¡Eres mio! Imbécil

By Javiwiwi

26.8M 1.2M 342K

-Imbécil. -Insoportable. -Idiota. -Consentida. -¡Dejame en paz! -Admite que te encanta discutir conmigo. ... More

Antes de leer
Prólogo
Capítulo 1: Campamento
Capítulo 2: Recuerdos
Capítulo 3: Primeros problemas
Capítulo 4: Desconciertos
Capítulo 5: El juego del año
Capítulo 6: Malditas actividades
Capítulo 7: Soportándonos
Capítulo 8: Colapso
Capítulo 9: El límite
Capítulo 10: Un simple juego
Capítulo 11: Carnaval veraniego
Capítulo 12: Su árbol
Capítulo 13: Dafne
Capítulo 14: Excursión
Capítulo 15: Tentación
Capítulo 16: Feliz navidad
Capítulo 17: Territorio prohibido
Capítulo 18: Detalles
Capítulo 19: Del odio a los celos
Capítulo 20: No, definitivamente no es un juego
Capítulo 21: El veneno de Dafne
Capítulo 22: Ganaste, Bruno
Capítulo 23: Empate
Capítulo 25: Difuso
Capítulo 26: Rompe promesas
Capítulo 27: Árbol solitario
Capítulo 28: La última llamada
|01| Capítulo 29: El baile de fin de año
|02| Capítulo 30: Un chico nervioso
|03| Capítulo 31: Volver a verte
|04| Capítulo 32: Nuestro baile de fin de año
|05| Capítulo 33: Momentos incómodos
|06| Capítulo 34 - ¡Feliz cumpleaños!
|07| Capítulo 35: El lago
|08| Capítulo 36: Vistas al futuro

Capítulo 24: Destellos

504K 31.9K 8K
By Javiwiwi

Apenas pude dormir, por lo que cuando desperté sentí un fuerte dolor de cabeza y los ojos hinchados por haber estado llorando tanto tiempo la noche anterior. Apenas había podido reflexionar sobre lo que pasó, razón por la cual me senté en la cama y el primer pensamiento que se pasó por mi cabeza fue que Bruno se iría del campamento para ver a su padre y yo no me despediría de él.

Y quizá era la última vez que nos íbamos a ver.

Me saqué a Dafne de mis pensamientos y no reparé en mi aspecto cuando salí de la habitación, miré la puerta de Bruno y cuando me acerqué noté que estaba levemente abierta. La cama estaba ordenada, pero no había nada de él, sólo el aroma de su perfume. Mi corazón comenzó a latir con fuerza cuando pensé en que, tal vez, ya sería demasiado tarde.

Caminé por el pasillo y antes de poder salir, me encontré a Thomas sentado en el sofá.

—¿Dónde está Bruno? —pregunté.

—En la oficina —me contestó. —Con su hermana, haciendo un par de papeleos para irse.

—Demonios...

Corrí a cepillarme los dientes, metí mis pies en unas pantuflas y me dirigí muy rápidamente hacia la oficina de salida. Apenas llegué noté que Renato y Ethan se encontraban afuera.

—¿Y Bruno? —pregunté jadeando.

—Está dentro, firmando unas cosas.

Respiré hondo, definitivamente no podía irse sin antes darme un maldito abrazo. Que, si se iba a destruir todo, que al menos valiera la pena.

Apenas la puerta se abrió, vi a una chica muy parecida a Bruno salir de allí, y luego lo vi a él detrás con un bolso cruzado por su cuerpo. Él no notó que yo estaba ahí, pues me encontraba un poco más alejada. Vi que le dio un abrazo a Renato, luego a Ethan y respirando profundo me armé de valor para acercarme.

—Mila —lo oí.

Me observó de pies a cabeza al mismo tiempo en que noté que me veía ridícula.

—Sé que no estoy presentable... —comencé nerviosa —, pero...pero no iba a dejar que te fueras sin despedirte.

Él sonrió levemente, pero con cierta tristeza en sus ojos.

—Eres única, Mili —me cogió la mano y caminamos hasta estar un poco alejados de los demás.

—¿Volverás? —nuevamente mis ojos cristalizados.

—Volveré —asintió con seguridad —, y te prometo que cuando vuelva vamos a solucionar toda esta mierda que pasó ¿de acuerdo?

Asentí levemente, sonriendo con tristeza.

—No estés triste, ¿Sí? —se acercó a mí y me atrajo hacia su cuerpo para abrazarme.

—Es que... tengo miedo. Y... no quiero que me dejes sola justo ahora —bajé la voz.

—No podría dejarte jamás, Mila.

—Entonces prométeme que volverás aquí.

—Te lo prometo —se separó un poco de mí y acomodó un mechón de mi cabello detrás de mi oreja.

—Dios... te odio tanto —una lágrima me recorrió el rostro y él me la secó.

—Pues yo no. Yo no te odio —me sonrió, lo que me hizo sonreír a mí. —Si pudiera sacarte de aquí y llevarte conmigo, ya lo habría hecho.

—No me olvides ¿está bien? —pedí.

—No lo haré. Tú no te enamores de otro ¿está bien? —me observó directamente a los ojos.

¿Cómo podía creerse que me enamoraría de otro? Nadie tenía esos ojos grises que me encantaban.

—No lo haré.

—Y no me odies —susurró. —Por favor, Mila, no me odies.

—¿Por qué te odiaría? —pregunté con confusión.

—Porque quizá no soy lo que esperas.

Iba a responderle, pero sus labios chocaron con los míos consiguiendo que se me olvidara todo lo anterior. Se me revolcó el estómago con sus cálidos labios y no pude evitar que el sentimiento de una despedida para siempre se posara en mi corazón. De verdad se sentía como si nunca más nos fuésemos a ver. Y me dolía mucho.

Nos separamos en silencio y antes de poder hacer algo, un bus llegó, él me abrazó con fuerza, no quería separarme de su agarre, pero él fue quien marcó el espacio entre nosotros, besó mis labios una vez más, luego mi frente y se alejó de mí subiéndose al bus. Me quedé de pie mirando las ventanas del bus y de pronto sentí unos brazos sobre mis hombros, eran Ethan y Renato quienes me abrazaban mirando hacia la misma dirección que yo.

Bruno se sentó al lado de la ventana y nos sonrió con tristeza, pude notarlo. Empañó el vidrio con su aliento y dibujó un corazón. Los tres sonreímos. El motor del bus nos indicó que se pondría en marcha, pero no pude dejar de mirarlo.

«Te amo» moduló a través del vidrio mientras se alejaba de mi vista.

Mis rodillas flaquearon y sentí nuevamente la punzada en mi pecho. No era para tanto ¿verdad? Lo vería en unos días más...o al menos eso quería creer.

—Oh, vamos, Mila —oí a Ethan a mi lado —. Deja de llorar y vamos a la cabaña.

Asentí secándome la cara.

—Dentro de nada lo verás entrar nuevamente aquí —me animó Renato.

Caminamos hacia la cabaña y, al entrar, vimos que Thomas seguía en el sofá.

—¿Ya se fue? —nos preguntó.

—Sí ¿Por qué no has ido? —me adelanté.

—Odio las despedidas dramáticas, ayer me despedí de él.

Los tres sonreímos.

Nos quedamos conversando un momento en la sala, seguramente lo hacían para que yo no me siguiera sintiendo mal, pero me hicieron sonreír bastante. La verdad, sólo esperaba volver a ver a Bruno muy pronto y que todo fuera bien con su padre.

Ahora debía preocuparme de una cosa...

Dafne.


BRUNO

Haber entrado al campamento fue idea de papá, yo no tenía tantas ganas, pero cuando me contó que podría pertenecer al equipo de futbol americano, me entusiasmé. Por supuesto no esperaba conocer a Mila, menos odiarla y ahora... ahora no querer separarla de mí.

No sabía muy bien por qué estaba prometiéndole cosas que quizá no pueda cumplir... por ser un idiota impulsivo. Pero las promesas que le hice, de verdad esperaba poder cumplirlas, porque realmente la quería muchísimo.

Ludmila no hacía nada más aparte de sostener mi brazo y acariciarlo en silencio, nunca hemos sido demostrativos ni menos cariñosos entre nosotros, por lo que en lo único que podía pensar era en papá ¿Qué tan malo podía ser lo que estaba sucediéndole para que mi hermana estuviese así?

El viaje no se me hizo tan largo como pensé y seguramente fue porque no quería enfrentarme a entrar a mi casa y encontrarla vacía, pero así fue. El frío del interior de casa chocó con mi cuerpo consiguiendo que algo se revolviera en mi estómago, siempre había calidez hogareña, pero ahora no, el silencio era sepulcral y parecía como si hace años nadie viviera ahí.

—¿Dónde están todos? —pregunté mirando a mi alrededor.

—En la clínica —oí a Ludmila.

Asentí silencioso y subí las escaleras corriendo, no tuve tiempo de contemplar mi habitación otra vez, sólo lancé el bolso a la cama sin siquiera encender la luz y bajé con prisa.

—Vámonos.

—¿Qué? Recién hemos llegado, debes comer algo, Bruno —Ludmila frunció el ceño.

—Olvídalo, vámonos, quiero llegar rápido a la clínica.

—Bruno...

—¿Vas o me voy solo? —la observé con seriedad, no estaba para conversaciones prolongadas ni menos para comenzar a prepararme comida. Sólo quería llegar a la clínica para ver a papá.

—De acuerdo, vámonos —se rindió mi hermana.

El autobús que nos dejaba cerca de la clínica no tardó en pasar y cuando me bajé frente a la gran edificación lo hice con las manos sudorosas y un nudo en el estómago. Ludmila intentaba hablarme, pero yo sólo le respondía con monosílabos, no era capaz de coordinar mis pasos junto con mis palabras. No sé qué estaba diciéndome, pero la detuve haciéndole una única pregunta.

—¿Él está mejor? —mi cabeza bloqueó el momento en que Ludmila me había dicho por teléfono la gravedad de mi papá, sólo quería oír que se había mejorado en un día.

Ella sólo se quedó mirándome por un momento y negó con su cabeza en completo silencio. Y, por primera vez, sentí miedo. Ludmila habló con las personas de la recepción, le indicaron la sala en donde se encontraba papá y subimos en el ascensor también en silencio. No quería hablar con nadie, sólo verlo y asegurarme de que seguía consciente.

—¿Estás bien? —oí la voz de mi hermana cuando nos bajamos en la planta correspondiente.

—Sí. No es nada —mentí.

Doblamos por un pasillo vacío hasta que casi al final comencé a ver caras conocidas, eran mis tías: Johana y Katherine, las hermanas de papá. Ambas estaban sentadas en la sala de espera y apenas me vieron, ambas se pusieron de pie, emocionadas.

—¡Brunito! —chilló mi tía Kath al verme, se acercó a mí y me abrazó con fuerza —¿Cómo estás, mi niño?

—Bien —le sonreí sin muchas ganas.

El segundo abrazo apretado fue de mi tiene Johana, quien usualmente era un poco más seria que Kath.

—¿Cómo estuvo el viaje? —nos preguntó.

—Más corto de lo que pensé —contestó Ludmi sentándose al costado de mis tías.

—¿Dónde está papá? —las interrumpí.

Las tres se quedaron mirándome, casi pidiéndose permiso para poder emitir una palabra, pero la que se adelantó para hablar fue la tía Kath.

—Está adentro —indicó la sala que teníamos al frente —. Te estaba esperando.

—¿Puedo entrar?

Kath asintió con una sonrisa triste.

No quería reconocerlo, pero toda la situación parecía una película de terror. Los pasos que daba para avanzar eran cada vez peores. Cogí una gran bocanada de aire y puse mi mano en el picaporte, luego lo giré y me armé de valentía para poder entrar. Empujé la puerta y luego la cerré a mi espalda.

—Bruno... —oí la voz de papá.

Algo se encendió en mi pecho, su voz era grave y cansada.

—Papá —me acerqué lentamente a él.

Estaba tendido en la camilla, con la mascara de oxígeno puesta y un brazo con agujas pasándole medicamentos. Una maquina del costado le tomaba las pulsaciones por lo que estaba sonando constantemente. Me tragué el nudo de la garganta cuando vi su expresión exhausta y las grandes bolsas negras debajo de sus ojos.

—¿Cómo estás? Pensé que no llegarías nunca —me sonrió, su tono de voz no era parecido al que estaba acostumbrado.

—Estoy bien... —contesté acercándome completamente a la camilla, lo miré un momento y ya no aguanté —Dime... ¿cómo pasó esto? ¿Qué diablos ocurrió?

Arrastré la única silla que ahí había y la acerqué a la camilla, me senté y apoyé mis codos en ella.

—Tarde o temprano pasaría... —contestó observándome —Estoy viejo y...se me está acabando el tiempo, Bruno.

—No digas eso, papá. Vas a mejorarte y no me dejarás solo ¿de acuerdo?

—Es lo que más quiero, Bruno —bajó la voz —, pero me temo que no será posible...

Respiré hondo, conteniéndome.

—Sólo esperaba por ti, hijo —confesó y algo se me quebró dentro.

—Saldrás de aquí.

—¿Te quedarás?

—Me quedaré aquí hasta que estés mejor, te den el alta y estés nuevamente en casa. No te dejaré solo.

Él sonrió con tristeza, buscó mi mano y me la sostuvo.

—Me temo que no volveré, hijo.

—Lo harás, viejo, sí que lo harás —le sonreí apretándole un poco la mano, queriendo creer en mis propias palabras.

Miré a mi alrededor un momento, la sala en la que estaba era de un blanco sucio, piso de cerámica y una gran ventana frente a la camilla. Había una televisión, pero estaba apagada, una mesita con una botella con agua y un baño para él.

Me sentía mal... me sentía mal sobre todo por no haber estado con él cuando ocurrió algo como esto y que ahora estuviera ahí... en una fría sala de hospital.

—Cuéntame hijo... ya que no puedo hablar tanto...dime qué tal todo en el campamento.

Sabía que si le contaba, dentro de una o dos horas ya no lo recordaría, pero eso no me preocupaba ahora. Quería hacerlo sentir mejor o que se aburriera de escucharme. Y aunque me cansara, iba a repetirle la historia una y mil veces con el fin de que estuviera feliz.

—Todo con el equipo de futbol ha estado muy bien —comencé y él sonrió levemente —Hemos ganado todos los juegos y... y vamos bien, pero el próximo año seguramente tendrán que buscar otro capitán, no creo que regrese.

—De seguro las mejores universidades de deportes estarán interesadas en ti.

—Eso espero... —sonreí levemente. Guardé silencio un momento y respiré hondo antes de continuar —He conocido a una chica, papá... bueno, ya nos conocíamos, pero nos llevábamos muy mal. Ahora no... su nombre es Mila.

Y así fue cómo continué contándole toda la historia que tenía con Mila. A decir verdad, nunca he sido de los que tiene una relación amistosa con su padre, lo único que siempre hablábamos era de futbol americano, pero esta vez se sintió bien estar hablándole de cómo me sentía respecto a Mila. Respecto a estar enamorado de ella.

Él me escuchaba con atención y a ratos se reía de las anécdotas que le contaba. Le causaba risa la personalidad que Mila tenía.

Apenas terminé de contarle oí que respiró profundo, alcé la vista y noté que se había quedado dormido escuchándome. Sólo me armé de valor y asumí que luego de despertar seguramente ni siquiera recordaba que yo había llegado a verlo.

Lo observé dormir un largo rato sujetándole la mano, pidiéndole a lo que fuera que dejara pasar esta vez, que la próxima lo cuidaría mejor y que no iba a llegar al hospital. El silencio fue interrumpido por la puerta que se abrió a mi espalda, me giré levemente y vi a Ludmila entrar con una leve sonrisa.

—¿Todo bien? —me preguntó. Se sentó a mi lado.

—No —contesté.

—¿Qué te preocupa, Bruno? Todo va a estar bien... sólo debes estar tranquilo.

Boté todo el aire de mis pulmones intentando que mis pensamientos fueran positivos, no quería que el miedo que sentía me cegara y sólo me hiciera pensar en el terror de quedarme solo.

—Iré a comer algo —avisé, me puse de pie y ella se adelantó.

—¿Te acompaño?

—No... iré sólo.

Bajé en el ascensor hasta la primera planta en busca de la cafetería, compré un sándwich, un café y me senté en la primera mesa que encontré vacía. No tenía apetito, por lo que muy lentamente comencé a comer.

De pronto, mi móvil comenzó a sonar en mi pantalón, lo cogí y miré la pantalla: Número desconocido.

—¿Hola? —contesté, usualmente contestaba todos los llamados, conocidos y desconocidos.

—Hola —oí su voz, tragué un pedazo del sándwich muy rápido —Soy Mila.

—Mila —mi corazón se aceleró y sólo sonreí como idiota —¿Cómo estás?

—¿Cómo estás tú? Para eso llamaba... —la oí —Quería saber cómo iba todo ahí afuera.

—Mmm... no tan bien como esperaba —contesté. —Mi padre sigue internado y... él cree que no mejorará.

Oí que respiró profundo.

—Lo lamento mucho, Bruno. Me gustaría estar contigo en este momento.

—A mi también me gustaría que estuvieras aquí, créeme —confesé.

—Bruno... debes pedirle perdón una vez más.

—¿Cómo? —fruncí el ceño, confundido.

—Ya sabes, Bruno, de todo lo que hemos hablado acerca de él y su conflicto. Si debe escuchar algo de ti por última vez, que sea una disculpa y que estás orgulloso de él.

El nudo se posó en mi garganta.

—No quiero... no quiero pensar que pasará algo más grave, Mila. Quiero ser positivo.

—Lo sé, es sólo... sólo quiero que no te quedes con nada guardado.

—Gracias —la voz se me quebró.

El silencio se posó entre nosotros.

—Te extraño, Bruno.

—Yo también a ti Mili mi amor —sonreí, pude oír su sonrisa a través del teléfono —Realmente eres la única persona que necesito aquí.

—Pronto volveremos a vernos, te aseguro que todo va a ir bien.

—Si... —me quedé pensativo un momento, miré el sándwich a medio comer y respiré profundo —Bueno... creo que debo ir a ver a papá, quizá haya despertado.

—De acuerdo, te mando un abrazo.

—Gracias, Mili. Adiós.

—Adiós —esta vez su voz fue baja y a los dos segundos, colgamos.

Me quedé mirando la pantalla del móvil por un momento pensando en la voz de aquella chica que me hace sentir un revoltijo de emociones. Registré su número de teléfono y me dirigí al ascensor sólo con el café en la mano. Marqué la planta en la que estaba papá y apenas me acerqué a mis tías, vi que Ludmila me llamaba con rapidez.

—¡Aquí estás! Papá está loco por verte.

—¿Qué? ¿Por qué? —arrugué las cejas y ella se encogió de hombros observándome igual de desconcertada que yo.

De inmediato pensé en la posibilidad de que papá ya no recordaba que yo había estado con él y quería verme luego de haber estado en el campamento. Apenas empujé la puerta de la habitación, los ojos de papá se quedaron en los míos.

—Bruno, ahí estás... —me sonrió con cansancio.

Prepárate, Bruno.

—Si, papá... aquí estoy —le sonreí o eso quise hacer.

—¿Dónde estabas?

—En la cafetería.

Ya había pasado más de una hora desde haber estado con él, prácticamente era imposible que recordara que yo ya estuve ahí.

—Ven, acércate —me pidió con su voz cansada.

Y eso fue lo que hice.

—Me quedé dormido, no pude darte mi opinión sobre Mila —soltó con sencillez. Abrí mis ojos con sorpresa, me quedé mirándolo y pestañeé un par de veces para asegurarme de que estaba despierto y no era un sueño.

¿Él había recordado?


***

¡Feliz inicio de semana! ¿Cómo están? Yo mucho mejor, gracias por sus mensajes bonitos, el covid no pudo conmigo jeje.

No olviden votar y comentar <3

BESOPOS

XOXOXO

Continue Reading

You'll Also Like

620K 26.8K 46
¿Como algo que era incorrecto, algo que estaba mal podía sentirse tan bien? sabíamos que era un error, pero no podíamos estar sin el otro, no podíamo...
37.4K 2.9K 11
Hazel, una chica que es famosa en la escuela por agarrar a patadas a todos y ser muy extrovertida y Noah, la chica mas popular de toda la escuela, a...
102K 24.3K 46
Se paró frente a una máscara blanca sólo con el orificio de los ojos, llamó su atención bastante, la levantó con curiosidad pensando, no tenía un ori...
40K 1.4K 37
Dogday el lider de los Smiling critters va a empezar a desarrollar sentimientos por su mejor amigo Catnap donde este no va a estar enterado de nada y...