Atrapada

By GiovannaGiraldo

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"Justo cuando creía que lo tenía todo claro, cuando tenía al fin las respuestas, me di cuenta que nunca había... More

Capitulo 1 - PRIMER DÍA
Capitulo 2 - SANTA SOFIA
Capitulo 3 - ALEX
Capitulo 4 - A LA UNIVERSIDAD
Capitulo 5 - LA LLAMADA
Capitulo 6 - EXCEL
Capitulo 7 - CUMPLEAÑOS
Capitulo 8 - REVELACIÓN
Capitulo 9- JUSTICIA
Capitulo 10 - Pieza de Arte
Capitulo 11 - GUERRA
Capitulo 12. SUSPENDIDA
Capitulo 13. REENCUENTRO
Capitulo 14. CONFUSIÓN
Capitulo 15. CAOS
Capitulo 16. LA GRAN MENTIRA
Capítulo 17. BIENVENIDA
Capítulo 18. REUNIÓN FAMILIAR
Capítulo 19. ROMPECABEZAS
Capítulo 20 - NOBEL
Capítulo 21 - PAZ
Capítulo 22 - CONFUSIÓN
Capítulo 23 - ACOSADOR
Capítulo 24 - DALÍ
Capítulo 25 - NUEVO
Capítulo 26 - EL PLAN
Capítulo 27 - SÁBADO
Capitulo 28 - PIERRE
Capítulo 29 - TRAICIÓN
Capítulo 30 - PACTO
Capítulo 31 - MARÍA
Capítulo 32 - CÓLERA
Capítulo 34 - PERSEGUIDA
Capítulo 35 - FUEGO
Capítulo 36 - CASTIGO
Capítulo 37 - PARANOIA
Capítulo 38 - RETO
Capítulo 39 - PRIMER PENSAMIENTO
Capítulo 40 - AMIGOS
Capítulo 41 - RUMORES
Capítulo 42 - SUEÑOS Y PESADILLAS
Capítulo 43 - DESPEDIDA
Capítulo 44 - INVENTOS
Capítulo 45 - EL CAPÍTULO PERDIDO
Capítulo 46 - ALIANZAS
Capítulo 47 - FOTO FAMILIAR
Capítulo 48 - NEUROSIS

Capítulo 33 - SINCERIDAD

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By GiovannaGiraldo

Sara no sabía porque la abrazaba, pero se sentía bien. Tal vez en el fondo de su mente sabía que era probable que luego de esa mañana no contara con muchos a quien abrazar. El abrazo fue corto, pero reconfortante. Cuando ambas se separaron, Sara miró al suelo y aclaró rápidamente su garganta.

—Yo… uh, sólo quería sentir el material del vestido —vaciló—. Es de Morgana Jazz.

—¿Lo es? —la doctora sonrió.

—Es mi diseñadora favorita —repuso débilmente, luego cerró sus ojos y apoyó la cabeza en el sofá—. Usted tenía razón… acerca de Tomás.

La doctora hizo una pausa como si no se esperara que soltara esa confesión de esa forma tan abrupta, así, mientras tenía el rostro casi verde, débil y con mareo. Pero era probable que antes tuviera razón en lo que le había dicho a Val y estuviera tan rota en ese momento, que ya no se estaba molestando en dar vueltas a ese asunto.

 —Bueno, esa no es razón para sentirse mal —dijo la doctora después.

Sara sacudió su cabeza.

—Claro que si es razón, lo descubrí de la forma más horrible.

Sara abrió sus ojos cuando la doctora se levantó, pero sólo iba a la mesita donde se encontraba la tetera, allí empezó a servir té.

—Tengo todo el tiempo del mundo —dijo ella al brindarle un poco—. Cuéntame que sucedió.

Y lo hizo.

Bien, en realidad sabía que no le iba a contar todo, pero quizás se debía a su agotamiento y debilidad, porque en ese momento ella ni siquiera podía controlar a su lengua mientras le contaba cómo había encontrado a Tomás y a Katherine en la oscuridad, y cómo luego alguien más la había acorralado en la oscuridad.

—Él me volvió a salvar —gruñó con enojo— ¿Por qué lo hace, doctora? Primero me miente y después me salva...

Sara esperaba alguna de sus respuestas elocuentes, pero la doctora estaba en silencio. A pesar de que sus papás le pagaban bastante bien, la doctora jamás se había guardado las ganas de decirle algunas cosas cuando las creía necesarias; como aquella vez en que la había llamado “pequeña malcriada” o cuando había dicho que merecía unos azotes luego de la expulsión de uno de los colegios.

No, la doctora Vélez jamás estaría en su lista de personas más cuerdas que conocía.

—Sara, todos hemos sido jóvenes —dijo ella finalmente—. Cuando yo tenía tu edad me escapaba a fiestas y bebía, tus padres también lo hacían.

—¿En serio? —Sara la miró confundida ¿Por qué le hablaba de eso?

La doctora sonrió.

—Por supuesto, lo mejor de ser joven es ir contra las reglas —continuó después de beber un poco más de té—. Sé que ese chico Brown hizo muy mal, pero en esos momentos estaba totalmente alcoholizado y por fortuna Tomás llegó a tiempo.

—Yo iba a huir —murmuró sacudiendo la cabeza—. Sé que nadie me cree, pero a pesar de que Martín puede ser un cretino, no es un abusador.

La doctora asintió.

—Pero hay un punto en que todo se sale de nuestras manos. Ese chico tiene sus propios demonios como todos los demás, pero debe aprender que el alcohol jamás aliviará una pena.

Sara de pronto saltó en su puesto, lo que hizo que por poco derramara su té. Ella bebió un poco y luego lo dejó a un lado.

—¿Quien le pidió que viniera? —Exigió enfrentando a la doctora—. ¿Cómo sabe que estaba hablando de Martín Brown? Yo no he mencionado su nombre.

La doctora sonrió, era como si estuviera orgullosa  de que estuviera pendiente de esos detalles.

—Tus papás, Sara —repuso con calma—. Ya lo sé todo, también sobre la verdad de aquellas fotos y la pelea con tu mamá.

Sara tembló, tendría que haberlo imaginado. Pero, ¿toda la verdad? ¿Luego del esfuerzo que habían hecho para que no descubrieran la verdad de esas fotos se habían rendido? Sara apretó sus manos en puños. ¿Era aquello otra idea de su mamá?

—¿Me van a llevar? —preguntó con amargura.

—No, Sara —dijo la doctora—. Ya sé que es a eso a lo que han temido todo este tiempo, pero estamos a tiempo de corregir todo lo que está pasando.

Sara volvió a cerrar sus ojos, sentía que se iba a enfermar nuevamente.

—Por eso es que mañana te espero en mi consultorio a las tres, ¿te parece? —terminó la doctora.

Sara no respondió, sólo asintió y luego se levantó de la silla.

—Si tenemos la cita mañana, ahora me gustaría ir a casa. No me siento bien.

—Por supuesto, vamos a tener que vernos bastante en estas próximas semanas —la doctora sonrió—. Espero que no tengas pesadillas luego conmigo.

Sara tuvo que resistirse a poner sus ojos en blanco mientras la doctora seguía sonriendo ampliamente, ella sólo hizo una inclinación de despedida y empezó a caminar.

—Y sobre lo que me preguntaste —dijo la doctora en voz alta—. Sobre por qué él siempre te salva… Eso vas a tener que descubrirlo tú sola.

Sara hizo una mueca, pero no dijo nada más, tan sólo salió cerrando la puerta tras ella. Ella iba a buscar a la secretaria para que autorizara su salida cuando vio a Emma sentada en una banca más adelante en el corredor.

—¿Qué pasa? —preguntó al acercarse—. ¿Te enviaron también?

Emma negó lentamente.

—No, Sara... es Valeria.

Sara sintió como si un rayo le hubiera caído encima.

—¿Qué sucede con Val? —insistió con preocupación, sabía que algo no iba bien.

Emma bajó la cabeza.

—Tuvo un ataque de ansiedad cuando regresó de hablar contigo, la enfermera dijo que era la presión.

Sara cerró sus ojos y apretó sus puños, débilmente se dejó caer sobre la misma banca.

—¿Cómo está? —su voz se ahogó a casi un susurro.

—Mejor —Emma finalmente giró para mirarla, en otro momento no lo habría imaginado, pero parecía preocupada—. Sara, he estado pensándolo bien y creo que si te voy a ayudar.

Sara sólo asintió, sus manos estaban temblando por pensar en Val y lo que debía estar pasando. Odiaba que ver a su amiga mal fuera lo que ayudara a que Emma confirmara que en realidad necesitaba marcharse del Santa Sofía.

—Tienes mucha suerte en odiarme —murmuró en voz baja—. Así te has salvado de que también te haga daño.

—¿Qué no me has hecho daño? —Emma bufó—. Hiciste que me pusieran una verruga en mi primera portada de revista, eso jamás lo olvidaré.

Sara la miró confundida, ella estaba intentando hacerla sonreír y aunque se negaba a creerlo, una media sonrisa apareció en su rostro antes de ocultarla con una tos. Emma la miró de soslayo y aclaró su garganta cuando se dio cuenta de que la estaba mirando.

—Te voy a ayudar, pero debes hacer las cosas a mi manera —dijo con voz firme.

Sara no dijo nada, sólo la miró esperando que aclarara que era otra broma.

—Vamos, ¿qué es lo peor que yo te podría hacer? —Continuó Emma—. Si de todos modos quieres ser expulsada, no tienes nada que perder.

Sara suspiró.

—¿Cuando?

—En la fiesta de Halloween.

Sara esta vez sí sonrió con ironía, ella se levantó para pararse frente a ella, luego le ofreció la mano.

—Bien jugado, Emma —murmuró—. Creo que me acabas de hacer un Jaque Mate.

Sara miró su celular en el puesto del copiloto y apretó aún más fuerte el volante. Necesitaba saber cómo estaba Val, necesitaba rogarle que la perdonara por haberle dicho que se alejara, pero simplemente no podía hacerlo. Probablemente Val se enfermaría aún más si supiera de sus planes.

—Por favor, no permitas que nada malo le pase —murmuró esperando que algún ser poderoso la escuchara.

En ese momento estaba muriendo de hambre, pero no quería ir al Penthouse ni tampoco se sentía con ánimos que ir a algún lugar público. La única idea que se le ocurrió fue comprar algo de comida china en el camino y luego dirigirse a la famosa villa de los solteros de la ciudad donde vivía Pierre.

—Espero que tu amiga se recupere pronto, pero deberías hablar con ella —Dijo Pierre cuando terminó de contarle lo que había sucedido la noche anterior y esa mañana. Había sido muy afortunada de encontrarlo allí sin haber avisado que iba, ya que siempre estaba muy ocupado. Ambos estaban sentados comiendo sobre los futones mientras veían el canal de conciertos.

—No quiero que empeore —confesó luego de dar un gran bocado.

Él tomó el control y bajó el volumen para mirarla.

—Mira, Sara, he estado pensándolo y estoy seguro de que Erika jamás haría algo así —dijo seriamente—. Hay alguien que las quiere separar, quien sabe por qué, pero lo está logrando.

Sara negó con la cabeza.

—Estás hablando de una Erika que conociste hace muchos años. De hecho yo que vivo con ella puedo decirte que la Erika de hace un mes no era la misma de ayer.

—Es probable que todos pasemos por malos momentos  —Él se encogió de hombros.

Sara agarró el control y volvió a subir el volumen.

—Le di una oportunidad, Pierre —dijo con tristeza—. Ella no fue capaz de mirarme a los ojos y negarlo.

Pierre sólo suspiró y regresó su atención a la comida y al concierto de Coldplay. Sara agradeció su idea de llevar algo de comida extra, porque al terminar aún seguía con hambre y tuvo que repetir. Val había tenido razón acerca de la comida, aunque eso era decir poco; Val siempre tenía razón acerca de todo y recordarlo hizo que sólo aumentara su preocupación por ella. Su amiga le había dicho que ahora estaba con Cristian, y si él era inteligente habría escuchado su amenaza y la haría feliz.

Cuando al fin terminaron, Sara se levantó para llevar las cajas a la caneca mientras Pierre ayudaba a organizar la mesa, luego regresaron a descansar al sofá.

—Gracias por recibirme, Pierre —murmuró sintiéndose por primera vez en ese día completamente relajada.

Él sonrió.

—Gracias por hacerme compañía, Sara.

Sara volvió a mirar a la pantalla mientras pensaba si sería conveniente preguntarle si aún sentía algo por su mamá. Era muy inusual que alguien pudiera sentir algo tan fuerte después de tantos años sin ver o saber algo sobre esa persona, pero si Pierre sentía aún algo por Erika, era probable que así decidiera irse de la ciudad, pasaría mucho tiempo antes de que ella lograra olvidar a Tomás.

Con sólo recordarlo tuvo que tocar su pecho. ¿A quién pretendía engañar? Era probable que nunca en su vida consiguiera olvidarlo.

—Oye, Pierre… —Sara se detuvo cuando escucharon un golpe en la puerta—. ¿Esperas a alguien?

—Para nada —Pierre frunció el ceño y agarró el control para buscar el canal de las cámaras de seguridad. Él se levantó lentamente del futón cuando ambos vieron que en la puerta había una mujer, ella llevaba su cabello recogido, uno de sus trajes ejecutivos y gafas de sol.

Sara se levantó de un salto.

—¡Tienes que esconderme, no quiero que me vea ahora!

—¿Pero... cómo... lo supo? —Él casi balbuceo mientras miraba a Erika en la pantalla, estaba completamente hipnotizado.

—¡Pierre! —Sara se paró cubriendo su visión de la pantalla—. No quiero hablar con ella, por favor.

Él asintió lentamente, apagó el televisor y luego la llevó a su estudio de música.

—Aquí va a estar bien —murmuró para sí mismo antes de cerrar la puerta y salir. Sara puso los ojos en blanco mientras se sentaba, era probable que necesitara babero para que pudiera recibir a su mamá.

Sara no escuchó cuando abrió la puerta, pero luego si escuchó unas voces y sintió un cosquilleo. ¿Qué hacía su mamá visitando a Pierre? ¿Cómo sabía que ya había regresado? A ella siempre le había molestado querer espiar conversaciones ajenas, pero mientras se levantaba y abría un poco la puerta para escuchar, pensó que era por una buena causa.

—¿Cómo supiste que estaba aquí? —Estaba preguntando Pierre, era realmente admirable la seriedad con que hablaba en ese momento, más aún cuando unos minutos atrás había estado a punto de desmayarse tan sólo por ver a su mamá en la pantalla.

—Me enteré de que habías regresado en el mismo momento en que pisaste el aeropuerto —Sara escuchó a su mamá por primera vez, su voz parecía firme e impersonal como de costumbre—. No quería molestarte, pero tomé la decisión de venir cuando me enteré de que habías hablado con Sara.

Hubo una pausa, probablemente se debía a que Pierre la había invitado a seguir y se estaban acomodando en el mismo sofá donde ella había estado antes.

—La vi en sábado en la fiesta —dijo Pierre—, pero estaba trabajando cuando sucedió… cuando aquel chico intentó sobrepasarse con ella, lo siento.

—No tienes por qué disculparte, es sólo... Por fortuna no pasó a mayores.

Sara quiso salir y acercarse un poco más por el corredor cuando no escuchó nada más, era como si no estuvieran hablando. Fue luego cuando escuchó como si su mamá estuviera agradeciendo, probablemente le estaba brindando algo de tomar.

—Sara es muy especial —escuchó a Pierre después—. Erika, no es justo que esté sufriendo tanto.

—¿Y tú crees que no lo sé? ¡Yo me estoy muriendo por dentro! —Sara tembló al escuchar por primera vez ese tono de derrota—. Sara siempre ha sido tan independiente, no sé cómo actuar con ella.

—Tal vez simplemente no debes actuar, sólo debes escucharla.

—Siempre la he admirado, ¿sabes? —Continuó su mamá—. Ella es todo lo contrario a lo que yo soy; Sara sólo tiene que sonreírle a alguien para ganarse su cariño. Es exactamente igual que con William; todos los aman. A mí en cambio siempre me miran con respeto, o con miedo.

—Erika…

—Yo no tengo ningún amigo que diera la vida por mí como los tiene ella. Yo... sólo alejo a la gente... como lo hice contigo...

Sara se apoyó contra la pared, estaba reteniendo el aire en sus pulmones como si sólo permitirse respirar fuera a impedir seguir escuchando a su mamá. Jamás, ni en un millón de años, habría llegado a imaginar que su mamá la admirara por algo.

—Si admiras tanto a tu hija —Empezó Pierre—, ¿Por qué nunca se lo has demostrado?

—Tal vez porque no quería verme débil, pero todo lo hice mal —repuso ella—. He intentado hablarle muchas veces, pero ella me sigue viendo con miedo, no con cariño. Siempre esta prevenida, siempre está pensando que quiero hacerle daño.

—Tal vez te falta ser sincera con ella, decirle todo lo que sientes.

Pierre estaba intentando hablar en voz baja, como si no quisiera que ella escuchara. Sara suspiró frustrada y tuvo que buscar una mejor posición para escuchar.

—… Por lo que he hablado con ella, puedo ver que tiene muchos problemas, Erika, problemas muy graves y no son porque se la lleve mal contigo.

Sara tembló, no había forma en que Pierre supiera nada más que lo que ella misma le había contado, ¿tan mal estaba, que con sólo verla un par de veces había llegado a esa conclusión?

—Por eso vine, Pierre —Continuó su mamá—. Necesito que me ayudes a averiguar qué problema tiene. Ya me enteré de que esta mañana peleó con sus amigos... y además... además ha bebido muy seguido.

—Cálmate. Yo te voy a ayudar, lo sabes.

Sara sacudió su cabeza en medio de su conmoción, Pierre atravesaría el Atlántico nadando sólo por ver sonreír a su mamá.

Erika tardó un poco en hablar nuevamente.

—Anoche ella me gritó que no me importaba lo que Martín Brown estuvo a punto de hacerle, pero desde el momento en que lo supe no he podido dormir.

Una lágrima silenciosa se deslizó por la mejilla de Sara al escucharla y se tuvo que morder la lengua y cubrirse la boca para no sollozar.

—Toda la tarde estuvimos buscándola como locos y yo no podía dejar de pensar en lo que le diría cuando la viera, entonces decidí que sólo la iba a abrazar y le iba a decir que contaba conmigo. Pero cuando ella llegó no pude hacer nada, estaba paralizada, y entonces ella empezó a decir todas esas cosas...

—Erika —Pierre intentó tranquilizarla—, no pienses más en eso. Ahora solo debes pensar en solucionarlo

Todo se quedó en silencio por un rato.

—Gracias, Pierre —escuchó que decía su mamá con voz entrecortada.

—Hace mucho no te veía —Pierre hizo una pausa—. Estás muy bella.

—Estoy muerta, Pierre. ¿No me ves?

Él rio levemente.

 —Parece que no me conocieras, ya sé que eres bellísima. Me refiero a tu interior; estás siendo sincera y eso te hace aún más bella.

Sara apoyó su cabeza en la pared y suspiró. Escuchar esas palabras de Pierre podría hacer que cualquiera se desmayara, incluso en ese momento no creía que ni siquiera su mamá lograra ocultar su reacción.

Afuera todo se quedó en silencio por un rato, entonces Sara abrazó sus piernas y esperó. No podía pensar sobre las palabras de su mamá, no aún. Nunca la había escuchado bajar sus defensas y decir lo que en verdad sentía, pero Pierre lo había conseguido en tan sólo unos minutos. Sara sabía que estaba diciendo la verdad, lo sabía tanto que su corazón latía muy a prisa, pero temía confiar en ella y luego volver a sufrir, estaba cansada de sufrir.

—Lo siento, no sabía que tenías compañía —Sara saltó cuando su mamá habló nuevamente.

—No, Erika, no es…

—No importa —Lo interrumpió—, siento haberme presentado sin avisar. Sólo espero que puedas ayudarme con mi hija, por favor. Yo… los dejo para que continúen en lo que estaban y tengan una buena tarde. Adiós.

Sara se levantó cuando escuchó la puerta principal cerrarse y salió, Pierre seguía sentado en el sofá inmóvil y en silencio. Ella buscó con la mirada qué pudo haber provocado esa reacción en su mamá cuando lo vio; sobre la mesa había tres vasos y al lado del que ella estaba tomando agua había dejado unas horquillas para su cabello, había olvidado llevarlas al esconderse. Erika ahora debía pensar que él estaba con otra mujer. Maravilloso.

—Pierre —Sara suspiró cansadamente y se dejó caer a su lado—. Si algo está destinado a ser tuyo, no importa que camino recorra o que tanto tarde, algún día te vas a cansar de ser desdichado esperando y vas a tener que ir a buscarlo y obligarlo a regresar a tu lado.

Eso lo hizo sonreír.

—Creí que cuando eso sucedía esa persona regresaba por voluntad propia.

—Ya no creo en eso, y mucho menos con mi mamá que es bastante testaruda.

Él sacudió su cabeza aun sonriendo.

—Por mucho tiempo imaginé la forma en que reaccionaría al volver a verla. Estaba convencido de que apenas y haría como si la conociera, pero fue sólo verla para empezar a actuar como el idiota de siempre.

—A mí me pareció bastante tierno —Sara se encogió de hombros.

—Me dices eso y sólo me imagino lo peor.

Sara sacudió la cabeza y lo miró con más seriedad.

—Ella lo sabía, Pierre —murmuró—. Esa noche, cuando me invitó a salir a todas esas discotecas... ella en realidad te estaba buscando.

Él la volvió a mirar.

—Y después de todo lo que dijo, ¿sigues creyendo que ella fue?

Sara salió del edificio donde vivía Pierre sólo hasta que confirmaron que la camioneta de Erika ya no estaba allí, ella se cubrió con su abrigo y se dirigió a paso lento a su auto. Al recordar la expresión de Pierre al hablar de su mamá no pudo evitar sonreír; no tenía idea de lo que les traería el futuro, pero si Pierre se decidía a luchar por Erika, era probable que al menos en su vida al fin consiguiera un poco de felicidad.

Ella estaba a punto de dar la vuelta cuando una motocicleta negra pasó por su lado por poco rozándola, Sara se tambaleó hasta que logró equilibrarse sin caer al suelo. Con el pulso acelerado levantó la mirada, el dueño de la motocicleta negra se había detenido y estaba mirando en su dirección, Sara no podía ver su rostro debido a su casco, pero se sintió repentinamente irritada.

—¡Muchas gracias por frenar por cinco segundos para comprobar que no caí al suelo! —estalló—. No se preocupe, estoy muy bien, gracias por preguntar.

El dueño de la motocicleta no se movió, de hecho tampoco dijo nada, sólo se quedó allí. Sara notó que tenía contextura física de ser alguien joven y atlético, probablemente sólo se había detenido esperando reírse de ella en caso de que hubiera caído al suelo.

—Idiota —murmuró haciendo mala cara y luego siguió caminando en dirección a su auto. Antes de subirse escuchó que él encendía nuevamente su motocicleta y arrancaba.

—Con suerte algún policía se la quitará por imprudente y descortés.

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