¡Eres mio! Imbécil

By Javiwiwi

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-Imbécil. -Insoportable. -Idiota. -Consentida. -¡Dejame en paz! -Admite que te encanta discutir conmigo. ... More

Antes de leer
Prólogo
Capítulo 1: Campamento
Capítulo 2: Recuerdos
Capítulo 3: Primeros problemas
Capítulo 4: Desconciertos
Capítulo 5: El juego del año
Capítulo 6: Malditas actividades
Capítulo 7: Soportándonos
Capítulo 8: Colapso
Capítulo 9: El límite
Capítulo 10: Un simple juego
Capítulo 11: Carnaval veraniego
Capítulo 12: Su árbol
Capítulo 13: Dafne
Capítulo 14: Excursión
Capítulo 15: Tentación
Capítulo 16: Feliz navidad
Capítulo 18: Detalles
Capítulo 19: Del odio a los celos
Capítulo 20: No, definitivamente no es un juego
Capítulo 21: El veneno de Dafne
Capítulo 22: Ganaste, Bruno
Capítulo 23: Empate
Capítulo 24: Destellos
Capítulo 25: Difuso
Capítulo 26: Rompe promesas
Capítulo 27: Árbol solitario
Capítulo 28: La última llamada
|01| Capítulo 29: El baile de fin de año
|02| Capítulo 30: Un chico nervioso
|03| Capítulo 31: Volver a verte
|04| Capítulo 32: Nuestro baile de fin de año
|05| Capítulo 33: Momentos incómodos
|06| Capítulo 34 - ¡Feliz cumpleaños!
|07| Capítulo 35: El lago
|08| Capítulo 36: Vistas al futuro

Capítulo 17: Territorio prohibido

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By Javiwiwi

Advertencia de contenido explícito para que no me cancelen

***

La semana pasó mucho más rápido de lo que imaginé entre actividades, piscina, cenas al aire libre, picnics y partidos de fútbol americano y por algún motivo también partidos de básquet. Resulta que en poco tiempo ya estaba entablando una amistad con Julián que, por supuesto no vi venir, se sentaba junto a mí cuando me veía a solas en el comedor o yo me acercaba a él cuando lo veía descansando luego de un entrenamiento.

Era una amistad sana, hasta el momento, y de verdad esperaba que continuara así. Pero no todo podía ser color de rosas, ya que mi acercamiento con Julián trajo repercusiones en el orgulloso de Bruno. Se había estado comportando de forma extraña conmigo y estaba segura de que es porque me ha visto en distintas ocasiones con Julián. No entiendo muy bien su cambio de actitud, si al final, lo nuestro sólo era un juego.

—¡Al fin termina el año! —gritó Ethan consiguiendo que todos nos sobresaltáramos.

Eran las siete de la tarde y el calor que hacía no era normal, de hecho, todos nos encontrábamos con el traje de baños puesto, pero la piscina estaba cerrada, ya que solían prepararla para la celebración de la noche.

Año nuevo era una de esas celebraciones en las que ninguno se arreglaba mucho, ya que terminabas en la piscina de alguna u otra manera y no servía para nada si te hacías un bonito peinado o te maquillabas.

Las horas pasaron rápidamente y no alcancé a mirar el reloj cuando el altoparlante se encendió y una campista nos pidió dirigirnos al comedor en donde sería la cena. Al igual que en navidad, las conversaciones, risas y bromas silenciaron la música de ambiente, pero cuando acabó la cena, rápidamente nos dirigieron hacia el patio central del campamento, en donde todo estaba decorado. Nos pasaron gorros divertidos, gafas, collares de colores mientras la música cada vez era más fuerte. Todo el lugar estaba repleto y yo me quedé cerca de mis amigos antes de que pudieran aplastarme.

De pronto, un sonido ensordecedor me sobresaltó, eso sólo significaba una cosa: La cuenta regresiva. Los gritos de alegría se hicieron presentes mientras a coro contaban:

Diez, nueve, ocho, siete, seis, cinco, cuatro, tres, dos, uno... ¡Feliz año nuevo!

La música a todo volumen junto a las risas y gritos de las personas terminó por desorientarme un poco y me quedé en medio de todos mientras veía que se abrazaban unos con otros. Intenté visualizar a alguien conocido, pero nadie apareció en mi vista, hasta que sentí un perfume conocido y luego unos brazos rodeándome por detrás. Me giré para verlo y choqué con los ojos grises de Bruno.

Su sonrisa me hizo sonreír a mí y sin pensármelo tanto, lo abracé con fuerza. Él me apegó aún más a su cuerpo y me levantó del suelo haciéndome girar, luego nos separamos y nos quedamos mirando fijamente, se relamió los labios y cuando noté que se acercaba lentamente a mí, alguien me separó de él... Mi queridísima amiga... Valery.

Debo confesar que abracé a casi todo el maldito campamento, ya me dolían los brazos y las mejillas por tanto sonreír. Pensé que ya había terminado mi travesía de abrazar personas, pero oí que alguien me llamó y cuando me giré vi a Julián detrás de mí.

—Julián —le sonreí.

Él extendió sus brazos y luego me abrazó con fuerza. Había pocos abrazos que de verdad había sentido como sinceros, pero el suyo me dejó queriendo un poco más. Me sonrió separándose de mí y me miró a los ojos deseándome lo mejor, que tuviera un gran año y que esperaba seguir teniendo una amistad conmigo durante lo que quedaba de campamento "Y quién sabe si afuera" agregó.

Su discurso de año nuevo fue interrumpido por los fuegos artificiales que se iluminaron en el cielo, él se quedó junto a mí contemplando todos los colores que se dibujaban y por un momento pensé en Bruno... en que quizá sería mucho mejor tenerlo a él a mi lado.

Dios... ¿qué estoy diciendo?

BRUNO

Mientras los fuegos artificiales llenaban todos los espacios del oscuro cielo, caminé por entre las personas con un solo objetivo... encontrarla.

La vi de pie mirando hacia el cielo con Julián a su lado mientras sonreían. Se me tensó la mandíbula, ya no era agradable —en realidad nunca lo fue— ver a Julián todo el tiempo con ella, no era agradable que le sonriera tan de cerca ni que se quedara viéndola por tanto tiempo. No me sentía bien... y yo nunca había sido celoso o inseguro, pero ¿Y si la alejaba de mí? Bastante nos costó acercarnos.

Igualmente llegué a su lado y Julián me sonrió alegre dándome un abrazo, pero no pude fingir que me caía súper bien. Mila se dio cuenta de mi frialdad con él, pero no me importó en absoluto. Me quedé al otro costado de ella y la observé de reojo.

—¿Podemos hablar?

—Estamos mirando los fuegos artificiales.

—Los puedes ver conmigo —bajé la voz, encogiéndome de hombros.

Ella sonrió comprendiendo mis palabras y cedió ante mis celos infantiles, vi que le dijo a Julián que más tarde podían encontrarse y caminó junto a mí hasta alejarnos un poco de la multitud.

Me sonrió en cuanto estuvo de pie a mi lado y sentí que todas mis inseguridades desaparecieron, sintiéndome tranquilo. La abracé desde atrás y ella me lo permitió, apoyé mi mentón en su cabeza y ella se apoyó en mi pecho, luego me cogió de las manos que las tenía en su cintura.

¿Era normal que me gustara tenerla así de cerca?

Debo confesar que miré a Mila más que a los fuegos artificiales y cuando acabaron, fingí observar el cielo por única vez.

Ella se giró a mirarme.

—¿Celoso?

Me encogí de hombros.

—Nah.

Ella sólo se rio de mí y su sonrisa sólo me contrajo el estómago. Las ganas que tenía de acercarla a mí y besarla no eran saludables.

—Debemos hacer una promesa para este año —aseguró. —Sin rencores, este año será bueno para nosotros —me prometió.

—Es una gran promesa.

—Lo es —alzó el dedo meñique y yo la observé.

—No me dejarás solo ni aunque te lo pida —agarré su dedo con el mío.

—Tú tampoco a mí —bajó la voz.

Nos quedamos mirando con complicidad y sonreímos a la misma vez.

***

Una semana después

—Mila, despierta —le toqué el hombro y la moví suavemente.

Ella se asustó y despertó de golpe.

—¿Qué ocurre? ¿Qué hora es?

—No pasa nada —dije rápidamente y me senté en su cama. —Son las tres.

—¡¿De la tarde?! —exclamó y yo la hice callar.

—De la madrugada, Mila.

Frunció el ceño con exageración.

—¿Qué haces aquí? —se enredó entre sus sábanas.

—Ir al árbol.

—¿A esta hora?

—Sí... ¿me acompañas? —le pregunté. —Me sirve para dejar de pensar un poco... No puedo dormir.

—¿Qué ocurre?

—Sólo... pensamientos malos —confesé —¿Vamos? Te cuento allí.

Ella resopló.

—¿No puede ser en el día?

—Eres una pésima amiga.

—De acuerdo —gruñó con molestia levantándose de la cama —Si ni siquiera somos amigos —refunfuñó mientras se colocaba ropa cómoda.

Se colocó una camiseta gigantesca, un pantalón de chándal y unas zapatillas que, según ella, la ayudarían a escalar el árbol. Siempre lo escalaba mal, así que...

—Esta vez iré preparada —dijo con mucha seguridad sacándole una frazada a la cama y yo la seguí cogiendo una almohada.

Hicimos el mismo recorrido de aquella vez, pero esta vez tuvimos que eludir a algunos guardias de turno.

Las zapatillas creo que le dieron resultado, pues subió mucho más rápido el árbol. Al estar arriba coloqué la almohada para ambos, no tenía frío, pero Mila insistió en poner la frazada cubriéndonos. Era pleno verano, pero ella creía que estábamos a -2°C.

—Bueno, amigo Bruno... ¿Ahora me contarás el motivo por el cual me has despertado a las tres de la madrugada para venir aquí?

—Sólo quería salir de la cabaña.

—¿Justo en la madrugada?

—Sí. A veces es bueno salir a respirar.

—A las tres de la madrugada.

—Sí, justo a esa hora.

Ella solo soltó una carcajada que me hizo sonreír.

—No evitarás el tema... ¿Qué ocurre con esos "pensamientos malos"?

—Nada —contesté más seco de lo que quise —. He estado pensando en papá y... y nada, me he dado cuenta de que quizá nada vuelva a ser como antes. Me abruma perder el control de las cosas y con él... con él todo está fuera de control.

Se apoyó levemente en mi hombro.

—Todo estará bien, Bruno —susurró. —Tener el control de las cosas es un martirio ¿no?

—Sí...

—A veces sólo debemos dejar que las cosas pasen... que fluyan y ya.

Le sonreí. Tenía razón.

Conversamos un poco más acerca de la escuela en la que iba, me contó que tenía dos amigos muy distintos a los chicos del campamento y que le iba relativamente bien, aunque detestaba matemáticas. Le conté que lo único bueno que hacía era hacer deportes y saber muchas cosas de biología y química.

Era muy fácil hablar con Mila y nunca lo imaginé, nunca imaginé que la persona que más detestaba podía convertirse en alguien tan cercana a mi vida.

De pronto, ella se quedó callada mucho rato luego de una pregunta que hice y cuando la observé noté que tenía los ojos cerrados y respiraba profundamente, dormida. La apegué más a mi cuerpo y ella inconscientemente se acomodó junto a mí, cerré los ojos dando un gran suspiro y me dormí.

MILA

Me pesaban los parpados cuando desperté esa mañana, el ruido del exterior me dio a entender que había sido real lo de anoche, de verdad habíamos pasado la noche en la casita del árbol. Recién amanecía y tenía muchísimo sueño, quise seguir acurrucada en Bruno un momento más, pero no quería correr el mismo riesgo de la vez pasada, así que lentamente comencé a moverme.

—Bruno... despierta... —susurré.

Poco a poco abrió los ojos y frunció el ceño cuando me vio, pestañeó un par de veces aclarando su vista y me sonrió con un ojo cerrado.

—Debemos volver a la cabaña.

—¿Qué? No, sigue durmiendo. Todavía es de noche.

—¿Y si entrenan?

—No. Le pregunté a Fred si entrenaríamos hoy y dijo que no.

—¿Seguro?

—Segurísimo.

—Pero...

—Duerme.

—No puedo seguir durmiendo, ya desperté.

Él resopló.

—Entonces déjame dormir —bostezó y cerró los ojos.

Me separé de él lentamente y me puse de pie, caminé por alrededor de la plataforma de madera estirando mis piernas y luego me senté a la orilla mirando las grandes montañas a través de los árboles.

—Mila.

—¿Qué?

—Ven aquí —me pidió con el ceño fruncido.

Caminé hacia él y me senté a su lado, él me cubrió con la frazada.

—Hace frío, cúbrete.

—Estamos en pleno verano.

—Eso no lo decías anoche cuando yo no quería cubrirme —contestó.

Yo me reí.

Tenía razón.

Se sentó a mi lado y bostezó otra vez, pero que sueño tan pesado tenía este chico.

Nos mantuvimos en silencio por un momento mirando hacia el horizonte, hasta que luego de unos segundos Bruno se aburrió —sí, porque era como un niño chiquito— y se colocó boca abajo en el suelo y la cabeza apoyada en la almohada, apenas hizo esto cerró los ojos.

Que perezoso...

Una idea rápida se cruzó en mi cabeza y dos minutos después yo estaba sobre él, también boca abajo, mi pecho estaba pegado a su espalda.

—No duermas —dije apegada a su oreja.

Él se estremeció y luego sonrió abriendo sólo un ojo.

—Me asfixias —bromeó.

—¿A dónde tan romántico?

Él movió sus cejas de arriba abajo y yo sólo me reí, pero no me moví ningún centímetro.

—¿Sabes? Nunca pensé que estaríamos así.

—¿Así cómo? —pregunté.

—Llevándonos bien... pensé que íbamos a odiarnos para siempre.

—Yo también.

—Eras desagradable —bromeó.

Entrecerré los ojos y él soltó una risa girándose, consiguiendo que quedáramos frente a frente.

—Tu no sólo eras desagradable, lo sigues siendo —reclamé.

Pero él sólo sonrió y me abrazó con fuerza, dejándome sin respiración por un momento.

Nos sonreímos al mismo tiempo y no pude evitar mirar sus labios. Su sonrisa descarada con sus malditos hoyuelos estaba ahí y tragué duro cuando sentí un vuelco en el estómago.

¿Por qué era tan atractivo? Es más... ya no sólo me parecía atractivo por su físico, sino porque había descubierto en Bruno una persona distinta a las que acostumbraba. El verdadero Bruno era un chico sonriente pese a sus problemas, muy bromista, un descarado que usa sólo el doble sentido y, de verdad, no sé qué estaba sucediéndome. Lo único que tengo claro es que no quiero alejarme de él... no ahora que nos teníamos tanta confianza.

Él me acarició el cabello por un momento y luego apartó un mechón detrás de mi oreja, su mano se apoyó suavemente en mi cuello y con sus dedos dibujó el recorrido hasta mi boca. Me rozó los labios consiguiendo que los vellos de mi cuerpo se erizaran y luego lentamente se acercó a mí, besándome.

Al principio fue un beso tímido, pero luego de sólo unos segundos se intensificó y ya era un beso intenso y apasionado. No podía negar cuánto me gustaba la forma en que me besaba, en que se metía en mi piel como si la conociera de memoria y también cómo me hacía sentir. Apoyé mis manos en sus hombros con timidez, estaba tenso, tanto como yo.

Un movimiento ágil me dejó sentada sobre él mientras que él también estaba sentado, sólo que debajo de mí. Sus manos acariciaron mi espalda por encima de la camiseta, luego bajaron lentamente y las apoyó al borde de mi trasero. Ahogué un suspiro cuando me dio un empujón hacia su cuerpo y sentí su dureza justo por encima de mi pantalón.

Por mucho que yo estuviera tímidamente tocándolo, él no dudaba ningún segundo, lo que me hacía pensar que ya había hecho una cosa así antes. Yo no. No tenía idea en donde terminaría este grupo de sensaciones abrumadoras.

Un minuto más tarde la frazada nos estorbó y la sudadera que llevaba encima también. Sentía todo mi cuerpo arder, pero un ardor placentero, uno que no me dejaba detenerme. Me dolía entremedio de las piernas y cada beso que depositaba Bruno sobre mis labios o mi cuello, me dejaban sin respiración.

Sus labios bajaron por mi mandíbula hasta mi cuello y apegó su pantalón a mi entrepierna causando fricción, consiguiendo un indefinido placer por encima de nuestra ropa. Lo vi quitarse la camiseta con agilidad porque la temperatura ya estaba aumentando más que las otras veces. Su torso desnudo me dejó petrificada un segundo y cuando me ayudó a sacarme la mía, él se quedó pestañeando, sonriente.

—Bruno... —susurré apoyada en su boca.

—¿Mmh? —preguntó mientras seguía besándome.

Me separé un poco más de él.

—Confío en que no le dirás nada a nadie.

—No juego con el territorio prohibido —continuó.

Y siguió besándome.

Me atreví a tocarlo cuando su fricción estaba acabando con mi estabilidad, estaba encima de mí todavía con el pantalón puesto, por lo que enganché mis dedos en su broche y lo quité. Él sonrió sobre mi cuello y yo deslicé hacia abajo, él no dudó cuando me ayudó a quedar sólo con el bóxer puesto. Tampoco se quedó atrás cuando deslizó mi pantalón por mis piernas y sólo nos quedamos en ropa interior frente a frente.

Dios... ¿qué estaba haciendo y por qué no podía detenerme?

Me acarició con una de sus manos desde el cuello, luego bajó por entre mis pechos y me recorrió el estómago, y cuando llegó al borde de mi calzón, me tensé un poco, pero no lo detuve. Me observó a los ojos en todo momento y lentamente deslizó sus dedos hasta encontrarse con mi feminidad. Me recorrió un momento, descubriéndome y yo arqueé mi espalda cuando encontró el punto sensible. Sus movimientos fueron suaves al comienzo mientras mis jadeos eran cada vez más fuertes.

Es que nunca nadie me había tocado. Sólo yo. Nunca un chico, ni una chica, claro. Y se sintió muy diferente a cómo me lo hacía yo misma.

Su dedo medio estaba jugando conmigo mientras con su boca me besaba el lóbulo de la oreja, luego acercó su boca a mi oído y me besó suavemente mientras introducía uno de sus dedos en mí.

—Mila...—susurró.

Ya no podía respirar con normalidad.

Y me penetró con sus dedos con más fuerza, una fuerza que me gustó tanto que un gemido salió de mi garganta, creo que necesitaba mucho... mucho más de él. Y no le costó darse cuenta, pues decidió utilizar dos dedos esta vez consiguiendo que ya, de verdad, no pudiese parar de besarlo con descoordinación.

—Bruno... —susurré en su boca.

Y él seguía, seguía con sus movimientos de arriba abajo.

—Dime.

—Nunca... yo nunca... —jadeé —Que yo nunca he hecho esto.

Él sonrió.

—Mejor todavía.

Sus movimientos y el calor de su cuerpo apegado al mío estaban volviéndome loca.

—Ya detente y ven —pedí desesperada, lo cogí de las caderas y él me detuvo.

—No puedo. No ahora.

—¿Qué? —fruncí el ceño.

—No vine preparado.

—Pero...

—Que no sabía que llegaríamos tan lejos.

—Dios... —resoplé.

Pero él no se vio para nada molesto, iba acomodarme para que no continuáramos, pero él me dejó donde estaba al posar una de sus manos en mi cadera.

—¿Qué haces? —bajé la voz.

—Que no haya venido preparado no quiere decir que tú no puedas pasártelo bien.

—Bruno... —reí.

Se puso sobre mí y me besó otra vez, atrapó mis muñecas con sus manos y comenzó a besarme el cuello, la mandíbula y bajó a mis hombros. Su entrepierna estaba pegada a la mía, por lo que podía sentir lo duro que estaba. Tragué con fuerza cuando su boca bajó beso a beso por mi pecho, luego me desabrochó el brasier y me sentí completamente desnuda, pero no me interesó, no me interesó porque él seguía entregándome un indefinido placer y confianza.

Me besó el estómago y cuando acercó su boca al borde de mi calzón, lo detuve, negando con la cabeza.

—¿No? —elevó una ceja, perverso.

—Es que...

—Déjame hacer que te lo pases bien ¿Sí?

—Es que nunca...

Su encogimiento de hombros me dejó callada.

—Si algo te incomoda, me lo dices —agarró el borde de mi calzón con sus dientes y sonrió, luego me los quitó y yo me quedé helada cuando sus ojos grises me recorrieron como un león —Y si te gusta, gritas mi nombre.

Puto descarado.

—Relájate y abre las piernas para mí, Mili mi amor.

Intenté relajarme, pero claro que no pude hacerlo, pues tenía su cara entre mis piernas y tres segundos después sentí su lengua húmeda sobre mi zona más sensible y expuesta. Al principio sólo me moví hacia atrás, pero cuando me cogió de las piernas y me empujó hacia él con seguridad entendí que sí quería hacerlo.

El movimiento de su lengua era profundo, de un lado a otro y yo arqueé mi espalda cuando comencé a sentir un placer que jamás pensé sentir. Mis jadeos ya no eran suaves, eran fuertes y él parecía disfrutarlos todavía más, pues continuaba inspirado. Me besó entre las piernas y luego con su lengua puesta sobre mi zona más sensible introdujo dos dedos y los movió con rapidez.

Me dolía la cabeza, todo me dolía del placer. Iba a venirme más rápido que nunca.

—Bruno... —jadeé.

Él continuó, concentrado.

Y no pude más.

Solté todo el aire que tenía en mis pulmones y arqueé mi espalda cuando las palpitaciones de mi entrepierna se hicieron presentes, gemí mientras sus dedos seguían enterrados en mi interior. Dios.

¿Qué era este dolor de cabeza placentero? Me temblaban las piernas.

Lo observé a los ojos y él sólo me sonrió, se relamió los labios y luego se acercó a mí con diversión en las pupilas.

—¿Qué me hiciste? —cerré los ojos y él me cubrió con la frazada hasta los pechos. Me acarició el brazo un momento.

—¿Qué me has hecho tú a mí? —preguntó —La próxima vez no perdonaré esto, Mili. Sólo te follaré en mi habitación hasta que grites tan fuerte mi nombre que Dafne se nos lanzará encima.

—¡Bruno! —me reí golpeándolo levemente.

Si seguía así... podía hacérmelo en donde se le diera la maldita gana.


***

Así las quería pillar puercas MUAHAHA

Para las que están #Releyendo: En la versión anterior, sé que esto no sucedía así, pero me causaba muchísimo conflicto que su primera vez fuera en el árbol y que *mágicamente* Bruno tuviera preservativos. Me parecía demasiado planeado y realmente no me gusta cuando sólo UNA persona de la relación "planea" que suceda algo así, me parece demasiado feo que la otra persona piense que es "especial" cuando en realidad todo fue planeado.

Además, aún queda Mila y Bruno spicy para rato JAJAJA *inserte cara de diablito* 

So... espero que esta versión esté a la altura de las maravillosas lectoras que tengo <3.

BESOPOS

XOXOXO



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