadar un poco —comenté. Emilia me siguió junto a Valery mientras Renato y Thomas preparaban algo para comer.

Bruno seguía ordenando un par de cosas mientras Ethan continuaba disculpándose por no haber visto las otras carpas que eran su responsabilidad.

—Me gustaría entender en qué piensa Ethan para que todo se le olvide —comentó Emilia mientras se quitaba la toalla y se acercaba al río.

La corriente del río corría a unos metros de nosotras, pero las rocas y árboles que había alrededor del agua conseguía que se formara un lago tranquilo y cristalino. Miré hacia atrás, en la distancia se podía ver nuestro pequeño campamento, pero no se oía lo que los chicos conversaban.

Me quité el vestido y seguí a Emilia. El agua estaba tibia gracias a que el sol daba directo en ella.

—En Dafne ¿quién más? —opinó Val.

En el cumpleaños de Bruno, Valery había tomado el móvil de Ethan para cambiar la música y se había encontrado con un mensaje de Dafne que sin querer leyó. Minutos más tarde cuando Ethan tenía un poco de alcohol en el cuerpo terminó contándoles a todos que en realidad Dafne le gustaba un poco más de lo normal. Y digo de lo "normal" porque a medio campamento le gustaba Dafne.

—¿Creen que en algún momento sea algo serio? —pregunté mi inquietud.

Todavía no olvidaba las cosas que ella me había hecho y que en algún momento tuviera alguna relación seria con mi mejor amigo me generaba una sensación extraña en el estómago.

—¿Quién sabe? —Emilia se encogió de hombros. —Quizá no es tan malvada como parece.

Valery la miró con los ojos entrecerrados.

—¡Es una víbora!

—Solo espero que si es así... no lo haga sufrir mucho. —Mis palabras fueron honestas.

—¡Chicas! ¡Ya está lista la pizza que hizo Thomas! —oímos el grito de Renato.


***

—¡No hagas ruido! —susurró Bruno cuando salimos de la tienda a mitad de la noche. Ethan estaba durmiendo como una estrella de mar y a mi novio se le había ocurrido la grandiosa idea de hacer pis.

Me puse de pie y me sacudí las rodillas.

—¿No podías solo ir al baño y ya? —reclamé mientras él se sacudía las rodillas.

—Necesito un testigo por si algo me pasa.

—Hablas como si nunca hubiésemos acampado, Bruno.

—Ya sígueme.

Caminé detrás de él y cuando noté que no estaba acercándose a los baños me detuve. El bosque estaba completamente silencioso, solo podía oírse el ruido que hacían algunos insectos y veíamos hacia adelante solo porque yo traía una linterna.

—Te estás desviando —le dije.

—Claro que no, sígueme —comentó muy seguro de sí.

Miré a mi alrededor, ya no podía ver a cuánta distancia estábamos de las tiendas de campaña.

—Mira... si llegamos a perdernos, realmente no sé cómo devolverme —comencé a ponerme nerviosa. —¿Bruno? —me quedé congelada cuando no lo vi delante de mí.

Intenté mantener la calma y dirigí la linterna en todas las direcciones buscándolo.

—¡Bruno! —grité. —¡Si se te ocurre asustarme te mato!

Pero no lo oía. Ni siquiera podía oír sus pasos en la tierra.

Respiré hondo, calmé mi mente y caminé cinco pasos hacia atrás. Solo oía grillos y la vertiente del río. Intenté no pensar en que podía aparecer un animal salvaje o incluso una persona malvada queriendo asesinarme. Volví a dar cinco pasos hacia atrás.

Había ido a campamentos desde muy pequeña y en algunos realmente acampábamos en tiendas de campaña y defecábamos en la tierra, así que había aprendido a ubicarme un poco, pero lo que más se me había quedado grabado era que si me perdía, no podía moverme tanto de donde estaba.

—¡Bruno! —lo llamé.

Nada.

Ni siquiera había sacado el móvil para llamarlo, aunque seguramente él tampoco.

Miré a mi alrededor en donde vi un árbol, me acerqué a él y apoyé mi espalda con la linterna alumbrando hacia el frente.

—No puedo creerlo —susurré, ofuscada.

Tenía miedo, sí, pero realmente estaba muy enfadada por habernos perdido. Sobre todo, estaba enfadada porque la orientación de Bruno era inútil, ni siquiera los baños estaban cerca de ahí y había conseguido que ambos nos perdiéramos en medio del bosque.

Pasaron veinte minutos, luego media hora y todavía no podía oír ni ver absolutamente nada. Decidí ponerme de pie y comenzar a caminar hacia el sitio en que veníamos, pero cuando comencé a notar que realmente lo que había frente a mí era una boca de lobo me detuve y retrocedí. Mi corazón se aceleró por primera vez en la noche y caminé en dirección contraria. Solo me detuve cuando me encontré con la vertiente del río y casi me caigo de sopetón a la laguna.

—¡Ahí estás! —oí su grito.

Me asusté muchísimo y grité como si me hubiese encontrado con un alienígena. Mi grito fue aplacado por su cuerpo porque al parecer quiso abrazarme, pero lo único que resultó fue que ambos nos caímos hacia atrás. Por supuesto... al lago.

—¡Demonios, Bruno! —chillé cuando saqué mi cabeza del agua. La linterna comenzó a fallar.

—Perdón, perdón, perdón —comenzó a decir mientras se secaba la cara. Se acercó a mí y me dio la mano. —Tuve que detenerme a mear en un árbol y creo que no me escuchaste cuando te detuve.

—¡Pensé que iba a quedarme toda la noche perdida!

—Deja de gritar, despertaremos a todos.

—¡Ahora estamos en el maldito río! ¡¿Cómo quieres que me seque?!

—Mila...

—¡La linterna está fallando! Y...

Me calló besándome.

Quería estar furiosa, pero lo único que consiguió estampando su boca con la mía fue que dejara de gritar y de mover los brazos. La linterna finalmente se apagó por completo y estábamos ahí, con el agua hasta la cintura besándonos a las dos de la madrugada.

—Sigo enfadada —reclamé, calmándome.

—¿Qué te parece si...? —oí su voz, pícara.

—Olvídalo, vamos a la tienda para secarnos.

—¿Para qué secarnos cuando puedes estar más húmeda? —se quitó la camiseta de un tirón y la lanzó a la tierra.

Su cuerpo me dejó congelada frente a él.

—Eres un imbécil, de verdad —reí.

—¿Y sí...? —posó sus manos en mi cadera. Levantó lentamente mi camiseta y acarició con sus dedos mi piel desnuda.

—Creo que es una mala idea...

—¿Estás segura? Puedo hacerte cambiar de opinión —acercó su boca a mi cuello.

Sus labios hicieron contacto con mi piel, me atrajo hacia su cuerpo con fuerza y sentí su pantalón sobre mí. Respiré hondo, manteniendo la compostura.

—Creo que... creo que deberíamos regresar. Alguien puede vernos.

—Con suerte nos vemos nosotros y estamos a dos centímetros.

Eso era cierto.

¡¿Qué estoy diciendo?! ¡NO!

—No me vas a convencer de hacer cochinadas en medio del lago, Bruno.

Él rio cerca de mi oreja.

—¿Tengo que pedirlo por favor?

—Mmm...

Una de sus manos se fue a mi nuca, profundizó nuestro beso y sentí cómo mis piernas flaquearon cuando friccionó su entrepierna con la mía. El agua ahora nos cubría hasta el pecho, no sé cómo nos habíamos movido más adentro, solo me dejé llevar por él.

Sus dedos largos tocaron mi trasero levantándome un poco, besó mi cuello, luego mi clavícula y tuve que reprimir un gemido cuando besó uno de mis pechos por sobre la camiseta. Acaricié su espalda por debajo del agua, luego sus brazos hasta su cadera. Lentamente me acerqué a su entrepierna y sonreí en su boca cuando noté el bulto en su short.

—¿Convencida? —habló bajito. Su mano se deslizó por mi abdomen hasta llegar a mi braga, separó levemente la tela de mi piel y metió sus dedos en mi entrepierna. Solté un pequeño gemido cuando sus dedos hicieron contacto con mi zona sensible.

—Sigo pensando que es una mala idea.

—Me gustan las malas ideas. Tú eras una en el campamento.

Me relamí los labios.

Comenzó a mover sus dedos al ritmo que me gustaba mientras mis manos estaban clavadas en sus hombros e intentaba no emitir ningún ruido mordiendo su pecho. Olvidé completamente el sitio en el que estábamos, solo me dejé llevar por el agua que fluía entre nosotros y sus movimientos. Metí mi mano dentro de su bóxer y él se mordió la boca, luego sonrió consiguiendo que sus hoyuelos se marcaran y me miró con ferocidad.

Era tan atractivo. Y solo mío.

—Suficiente.

Con rapidez me quitó el short que llevaba puesto y se lo enredó en la muñeca. Bajó levemente su ropa y me levantó de los muslos haciendo que rodeara su cadera con ellos.

—Ahora, no grites.

—Sucio —reí.

Pero realmente tuve que morderme la boca cuando se introdujo en mí. Fue rápido y duro.

Me aferré a él como pude en el agua mientras el que llevaba los movimientos era él. Sus manos estaban en mi trasero mientras empujaba de adentro hacia afuera una y otra vez.

Poco a poco sentí cómo todos mis músculos comenzaron a tensarse y un vacío se llenaba en mi interior. La calidez llegó a mi zona sensible como fuego y solo respiré con fuerza cuando el orgasmo salió de mí cuerpo. Él continuó en lo suyo hasta que finalmente oí su respiración más agitada, acercó su boca a la mía y la cerró en un beso cuando tuvo su orgasmo. Calmó los movimientos y se quedó quieto, su respiración conseguía que sus hombros subieran y bajaran.

—No fue tan mala idea —susurré.

—Claro que lo fue —sonrió él. Se separó levemente de mi y me dejó de pie. El agua a nuestro alrededor ahora parecía moverse muchísimo. —Acabamos de hacer un bebé.

—¡Bruno! —chillé susurrando.

Él rio.

—Tendremos que comprar la píldora de emergencia, Mili mi amor. —luego se mantuvo un momento mirándome. —Miento, olvidaba que ya usas anticonceptivos.

—Todo es tu culpa —reclamé mientras me colocaba mi braga y el short.

—¿Mía? —alzó las cejas.

Caminó hasta estar fuera del agua y se sentó en la tierra. Lo seguí.

—Me convenciste de...

—Mila, solo te besé.

—No solo me "besaste" —exageré mis gestos. —Tu hiciste eso que siempre haces...

Frunció el ceño.

—¿Qué hago siempre?

—Apegas tu cuerpo al mío y... y estás con el pantalón así sobre mi entrepierna y yo... bueno... no puedo con... no puedo con eso, ya sabes.

Él soltó una carcajada.

—¿Te refieres a que me acerco a ti, erecto?

—¡¿Por qué lo dices así?!

—¡Es que así me pones!

—Dios...

Él continuó riendo.

—Te amo. Realmente lo hago mucho —me dijo. Besó mi hombro.

—Yo también te amo,Bruno —sonreí.


***

¡Así las quería pillar de nuevo, puercas! muhahaha

Espero que hayan disfrutado el capítulo. Nos vemos el próximo viernes <3

BESOPOS

XOXOXO

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