¡Eres mio! Imbécil

Oleh Javiwiwi

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-Imbécil. -Insoportable. -Idiota. -Consentida. -¡Dejame en paz! -Admite que te encanta discutir conmigo. ... Lebih Banyak

Antes de leer
Prólogo
Capítulo 1: Campamento
Capítulo 2: Recuerdos
Capítulo 3: Primeros problemas
Capítulo 4: Desconciertos
Capítulo 5: El juego del año
Capítulo 6: Malditas actividades
Capítulo 7: Soportándonos
Capítulo 8: Colapso
Capítulo 9: El límite
Capítulo 10: Un simple juego
Capítulo 11: Carnaval veraniego
Capítulo 12: Su árbol
Capítulo 13: Dafne
Capítulo 14: Excursión
Capítulo 15: Tentación
Capítulo 16: Feliz navidad
Capítulo 17: Territorio prohibido
Capítulo 18: Detalles
Capítulo 19: Del odio a los celos
Capítulo 20: No, definitivamente no es un juego
Capítulo 21: El veneno de Dafne
Capítulo 22: Ganaste, Bruno
Capítulo 23: Empate
Capítulo 24: Destellos
Capítulo 25: Difuso
Capítulo 26: Rompe promesas
Capítulo 27: Árbol solitario
Capítulo 28: La última llamada
|01| Capítulo 29: El baile de fin de año
|02| Capítulo 30: Un chico nervioso
|04| Capítulo 32: Nuestro baile de fin de año
|05| Capítulo 33: Momentos incómodos
|06| Capítulo 34 - ¡Feliz cumpleaños!
|07| Capítulo 35: El lago
|08| Capítulo 36: Vistas al futuro

|03| Capítulo 31: Volver a verte

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Oleh Javiwiwi


BRUNO

Mis manos temblaban al igual que mis piernas, pero intenté parecer normal cuando la que me abrió la puerta no fue Mila, sino que una mujer mayor. De inmediato intuí que se trataba de su madre, pues eran muy parecidas excepto por el color de sus ojos. Los que me observaban ahora eran cafés claro.

Aclaré mi garganta.

—Hola —realmente esperé que mi voz no sonara unos tres tonos más alto, pero no sé si lo conseguí. —¿Se encuentra Mila?

Lo único que me faltaba, tener que esperar a Mila con su madre.

—Está durmiendo —arrugó la nariz. —No es buena idea despertarla.

Eso lo sabía.

Miré mis zapatos, nervioso, no podía irme, aunque Mila estuviese durmiendo, ya que yo no vivía a la vuelta de la esquina.

—Pero... ¿Quién la busca? —esbozó una leve sonrisa.

—Bruno.

Ella abrió un poco más sus ojos, como si se hubiese sorprendido con mi presencia. Asintió levemente y me echó otro vistazo de pies a cabeza que me hizo sentir algo nervioso.

—Bruno... si, Mila me ha hablado de ti —entrecerró los ojos y por un momento pensé en Mila hablándole a su madre pestes de mí, pero me sorprendió cuando abrió un poco más la puerta —Soy Julia, su madre, puedes esperarla dentro si quieres.

Asentí levemente y entré detrás de ella.

El silencio que había en esa casa no era normal para mí teniendo dos hermanas, solo caminé hasta la sala y me giré hacia la mujer para no darle la espalda. Ella me sonreía con amabilidad y me ofreció agua, jugo, comida y por supuesto a todo le dije que no.

Definitivamente si estaba nervioso por ver a Mila, estar conversando con su madre me daba terror.

—¿Y qué te trae por aquí? ¿Vives cerca?

—Ethan me trajo —le conté y de inmediato ella reconoció de quien hablaba. —Bueno... no vivo exactamente cerca... yo... yo solo he venido a hablar con Mila para solucionar unas cosas y...

—Claro. Eres la razón por la cual llegó llorando de su baile de graduación ¿Verdad?

Se me secó la garganta.

—No era mi intención, de verdad. Solo quería verla y pedirle disculpas, pero...

—Tranquilo —volvió a sonreír. —Por favor, siéntate. —Y eso fue lo que hice luego de unos segundos. —Entiendo que ustedes tienen... una historia.

Asentí levemente.

—Puedes subir a verla si quieres —aconsejó.

Pensar en despertarla no fue una opción, menos si estaba tan enfadada conmigo.

—No... mejor la esperaré hasta que despierte.

—Ya conoces su carácter —confirmó. —Pues ve y déjale esa rosa, luego te vienes a conversar conmigo. Hice galletas.

Decidí obedecerle.

No sé qué es lo que Mila podría haberle dicho sobre mí, pero su madre no se veía molesta por mi presencia en su casa, es más, parecía feliz de conocerme, lo que consiguió que me relajara un poco cuando me puse de pie y subí las escaleras para buscar su habitación. No me costó encontrarla, ya que la puerta estaba entreabierta y afuera había un cartel con su nombre.

Tenía un nudo en el estómago, todavía no podía asimilar que me encontraba en su casa luego de más de nueve meses tratando de arreglar algo que no sabía si tenía solución. Vi a Mila tendida en su cama dándole la espalda a la puerta, por lo que miré detenidamente los detalles de aquel espacio que alguna vez me describió en el campamento en una de nuestras tantas conversaciones.

Sus paredes blancas conseguían que los cuadros en ella resaltaran, no me acerqué a ninguna fotografía, pero pude notar que se trataban de fotos con su familia, del campamento y también con amigas. La cama era bastante grande para ella, por lo que sonreí cuando noté que la otra mitad de la cama estaba repleta de peluches y al costado una ventana con vistas a la calle.

Tuve la necesidad de acercarme a despertarla, pero me contuve. Solo me acerqué a su mesa de noche en donde tenía una lámpara purpura y su móvil cargando. Dejé la rosa encima y la observé dormir.

Estaba dándome la espalda, pero podía notar su perfil descansando plácidamente con las frazadas hasta el cuello. Tragué duro. No podía entender por qué hace unos meses atrás me había parecido buena idea alejarme de ella cuando me llenaba el corazón solo verla dormir. Respiré hondo, giré sobre mis pies y salí de su habitación.

—¿Sigue durmiendo? —preguntó su madre mientras colocaba una bandeja con galletas sobre la mesa de centro. Me senté en el sofá y una punzada en la rodilla me recordó que debía tomar medicamentos. No sé qué expresión tuve en el rostro, pero los ojos cafés de la mujer se posaron en mí en todo momento mientras me bebía los medicamentos con un vaso con agua que ella misma me había traído.

—¿Siempre tomas eso? —me preguntó.

—Si. Al menos por ahora, estoy en recuperación.

—¡Me hubieses dicho! —se puso de pie rápidamente sin dejarme hablar y regresó con un pequeño banquito en donde prácticamente me obligó a estirar la pierna.

—No era necesario... de verdad, gracias —sonreí, nervioso.

—No hay ningún problema, Bruno —me sonrió, luego sacó una galleta y se la comenzó a comer. Hice lo mismo con otra, no quería parecer descortés. —Bueno... ¿Y qué te pasó en la rodilla? ¿Te lesionaste haciendo deporte? Mila me dijo que eras jugador de futbol americano.

Alcé las cejas.

—Si... practico futbol americano, pero no me lesioné exactamente en eso. Tuve un accidente.

Abrió sus ojos todavía más.

—¿Cómo? ¿Cuándo?

—Bueno... saliendo del campamento, si... —recordé ese día. —Un auto me atropelló.

—¡Por Dios! Pero... ¿Cómo? Lo lamento tanto.

Respiré hondo, armándome de valor.

—Es una larga historia.

—Seguro tenemos tiempo.

Asentí levemente. No me molestaba contarle lo que me había ocurrido, era un tema que muchas veces ya había hablado con mi psicólogo, por lo que solo respiré hondo y comencé a hablar de ese día en que todo pareció volverse negro en mi vida.


MILA

La noche anterior me dormí llorando, aunque gran parte de mi enfado se lo había llevado Ethan a casa, es que ¿Cómo podía haber pensado que las cosas saldrían bien de esa manera? Claro que quería ver a Bruno, claro que lo extrañaba, pero no podía pensar en que dos personas que no habían acabado bien iban a reencontrarse de forma romántica y alegre después de tantos meses, encima en mi fiesta de fin de año, donde se suponía que todo debía salir perfecto.

Por supuesto la culpa no era de Ethan porque el gestor principal del plan no era él y solo pensar en sus ojos grises mirándome culposos me revolvió el estómago. No podía ser tan débil ¿Verdad?

Me costó abrir los ojos, de seguro ya se acercaba la hora de comer, pero en mi defensa no pude pegar los ojos pasadas las cuatro de la madrugada pensando en si escribirle o no a Bruno algún insulto creativo, por supuesto que no lo hice.

Sin embargo, también me decepcionó no recibir nada de su parte, ningún mensaje, ninguna llamada. Inconscientemente se me generaba un vacío en el estómago al pensar que si en realidad esa había sido la última vez que nos íbamos a ver... ¿Qué pasaba si se rendía fácil y se iba? No sabía si estaba preparada para entenderlo.

Me senté en la cama mirando la pared y mi móvil vibró en mi mesita de noche, una vez, dos veces y hasta tres. Ethan no había dejado de enviarme emoticones para que lo perdonara. Giré levemente mi cabeza con el ceño fruncido en dirección al móvil y lo primero que llamó mi atención fue una rosa azul. Descansaba al costado de mi lámpara de noche y de inmediato me incorporé para cogerla.

Ay... de seguro era Ethan con sus regalos cursis para que me desenfadara.

Respiré hondo tratando de aclarar mis pensamientos y me quedé mirando la rosa fijamente. No sé cómo el azul me recordó al gris. Pero nuevamente estaba pensando en él, en lo extraño que se había sentido volver a verlo en la escuela, en la forma que me había mirado y en sus palabras diciéndome «Permitiste que me arreglara, ahora déjame recompensarlo». UGH. Apreté el tallo de la rosa con fuerza y me puse de pie.

Al bajar las escaleras oí a mi madre hablando con alguien, de seguro era Louis o Ethan, así que apresuré el paso para preguntarle quién me había dejado la rosa en mi habitación.

—¿Mamá? —alcé la voz incorporándome en la sala, pero el silencio tajante se encontró conmigo y mis ojos chocaron con los de él. De inmediato entendí que la rosa no era de Ethan, Louis o mi madre. Era él.

Me quedé helada una vez más, sentí mi corazón justo en mis oídos y aunque quise girar sobre mis pies y correr, no pude hacerlo, pues estaba en mi casa y no tenía a donde ir.

—¿Sí? —habló mi madre con una reluciente sonrisa en el rostro.

Claro que no se iba a rendir tan rápido, ese no era el Bruno del campamento, el Bruno que conocí.

Nuevamente sentí ganas de llorar, pero esta vez me tragué el nudo de la garganta y tosí para disimular.

—¿Qué haces aquí? —me dirigí hacia él.

—Voy a... iré a limpiar esto... —dijo mi buena madre cogiendo un plato con galletas y dejándonos a solas.

Bruno se puso de pie con dificultad, recién caía en cuenta de que su pierna estaba apoyada en un banquito y su rodilla estaba vendada. Pestañeé con confusión y luego regresé mi mirada a sus ojos.

—Te pedí que te fueras.

—Y me fui.

—Estás aquí.

—Hoy no me has pedido que me vaya —se encogió de hombros, sarcástico.

—Pues vete.

Él observó mi mano con la rosa que todavía tenía apretada con fuerza y luego regresó sus ojos grises a los míos.

—De acuerdo —bajó los hombros y respiró hondo. —No me perdones, lo entiendo. Pero creo que nos merecemos hablar mirándonos a los ojos.

—No me parece justo. Tú has roto conmigo por teléfono, no en persona. No te atrevías a decírmelo mirándome a los ojos ¿Verdad? ¿Por qué piensas que para mi es fácil pedirte que te vayas teniéndote aquí?

—Tienes razón —bajó la mirada y luego, para mi sorpresa, giró sobre sus pies y me dio la espalda.

—¿Qué haces?

—Te voy a explicar lo que sucedió, sin mirarte. Luego me pedirás que me vaya, sin mirarme.

—Bruno...

—Mi padre murió, Mila. Se fue sabiendo lo que realmente sentía por él y me dio instrucciones ¿sabes? Me pidió que no te dejara ir... me pidió que cuidara de mis hermanas. «Ama con fuerza» dijo. No entendí por qué me decía todo eso... luego dejó de respirar. Y tuve una recaída.

—¿Una recaída?

—Una crisis, otra vez. Esta vez salí corriendo y tuve un accidente... un accidente que me costó la rodilla y no dedicarme por un largo periodo al fútbol americano.

—¿Qué accidente tuviste? —bajé la voz.

Seguía dándome la espalda y no había indicios de que quisiera voltearse, así que solo veía su nuca y sus hombros, también el corte de cabello nuevo que tenía y que por desgracia... le quedaba muy bien.

—Atropellé a un auto.

No pude evitar soltar aire por la nariz en una sonrisa, pero como no me estaba viendo, mantuve la seriedad.

—¿Cómo es eso?

—Nada. Corrí, vi un auto y dije «se ve débil» y me lancé a él.

—¡No es gracioso!

—Luego de eso me operaron... y sigo con terapia, probablemente esté un año sin fútbol americano y tenga que ir a la Universidad, ni siquiera sé que quiero estudiar, pero ese es otro tema... —sus palabras salieron rápidas, como si estuviera nervioso. Y Bruno nunca estaba nervioso. —Perdí a papá, mi rodilla, tuve que tomar decisiones difíciles, sigo con psicólogo y... me ha ayudado bastante. Solo quería decirte que... —hizo el ademán de voltearse, pero con la rosa lo detuve y él se mantuvo dándome la espalda. —Solo quería decirte que necesitaba mi espacio... no era capaz de mantener una relación.

El nudo de mi garganta seguía ahí, asechándome, esperando que me quebrara, pero nuevamente me tragué mi tristeza y respiré hondo.

¿Cómo podía seguir estando enfadada con él después de todo lo que me había contado? Si... quizá había tomado una mala decisión, pero... ¿Y si tuvo que tomar otras diez decisiones más aparte de mí y esas fueron aun más difíciles? ¿Cómo podía ser egoísta con sus emociones?

—Dime algo —pidió.

Continué observando su nuca.

—Quizá... quizá si debí ir por ti.

—No digas eso.

—Dijiste que te dijera algo.

—Pero no eso, no es verdad. No debí decirte eso ayer, no estuvo bien. Te alejé de mi vida, no tenías por qué ir por mí.

—Pero debí ir a verte. No necesariamente de una forma romántica... debí ir a verte como una amiga que sabía que lo estabas pasando mal.

—Tu igual estabas mal.

—No hay punto de comparación.

—No minimices tus sentimientos, Mila.

Guardé silencio.

—Solo quería asegurarme de que supieras esto antes de regresar a casa.

Esas palabras parecieron quebrarme otra vez. No estaba preparada para que Bruno se fuera una vez más de mi vida, lo había entendido apenas cruzamos miradas en el baile.

—¿Regresarás a casa?

—A no ser que me adoptes y... —giró levemente mostrándome su perfil, su hoyuelo estaba marcado gracias a su sonrisa.

—¿Y si te digo que ahora soy yo la que necesita tiempo?

—Lo entiendo, claro que lo entiendo. Pero no me pidas me vaya. Te eché de menos, no pienso volver a hacerlo de nuevo.

—¿Y cuál es tu plan?

—Traeré una rosa todos los días.

—¿De diferentes colores?

—Sí. De seguro la negra es la que más te gusta.

—Si, como mi alma.

Oí su risa.

—¿Me puedo girar?

—No. Todavía no acaba nuestra conversación.

—¿Puedo decir mis últimas palabras antes de oír tu decisión?

—Sí.

—Te amo.


***

Han pasado 84 años...

Pasaron muchas cosas durante todo este tiempo sin actualización, pero por supuesto no me olvido de Bruno y Mila <3.

¿Cómo han iniciado la semana? ¿Me extrañaron? ¡Porque yo si! Perdón por tardar tanto y gracias por esperar siempre, les amo muxo.

BESOPOS

XOXOXO

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