Atrapada

By GiovannaGiraldo

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"Justo cuando creía que lo tenía todo claro, cuando tenía al fin las respuestas, me di cuenta que nunca había... More

Capitulo 2 - SANTA SOFIA
Capitulo 3 - ALEX
Capitulo 4 - A LA UNIVERSIDAD
Capitulo 5 - LA LLAMADA
Capitulo 6 - EXCEL
Capitulo 7 - CUMPLEAÑOS
Capitulo 8 - REVELACIÓN
Capitulo 9- JUSTICIA
Capitulo 10 - Pieza de Arte
Capitulo 11 - GUERRA
Capitulo 12. SUSPENDIDA
Capitulo 13. REENCUENTRO
Capitulo 14. CONFUSIÓN
Capitulo 15. CAOS
Capitulo 16. LA GRAN MENTIRA
Capítulo 17. BIENVENIDA
Capítulo 18. REUNIÓN FAMILIAR
Capítulo 19. ROMPECABEZAS
Capítulo 20 - NOBEL
Capítulo 21 - PAZ
Capítulo 22 - CONFUSIÓN
Capítulo 23 - ACOSADOR
Capítulo 24 - DALÍ
Capítulo 25 - NUEVO
Capítulo 26 - EL PLAN
Capítulo 27 - SÁBADO
Capitulo 28 - PIERRE
Capítulo 29 - TRAICIÓN
Capítulo 30 - PACTO
Capítulo 31 - MARÍA
Capítulo 32 - CÓLERA
Capítulo 33 - SINCERIDAD
Capítulo 34 - PERSEGUIDA
Capítulo 35 - FUEGO
Capítulo 36 - CASTIGO
Capítulo 37 - PARANOIA
Capítulo 38 - RETO
Capítulo 39 - PRIMER PENSAMIENTO
Capítulo 40 - AMIGOS
Capítulo 41 - RUMORES
Capítulo 42 - SUEÑOS Y PESADILLAS
Capítulo 43 - DESPEDIDA
Capítulo 44 - INVENTOS
Capítulo 45 - EL CAPÍTULO PERDIDO
Capítulo 46 - ALIANZAS
Capítulo 47 - FOTO FAMILIAR
Capítulo 48 - NEUROSIS

Capitulo 1 - PRIMER DÍA

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By GiovannaGiraldo

 Era una hermosa y soleada mañana de lunes, pero cuando Sara Smith despertó por culpa de la luz que entraba por su gran ventana, los pajaritos cantando y Joss tocando a la puerta para avisarle que debía alistarse para ir al colegio, supo que sería el peor día de su vida.

—Diablos —murmuró. Odiaba como todos despertaban tan felices dejándola a ella como el ogro de la casa.

Sara no podía entender cómo podría alegrarla tener que entrar a otro colegio nuevo otra vez—algo a lo que debería estar más que acostumbrada. Pero por alguna razón sus papás parecían optimistas en que el Santa Sofía si iba a ser el último colegio en el que iba a estudiar hasta la graduación.

Tampoco es que fuera una pésima estudiante, simplemente odiaba el colegio, ¡al igual que todos los demás! Llevaba años haciéndose expulsar a propósito de un colegio tras otro con la esperanza que no la recibieran en ninguno más. Pero al parecer los colegios preferían las exageradas cifras de dinero que pagaban sus papás para que la recibieran así tuvieran que soportar la pesadilla que ella podía llegar a ser.

O también podría ser que la aceptaran por lastima, ya que sus papás alegaban problemas psicológicos a causa de su divorcio.

—¡Por favor, si hoy en día todo el mundo se separa! —exclamó irritada mientras se iba a bañar. A ella no le afectaba el hecho de que su papá hubiera abandonado a su mamá por un guapísimo modelo brasilero. No, lo que a ella le molestaba era que ahora que estaban separados, sus papás querían actuar como una familia unida.  

Bueno, claro que su papá no las había abandonado totalmente, él ahora se estaba esforzando por recuperar el tiempo perdido e intentar tener por fin una familia normal.

Para Sara su papá era un héroe. A ella no le importaba lo que dijeran las revistas de farándula sobre él, ella solo era feliz porque después de tantos años en que no pasaban juntos ni una navidad, él había decidido tomarse con más calma su trabajo para dedicarse a su única hija y ahora pasaban la mayor parte del tiempo juntos.

Entonces, ¿qué más podía pedirle a la vida? Si había visto tantos casos de hijos con papás separados que cuando tenían nuevas familias los olvidaban por completo. Su caso era muy distinto, los Smith Herrera eran tan disfuncionales que el divorcio había causado el efecto contrario en ellos y ahora parecían más una familia que antes.

Todo estaba bien cuando salía con su papá los fines de semana, cuando la llevaba de compras sin parar, y aunque a veces exagerara un poco, siempre la pasaba mejor con él y Felipao que con chicas de su edad. Los fines de semana eran como una burbuja… burbuja que se reventaba cuando llegaba el domingo por la noche y tenía que volver a casa para ir al colegio al siguiente día.

El único defecto de su perfecto papá era que apoyaba a su mamá con eso de que tenía que estudiar y graduarse… o tal vez era que no le quedaba opción.

Erika Herrera era la vicepresidente de la cadena de Spas H y la soltera más bella del país según las revistas de entretenimiento. Además de ser la mejor vestida, la ejecutiva del año, la mujer modelo y etcétera, etcétera, etcétera. Fuera de toda esa perfecta hoja de vida, era la mamá de Sara, la que por desgracia tendría su custodia hasta su mayoría de edad y que mientras tanto haría todo lo posible por acabar con los niveles de autoestima de su pobre hija.

Tampoco es que le tuviera envidia, pero es que no podía evitarlo, solo verla dolía. Tenía un cuerpo perfecto, sin cirugías, ojos azules  y cabello largo. Era como Angelina Jolie, solo que sin un Brad Pitt y sin medio equipo de futbol como hijos, de hecho no era nada afortunada en su vida amorosa. Con 34 años y una larga fila de solteros millonarios a su disposición, a Erika parecía no gustarle ninguno—o por lo menos ninguno desde Pierre. Sara estaba segura de que él sería su padrastro, pero Erika lo había arruinado todo y él se había ido para siempre.

Tal vez era ella quien necesitaba a la doctora Vélez, la psicóloga que Sara debía visitar desde la separación 4 años atrás. Erika si que la necesitaba, era una egocéntrica, neurótica, perfeccionista… y tal vez si estaba un poco loca.

William había sido el primer amor de su vida, el amor de colegio del que había quedado embarazada, y como ellos se querían de verdad no tuvieron la loca idea de abortar. Cuando se graduaron del colegio en medio de un escándalo monumental se fueron a vivir a Nueva York para evitar más rumores. Tuvieron a la niña más linda de este mundo y después siguieron estudiando mientras Sara se quedaba en casa con su nana María.

Cuando Sara cumplió los 7 años decidieron regresar a la ciudad para trabajar en las empresas familiares, dos años después María murió de cáncer. Ese fue el golpe más duro en la vida de Sara, María había sido como su mamá; ella le había enseñado todo: a caminar, a leer, a vestirse, a decir te amo y ahora se había marchado para nunca más volver.

Desde ese momento todo se complicó y la dulce Sara se rebeló, las nuevas “nanas” ya no duraban ni una semana aunque recibieran sueldo de estrellas de cine. Lo intentaron todo hasta que Erika tuvo que dejar de trabajar para quedarse con ella en casa, lo que no hizo mucha diferencia porque no se llevaban bien y solían discutir todo el tiempo. A su papá jamás lo veía, siempre tan ocupado en sus eventos sociales.

Pero un día algo ocurrió. Estaban en Nueva York, a Sara la habían dejado en el lujoso ático de su tío mientras todos los adultos iban a un desfile de su diseñadora favorita. Sara logró escapar del edificio y empezó a correr sin rumbo por las calles de Nueva York, pero desafortunadamente no había avanzado mucho cuando una bicicleta la atropelló haciendo que se golpeara la cabeza contra la acera.

Cuando estaba inconsciente, Sara empezó a soñar con María. Tan sólo con verla algo se había derretido en su interior y no había podido contener las lágrimas. Llévame contigo, nana. Pero María sólo había abrazado mientras lloraba en silencio y llena de tristeza. Desde ese momento algo en Sara cambió, ese sueño había sido demasiado real, su nana estaba triste y era por su culpa. Sara juró que desde ese día iba a cambiar. Meses después fue a visitar a María a su tumba para decirle que ya podía sonreír, ella era otra vez una niña buena.

Al cumplir los 13 años tuvo la fiesta de sus sueños, fue de disfraces como a ella le gustaban, con música y muchos invitados. Sus papás le regalaron un viaje en crucero de quinceañeras, pero en medio del viaje la bomba estalló, un día revisando su correo electrónico se enteró del escándalo. ¡Todo había sido un montaje! La habían enviado lo más lejos posible para evitar todo el torbellino de noticias en las que decían que sus papás se divorciaban por infidelidad. ¿Pero cómo podían ser tan ilusos para creer que ella no se enteraría? si ahora cualquier niño desde los 8 años tenía e-mail. Sara estaba llena de ira, no tanto por la separación, sino por la mentira. Odiaba que sus papás la creyeran un bebé. Ese día al llegar al aeropuerto ellos estaban esperándola juntos como si nada estuviera pasando, estaban intentado seguir su montaje de la familia feliz.

—¡Ustedes me creen estúpida! —había chillado al verlos y después había empezado a correr, claro que uno de los escoltas la había atrapado pronto y no logró evitar ser llevada al consultorio de la doctora Vélez. Lo recordaba como si hubiera sido esa mañana.

—Mira, Sara. Sé que es complicado, pero no puedes creer todo lo que oyes —dijo la doctora.

—¿Lo que oigo? ¡Hace meses no veo que se besen! ¿Quién fue? ¿Quién fue el infiel?

—Ninguno —murmuró William—.Es mi culpa.

—Pero, ¿qué pasa, papá?

—No es un buen momento —dijo Erika desde el otro extremo del consultorio.

—Nunca es buen momento para ti, mamá —espetó Sara—. Estoy cansada de escuchar mentiras, si no me lo dicen ahora, voy a creer cualquier cosa que me digan.

—Tiene razón —dijo la doctora.

Su papá se acercó a ella y la tomó de las manos.

—Mira, princesa. Lo que pasa es que me di cuenta que no siento lo mismo por tu mamá que antes.

—¿Ya no la quieres?

—Si, por supuesto que si... Pero ya no como mi esposa, sino como una amiga.

—Entonces, ¿se van a separar?

—Pero no te vamos a abandonar nunca, mi vida —dijo Erika.

—Les creo. No podría estar más abandonada de lo que estoy.

—¡No seas injusta!¡Sabes que lo hacemos por ti! —gritó Erika, pero Sara sólo se encogió de hombros. Esa era la verdad.

—¿Estás bien? —preguntó la doctora.

—Lo estaré, es sólo que no me gusta que me mientan.

—Bueno, ya lo iras asimilando poco a poco.

Por un rato hubo silencio, Sara tenía los ojos cerrados y estaba intentando controlar sus sollozos.

—¿Y con quien voy a vivir? —preguntó después.

—Conmigo, por supuesto —repuso Erika.

Sara miró a su papá con los ojos llenos de lágrimas.

—¿Y cuando te voy a ver, papá?

 —Todos los fines de semana, mi vida.

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