Atrapada

بواسطة GiovannaGiraldo

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"Justo cuando creía que lo tenía todo claro, cuando tenía al fin las respuestas, me di cuenta que nunca había... المزيد

Capitulo 1 - PRIMER DÍA
Capitulo 2 - SANTA SOFIA
Capitulo 3 - ALEX
Capitulo 4 - A LA UNIVERSIDAD
Capitulo 5 - LA LLAMADA
Capitulo 6 - EXCEL
Capitulo 7 - CUMPLEAÑOS
Capitulo 8 - REVELACIÓN
Capitulo 9- JUSTICIA
Capitulo 10 - Pieza de Arte
Capitulo 11 - GUERRA
Capitulo 12. SUSPENDIDA
Capitulo 13. REENCUENTRO
Capitulo 14. CONFUSIÓN
Capitulo 15. CAOS
Capitulo 16. LA GRAN MENTIRA
Capítulo 17. BIENVENIDA
Capítulo 18. REUNIÓN FAMILIAR
Capítulo 19. ROMPECABEZAS
Capítulo 20 - NOBEL
Capítulo 21 - PAZ
Capítulo 22 - CONFUSIÓN
Capítulo 23 - ACOSADOR
Capítulo 24 - DALÍ
Capítulo 25 - NUEVO
Capítulo 26 - EL PLAN
Capítulo 27 - SÁBADO
Capitulo 28 - PIERRE
Capítulo 29 - TRAICIÓN
Capítulo 31 - MARÍA
Capítulo 32 - CÓLERA
Capítulo 33 - SINCERIDAD
Capítulo 34 - PERSEGUIDA
Capítulo 35 - FUEGO
Capítulo 36 - CASTIGO
Capítulo 37 - PARANOIA
Capítulo 38 - RETO
Capítulo 39 - PRIMER PENSAMIENTO
Capítulo 40 - AMIGOS
Capítulo 41 - RUMORES
Capítulo 42 - SUEÑOS Y PESADILLAS
Capítulo 43 - DESPEDIDA
Capítulo 44 - INVENTOS
Capítulo 45 - EL CAPÍTULO PERDIDO
Capítulo 46 - ALIANZAS
Capítulo 47 - FOTO FAMILIAR
Capítulo 48 - NEUROSIS

Capítulo 30 - PACTO

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بواسطة GiovannaGiraldo

—¿Está bien? —Sara levantó la mirada, Cristian venía acercándose desde el estacionamiento.

—Llegamos a tiempo —dijo Val, quien aún parecía estar preocupada—. El idiota de Brown la tenía acorralada en la oscuridad. Odio esas malditas luces LED, pero gracias a ellas la encontramos.

Sara frunció el ceño mientras se abrazaba a sí misma, sus dientes seguían castañeando. Ella creía que Cristian había sido el que había golpeado a Martín, porque a pesar de que era fuerte, Val no podría sola con él. Ella volvió a mirar hacia el gimnasio y tembló cuando vio que de la parte oscura de dónde venían ellas iba saliendo Tomás. Él llevaba su camisa desorganizada, el abrigo en la mano y a pesar de la oscuridad, ella sabía que la estaba mirando, por lo que se movió rápidamente para darle la espalda. Cristian se acercó mientras se quitaba su abrigo y luego se lo ofreció, pero Sara no logró reaccionar para recibirlo. Val fue quien sonrió y sus ojos brillaron de orgullo por su gesto cuando ella misma recibió el abrigo para arroparla.

En ese momento no podía sentir ira, el dolor era demasiado grande y eclipsaba cualquier otro pensamiento, hasta el recuerdo de Martín. Aún podía sentir esa lanza en su pecho, parecía como si a cada segundo estuviera perforando más en su alma. Tomás la había salvado nuevamente, pero él también la había traicionado. ¿Por qué tenía que ser él quien fuera a salvarla? ¿Por qué no había huido antes de Martín para que así no tuvieran que encontrarla en esa humillante situación? Ella sólo sabía que no quería hablar con él, no quería verlo.

—Val —Sara agarró el brazo de su amiga con desesperación—. ¿Dejarías que Cristian me lleve a casa, por favor? Tú puedes ir con... con él.

—Por supuesto, S —Val asintió a pesar de estar confundida—. Nosotros vamos a ir justo atrás, ¿de acuerdo?

Sara asintió y empezó a caminar sola en dirección a la camioneta de Cristian mientras se cubría más. Ella no habló en todo el camino a su casa y agradeció que Cristian tampoco lo hiciera porque su mente estaba muy lejos de allí. ¿Por qué se estaba sintiendo así? ¿Por qué había tenido que abrir su gigante bocota y decir que quería asistir a aquella fiesta? Pero si no hubiera asistido, probablemente no habría visto a Pierre nuevamente. Era increíble como una noche podía ser tan dulce y tan agría al tiempo.

Era una tontería sentir tanto dolor, pero no podía evitarlo. No había nada entre ellos, ella estaba con Alex, él era libre ¿en qué momento el universo había perdido su orden? A veces era simplemente imposible controlar las cosas que se sentían. Los sentimientos siempre estaban allí, en el fondo, esperando una oportunidad para salir a la luz y volver vulnerables a los desafortunados que los tenían. Tantos años queriendo dar la imagen de ser una persona fuerte e intocable, para terminar convertida en lo que era ahora.

—Lo siento —fue lo único que pudo decir cuando llegaron a Collina. Ella intentó quitarse el abrigo, pero Cristian no se lo permitió.

—Luego me lo entregas —Él mismo se bajó, dio la vuelta y le abrió la puerta. Afortunadamente nadie se bajó del auto que estaba justamente atrás, Cristian fue quien la acompañó hasta la entrada del edificio.

Antes abrir la puerta ella dio la vuelta y lo miró.

—Oye, cuida a Val —dijo seriamente—. Sé que no lo parece, pero soy bastante vengativa con quienes hacen daño a los que amo.

Él sonrió más tranquilo al verla reaccionar.

—Jamás lo haría —hubo una pausa y luego la miró fijamente—. Ellos te quieren, Sara, no los apartes.

Sara no quiso mirar en esa dirección, el dolor que sintió le impidió hacer algún comentario gracioso que lo hiciera relajarse para que luego les dijera a ellos que estaba completamente bien. Simplemente no pudo hacerlo, sus ojos se llenaron de lágrimas, entonces abrió la puerta y entró al edificio sin decir nada más.

Cuando entró al Penthouse vio que todo estaba oscuro, probablemente su mamá había salido también esa noche. Como una autómata fue a la cocina a oscuras para agarrar una botella de agua y luego subió y se encerró en su cuarto. Apenas se dio cuenta que seguía llorando cuando se lanzó a la cama y se cubrió la cabeza con la almohada.

En el fondo sabía que era lo que estaba pasando. La razón de todos sus problemas, esa que todo el tiempo había estado en sus narices y ella no había sido capaz de enfrentar. Ella lo sabía, estaba enamorada de su mejor amigo.

Ya era de día cuando Sara alcanzó a escuchar el sonido amortiguado de su celular. Aún con su cabeza cubierta con la almohada, alargó su mano y rebuscó a ciegas en el pequeño bolso que aún estaba enredado en su brazo, pero justamente iba a contestar cuando tembló; en realidad no quería hablar con nadie en ese momento. Con una mueca metió la mano bajo la almohada para ver la pantalla, era Alex. Sara suspiró, se sentía aturdida y probablemente Alex notaría su estado de ánimo, pero fue la curiosidad quien la hizo contestar.

—Hola, cariño —saludó él, al parecer estaba de buen humor ese día—. ¿Lista para ir de picnic?

Sara lanzó a un lado la almohada que la estaba cubriendo y fingió una tos para ocultar un jadeo, no quería salir de su cama jamás. Antes de responder, miró en la pantalla del celular; eran las once de la mañana. Era muy extraño que Alex la invitara a salir tan temprano y más a un picnic; después de su salida a Dalí, esa invitación parecía como ir a Disney. Pero eso no era lo peor, ¿Por qué ya no se sentía entusiasmada por una invitación de Alex como al principio? Sara sintió un vacío en la boca de su estómago cuando recordó la razón.

Era una tontería, allí estaba el chico universitario con el que siempre había soñado invitándola a salir, pero estaba demasiado ocupada entrando en depresión porque había descubierto que amaba a alguien más y ese alguien había regresado con la arpía de su ex novia.

Sara sacudió la cabeza.

—Claro —dijo finalmente, en verdad esperaba que no hubiera notado lo terrible que sonaba su voz.

—Genial —dijo Alex—, entonces nos vemos en el parque Alpes a las doce. No puedo esperar a verte.

—Si...

Sara tardo un poco en procesar la información cuando dejó su celular a un lado, habría sido aún más genial si a ella se le hubiera ocurrido decir que tampoco podía esperar para verlo. Con un suspiro entró a bañarse con agua caliente, pero simplemente se quedó allí de pie, con el agua cayendo en su cabeza y deslizándose por su cuerpo.

Con todo lo que había sucedido esa noche, no se le había ocurrido pensar en qué estado habría quedado Martín. Aún no sabía si iba a acusarlo con su familia, los Brown eran probablemente la familia más poderosa de la ciudad y jamás permitirían que se formara una escándalo por eso, al contrario, podría traerle problemas a las empresas de sus papás y ella jamás permitiría algo así. Por el lado de Martín, probablemente le prohibirían salir un par de días o le quitarían uno de sus autos, luego sería como si nada hubiera pasado. Honestamente, tampoco quería acusarlo, para ella sería suficiente si no tuviera que volverlo a ver jamás.

A pesar de que no estaba lloviendo, el día estaba bastante frio, por lo buscó unas buenas botas planas, un cárdigan gris y una gorra tejida color beige que le ayudó a cubrir su cabeza y a controlar su cabello. Antes de entrar a bañarse había puesto su celular en silencio, mientras lo guardaba en un pequeño bolso, vio que ya había varias llamadas pérdidas que no pretendía atender ese día.

Al bajar las escaleras, Sara frunció el ceño al escuchar ruidos en la sala de televisión, cuando se asomó un poco vio que era su mamá, quien estaba viendo CNN y comiendo frutas. Evitando hacer ruido, dio la vuelta para salir.

—Hola, hija. ¿Quieres comer algo?

Sara se detuvo son un suspiró. Ella simplemente no podía haberla visto ya que estaba dando la espalda y había evitado hacer ruido, tal vez tenía un sexto sentido. Cuando regresó a la puerta vio que su mamá no se había movido de su puesto, verla allí tan tranquila de alguna forma la irritó. ¿Luego de que había pasado días ignorándola, ahora si recordaba que su hija también comía?

—No, ahora voy a salir —repuso secamente.

Su mamá giró su cuerpo aún en su puesto para mirarla por primera vez. Llevaba su cabello recogido y un kimono blanco. Ella se llevó un kiwi a la boca antes de hablar.

—Hace un rato me llamó William, quiere invitarnos a comer hoy. ¿A dónde vas?

Sara casi sonrió. Casi.

Era increíble como a diario su familia intentaba superarse en locura, ella sintió algo como una bomba en su garganta queriendo estallar.

—Durante muchos años yo deseé que hiciéramos algo juntos un domingo y ustedes siempre estaban ocupados —murmuró con amargura—. Bien, ahora yo estoy ocupada.

Eso finalmente atrajo la completa atención de su mamá. Ella dejó el plato de frutas a un lado y se levantó del sofá para caminar hasta detenerse frente a ella. Sara esperó que llegara una recriminación o una mirada de enojo, pero su mamá parecía por primera vez arrepentida.

—No somos perfectos —dijo con calma—. Bueno, William es casi perfecto, con su estilo de estrella de cine y siempre tan sonriente… pero no importa. Yo sólo… —hizo una pausa para tomar aire—, en verdad lo he intentado, hija.

Sara sintió un nudo en la garganta, era demasiada la presión. Cada aspecto de su vida estaba mal, era un desastre. Si llegaba a escucharla iba a volver a ilusionarse con que todo iba a mejorar y al final sólo iba a terminar más destrozada.

—Tú misma lo dijiste, mamá: esta familia es un circo —Sara apretó sus manos en puños, su visión empezó a arder—. Ya me cansé de esperar algo que nunca va a suceder, me rindo.

El parque Alpes era gigante, Sara se cubrió con una bufanda tras estacionar el auto y se bajó. El tiempo que había pasado desde que había salido del Penthouse a llegar allí era un borrón, ella simplemente se había sentido incapaz de seguir escuchando a su mamá, y antes de empezar a llorar frente a ella, había preferido salir huyendo de allí.

Debido a que era domingo, había una multitud de personas allí. El parque tenía un gran lago donde muchos daban paseos en canoas, otros preferían pasear en bicicleta o patines, todos iban allí buscando estar en contacto con la naturaleza sin salir de la ruidosa ciudad. Sara se abrazó a si misma mientras veía algunos padres jugando con sus pequeños, todos parecían tan sonrientes ¿por qué nunca había podido tener algo así?

En un momento un pequeño balón rodó cerca a ella y lo detuvo con su pierna, luego una pequeña de vestido rosa se acercó sonriente y con sus mejillas sonrosadas tras correr. Sara sonrió y se lo lanzó con delicadeza, luego vio como la pequeña lo alzaba con sus manitas y corría a abrazar a su mamá quien estaba sentada en el prado con otro bebé en sus piernas. Una sonrisa iluminó el rostro de la mujer, ella acercó a la pequeña y la abrazó. Sara estaba embrujada mirando la escena, habría dado todo lo que tenía por haber experimentado algo así alguna vez.

Al seguir con su camino, Sara vio el gran árbol de cedro cerca al lago, Alex le había enviado un mensaje avisando que estaría allí cerca, probablemente porque allí no se acercaban los padres con niños pequeños por miedo a que fueran a jugar al agua. Alex ya estaba allí cuando se acercó, había conseguido un mantel de cuadros blancos y rojos que había puesto en el suelo, él estaba medio acostado tomando una cerveza y escuchando música con audífonos, había una canasta al lado con comida.

 Sara se detuvo un momento para tomar aire. Verlo allí esperando por ella ya no le causaba la emoción que le habría causado unas semanas atrás, pero aun así estaba allí y eso era algo. Alex había cambiado su forma de pensar y lo había hecho por ella, había aprendido a quererla a pesar de ser tan diferente y tan hueca. Él la quería por quien era, no podía echar eso a la basura, probablemente él era lo único que le quedaba en ese momento.

Finalmente se acercó y se acomodó sobre sus rodillas en el mantel de cuadros, Alex se quitó los audífonos y sonrió.

—Hola.

Sara no respondió al saludo, sólo lo miró en silencio por un momento. Quería encontrar una forma de quererlo con todas sus fuerzas, de sentir mariposas en su estómago al verlo, de no sentir más dolor.

—¿Pasa algo? —él la miró ahora con preocupación.

Sara negó con la cabeza, luego intentó sonreír y se acercó agarrando a Alex por la solapa de su abrigo, ella lo miró a los ojos un momento y luego lo besó. Fue apenas el cálido contacto, un poco torpe debido a que se le había abalanzado encima, Sara cerró los ojos deseando que por una vez que todo saliera bien.

—¡Wow! —exclamó Alex cuando ella se apartó y volvió a sentarse, él sonrió ampliamente—. De haber sabido que me extrañabas tanto te habría llamado antes.

—Gracias por invitarme —murmuró sinceramente—. No quería estar en casa.

Alex asintió mientras abría un pequeño enfriador portátil.

—Mira, traje Coca-Cola.

—Mejor dame una de esas cervezas —definitivamente necesitaba algo que la ayudara a despertarse.

Ellos se quedaron allí sentados un buen rato simplemente hablando, Sara agradeció que no le preguntara cómo iban las cosas en su casa o en el colegio, definitivamente no iba a contarle nada sobre Martín Brown y pensar en algo más sólo haría que se arruinara la salida. De hecho, Alex parecía un poco sorprendido de que supiera algo sobre especies de árboles y flores, hasta se sabía la historia del parque de memoria.

—Algunas veces veo NatGeo —comentó encogiéndose de hombros—. Cuando el programa de las Kardashians está en comerciales.

Alex estaba acostado a punto de llorar de tanto reírse.

—Eres una caja de sorpresas, eso eres.

Sara se acostó sobre el mantel para mirar el cielo, estaba un poco nublado y probablemente llovería en un par de horas, ver las hojas de los árboles en contraste con el cielo siempre le había parecido hermoso. Ella sacó su teléfono y tomó un par de fotos.

—¿Sabes? —Comentó en voz baja—, creo que mi mamá fue quien tomó las fotos esa noche.

Alex frunció el ceño y se sentó para mirarla.

—¿Por qué dices eso?

—Sólo lo sé —una pequeña hoja seca cayó sobre ella y la levantó para juguetear—. Ahora que está a punto de ser descubierta me ha vuelto a hablar, hasta me ha invitado a salir.

Alex bufó.

—No puedo creerlo.

—Lo sé —Sara asintió—. Ella no quiere vivir conmigo, pero todo le salió mal. Creo que es hora de que yo le ayude a terminar lo que inició.

Alex tomó su mano y la levantó, luego la acercó a su boca y besó levemente el torso.

—Sabes que puedes contar conmigo, no voy a dejarte sola.

  Sara cerró sus ojos, probablemente era lo mejor. No faltaba mucho para que cumpliera la mayoría de edad, pero si tan sólo en unas pocas semanas había estado en medio de tantos escándalos y problemas, no quería imaginar lo que le esperaba si seguía viviendo con ella. Tal vez eso era lo que había querido decir María en sus sueños: “Todo estaba frente a sus ojos.”

Ella se sentó nuevamente y levantó su cerveza para hacer un brindis.

—Ya no importa, si Erika quiere deshacerse de mí, pues la voy a ayudar... Salud.

Esa mañana Sara no se había sentido entusiasmada con la idea de salir, pero después de comer algunos pasa bocas y croissants rellenos mientras seguían hablando de trivialidades, se sentía un poco más tranquila. Ella tendría que haber hecho una salida así mucho tiempo atrás, necesitaba algo de soledad y estar allí en contacto con la naturaleza la ayudaba.

—Debo visitar un amigo que llegó de viaje —dijo un rato después mientras se volvía a poner la gorra en la cabeza y se levantaba—. Tal vez podríamos vernos luego…

—Mañana. En Dalí —dijo Alex—. Tengo algo que mostrarte.

Sara intentó sonreír mientras lo ayudaba a guardar las cosas en la canasta. Le había costado un poco organizar sus ideas mientras empujaba el dolor que sentía a un rincón de su mente, pero había servido, ahora se le había ocurrido un plan para finalmente librarse de todos sus problemas.

Sólo esperaba que la persona a quien necesitaba aceptara ayudarla.

Ella pensaba visitar a Pierre, tal como le había dicho a Alex, pero antes habían dos lugares a los que necesitaba ir y el primero era un lugar que jamás habría imaginado llegar a visitar.

—Buenas tardes. Estoy buscando a Emma López —dijo al vigilante que estaba en la entrada de la zona residencial, Emma vivía en un condominio de casas de lujo. Sara se había asegurado de que Alex no se dirigiera a la misma zona, dado que allí mismo vivían sus padres y su hermana, pero él había tomado rumbo a la zona universitaria.

—¿Madre o hija? —preguntó el vigilante

—Hmm, ¿hija? —repuso algo confusa—. ¿Podría decirle que es Sara Smith y que es urgente?

El hombre asintió mientras hacía la llamada, esperó un momento y luego volvió a acercarse a su auto.

—Puede seguir —dijo mirándola con curiosidad—, es la casa trece. El número es grande así que no se perderá.

—Gracias —Sara cerró la ventana y entró al exclusivo sector. Aunque era un condominio de solo veinte casas, en extensión era enorme, por lo que sólo tuvo que contar las mansiones hasta llegar a la número trece.

Mientras estacionaba, Sara vio que Emma estaba sentada en el jardín, tenía una sudadera verde y estaba revisando su laptop en una mesa de estilo campestre.

—¿Sabes? Creía que sería más posible recibir una visita de Papá Noel en traje de baño un domingo que una visita tuya —estaba diciendo Emma cuando se acercó, a pesar de hablar en voz alta, ella no había levantado la mirada de la pantalla.

Sara se detuvo frente a la mesa, pero no tuvo intención de sentarse.

—Voy a ser breve, Emma —empezó—. Vine a decirte que voy a dejarte el camino libre en todo: El colegio, Tomás... —Sara respiró hondo, sentía un nudo en su garganta—. Sólo con dos condiciones.

Emma cerró su laptop y la miro fijamente, tenía el ceño fruncido.

—¿Esta es alguna broma para ese grupo de idiotas que se hicieron famosos publicando videos en internet?

Sara negó con la cabeza sin rastro de humor.

—Tenías razón… ayer —dijo en voz baja—. Ellos están juntos, pero sé que ella no lo merece.

—Eso ya lo sé —Emma se encogió de hombros—. He tenido el placer de conocer a Katherine Montana, está en mi lista negra.

—¿Está antes o después que yo? —preguntó inconscientemente, lo que hizo que Emma sonriera por primera vez.

—Ni te imaginas el puesto que ocupas en mi lista.

Sabía que era el primero. Cielos, por lo que se podía imaginar probablemente su lista negra era en realidad una libreta de Death Note.

Sara sacudió su cabeza.

—La primera condición es que me jures que vas a hacer que ellos terminen si Katherine vuelve a actuar como loca —Sara apretó su cárdigan con las manos buscando algún apoyo—. Y la segunda es que me ayudes a ser expulsada del colegio.

Emma cerró un momento los ojos como si estuviera procesando toda la información, por su rostro pasaban gestos de confusión a incredulidad.

—¿Me estás diciendo que quieres hacer un pacto conmigo? —preguntó finalmente.

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