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No llevó la cuenta del tiempo, que estoy encadenada; de cuanto tiempo llevo encerrada, custodiada por monstruos; cuanto no tengo contacto con el mundo exterior. ¡Te maldigo Cronos!
Los brazos los tenía extendidos y sujetados por cadenas, mientras el peso de mi cuerpo era atraído por la gravedad de la Tierra. La próxima vez que me pidieran hacer alguna flexión de brazos, terminara en el Inframundo en menos de tres segundos.
Tenía los ojos cansados y apenas me mantenía despierta. No había comido por horas o días. Ya lo dije, no hay noción del tiempo de este lugar. Al menos, me daban agua cada tanto.
Los primeros momentos en este lugar, recibía cortes, latigazos, golpes escondidos, entre otras cosas. Como me curaba rápido (para mi es un misterio), seguían haciéndolo más seguido. Hasta que pararon. La razón es desconocida, pero me alegró que terminara. Lo malo, no volví a recuperar la habilidad de curación rápida.
Parecía ser una cueva, con un solo agujero arriba de mi cabeza. Pero, en este momento, la luz de la luna estaba proyectándome, como un reflector de estudio de grabación.
Me encontraba sola, mis custodias estaban en la entrada del lugar y cerca del agujero de arriba. ¿Cómo lo sabía? Simple, intenté escaparme cinco veces, antes de que ellos me encadenaran. Ahora, me encontraba felizmente colgada por dos cadenas, con fatiga y sin poder liberarme.
Mi arco con el carcaj, mis flechas, mi espada y todo posible artefacto considerado como "arma mortal", fueron confiscados y escondidos en algún lugar donde las criaturas del demonio pudieran tener un ojo encima.
Estar sola en un lugar no era mi mayor problema y tampoco moriría por compañía, pero ser raptada y maltratada es algo muy diferente.
Nadie es capaz de sobrevivir a tantos acontecimientos feroces y traumáticos. Gracias a lo que pasó hace menos de tres años, ya no existía nada que me afectara.
─Ja, como si no fueras tan débil para enfrentar consecuencias ─escuché una voz de hombre, algo lejana.
─Al menos yo no rompí el código... ─dijo otra voz masculina, pero más presente que la anterior─. ¿Cómo lo diríamos? Ah, sí. Hermandad.
─Que tu rompieras las reglas, no significa que hicieras lo que quieras ─dijo la primera voz─. Imbécil.
─¿Quién anda ahí? ─aún sin poder defenderme, tenía mis motivos por averiguar quién más estaba en la habitación, si podemos llamarla así─. Muéstrense, o los demandaré a Cerbero por almas fugitivas.
─Dioses, esta chica si que sabe cómo defenderse ─la segunda voz, tomando la forma de un hombre joven de unos 20 años, vestido de toga romana y sandalias. Llevaba puesta una corona de laureles, que resplandecía como un aura.
─¿De dónde crees que lo sacó? ─la primera voz era un hombre casi anciano y entre los dos, parecían la copia del otro─. Marte es muy prepotente y astuto en situaciones de guerra.
─¿Marte?¿Quienes son ustedes?
─A estas alturas deberías haberlo descifrado ─dijo el anciano─. ¡Y no soy un anciano!
─No, eres solamente un señor aguafiestas, amargado y aburrido ─se burló el segundo─. Fue criada por los greacae, idiota. No tiene idea de mitología romana.
─¡Basta de juegos, ¿quiénes son?! ─estos dos me estaban colmando la paciencia, si pudiera, les patearía el culo y los mandaría yo misma al Inframundo.
─Nosotros somos tus predecesores. Yo soy Rómulo ─dijo el más anciano─. ¡¿Qué parte de que no soy anciano no entiendes? Maldita sea! Y la copia barata a mi lado, es mi hermano, Remo.
─¿Copia barata? ─dijo con tono retórico─. Yo soy el mayor, en tal caso la copia barata eres tu.
No parabas su discusión estúpida, yo estaba sin otra alternativa, más que escuchar sus quejas. Intenté ignorarlos, pero tampoco daba resultado. Mientras estos dos seguían, llegué a tal punto de no poder más.
─¡Suficiente! ─grité y ambos dejaron de hablar ─. ¿A qué vinieron?
─Pensé que te lo habían dicho ─dijo Rómulo─. Vinimos no dejar la depresión te afecte la cabeza.
─Ja, ponte en mi lugar, quieres ─dije irónicamente─. Estoy encadenada, por un largo tiempo, sin comer lo suficiente, sin contacto con el mundo exterior y esperan que no me sientan desesperanzada.
─Sí Rómulo, tenle algo de compasión ─dijo Remo, acercándose a mi─. Mírale la cara de sufrimiento.
─Enserio, ¿qué quieren?
─Que tu espíritu nos acompañe, necesitas ver algo.
─¿Y cómo supones que...? ─no me dejo terminar la frase.
Su brazo se estiro hacia mi mano y me jaló hacia él. Ni yo entiendo como pasó, veía mi cuerpo con las cadenas y estaba frente a mí prioriza cara. Tenía los ojos celestes bien claros. Era una imagen espeluznante.
No me dieron tiempo para abrir la boca y hablar, que el ambiente a nuestro alrededor cambió. Era en medio de un bosque, a mitad de la noche, con luces de una fogata a lo lejos. Sinceramente, no estoy segura que "arrastrarme" sea la palabra correcta, para lo que ambas almas hicieron conmigo. Mi modo, es la única palabra que se me viene a la mente. En mi campo visual sólo veía plateado. Ay no, por favor que esto no es real.
Estoy soñando, ahora me pellizco y todo vuelve a la normalidad. Solitaria en esa cueva, con las cadenas cortandome la circulación de las muñecas y sin saber nada de lo que pasaba. Tenían que aparecer unas almas viejas, para arruinarme la tranquilidad. Los mayores siempre arruinan la paz.
─¡¿Cuántas veces tengo que decírtelo, niña? Deja de llamarnos por viejos! ─volvió a reprocharme Rómulo.
─¡Cállate, viejo gruñón! ─dijo Remo─. Va a comenzar el espectáculo.
─¿Qué espectáculo? ─pregunté como una tonta, hasta que escuchamos ruidos de unos arbustos que estaban cerca.
Se movían con ferocidad y entusiasmo. De ahí, salieron dos lobos con pelaje grisáceo pero brillante. Mi pesadilla se volvió realidad.
Seguido de los animales, las cazadoras de Artemisa, corrían como flechas recién disparadas. Los lobos se detuvieron a unos pasos de nosotros. No nos prestaban atención, solo giraron la cabeza hacia sus líderes, esperando alguna orden.
─Alisten el campamento ─dijo Thalia Grace, al lugarteniente de Artemisa─, yo hablaré con nuestra señora.
─Ni te molestes Thalia, acabo de estar con ella ─dijo una de ellas─. Pido un momento a solas y que nadie la molestara.
─Siempre quiere estar sola, eso no me impide pedir indicaciones... Incluso si se niega, siempre está dispuesta a ayudarnos.
Thalia se alejó del campamento improvisado y caminó unos pocos pasos hasta encontrarse con una chica adolescente de pelo castaño-pelirrojo, ojos grises y algo alta.
Su cara estaba seria, algo normal en la diosa de la virginidad, con la vista puesta en la luna que brillaba con intensidad.
─Mi señora, hemos establecido el campamento a unos pocos metros de aquí ─informó la hija de Zeus.
─Gracias Thalia, dentro de unos minutos me reúno con ustedes ─respondió de manera pacífica, pero nostálgica─. Ahora, quisiera estar sola un poco más.
─Sé que es difícil saber que ______ desapareció, pero debemos permanecer unidas. No sabemos si el siguiente ataque es hacia usted.
─Agradezco tu preocupación, pero voy a estar bien.
La imagen cambió para mi satisfacción, estaba a punto de mandar a la diosa al Tártaro por su actitud. Algo que realmente odio, son los farsantes. Después de casi dieciséis años y ahora se preocupa por mi. ¿Es una broma?
Los gemelos solo me explicaban que el amor es algo misterioso y confuso en sí. Yo sabia que el "amor" de Artemisa, en ese momento (y siempre fue), algo sobre actuado. Incluso si algunos olímpicos demuestran a su manera el aprecio o el apoyo hacia sus hijos, ella es la oveja negra del grupo.
Pero la escena actual sólo empeoró. De algo que realmente detestaba con todo mi ser, pasamos a los recuerdos más dolorosos de mi vida. Mis ojos se estaban tan cristalizados (no sé si era posible, que pudiera llorar en este estado), que la imagen era difusa pero clara a la vez.
Era nuestra casa en Nuevo México, estábamos en la sala, teniendo nuestra típica noche de juegos y papá estaba observando la ventana que tenía en frente.
─Te toca papá ─dijo Miguel, uno de mis medio-hermanos. Papá seguí sin prestarnos atención─. Vamos papá, mañana tenemos un partido importante y no voy a estar toda la noche esperándote.
─¿Qué? Perdón, estaba en mi mundo ─papá agarro los dados y tiró─. ¡Sí, doce! Lo siento Teseo, pero ahora es mi turno.
─¿Por qué siempre soy el que tiene que perder los turnos? ─preguntó Teseo, mi hermano, con algo de rabia.
─Porque siempre estás al lado de papá ─respondí yo, en aquel entonces─ y papá siempre tiene suerte.
─¿No es algo adorable? ─preguntó Rómulo─. Que lindo tiempo de calidad con la familia.
─Algo que nos faltó a nosotros, ¿no crees? ─dijo Remo.
─¿Por qué estamos aquí? ─dije algo dura, del odio pasé al sufrimiento─. Díganme de una vez que es lo que quieren.
─Pluto tenía razón, los adolescentes son impaciente.
─¿Hades?¿Qué quiere él de mí? ─no podía moverme. Quería salir de ahí lo antes posible.
─Aún no sabemos ─aseguró Remo─, pero intentamos evitar que...
Todo se corto, la imagen volvió a desaparecer y no veía los rastros de los gemelos. Flotaba en un vacío, sin saber a donde ir.
Mi mente seguía divagando por ahí. Al menos, hasta quienes custodiaban la entrada lograron "despertarme". Eran dos hombres (de carne y hueso) con armadura espartana, uno de ellos tenía un balde con agua. Mientras el agua helada corría por todo mi cuerpo, una voz ajena dijo.
─Estaba en otro plano, alguien la debió llevarla allí ─era una vez gruesa y profunda, no sabía de donde hablaba─. Encuentren al responsable y tráiganlo ante mi. Si los dioses quieren su tesoro de vuelta, tendrán que ser ellos quienes lo recuperen.