¡Eres mio! Imbécil

By Javiwiwi

26.8M 1.2M 343K

-Imbécil. -Insoportable. -Idiota. -Consentida. -¡Dejame en paz! -Admite que te encanta discutir conmigo. ... More

Antes de leer
Prólogo
Capítulo 1: Campamento
Capítulo 2: Recuerdos
Capítulo 3: Primeros problemas
Capítulo 4: Desconciertos
Capítulo 5: El juego del año
Capítulo 6: Malditas actividades
Capítulo 7: Soportándonos
Capítulo 8: Colapso
Capítulo 9: El límite
Capítulo 10: Un simple juego
Capítulo 11: Carnaval veraniego
Capítulo 12: Su árbol
Capítulo 13: Dafne
Capítulo 15: Tentación
Capítulo 16: Feliz navidad
Capítulo 17: Territorio prohibido
Capítulo 18: Detalles
Capítulo 19: Del odio a los celos
Capítulo 20: No, definitivamente no es un juego
Capítulo 21: El veneno de Dafne
Capítulo 22: Ganaste, Bruno
Capítulo 23: Empate
Capítulo 24: Destellos
Capítulo 25: Difuso
Capítulo 26: Rompe promesas
Capítulo 27: Árbol solitario
Capítulo 28: La última llamada
|01| Capítulo 29: El baile de fin de año
|02| Capítulo 30: Un chico nervioso
|03| Capítulo 31: Volver a verte
|04| Capítulo 32: Nuestro baile de fin de año
|05| Capítulo 33: Momentos incómodos
|06| Capítulo 34 - ¡Feliz cumpleaños!
|07| Capítulo 35: El lago
|08| Capítulo 36: Vistas al futuro

Capítulo 14: Excursión

497K 32.9K 6.7K
By Javiwiwi

Apenas entré a la cabaña me dirigí a mi habitación pese a que sentí la mirada grisácea de Bruno en mi mejilla, sin embargo, no tenía ganas de hablar con él. No quería escucharlo ni verlo a los ojos, no sabía por qué me habían afectado tanto sus palabras.

Al otro día el altoparlante nos despertó tempranísimo avisándonos que habría una excursión a las montañas y que debíamos estar listos a las ocho de la mañana. Evité a toda costa a Bruno incluso cuando se puso detrás de mí en la fila para coger el desayuno.

En el bus me senté junto a Valery mientras que Emilia iba sentada con Thomas. Por un momento pensé que Bruno se sentaría con Dafne, pero pasó de ella y se sentó al costado de Renato y Ethan quedó sentado con un chico de otra cabaña. Dafne estaba con su séquito de amigas rubias iguales a ella.

Me fui todo el camino con los auriculares puestos pese a que todos iban hablando, odiaba ser tan obvia con mis emociones, pero cuando algo me desagradaba de verdad, no podía ocultar mi enfado. Afortunadamente el viaje fue corto y las campistas nos separaron en grupos, para mi mala suerte, quedé en el grupo de Bruno, pero al menos estaba Emilia y Thomas también.

Las campistas comenzaron a hablarnos de que subiríamos por la montaña y que era muy probable que nos encontráramos con animales silvestres, flora nativa y también con cascadas o riachuelos. Nos indicó cuáles eran las reglas, entre ellas no botar basura, no hacer tanto ruido porque había animales que se asustaban muy rápido cuando invadían su hábitat.

No era muy buena deportista, por lo que las subidas empinadas no eran lo mío. A la primera vuelta ya iba jadeando y con sudor en la frente. Bruno y Thomas eran de los que mejor se veían, pues para ellos subir algo empinado o hacer un poco de fuerza con las piernas no era nada y como si no fuera mucha más mi mala suerte, Bruno llevaba en su espalda las botellas con agua.

Y yo me había quedado sin agua.

Pero mi orgullo y dignidad por supuesto no me permitió pedirle ni un poco.

Apenas nos encontramos con el primer riachuelo y una pequeña cascada nos detuvimos para descansar ¡Al fin! Me lancé como un saco de papas al suelo y me quedé ahí como una estatua.

—Te va a dar algo —me dijo Emilia, sonriente —. Estás roja como un tomate.

—Tú igual.

—Lo sé —respiró hondo y se sentó a mi lado.

Vi a Bruno en la distancia repartiendo botellas de agua a los del grupo y cuando llegó a nuestro lado me pasó una y luego a Emilia, sólo la cogí sin mirarlo y la abrí. Cuando iba a derramar el agua en mi cabeza sentí la mano de Bruno detenerme en seco.

—No hagas eso —dijo con el ceño fruncido.

Lo miré fijamente, seria.

—Tengo calor.

—No puedes beber agua helada tan rápidamente ni menos meterte a agua helada cuando tienes tanto calor.

—Ah. Bien —contesté y bebí un poco de agua, ignorándolo.

Terminó de repartir agua y se acercó a nosotras otra vez, se sentó a mi lado y yo lo observé.

—¿Qué quieres?

Él me observó con desinterés.

—Sentarme.

—Hay mucho espacio para que te sientes en otro lugar.

—Me quiero sentar aquí —contestó frío.

—Y yo no quiero que te sientes aquí —le dije irritada mirándolo directamente, él al fin me miró a los ojos.

—No escuché que te haya preguntado si podía sentarme o no.

Continué irritada y enfadada. Me puse de pie y él me observó desde abajo, caminé hacia la cascada y me senté alejada de él y de todos.

Vi a algunos chicos meterse al riachuelo para refrescarse, otros conversaban, algunos comían snacks saludables que nos habían ofrecido las campistas y yo sólo bebía agua.

—Vamos, continuemos —informó la campista.

Rápidamente todos nos pusimos en marcha y continuamos avanzando por el sendero. Esta vez ya me había separado de Emilia, Thomas y Bruno, iba mucho más adelante junto con chicos de otras cabañas, pese a que no hablábamos.

No podía dejar de pensar en el beso que me había dado con Bruno ni tampoco en el rostro despectivo que tenía cuando se refirió a mí delante de Dafne... ¿cómo era posible ser tan falso e idiota? ¿Es que se podía ser así? Tan... estúpido e imbécil.

Deja de decir malas palabras.

¡Es que lo detesto!

Iba tan concentrada en mis pensamientos enfadosos que no noté el agujero que había hecho un conejo en el césped y mi pie cayó ahí, doblándome el tobillo. El lugar estaba algo inclinado por lo que tuve que colocar mis manos en el suelo para no arrastrarme hacia adelante. Solté un pequeño grito que hizo que algunos se quedaran alarmados viéndome sin reírse.

Me di un gran golpe en las rodillas y lo sentí cuando me senté en el césped y mi rodilla derecha estaba sangrando y la otra sólo tenía rasmillones feos.

Pero lo que más me dolía era el tobillo.

—¡Mila! ¿Estás bien? —me preguntó la campista deteniendo al grupo.

—Sí... —fingí muy bien que no me dolía nada.

—Déjame curarte eso —se agachó frente a mí y abrió su mochila, sacó un botiquín de primeros auxilios y comenzó a limpiarme la zona.

Todos hicieron un círculo a mi alrededor, pero el que se quedó al costado de la campista fue Bruno, incluso la ayudó pasándole algunos implementos y echándome agua en la herida.

—Creo que tendrás que devolverte a la base, no puedes seguir, se te está hinchando el tobillo —me dijo la campista.

Resoplé.

—Tendremos que bajar —anunció a los demás quienes resoplaron frustrados.

—No, claro que no, puedo ir sola.

—No es seguro y...

—Yo voy con ella —se ofreció Bruno y yo fruncí el ceño.

—¿De verdad? —lo observó la campista.

—Sí. No hay problema.

Su conversación fue tan rápida que no tuve espacio para intervenir y decirle que no quería que Bruno me acompañara, pero finalmente así fue. Los demás continuaron su camino y Bruno se quedó junto a mí muy tranquilamente, se sentó a mi lado y observó mi tobillo.

—¿Duele?

—Sí.

—Vamos, puedo cargarte hasta abajo.

—Olvídalo.

—¿Qué ocurre?

—Nada.

—No me mientas —contestó mirándome directamente.

—Déjame en paz ¿sí?

—¿Ahora qué hice? —frunció el ceño con confusión.

Me reí irónica.

—Puedes preguntárselo a tu amiga Dafne.

Él rio y luego tosió con gracia.

—¿De qué te ríes? —pregunté con molestia.

—¿Escuchaste todo?

—Eso creo.

—Bueno... todo eso ha sido mentira.

—Eres un idiota —entrecerré los ojos —¿Te crees que voy a creerte una cosa así?

—Todo lo que le he dicho a Dafne es mentira. Me la pasé muy bien en el árbol y...

—De verdad déjame en paz —lo interrumpí intentando ponerme de pie, pero no lo conseguí porque la punzada se hizo presente otra vez.

—Hey —me cogió de la muñeca y yo lo observé. No sabía por qué ahora su tacto se sentía más íntimo, más eléctrico y extraño. —Escúchame ¿de acuerdo?

—Ya escuché todo lo que debía, Bruno.

—Sólo intentaba protegerte.

—¿Protegerme? Ya no me protejas más, de verdad —sentí aún más rabia —Si para ti eso es protegerme, no quiero imaginar cómo será para ti hundirme.

Él frunció el ceño.

—Dafne es...

—No lo tengo miedo a Dafne y, además...

—No quiero que te expulsen del campamento —me cortó.

Estaba tan serio, su mirada era muy honesta y yo... pues yo seguía enojada.

—Eso no pasará porque... ¿Qué te hace pensar que yo quiero estar contigo?

Él tragó duro y pestañeó descolocado.

—Nada, yo tampoco quiero estar contigo, pero si le decía a Dafne que nos habíamos escapado y besado y que en realidad si me gustó hacerlo, ella iba a hacer cualquier cosa para que te echaran de aquí.

—¿Y?

—¿Cómo que "Y"?

—No quiero que entres en mi vida.

—¿Qué tan malo crees que soy?

—Si eres capaz de mentir así, bastante.

—Si para protegerte tengo que mentir, lo haré —soltó con sencillez.

—De acuerdo, no lo hagas más.

Pese a que yo me veía enfadada, algo se había encendido dentro de mi pecho que no podía controlar. Quería creerle, pero... ¿por qué estaba tan afectada? ¡No me gustaba Bruno!

—Seguiré haciéndolo —me dijo con descaro.

—¿Por qué diablos te importa tanto?

—No quiero que te vayas de aquí, ni menos por mi culpa.

Respiré hondo.

Sus palabras no podían causarme tantas cosas extrañas.

—Ya basta ¿sí? Si así fuera entonces dejémonos de hablar y ya.

—Eso sería darle la razón a Dafne y no creo que sea buena idea darle la razón ¿no?

—Ah... pero sí decidiste darle la razón cuando te tocó hablar mal de mí frente a ella ¿no?

—Estás celosa —entrecerró los ojos con una pequeña sonrisa.

—¿Qué? NO.

—¿Te dolió lo que dije?

—Claro que no, idiota. Nunca podría sentir celos de verte con ella ni menos me dolería algo de lo que hicieras.

—Podría apostar a que sí.

Fruncí el ceño, orgullosa.

—Pues apostemos.

—¿Segura? —alzó las cejas.

—Por favor, Bruno... ¿De verdad piensas que podría enamorarme de ti? Porque sólo así lograrías que sintiera algo.

—Sí, lo pienso.

—Pues el que se enamora pierde —extendí mi mano y él la cogió enseguida.

—Voy a romper tu corazón, amiga —movió mi mano con seguridad.

Él sonrió consiguiendo que sus hoyuelos aparecieran, de seguro lo hacía intencional. Se acercó a mí y me besó la frente, luego se puso de pie de un salto.

—Gran apuesta, Mili, pero ahora vamos —extendió su mano y yo la cogí.

De acuerdo... el juego comenzaba.

Otra vez.

Me cogió de la cintura para ponerme de pie, me apoyé en el tobillo sano y él me observó un momento.

—Ven aquí.

Se quitó la mochila, me la pasó para que yo me la pusiera y luego me subió a su espalda a caballito. Afortunadamente Bruno era un chico fuerte y entrenaba todos los días con cosas mucho más pesadas que yo, así que cuando me levantó del suelo y comenzó a bajar conmigo en su espalda lo hizo con muchísima agilidad. Sólo me relajé abrazándolo por el cuello y apoyando mi mentón en uno de sus hombros.

—Gracias.

Lo vi sonreír.

—Me deberás una.

—¿Con qué puedo pagarte?

—Las posibilidades son infinitas —movió sus cejas de arriba abajo y yo le mordí el hombro —¡Auch! No estaba hablando de eso... aunque si quieres...

—¡Bruno!

—Ya —rio divertido.

Apenas llegamos al lugar en donde los buses estaban aparcados unas campistas me dieron unos antinflamatorios y me aseguraron que al llegar al campamento debía ir de visita al médico. Me senté en una banca alejada de las campistas y luego de unos segundos Bruno me siguió con un bolsito en su mano. Al llegar a mi lado se sentó, abrió el pequeño bolso y me ofreció un sándwich.

—¿Crees que sea un esguince? —le pregunté, luego le di una mordida a mi sándwich.

Él me cogió la pierna, la puso encima de su muslo y me inspeccionó el tobillo.

—No lo creo... sólo es el resentimiento.

—Espero que no, eso sería aún peor que estar esposada a ti.

Él rio.

—Tienes razón.

Nos quedamos mirando por un momento que me pareció eterno, hasta que fue él quien desvió la mirada hacia alguien de atrás, iba a voltearme para ver de quien se trataba, pero su voz rápidamente se metió en mis oídos.

—Brunito —lo llamó.

Dafne.

—Hola —le dijo él, aun con mi pierna encima de las suyas y sus manos puestas en mi muslo.

—¿Qué te pasó? —se dirigió hacia mí. La observé un momento.

—Me caí.

—¿Y qué haces tú aquí? —observó a Bruno.

Bufé.

—Ayudándola —contestó Bruno algo tenso, de pronto estaba apretándome levemente la pierna.

—Ah... —Dafne se quedó pensativa un momento —¿Han visto a Ethan?

Arrugué las cejas.

—Quedó en otro grupo —le contestó Bruno.

—Lo sé... venía bajando conmigo, pero se quedó atrás con una campista.

—¿Para qué lo quieres? —le pregunté directamente y Dafne me miró con una pizca de nervios en sus ojos.

—Nada que te incumba —se giró sobre sus pies y se alejó de nosotros.

Bruno y yo nos quedamos mirando con extrañeza.

A ver...

¿Ethan diciéndome hace undía que Dafne no era tan mala como parecía y ahora ella buscándolo?

***

¡Espero que tengan un buen inicio de semana!

Este capítulo es inédito. Sólo que en la versión anterior la conversación de Bruno y Mila era en una banca del campamento jeje, ahora sólo quise hacerlo más dinámico y divertido :D

No olviden dejar sus comentarios y votos <3

BESOPOS

XOXOXO




Continue Reading

You'll Also Like

54.2K 6.5K 128
Entra para obtener más información de la historia 💗
1.4M 86.1K 108
Alice Agnelli es obligada a trabajar para Ferrari luego de que su padre se hartara de su estilo de vida fiestero y desenfrenado, hará hasta lo imposi...
183K 15.6K 42
«¿Serías mi novio falso en una boda?» La pregunta del millón, o más bien la pregunta absurda de Claire Davis. Al verse en apuros debido a una rivali...