¡Eres mio! Imbécil

By Javiwiwi

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-Imbécil. -Insoportable. -Idiota. -Consentida. -¡Dejame en paz! -Admite que te encanta discutir conmigo. ... More

Antes de leer
Capítulo 1: Campamento
Capítulo 2: Recuerdos
Capítulo 3: Primeros problemas
Capítulo 4: Desconciertos
Capítulo 5: El juego del año
Capítulo 6: Malditas actividades
Capítulo 7: Soportándonos
Capítulo 8: Colapso
Capítulo 9: El límite
Capítulo 10: Un simple juego
Capítulo 11: Carnaval veraniego
Capítulo 12: Su árbol
Capítulo 13: Dafne
Capítulo 14: Excursión
Capítulo 15: Tentación
Capítulo 16: Feliz navidad
Capítulo 17: Territorio prohibido
Capítulo 18: Detalles
Capítulo 19: Del odio a los celos
Capítulo 20: No, definitivamente no es un juego
Capítulo 21: El veneno de Dafne
Capítulo 22: Ganaste, Bruno
Capítulo 23: Empate
Capítulo 24: Destellos
Capítulo 25: Difuso
Capítulo 26: Rompe promesas
Capítulo 27: Árbol solitario
Capítulo 28: La última llamada
|01| Capítulo 29: El baile de fin de año
|02| Capítulo 30: Un chico nervioso
|03| Capítulo 31: Volver a verte
|04| Capítulo 32: Nuestro baile de fin de año
|05| Capítulo 33: Momentos incómodos
|06| Capítulo 34 - ¡Feliz cumpleaños!
|07| Capítulo 35: El lago
|08| Capítulo 36: Vistas al futuro

Prólogo

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By Javiwiwi

Mila 13; Bruno 14.

¿Por qué nunca se había fijado en él?

No era un chico que pasara desapercibido, incluso podría ser, tal vez, el chico más atractivo del campamento.

¿Por qué nunca lo había visto entrar a la cafetería?

Mila tenía los ojos bien abiertos, como si de pronto hubiese descubierto algo extraordinario. Sus ojos verdes observaban en la distancia a un chico más alto que ella e incluso más alto que todos sus amigos, de contextura delgada y con brazos fuertes. Él se sentó un par de mesas alejado de ella, pero quedó frente a frente en la distancia, pero él pareció ni siquiera fijarse que la chica de trece años lo observaba deslumbrada.

¿De ese color eran sus ojos o sólo eran lentes de contacto? Al fin y al cabo... había algunos chicos que les gustaba experimentar y utilizarlos.

—... Y nada, creo que podríamos ir por un helado luego de almorzar —la voz de su amiga la despertó, pero no fue lo suficientemente rápida como para que Valery y Emilia no se dieran cuenta de que estaba embobada mirando a un chico.

Las dos se giraron hacia la mesa de atrás con los ojos levemente entrecerrados.

—Estás mirando a Bruno —sonrió Emilia, luego se giró hacia su amiga.

—Seguro que sí, todas se quedan mirándolo —apoyó Valery.

—¿Bruno...? —los ojos verdes de Mila se posaron en Emilia.

¿Por qué Emilia sabía el nombre del chico y ella no?

—Ya habías tardado en fijarte en él.

Casi se atraganta con el sándwich.

—Yo no me...

—Es obvio que sí, Mila —Valery esbozó una sonrisa burlesca.

—Ni siquiera sabía que su nombre era Bruno.

—No necesitas saber su nombre, lo estabas mirando como a un pedazo de carne...—rio Emilia.

Las mejillas de Mila se tiñeron de rojo, la habían descubierto.

—Sólo...sólo me ha parecido...mmh...guapo.

—Ciega no eres —continuó Valery.

—¿Desde cuándo asiste a este campamento? Nunca lo había visto.

—Desde siempre, igual que nosotras. Es uno de los candidatos para ser el capitán del equipo de Futbol Americano, todas las chicas lo adoran.

—¿Ustedes... también?

Mila sintió una pequeña presión en el estómago al pensar que Emilia o Valery estaban enamoradas de él, ya que se habían hecho amigas hace nada y desde ese verano no se separaron jamás. Iba a ser muy decepcionante para ella haberse fijado en un chico del que una de sus amigas pudiese estar enamorada.

Pero sus hombros se destensaron cuando Emilia sacó la lengua, con asco.

—No —la apoyó Val —. Es muy guapo, sí, pero suele ser idiota.

—¿Por qué?

—Sólo está interesado en el deporte, nada más.

—Pero eso no es ser un idiota.

Mila no sabía por qué ahora estaba defendiéndolo.

Emilia esbozó una sonrisa y Valery la apoyó.

—Ya caíste. Quizá tengas más suerte que las demás y puedas hablarle...

—¿Las demás dices...?

—La única que realmente ha podido hablar o ser su "amiga" es Dafne, la hija de la dueña de Carpe Diem.

A Mila no le caía bien Dafne. La primera vez que se había encontrado con ella fue en el baño compartido, ambas estaban mirándose al espejo antes de salir a una actividad de deportes y Dafne se había reído de cómo le quedaba la ropa deportiva. Tenía una mirada despectiva y Mila no tenía mucha paciencia.

De pronto, la mirada del chico se quedó en la de ella por unos microsegundos, luego regresó a ver a sus amigos y esbozar una sonrisa.

Oh. Mila había sentido cosquillas en el estómago.

¿Era normal?

—Bueno. No creo que algún día hablemos, así que da igual —continuó Mila, mordió una vez más su sándwich y sus amigas rodaron los ojos.

Val y Emilia tenían una cualidad especial... siempre conseguían que Mila hiciera cosas que no quería —superficialmente, porque muy en el fondo si quería—, así que ninguna tomó muy en serio las palabras de su amiga.

Y, como si el destino quisiese ponérselo por delante, comenzó a encontrarse con él y su grupo de amigos todos los días en la cafetería. De seguro eso siempre había sucedido sin que Mila se diera cuenta, pero a ella le gustaba pensar que el destino estaba jugando a su favor esta vez.

Mila se había acostumbrado a observarlo, sobre todo cuando se reía con sus amigos. No podía evitar sentir un vuelco en el estómago cada vez que se le marcaban los hoyuelos en las mejillas. Miraba sus ojos grises, su piel canela y su cabello negro como el carbón. Y en más de una ocasión lo había visto entrenar sin camiseta alrededor del campamento. De seguro no era la única adolescente babosa por un chico sin camiseta, de brazos fuertes y abdomen marcado corriendo por allí.

Él parecía ni siquiera conocerla, pese a haberle fijado la mirada un par de veces que, para Mila, era todo un logro.

—¿Por qué no sólo le hablas? —le había sugerido Emilia.

Ambas estaban en la piscina, Val se encontraba en su habitación seguramente durmiendo una siesta. Bruno y sus amigos estaban frente a ellas dándose chapuzones y Mila no podía dejar de ver lo atractivo que se veía en bañador. Además, era un chico con muchísima personalidad, se reía fuerte, bromeaba con sus amigos e inventaba piruetas lanzándose al agua.

—No puedo...

—Ya se acaba el verano, Mila.

Ella suspiró.

—El otro verano será...

Y llegó otro verano.

Y ella no regresó al campamento... al menos no por ese año negro y triste que estaba teniendo.

Un verano más tarde, cuando todo comenzaba a armarse nuevamente en su vida, regresó a Carpe Diem.

Y nuevamente se encontró con Bruno.

Durante el tiempo que pasó sin campamento pensó que lo había sacado de su cabeza, ya que en la escuela también había chicos atractivos y había estado pasando por los suficientes problemas como para preocuparse por él, pero cuando regresó al campamento y vio a Bruno un poco más grande, con el cabello más corto y con su sonrisa encantadora, entendió que no se le había quitado el enamoramiento fugaz.

Pese a no hablar con él, nunca, ya había descubierto varias cosas de él —que de cierto modo la distraían de su inminente depresión—. Tenía un año más que ella, que adoraba el futbol americano y que vivía muy lejos de donde ella vivía, así que se decepcionó pensando que jamás podría ser su vecina. Ya sabía que su mejor amigo se llamaba Renato y que le gustaba el color rojo. También tenía claro por haberlo mirado tanto en la cafetería, que no comía nueces y cuando algo parecía ponerlo incómodo sonreía sin enseñar sus dientes. Y Bruno sí que tenía dientes bonitos. Pero más que dientes bonitos... tenía una sonrisa encantadora.

Una sonrisa encantadora que ese verano odió porque se la enseñó de cerca a otra chica.

—Los rumores dicen que es su novia —le contó Val en voz baja.

Mila tenía los ojos puestos en la chica que estaba sentada justo al costado de Bruno. Sentía las mejillas acaloradas y el enojo justo en sus orejas.

—Deja de mirarla —la regañó Emilia.

Mila observó a su amiga disimuladamente.

—Te dije que le hablaras antes de que sucediera esto.

—Y es muy guapa... —resopló Val.

Tenía razón. La chica era muy guapa, no tanto como Dafne que se esmeraba en acercarse a Bruno sin éxito, pero era guapa. El cabello le llegaba hasta un poco más abajo de los hombros, negro y liso. Tenía unas facciones muy bonitas y cada vez que observaba a Bruno se le iluminaba la cara... y a él también.

¡Agh! ¿Por qué ella se había atrevido a acercarse y Mila no? Bueno, quizá se habían conocido el verano que ella estuvo ausente.

—Sólo es una chica de verano... —Mila intentó animarse y cuando sus amigas la observaron, ella tosió —Bueno... que da igual ¿no? No es como si Bruno y yo fuéramos a ser algo alguna vez, ni siquiera sabe que existo.

—¡Pero eso puede cambiar! —exclamó Val.

—¡Shht! —la regañó Emilia, empujándola del hombro hacia abajo porque se había puesto levemente de pie.

—¡Si, shht! No queremos que toda la cafetería se entere.

Val rodó los ojos.

—Estás enamorada de él desde los trece... haz algo —le susurró gritando.

Mila se sintió un poco decepcionada.

No le gustaba la forma en cómo Bruno observaba a esa chica. De hecho, le parecía que desde que estaba con ella nunca más volvió a mirarla de reojo. Y, cuando la besó en la boca esa tarde en la cafetería, Mila sintió todo un revoltijo de emociones. Le habría gustado ser ella... ser ella la que estuviera al costado de Bruno sonriéndole y contándole alguna cosa. Le habría gustado ser ella a quien Bruno abrazara por los hombros y la apretujara contra su cuerpo, conteniéndola.

Continuó observándolos por un momento, tanto que ambos sintieron los ojos verdes de Mila encima y le dedicaron una mirada. Bruno sólo de unos segundos, la chica un poco más, pero Mila rápidamente desvió sus ojos hasta su comida.

Y el verano pasó. Y no volvió a verlo hasta un año después.

La chica no estaba, no regresó al campamento, y todos los rumores indicaban que Bruno y ella habían roto su "relación" antes de que el verano anterior acabase. Nuevamente Mila pensó que se había olvidado de él, sobre todo porque en la escuela ya había dado su primer beso a un compañero... bueno... no había sido tal cual ella lo imaginaba porque ninguno de los dos se gustaba, sólo habían girado la botella y les había tocado besarse. Y era lo que habían hecho.

No le gustó tanto, fue demasiada saliva y pocos labios.

Pero al menos logró quitarse a Bruno de la cabeza...

Bueno... a quien queremos engañar. Mila sólo pudo pensar en Bruno cuando estaba besando a su compañero de clase. De seguro Bruno no besaba así de mal.

Ya con dieciséis años Mila pensaba que estaba lista para hablarle a Bruno, era un poco más madura y ya la había mirado en más de una ocasión, de seguro ahora sabía quién era. Había vuelto más delgada, ya no era una tabla de planchar sin curvas y ahora podía...

¿Aquel chico era Bruno?

Se quedó anonadada cuando lo vio bajar del autobús con un bolso cruzado por su cuerpo. La camiseta blanca conseguía que su cuerpo se marcara, tenía el cabello más desordenado y su cuerpo parecía haber cambiado... para mejor. Mucho mejor. Lo siguió con la mirada un momento, hasta que él quizá sintió algo y se giró. La observó directamente a los ojos y las mejillas de Mila se tiñeron de rojo. Su corazón se aceleró y se giró para darle la espalda, fingiendo.

Él la miró un poco más, luego continuó su camino.

Ese día el equipo de futbol americano del campamento se coronó como campeón del verano. Todo el mundo estaba feliz, incluso ella, que no le gustaba tanto el futbol americano y sólo iba a ver un par de partidos porque podía ver a Bruno en la distancia. La cafetería estaba llena de personas hablando sin parar del juego, de las técnicas, de Bruno, de los nuevos uniformes y muchísimas cosas más que Mila no alcanzó a oír.

El capitán del equipo ya se le había hecho un poco lejano pese a seguir enamorada de él, pues ahora todas se acercaban a hablarle, se sentaban junto a él, le pedían un par de fotografías... y le daban muchísima atención. Que coraje sentía Mila al ser una más del montón.

—Creo que ya es hora de que le hables —le dijo Val mientras iban con la bandeja a buscar almuerzo.

—¡Sí! Todos están preocupados del juego, nadie se dará cuenta.

—No...no no no —Mila comenzó a hiperventilar.

—Es tu oportunidad.

—Val, no —la miró, con súplica.

—Vamos amiga, sé que te irá bien —la animó Emilia.

—Pero... ¿Y si...?

—Y si nada, vamos.

Mila respiró hondo, armándose de valor.

—De acuerdo —dijo.

Sus amigas se quedaron mirándola con asombro, jamás pensaron en que iba a decirlo tan segura de sí. Bruno venía acercándose con su bandeja vacía para pedir almuerzo y Mila sólo podía pensar en que lo iba a hacer bien, en que lo saludaría, se presentaría y que esperaría a que él llevara el tren de la conversación.

Era un chico alegre, atractivo, simpático y de bonita sonrisa... todo iba a salir estupendo.

—Ahí viene, háblale —sintió el empujón de Valery a continuación. Su amiga pareció no medir la fuerza, pues la mandó lejos y sólo se dio cuenta de que todo iba a arruinarse cuando se estrelló con alguien.

Dios.

Se había estrellado con Bruno.

Pareció haberse encontrado con un gélido muro, pues su cuerpo salió disparado en dirección contraria y estuvo a punto de caer de espaldas, pero logró mantener el equilibrio. Él estaba demasiado cerca para ser de verdad. Tenía las cejas fruncidas y sus ojos grises la atravesaron.

***

Prólogo inédito :o

Espero que esta nueva aventura sea divertida.

¡No dejen de votar y comentar!

BESOPOS

XOXOXO

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