Hold me tighter (HMT2) » Sug...

By thatsmyego

3M 283K 239K

Yoongi sigue necesitando a alguien que lo abrace fuerte. El único problema es que Hyesun ya no está para hace... More

p l a y l i s t
p r o l o g u e
u n o
d o s
t r e s
c u a t r o
c i n c o
s e i s
s i e t e
o c h o
n u e v e
d i e z
o n c e
d o c e
t r e c e
c a t o r c e
q u i n c e
d i e c i s é i s
d i e c i s i e t e
d i e c i o c h o
d i e c i n u e v e
v e i n t e
v e i n t i u n o
v e i n t i d ó s
v e i n t i t r é s
v e i n t i c u a t r o
v e i n t i c i n c o
v e i n t i s é i s (i)
v e i n t i s é i s (ii)
v e i n t i s é i s (iii)
v e i n t i s i e t e
v e i n t i o c h o
v e i n t i n u e v e
t r e i n t a
t r e i n t a y u n o (i)
t r e i n t a y u n o (ii)
t r e i n t a y u n o (iii)
t r e i n t a y d o s
t r e i n t a y t r e s
t r e i n t a y c u a t r o
t r e i n t a y c i n c o
t r e i n t a y s e i s
t r e i n t a y s i e t e
t r e i n t a y o c h o
t r e i n t a y n u e v e
c u a r e n t a y u n o
c u a r e n t a y d o s
c u a r e n t a y t r e s
c u a r e n t a y c u a t r o
c u a r e n t a y c i n c o
c u a r e n t a y s e i s
c u a r e n t a y s i e t e
c u a r e n t a y o c h o
c u a r e n t a y n u e v e
c i n c u e n t a
e p i l o g u e
I
II
III
IV

c u a r e n t a

39.3K 3.6K 3.5K
By thatsmyego

Jimin correteaba descalzo por toda la casa, ilusionado, como si acabara de llegar Papá Noel y acabara de dejar regalos para el pelinegro. Estaba emocionadísimo. Yo, en cambio, me senté en los taburetes de la cocina y me serví un café caliente. Lo bebí sorbo a sorbo, despacio, esperando a que mi teléfono móvil sonara una vez más.

Eran las siete de la mañana, casi las ocho, y tanto Jimin como yo nos habíamos enterado de que mi madre y mi hermano -con su novia, claro- estaban ya en Seúl. Jungkook había prometido llamarme en cuanto llegaran a la casa donde me crie, y Jimin y yo habíamos dicho que iríamos allí en cuanto mi móvil sonara.

Suspiré.

— Tía, ¿crees que estoy bien?

Miré a Jimin. Llevaba una camisa negra holgada, unos vaqueros ajustados del mismo color y se había peinado retirando mechones de su flequillo a los lados de su frente casi a conciencia. Asentí. — Sí, estás genial. — olfateé un poco el aire al notar un olor fuerte pero perfumado. — Jimin, no es nada formal. Son mi hermano y mi madre, no el dichoso Obama. No hace falta que te eches seis litros de colonia.

— Tú lo has dicho. Es Jungkook.

— Y su novia. — le recordé, sólo para oír cómo gritaba frustrado y reírme un rato.

Había estado lloriqueando casi toda la noche, así que aquella risilla me sentó mejor que el café cargado que tomaba para combatir el sueño.

No había recibido ninguna llamada de la doctora Kim o de Yoongi, y eso me preocupaba. Sólo quería saber si estaba bien; no tenía por qué volver al apartamento. De todas formas, Jimin le había dicho que prefería no volver a verle por allí, aunque sabía que, en el fondo, Jimin no le diría nada a Yoongi si se atrevía a volver a pisar el parqué de la casa. Jimin era demasiado bueno como para decirle que se fuera. Supuse que lo único que había pasado fue que el pelinegro había perdido los nervios por primera vez con Yoongi, y nada más.

— Vale, Hye. ¿Ahora qué tal?

Volví a girarme para ver a Jimin. Se había cambiado, y en vez de llevar una camisa, llevaba un jersey con rayas horizontales. — Es la cuarta vez que te cambias... — reí —Está bien.

Parecía satisfecho con mi insulsa opinión. — Uf, genial. No sabía qué ponerme. — me señaló. — ¿Vas a ir así?

Miré mis piernas. Todavía estaba en pijama, y la verdad, no tenía demasiadas ganas de ir hasta la habitación y buscar algo decente para reencontrarme con mi madre y mi hermano. Apenas había dormido y lo único que quería era estar en la cama el resto del día. Acabé lo poco que quedaba del café, dejé la taza sobre el mármol y me bajé del taburete de un salto, dispuesta a buscar algo de ropa y vestirme. Pero tuve que volverme lo más rápido que pude al oír mi móvil sonar y vibrar sobre la isla de cocina. Jimin, que estaba también con los cinco sentidos alerta, estiró el brazo para coger mi teléfono y responder a la llamada. Fui más rápida que él.

— Hola, ¿Hyesun? — oí al otro lado de la línea. Era una voz femenina, por tanto era obvio que no era mi hermano. Me resultaba familiar, pero no lo era tanto como la voz de mi madre.

— ¿Si? 

— Ah, soy la doctora Kim.

Apreté los dientes y miré a Jimin con algo de preocupación. Él pegó la oreja a mi mano, para intentar escuchar algo de la conversación telefónica. — ¿Ha pasado algo...?

— Sí. Digamos que Yoongi está teniendo... dificultades para distinguir lo real de lo ficticio. Tiene algunos síntomas psicóticos.— dijo. Escuché cómo tecleaba algo de nuevo. — Le hemos hecho algunas pruebas y no parece que haya consumido drogas o alcohol. Sus síntomas se están agravando bastante y hemos decidido que la mejor opción es que ingrese en el ala de psiquiatría por un tiempo.

Resumen que hice en mi cabeza: — Está alucinando. — solté.

— Sí, bueno, digamos que podemos llamarlo así. Está en el hospital; sólo tenemos que firmar su ingreso. Sólo te llamaba para informarte de la situación y para preguntarte si estás de acuerdo con su ingreso en el hospital, Hyesun. Eres la única persona que ha mencionado en todo este rato y eres quien estaba a su cargo, así que... ¿Qué te parece? Si Yoongi ingresa, — dijo, como si tratara de convencerme — su vida, ni la tuya, ni la de nadie correrá ningún riesgo. Mejorará en un par de semanas. Es por su bien. También por el tuyo. No haremos nada que no sea necesario o vaya en contra de su salud.

No había más remedio. — Bien. Qu-quiero decir, que me parece bien.

— ¿Firmo el ingreso?

— Sí. — respondí, sin titubear, sorprendiéndome de lo segura que estaba.

— Vale, perfecto. Nos mantendremos en contacto, Hyesun. — se despidió. — Si hay alguna novedad, te llamaré. Yoongi está en buenas manos. No tienes por qué preocuparte.

— ¿Podré... visitarle?

— Claro, pero tendrás que esperar un tiempo.

Suspiré. — Gracias por todo.

— A ti. — canturreó.

La doctora cortó la llamada. En cuanto me retiré el teléfono de la oreja, lo dejé sobre la encimera, me senté en el taburete otra vez y hundí la cabeza entre mis brazos. Emití un quejido agudo y desesperado. Noté cómo Jimin me daba unas palmaditas en la espalda, como si quisiera consolarme a pesar de que no sabía muy bien qué estaba pasando. Antes de que me preguntara, decidí hablar.

— Está en psiquiatría. — le expliqué — Yoongi está delirando y le han ingresado en el hospital.

— ¿E-en serio? — me preguntó Jimin, incrédulo. Paseó la mirada por todos los rincones de la cocina, entre nervioso y preocupado. — Joder, pues va a resultar que sí está loco de verdad...

Resoplé. — Ha perdido la cabeza. No va a salir de esta. Y si lo hace, no va a poder ser el mismo.

— No seas tan negativa, anda. — Jimin intentó sonreír, pero sólo consiguió hacer una mueca algo triste y desganada. — Va a ser Navidad, tu familia viene a verte y estás en la flor de la vida. ¡No te amargues!

— Pero Yoongi...

— Parece un palito, pero en realidad es alguien fuerte. — volvió a darme un par de palmadas en la espalda y se sentó a mi lado. Extendió los brazos sobre la mesa e imitó mi posición. Nos miramos. — Está con profesionales. No nos necesita.

Me dolió bastante que dijera eso. Al parecer, Jimin no sólo había perdido los nervios como sospechaba. También la paciencia y las ganas de ver a Yoongi. No protesté, simplemente me limité a suspirar con pesadez. Supuse que lo mejor era no pensar en nada relacionado con Yoongi y alegarme por poder volver a ver a mi madre y mi hermano.

— Voy a vestirme. Seguro que Kookie llama enseguida.

Fui hacia la habitación de la planta baja y dejé que Jimin se quedara con mi teléfono. De todas formas, no iba a encontrar nada fuera de lugar. No me importaba que fisgara. Con tal de que no metiera la pata y hablara a quien no debiera, me conformaba.

Cerré la puerta. Me vestí con lo más abrigado que encontré: unos pantalones de tela gruesa, una camisa de manga larga y una chaqueta de punto grueso. Hacía demasiado frío, y tenía la sensación de que mi madre me iba a regañar si no me abrigaba lo suficiente. Y lo menos que quería en aquel momento eran escuchar los chillidos de mi madre.

Cuando salí de la habitación, Jimin saltó del asiento y corrió hacia mí. Mi hermano todavía no había llamado a mi móvil como nos prometió, pero Jimin quiso irse del apartamento con antelación. Me agarró del brazo, cogió mi bufanda, me la puso alrededor del cuello, tiró de mi hacia la salida y me obligó a ponerme las botas lo más rápido posible. Al final, en menos de un minuto, estábamos fuera del apartamento, caminando con las manos en los bolsillos de nuestros respectivos abrigos en dirección a la casa donde viví toda mi infancia y adolescencia.

Hacía tiempo que no paseaba por allí. La nostalgia se apoderó de mí -y de Jimin, seguramente- y tuve que hacer un gran esfuerzo por contener las lágrimas y alguna que otra sonrisa tonta.

Vi el edificio de dos plantas a lo lejos, rodeado por un pequeño muro de ladrillo gris. Vimos un taxi desaparecer al doblar la esquina de la calle. Supuse que mi madre y mi hermano ya estaban allí. Jimin y yo observamos con detenimiento la casa, intentando adivinar si había gente o no. Mi amigo acabó cogiendo mi muñeca. Tiró de mí y me arrastró hasta la puerta. Se tomó la libertad de llamar al timbre.

Resonó por toda la casa. Escuchamos cómo alguien bajaba las escaleras corriendo, y al instante, supe que se trataba de Jungkook. Era la única persona que bajaba las escaleras así, tan deprisa, haciendo temblar hasta los cimientos.

La puerta de madera se abrió de golpe, tan bruscamente que me eché hacia atrás.

Pensé que no me sorprendería demasiado porque ya le había visto a través de Sype, pero no pude evitar ahogar un gritito cuando Jungkook apareció delante de mí. Sus facciones eran más angulosas, ya no quedaba ni rastro de esa carita de adolescente que tenía la última vez que le vi en aquella habitación del hospital. Era mucho más alto de lo que había imaginado, y al parecer había estado yendo al gimnasio regularmente.

Me eché a sus brazos enseguida. Correspondió al abrazo en cuanto rodeé su cuello con mis brazos. Me levantó del suelo.

— ¡Mírate! — exclamé, enmarcando su rostro con mis manos. — ¡Eres gigantesco! ¡Una rata mutante!

No me contestó de mala gana como solía hacer. Se rio, enseñando sus dientes perlados, volvió a estrecharme entre sus brazos y se dio cuenta de que Jimin estaba ahí.

— ¡Tíooooo! — gritaron a la vez.

No supe si también se abrazaron o hicieron uno de esos rituales que hacían dos chicos para saludarse, dándose golpes y demás; vi a mi madre intentando no llorar, apoyada sobre el marco de la puerta de la cocina, y no pude evitar caminar hacia ella con una sonrisa tímida.

— Hola, mamá.

Mi madre no me dijo nada. Nos observamos mutuamente en silencio, con la vista algo borrosa por culpa de las lágrimas. Ella parecía algo más envejecida, pero seguía teniendo la melena brillante y sedosa de siempre, la misma apariencia de mujer fuerte y el olor de su perfume favorito. Sonrió con dulzura, apretó mis mejillas frías con sus manos cálidas y empezó a darme sonoros besos en ellas.

— Mi niña, mi niña — repitió como unas quince veces mientras yo me reía. — ¡Mírate! Dios santo, Hyesun, me has hecho pasar los peores meses de mi vida, y mírate, aquí, vivita y coleando.

— Mamá... Me haces daño... — retiró sus manos de mi rostro. Me abrazó, volvió a mirarme de arriba a abajo, palmeó mi cabeza y mis hombros para saber si era de carne y hueso y suspiró con alivio.

— Ay, has crecido todavía más... ¿Estás bien? ¿Qué tal todo? Dime que no te ha pasado nada grave. ¿Qué es de...? — se quedó con la palabra en la boca. Mi madre sonrió ampliamente, abrió los brazos y fue directa a abrazar al hijo que nunca tuvo. — ¡Jimin! ¡Cuánto tiempo!

— ¡Hola, señora Jeon!

Miré la escena enternecida junto a Jungkook hasta que algo captó mi atención. Una sombra pasó a mi lado, y de no ser por mis rápidos reflejos, no hubiera reparado en la chica que estaba sobre los escalones del pasillo. Delgada, de apariencia débil y etérea, de estatura media. Me fijé en que su nariz, pequeña pero respingona, estaba salpicada de pecas, y que sus ojos eran de un color verdoso. Después de observarla, miré a Jungkook. Estaba algo abochornado. Volví a mirar a la chica. Parecía una muñequita, hecha a medida para encajar en los brazos de mi hermano.

Me colgué del cuello de Jungkook y empujé su hombro hacia abajo para que su oído quedara a la altura de mi boca. — ¿Es Olivia? — le pregunté.

— S-sí...

— ¡Mira, Jimin, es tu competidora!

El pelinegro fijó la mirada en la chica. — Ah, hola.

— Hola... — respondió ella con timidez, en coreano.

— ¡Anda, si Jungkook le ha enseñado lengua! — me reí. Me acerqué despacio a ella. Dudó un par de segundos antes de estrecharme la mano. No supe si dirigirme a ella en inglés. Al final, opté por mi lengua materna y me presenté en coreano. — Hola, soy Hyesun. La hermana de Jungkook. Encantada.

— Encantada. — respondió con frialdad.

— Ahora que estamos todos, — dijo mi madre, secándose las pocas lágrimas que había derramado — vamos a tomar algo calentito en la sala de estar. Estáis helados. Hace un frío terrible este año en Seúl. — mi madre hizo que pasara al salón, apresurada. Ni siquiera me había quitado las botas. — Por cierto, Hye, ¿qué es de Yoongi? Es raro que no haya venido contigo.

Mi madre todavía creía que estábamos bien. Vivía en su propio mundo, al parecer.

— Es una historia larga... — suspiré. — ¿Habéis traído algo de comer desde Estados Unidos? Tengo algo de hambre...

*****

Llamé a la puerta de la habitación de mi hermano y la abrí despacio. Había decidido quedarme en casa un tiempo, con mi madre y mi hermano, aprovechando que Jimin se iba a Busan para pasar las Navidades. Mi madre se empeñó en que Jimin también se quedara a cenar y dormir aquel día, pero como no había camas disponibles, tuvo que quedarse en el sofá de la sala de estar.

Jungkook estaba tirado en la cama, leyendo con interés lo que parecía ser un libro -o enciclopedia- de arte clásico. Me senté a su lado.

— ¿Desde cuando lees estos libros de arte griego? — pregunté. Se rascó la nuca. Até cabos y llegué rápidamente a una conclusión obvia: — Ah, es por ella.

— Tenían muchos libros de arte en la biblioteca de la mansión. Solíamos ir allí arriba, así que...

Sonreí. — Sois monísimos. Mis sobrinos van a ser preciosos.

— Hye, n-no adelantes acontecimientos, ¿vale?

— Vale... No me acordaba de que sólo lleváis unos cuantos días saliendo. Perdona. — terminé tumbándome a su lado, sobre las sábanas, mirando al techo. Echaba de menos estar en aquella casa tan acogedora. Me arrepentí de haber fingido mi muerte y de haberme ido a Londres por quinta vez aquella la noche. — ¿Dónde está?

— ¿Olivia? Duchándose.

Di un codazo a Kookie. — ¿Por qué no vas y te duchas con ella?

— ¡Hye!

— Lo pillo, lo pillo. — alcé las manos en sinónimo de paz.

— ¿Por qué no vas a ver a tu novio al manicomio?

Cogí la almohada que tenía bajo la cabeza y di a Jungkook con ella. — ¡Oye! Qué pasa, ¿que el aire de Estados Unidos te ha vuelto un irrespetuoso? — protesté. — ¡Dije que lo pillaba!

Había contado a mi madre que Yoongi estaba ingresado en el hospital para impedir que se agravara más la situación, pero no se lo dije a mi hermano. Supuse que se lo había contado Jimin. Volví a pegar a Jungkook, sólo por recordar viejos tiempos.

— Mamá me ha dicho que los horarios de visita son muy estrictos y que tienen que pasar un par de días para poder ir a verle. — dije, tranquila. — Tenía planeado ir mañana, pero-

— Te acompañaré.

— ¿No vas a enseñar Seúl a tu Olivia? ¿No vas a tener una cita romántica con ella?

— No te preocupes. Hay tiempo. — agitó la mano restando importancia al asunto. Jungkook miró hacia la puerta, inquieto, y se acercó a mí para que pudiera oírle. — ¿Tienes ideas para citas? — susurró. — No sé qué hacer y-y-

Me reí. — Te haré una lista de sitios a los que puedes ir con ella. Me siento inspirada. Tengo un montón de ideas.

— ¿Por... qué?

— Son todas las citas a las que no he ido con Yoongi. — me levanté de la cama, me senté en la silla con ruedas que Jungkook tenía frente a su escritorio, cogí un trozo de papel que estaba junto a algunos libros que mi hermano no se llevó de mudanza y tomé un rotulador de un cubilete de Marvel. Empecé a escribir. — Vale. Idea uno: el cine. Yoongi y yo nunca hemos estado en el cine juntos. Dos: ir a algún museo... Cocinar juntos, ir a patinar sobre hielo, ir a la playa...

Llené una hoja y media. De no ser porque Olivia llegó con el pelo mojado y en pijama a la habitación, habría seguido escribiendo ideas para citas. Después de doblar los papeles y de dejarlos un poco escondidos, dejé a la parejita a solas y me encerré en mi vieja habitación. Me sorprendió que estuviera intacta, tal y como la dejé. Hasta el uniforme del instituto seguía colgado en el armario. Me metí bajo las sábanas frías después de un largo tiempo. Me sentía cómoda a la par que... Nostálgica, algo triste por culpa de todos los recuerdos que se agolparon en mi cabeza. Tenía la sensación de que volvía a tener dieciocho años.

Intenté dormir, pero era incapaz de dejar de mirar la pantalla de mi teléfono esperando alguna llamada a las tres de la madrugada. La Hyesun de dieciocho años me poseyó el resto de la noche y, sin dejar de mirar mi móvil, esperé a que Yoongi me llamara con la esperanza de una adolescente enamorada.

*****

Mi madre se ofreció a acompañarme al hospital en cuanto amaneció. Estuvimos hablando un buen rato sobre mi relación con Yoongi. No solía desahogarme con mi madre, pero era buena con los consejos -obviamente-, así que le solté todo lo que se me pasaba por la cabeza mientras engullía unas galletas de un tamaño descomunal que había traído especialmente para mí desde Los Ángeles. Mi madre me escuchó con atención, mirándome con la empatía y compasión que identificaba a la mayoría de los Jeon. Cuando acabé, hizo una mueca.

— Mi conclusión es, cielo, — me dijo, con un tono meloso — que deberías alejarte de él si te hace daño. No tiene por qué ser ahora; de hecho me parece genial que quieras ayudarle... Pero, Hye, por mucho que le quieras, no tienes por qué sufrir por su culpa. Suga no es muy bueno demostrando sus sentimientos, y tampoco es que pueda controlarlos mucho. Tienes que entender que, a partir de ahora, hará muchas cosas sin darse cuenta y que podrá hacerte daño sin enterarse siquiera. En el fondo es un buen chico. Recuerdo que tenía muchos miedos. Pero tiene un trastorno. Cuidar de alguien como él es agotador, Hye, y... Bueno, eres mi hija. Aunque mi ética laboral me diga que tengo que salvar y curar a los pacientes, prefiero mil veces antes que tú estés más sana que él. En cuanto veas que no puedes más, aléjate de Suga.

Sonreí a modo de agradecimiento. — Gracias, mamá.

Ella me devolvió la sonrisa. La siguiente en despertarse fue Olivia, que, a pesar de estar recién levantada, seguía manteniendo su apariencia de modelo publicitaria. Mi madre habló en inglés, así que no me quedó otro remedio que hablar en el mismo idioma. Me di cuenta de que Olivia era una chica bastante tímida, como Jungkook, pero parecía ser algo más madura que él. Sus ojos verdes me resultaban hipnóticos.

Jimin y mi hermano aparecieron en la cocina casi al mismo tiempo. Mi madre nos preparó un desayuno al más puro estilo estadounidense. Me atraganté con las tortitas cuando Jimin intentó hablar con Olivia en inglés y no le salió nada más que un adorable ''hello''. Mi hermano estuvo riéndose de Jimin el resto de la mañana, imitándole.

Antes de la hora de comer, mi madre y yo fuimos al hospital tal y como habíamos planeado.

En realidad no estaba preparada para ver a Yoongi. Ni siquiera sabía si iba a poder visitarle. No me imaginaba cómo iba a estar. ¿Atado con una camisa de fuerza? ¿Sedado hasta la saciedad? ¿Dándose golpes contra una pared? Prefería no pensarlo.

Mi madre me obligó a quedarme esperando fuera del hospital. Hacía demasiado frío para sentarme en uno de los bancos que estaban en el parque cercano, así que me quedé en la acera de enfrente, casi tiritando, viendo cómo el vaho que salía de mi boca y nariz se desvanecía en el aire gélido. Miré hacia arriba, hacia las ventanas del hospital.

Entorné los ojos al ver una silueta familiar en una de las ventanas. Conté las plantas: una, dos, tres... En la décima planta, asomado a la ventana. Ahí estaba Yoongi, sacando los brazos al exterior y con el cuerpo más fuera que dentro. Abrí la boca, sorprendida. ¿Cómo narices había podido abrir la ventana? Normalmente no se podían abrir por razones de seguridad, y en la planta de psiquiatría tenían rejas para que los pacientes no se lanzaran al vacío.

Tuve la sensación de que Yoongi me había visto. Movió los brazos de un lado a otro, como si quisiera saludarme.

Al final, vi como un brazo fuerte y blanco tiraba de él hacia dentro, cogiéndole del pescuezo como si fuera un maldito gato, y cerró la ventana con un golpe.

Sí, Jimin tenía razón. Yoongi estaba loquísimo.

Continue Reading

You'll Also Like

66.6M 6.3M 118
¿Qué harías si una noche encuentras a un chico semi desnudo y cubierto de sangre en tu patio? ¿Qué harías si es atractivo, pero también es perturbad...
5.2M 469K 73
¡Hoy 13/04/18 cumplimos un año!❤? Había sido creada con un único propósito, y ese era el de ser una "acompañante", aunque todo aquel que compraba un...
57.2M 3M 26
TERCER LIBRO Jack Ross y el compromiso nunca se habían llevado bien. Cosa que, siendo sinceros, le había facilitado muchas situaciones en la vida. Si...
8M 589K 64
Ver a tu hermano mayor desnudo bailando en la bañera es traumático, pero ¿qué hay de ver como tu crush te rechaza en frente de toda la cafetería de l...