Escuchaba gritos y quejidos de fondo. Jungkook se reía de vez en cuando a carcajada limpia mientras su novia protestaba porque nunca le dejaba ganar a alguno de sus estúpidos jueguecitos de acribillar soldados. Estaban en la sala de estar, ocupando el único sofá y peleándose como la típica parejita de adolescentes que eran. Apreté los labios y expulsé todo el aire que había estado conteniendo hasta el momento por la nariz, frotándome las sienes y tratando de mantener la calma. Me dolía bastante la cabeza, y escuchar sus gritos desde la cocina no me ayudaba demasiado. Mi madre me dijo que me encontraba mal por no dejar de pensar en Yoongi, que era algo psicológico.
Él se había ido hace un par de días, nada más decirme que quería irse a vivir solo al apartamento que compartió con Namjoon. Le llamé un par de veces para saber cómo estaba, pero no cogió el teléfono. Me respondió al rato con un mensaje que decía ''estoy bien'', y nada más. Intenté dejar la mente en blanco y no pensar en todas las cosas terribles que podían suceder, y a pesar de conseguirlo por un buen tiempo, la cabeza seguía doliéndome.
Me acerqué a la sala de estar sujetando una taza de té en la mano. Volví a suspirar al encontrarme a Olivia mordiendo la mano de Jungkok y a mi hermano medio lloriqueando al mismo tiempo que aporreaba los botones del mano de la consola con una sola mano.
— Eh, — llamé su atención. Mi hermano me ignoró, pero Olivia se giró para mirarme con sus enormes ojos verdes. — ¿por qué no salís fuera y disfrutáis un poco del ambiente navideño?
— Del frío, querrás decir. — me corrigió Jungkook.
— No me encuentro lo suficientemente bien como para quitarme la zapatilla y lanzártela. — le dije.
— Está bien, saldremos.
— Así podréis hacer las cosas de parejita fuera de casa. Como hace frío, podéis daros calor...
— ¡Hye! — exclamó, entre ofendido y avergonzado.
Su novia miró inmediatamente hacia otro lado, algo roja. Eran tal para cual. Cuando uno se sonrojaba, el otro acababa triplemente rojo, y así. Solté una risilla y volví a la cocina mientras ellos dos trataban de limpiar todo el desorden que habían formado en la sala de estar -entre videojuegos, bolsas de comida basura y cojines por el suelo, el salón era una caos total-.
Me senté en una de las sillas de la cocina, cansada. Miré el calendario que estaba imantado al frigorífico. Quedaban un par de horas para año nuevo, y yo lo pasaría sola. Empecé a hacerme la idea de que era lo mejor para mí. Y para Yoongi.
Oí cómo Jungkook bajaba las escaleras corriendo, como solía hacer siempre. Las paredes retumbaron. Entró a la cocina como una exhalación, se puso a abrir cajones como loco, buscando algo, y empezó a perder la paciencia. Se giró hacia mí con la boca abierta para decir algo, pero mi cara de muerta le hizo cerrar la boca.
— Hye, ¿quieres que te traiga analgésicos o algo...? — me preguntó.
Negué con la cabeza. — No, estoy bien.
— Pero si parece que van a enterrarte...
— Que no, que estoy bien. — intenté sonar convincente. Jungkook se encogió de hombros y empezó a abrir cajones otra vez. Fruncí el ceño. — ¿Qué buscas?
— Las llaves del coche de mamá.
— Kookie, todavía no tienes el carnet de conducir.
— No pasará nada si la policía no me pilla... Además, conduzco muy bien. Te lo prometo. No me he chocado con nadie.
— De momento. — apuntillé.
Protestó, rodó los ojos y se acabó dando por vencido. — El metro no es romántico, Hye.
— ¡Ah, ya entiendo! — junté las manos en una palmada. — ¡Quieres montártelo con Olivia en el coche!
Mi hermano se dio la vuelta y empezó a pegarse cabezazos contra la pared hasta que le pedí que parara. No supe si estaba rojo por los golpetazos o porque se había vuelto a sonrojar. Parecía cabreado conmigo, puede que con razón, así que le sonreí a modo de disculpa.
— Iremos en metro.
— Las llaves están en el mueble de la entrada, Kookie. Pasadlo bien.
Jungkook ni siquiera se despidió de mí, salió disparado hacia la puerta principal de casa apretando los labios en una mueca. Su novia, que bajó las escaleras tiempo después mucho más calmada, asomó la cabeza por la puerta de la cocina para verme y se despidió con la mano. Era una chica adorable.
— ¡Volveremos para la cena! — gritó mi hermano desde la entrada. — ¡Adiós!
Y cerró con un portazo. Me quedé sumida en un silencio sepulcral. Tan sepulcral que daba miedo. Di un brinco cuando escuché mi teléfono móvil sonar y vibrar sobre la encimera de la cocina. Maldije en alto casi sin darme cuenta y me levanté para contestar a la llamada. Tenía la esperanza de que fuera Yoongi a pesar de que sabía que no iba a contactar conmigo a no ser que estuviera muy borracho o drogado. Deslicé el ¡ pulgar sobre la pantalla para aceptar la llamada. Me llevé el teléfono a la oreja, y casi al instante, cuando escuché la voz de la doctora Kim, me dio un vuelco el corazón.
— Hola, Hyesun.
— ¿Va algo mal...?
— No, no, tranquila. — rio. Me dejé caer de nuevo en la silla, suspirando aliviada. — Siento asustarte. ¿Qué tal está Yoongi?
— Eh... Él no está ahora conmigo...
— Bueno, pero le va todo bien, ¿no?
— Sí, supongo.
— Bien, genial. — no hizo más preguntas con respecto a Yoongi, aunque tuve la sensación de que sí quería hacerlas. Fue directa al grano. — Tengo que preparar unas cuantas cosas para esta noche, ¿estás libre en este momento? Necesito a una canguro urgentemente...
Como al parecer era la única capaz de cuidar del hijo de mi jefa, no me quedó otro remedio que vestirme a toda prisa e ir corriendo a buscar al pequeño Manse al trabajo de su madre. Me pregunté cómo era capaz de llevar a un niño de cuatro años a la sala de espera de la planta de psiquiatría. Manse estaba sentado en uno de los asientos, moviendo sus piececitos de atrás a delante. Cuando me vio entrar, saltó de la silla y corrió a abrazarme las piernas.
Su madre me dijo que iría a buscarle antes de la cena, me dio la mochilita que siempre llevaba su hijo y un adelanto del dinero ''por si acaso''. Me fui con Manse de la mano después de que su madre se asegurara de que el niño estaba bien abrigado.
Se empeñó en jugar en un parque a la orilla del río. Le empujé suavemente en los columpios mientras jugábamos a adivinar animales, pero en cuanto llegaron más niños, Manse se bajó del columpio tan rápido que se trastabilló y se cayó. Tuve que agacharme para quedar a su altura y sacudir sus manitas con guantes. Manse resultó ser el niño de cuatro años de todo Seúl y se convirtió en el rey del parque en cuestión de segundos. Los bancos cercanos estaban mojados por la nieve, así que no me quedó más remedio que quedarme de pie, cruzada de brazos por culpa del frío y mirando como el vaho que se desprendía de mi boca se desvanecía despacio en el aire.
Manse dio un gritito agudo de repente. No me alarmé demasiado porque no se había caído o hecho daño; supuse que era la emoción de estar jugando con niñas de su edad -sí, era todo un casanova con sólo cuatro años-, pero echó a correr dejando a sus amiguitas detrás. Entrecerré los ojos para ver como la escena anterior del hospital se repetía, pero Manse, en vez de abrazarme a mí, se echó a las piernas de Yoongi.
El peliverde, que llevaba un gorro de punto negro y la bufanda de lana de siempre, se quedó quieto, esperando que Manse se despegara de él. Me acerqué a ellos con las manos metidas en los bolsillos de mi abrigo. Tuve que coger al niño en brazos para poder retirarlo de las piernas de Yoongi.
— ¡Vamos a jugar! — Manse agarró la mano de Yoongi y trató de tirar de él, pero no pudo. Hizo bastante fuerza. No podía ver la boca de Yoongi, pero supe que sonreía enternecido al ver cómo sus ojos oscuros se entornaban. — ¡Vamos al parque!
— Mira, es Pororo. ㅡ Yoongi señaló hacia los toboganes.
ㅡ ¿¡Dónde!?
Manse se giró sin dejar de dar la mano a Yoongi, pero echó a correr de nuevo cuando vio que una de las niñas tenía un juguete de su dibujo animado preferido, dejándonos solos.
ㅡ No esperaba verte por aquí.
ㅡ El puto apartamento está a quinientos metros de este parque, ¿cómo no ibas a verme por aquí? ㅡ bufó, aunque no parecía estar de muy mala gana. Su aparente tono de fastidio me pareció algo fingido.
ㅡ ¿Estás bi-
ㅡ Sí. ㅡ contestó rápidamente, con sequedad. Miró hacia otro lado. ㅡ Tu madre me ha llamado antes y me ha dicho que vaya mañana a comer...
ㅡ ¿En serio? ¿Vendrás? ㅡ sonreí con la esperanza de que me dijera que sí.
ㅡ No.
Fue como si me hubiera pegado un puñetazo en la cara. La sonrisa de mi rostro desapareció en cuestión de milésimas de segundo. Yoongi se retiró la bufanda de la boca con desgana, para hablar mejor, y suspiró.
ㅡ Entiendo que prefieras estar solo. ㅡ le dije. Él se encogió de hombros, sacó un paquete de tabaco del bolsillo del abrigo, su zippo algo desgastado, se llevó un cigarro a los labios y lo prendió. Hice ademán de quitarle el cigarrillo antes de que diera la primera calada, pero me contuve. Expulsó el humo por la boca, con un suspiro. ㅡ ¿Vas a tocar algún día con la orquesta? Algún concierto de año Nuevo o algo de eso...
ㅡ No lo sé. ¿Por qué lo preguntas?
ㅡ Me gustaría ir a verte.
No dijo nada. Los dos nos quedamos viendo cómo Manse correteaba de un lado a otro del parque, persiguiendo a otros niños o dando saltitos. Yoongi continuó fumando, despacio. Mi cara de decepción hizo que se pensara lo de la cena dos veces; volvió a suspirar y chasqueó la lengua.
ㅡ Está bien. Iré. Pero sólo porque me gusta la sopa de tu madre.
Volví a sonreírle. Quise plantarle un beso en la mejilla. Me acerqué a él para hacerlo, pero Yoongi se echó hacia un lado para no tener que soltarme el humo del cigarro en la cara. Se alejó disimuladamente de mí. Me quedó bastante claro que no quería un beso. Hice un puchero.
Ahogué un grito cuando vi que Manse se estampaba contra el suelo. Yoongi hizo un esfuerzo bastante grande por no reír; aún así escuché una suave carcajada. Corrí hacia el pobre niño, le levanté del suelo mientras lloraba a moco tendido y me aseguré de que no tenía heridas. Después de cantarle una canción, Manse dejó de llorar. Tuve que ayudarle a sonarse los mocos.
Cuando me volví hacia Yoongi, él ya caminaba hacia el viejo edificio de apartamentos. Manse agarró mi mano con fuerza, así que tuve que quedarme a su lado.
ㅡ ¡Yoongi! ㅡ le llamé. Fue casi como un instinto. Ni siquiera se me había pasado por la cabeza gritar su nombre. Él se giró sujetando el cigarro con los labios. ㅡ ¡Lleva flores!
Me miró extrañado. No escuché su voz, pero vi cómo un articulaba un "¿por qué?"
ㅡ Son para mi madre. Yo... ya no quiero flores.
Yoongi asintió, se dio la vuelta y continuó con su camino. Miró una última vez hacia atrás y lanzó el cigarro hacia la orilla del río.