NOVA

By lnavello

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En un futuro cercano, la superpoblación amenaza con arruinar la economía mundial. En respuesta, los gobiernos... More

Parte 1 - TIERRA
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Parte 2 - NOVA: Día
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Parte 3 - NOVA: Noche
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56

Capítulo 20

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By lnavello

Si la primera semana había sido un suplicio, los meses que siguieron al apagón fueron el peor tormento que Nadine había vivido jamás. Al menos antes tenía tres personas con las cuales conversar, tres y medio si se contaba a Brian. Ahora estaba sola, hundiéndose una y otra vez en su propia culpa, sin poder hablarlo con nadie. Ciento cincuenta y tres personas murieron durante su inmaduro intento de escape, ciento cincuenta y tres almas que Nadine llevaría por siempre como pesas en su espalda.

El anuncio había llegado al siguiente día, a través de las pantallas gigantes durante la hora de desayuno. Un hombre desconocido de aspecto severo y parecido a un bulldog dio un sermón durante media hora sobre la importancia de la disciplina, especialmente en personas que estaban encargadas de colonizar un nuevo mundo.

—Este es un ejemplo perfecto para que aprendan a no perder el control y el raciocinio cuando un individuo amenaza con destruir la paz que con tanto esfuerzo se ha logrado —retó el hombre recalcando con asco la palabra "individuo"—. El culpable de este lamentable hecho ha sido abatido, y les sugiero que tomen esta fatídica experiencia para no repetirla en el futuro.

Ante la mención de un culpable, Nadine sintió la penetradora mirada de Cécile un par de mesas a su espalda. Ariel era otro secreto que no había confiado a ella, otra mancha más en su historial de amiga. Por un momento tuvo miedo que Cécile le lanzara su cuchara afilada por la espalda, por lo que decidió moverse de mesa.

Aquella fatídica primera mañana, un LED tintineante anunció un nuevo mensaje en su Tablet y por un momento Nadine pensó en Ariel; en los mensajes que no volvería a recibir. La ausencia de ellos le recordaba al hombre que había sacrificado su vida en un intento de salvarla y de redimir su pasado. Esa mañana, el mensaje era una difusión en masa indicando que los horarios serían los normales a partir de ese día y se esperaba que todos volvieran a la rutina. Con pesadumbre Nadine se levantó, tiró su bandeja de comida por la abertura y se dirigió hacia el consultorio de la Dra. Loven, al mismo tiempo que varios doctores ingresaban llamando a aquellos que estuvieran heridos desde la noche anterior, a ser revisados.

El tono de voz de la doctora Loven, apenas unos decibelios más agudo de lo normal, fue el primer indicio de que estaba intentando disimular su nerviosismo. El segundo fue la pequeña mueca que hacía al morderse por dentro de la boca la mejilla, en esfuerzo de controlar alguna actitud o comentario. Nadine, por su parte, ignoró la tensión entre ambas.

—Físicamente pareces no tener secuelas de ayer de noche, has sido afortunada considerando que Zapolinski te tomó como rehén —comentó la doctora con forzada naturalidad.

—Mi brazo duele —recalcó Nadine.

—Varios magullones y distención muscular pero nada que requiera más que analgésicos —explicó la doctora—. Tu amigo Kaoru nos preocupa un poco más, estuvimos monitoreándolo durante la noche. No parece ser nada grave, pero hoy lo revisaremos a fondo por las dudas.

Nadine no aclaró que Kaoru ya no la consideraba amiga; no era de la incumbencia de la doctora.

—¿Quieres hablar sobre lo que ocurrió ayer? —preguntó la doctora cuando terminaron su evaluación física y pasaron a la psicológica.

—No, no quiero recordar los cuerpos y la sangre —respondió Nadine rogando en silencio para que no la obligaran a mentir.

¿Qué iba a decirles? No podía explicar lo que sentía sin mentir o delatarse ante la doctora. Por más que anhelaba hablar con alguien en confidencia de lo que había sucedido, no era esperable que el secreto médico fuera a respetarse dentro del proyecto NOVA. Para su sorpresa, la Dra. Loven pareció aliviada de no tener que hablar de la noche anterior y, por primera vez, Nadine se preguntó qué realmente cruzaba por la cabeza de la doctora y si era tan fría como se dejaba ver.

Durante las noches, pesadillas la atormentaban haciendo que se despertara con un sofocado grito y sudor en su frente. Variaban en intensidad, pero todas las noches terminaba llorando. En la mayoría, Nadine se encontraba corriendo, escapando de algo o alguien; a veces de una ola, a veces de una persona, a veces de un animal. No importaba lo que fuera, la sensación de pavor era la misma en todos sus sueños. Unos grandes círculos negros comenzaron a formarse bajo los ojos de Nadine, dándole una apariencia demacrada y provocando que la Dra. Loven la agobiara con pruebas físicas y psicológicas.

La única persona con la que podía hablar sin reparos la estaba evadiendo de forma bastante eficaz. Lo que al principio había parecido un simple conflicto de agendas, terminó al cabo de unos días siendo una persecución por las instalaciones imposible de negar. Brian parecía culparla de lo ocurrido tanto como el resto de sus antiguos amigos.

Durante casi dos meses les dio a todos su espacio, castigándose a sí misma por sus fallidas decisiones. Sin embargo, toda persona tiene un límite, especialmente si se trata de una que toda su vida ha recibido atención y ha sido tratada como especial. Nadine no aguantaba un segundo más ser ignorada y estar sola con sus propios pensamientos. Cuando finalmente logró acorralar a Brian en uno de los rincones de la cafetería, cerca de la máquina expendedora de comida, Nadine se largó a llorar como una cría de cinco años.

La bandeja de Brian casi cayó al piso por la sorpresa de encontrase con una chica en llantos a su espalda y durante varios minutos se quedó quieto observándola con confusión. Sin dirigirle la palabra, el chico comenzó a caminar hacia una de las mesas lanzándole miradas cada tanto para ver si Nadine lo seguía. Efectivamente así era. Nadine lo persiguió como un cachorro abandonado y se sentó frente a él en silencio, avergonzada de su actitud.

A partir de entonces, Brian dejó de escapar de ella, pero mantuvo su silencio. Por más que Nadine intentara entablar una conversación, la única respuesta del chico era mirarla con inquisición brevemente antes de desviar su mirada en silencio. Luego de unos días, Nadine se rindió y se contentó con tener una persona a su lado que le hacía compañía. Mantuvieron esta rutina durante casi una semana y, para su sorpresa, Nadine comenzó a sentirse mejor anímicamente a pesar de la falta de comunicación.

Brian rompió su silencio una noche durante la cena, con palabras entrecortadas por los nervios al decirlas atropelladamente antes de que el coraje le fallara.

—¿P-p-p-por q-q-qué... sigues aquí? —inquirió aferrando la cuchara descartable como si fuese un ancla.

Nadine sintió que su estómago se caía al piso al pensar que la única persona que seguía a su lado la estaba alejando. Buscó en sus recuerdos aquella forma que tenía de actuar indiferente, pero la antigua actriz Nadine parecía haberse esfumado junto con su autoestima.

—¿Quieres que me vaya? —preguntó la chica implorando que no se le cayeran lágrimas frente a Brian nuevamente.

—E-e-e-eso n-n-n-no es una respuesta, e-e-e-es otra pregunta.

En sus meses de silencio Nadine había olvidado hasta qué punto Brian se tomaba las cosas de forma literal. Respirando hondo para calmarse, la chica se propuso responder directamente y dejar de lado sus propias inseguridades.

—Estoy contigo porque eres la única persona que ha vivido lo mismo que yo, porque siento que no tengo que mentirte y porque me hace sentir mejor —confesó en una verborragia, un poco avergonzada por lo sentimentales que sonaban sus palabras.

La confusión de Brian podía verse desde el otro extremo de la cafetería, incluso tenía la boca semi-abierta como las caricaturas. Nadine se mordió la lengua pensando en que quizás la honestidad directa no era tan buena idea después de todo.

—¿N-n-n-no me culpas? —preguntó Brian, por una vez sin desviar su mirada estudiando cada uno de los movimientos de Nadine buscando respuesta.

—¡No! ¡Pensé que tú me culpabas a mí como el resto! —ahora era el turno de Nadine de estar confundida.

—Pero fui yo quien dio la idea, quien te buscó y convenció para apagar la energía. No pensé en el exterior, me equivoqué... Nunca me equivoco —dijo Brian olvidándose de tartamudear y frunciendo la frente, sin entender nada.

—Brian, ¡¿qué pretendías que asumiera cuando no me hablas desde hace dos meses y medio?!

—Te dije que no soy bueno entendiendo a otras personas. Estaba ocupado borrando nuestras huellas de los sistemas. No pensé que quisieras verme luego de haberme equivocado.

Nadine se llevó una de las palmas a su frente en señal de frustración y resopló en una mezcla de alivio y enojo.

—Brian, por supuesto que no te culpo. Los dos estábamos metidos, los dos decidimos seguir a delante con el plan, ninguno pensó en el exterior. De ahora en más dejemos de asumir lo que el otro piensa. Ni tú, ni yo. ¿Te parece?

Brian asintió con efusividad, regalándole una de sus pocas sonrisas por pedirle algo que podía cumplir sin esfuerzo.

—Estuvimos actuando como unos críos... —continuó diciendo Nadine devolviéndole la sonrisa a Brian.

—¡Exactamente! ¡Todos están comportándose como críos y estoy cansada de este maldito asunto! —interrumpió una voz su espalda que la hizo sobresaltar.

Signe estaba cruzada de brazos y golpeando el piso con unos de sus pies de forma ansiosa. La casualidad de que tanto Brian como Signe volvieran a dirigirle la palabra casi al mismo tiempo no se le escapó a Nadine, pero tampoco iba a quejarse luego de dos meses sin tener una verdadera conversación con nadie. Al no tener una respuesta más fluida que una boca abierta, Signe continuó.

—Síganme los dos y terminemos con esta riña de adolescentes dramáticos de una vez por todas —ordenó.

Sin esperarlos, la mujer se volteó y comenzó a caminar hacia el otro extremo de la cafetería. Nadine y Brian se dispusieron a seguirla observando cautelosamente las mesas para esperar la reacción de Cécile y Kaoru. A pesar de estar nerviosa por el enfrentamiento que se desataría en unos minutos, Nadine estaba sonriendo y proponiéndose en silencio nunca más repetir los mismos errores.

—Brian, ¿puedo darte un abrazo de reconciliación? —preguntó abriendo los brazos de forma cómica riendo por lo bajo.

—¡NO! —respondió el chico, sin hacer ningún ademán de alejarse. Una pequeña media sonrisa se asomó detrás de sus cabellos.

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