Las canciones de Celestina

By MoonRabbit13

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Cada medianoche, en una radio independiente, comienza el programa de La Celestina. Una misteriosa locutora de... More

Sinopsis
Canción 1
Canción 2
Canción 3
Canción 4
Canción 5
Canción 7
Canción 8
Canción 9
Canción 10
Bonus Track
Canción 11
Canción 12
Canción 13
Canción 14
Canción 15
Canción 16
Canción 17
Canción 18
Canción 19
Canción 20
Canción 21
Canción 22
Canción 23
Canción 24
Canción 25
Canción 26
Canción 27
Canción 28
Canción 29
Bonus Track
Canción 30
Canción 31
Canción 32
Canción 33
La última canción
Bonus Track - Epílogo
Agradecimientos
Otros títulos y... ¿continuación?
El consultorio amoroso de Celestina para personajes en apuros
Extra I: Un tiempo despúes
Extra 2: Historias que inspiraron a Las canciones de Celestina
Extra 3: Preguntas y Respuestas
Especial de San Valentín 1° Parte
Especial de San Valentín 3° Parte
Especial de San Valentín 2° Parte

Canción 6

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By MoonRabbit13


Amiga, estés donde estés

Que si te falta el aliento, yo te lo daré

Y si te sientes sola, háblame

Que te estaré escuchando aunque no te pueda ver


—¡Buenas noches, amores, y bienvenidos a Stereo Hearts, el programa que los llena de dulzura! Acá por FM 93.2 —hice un esfuerzo por poner el mismo entusiasmo de todas las noches, pero era difícil cuando mi mente estaba en cualquier otra parte.

Bah. No en cualquier parte. Estaban exactamente en Madrid. En Jesse y en su último mail.

Mi querida Cele:

Sé que es raro que te escriba mails, pero creo que la situación lo ameritaba. Escucha... o mejor lee. Mi intención era que esto fuera sorpresa, pero no me lo puedo guardar más. Sabes que soy un desastre para estas cosas.

Además, luego de darle vueltas a la idea, pensé que sería un poco demasiado si aparecía como si nada, muy problemático. Así que aquí va la bomba: dentro de unos días, más específicamente el domingo dieciséis de agosto, iré a visitarte.

Por favor dime si no quieres que vaya. Lo entenderé, sé que estoy siendo muy inoportuno. Por favor, respóndeme.

Con cariño, Jesse.

No le había respondido aún. Lo sabía, lo sabía. Pero no sabía qué decirle, estaba en completo shock. Jesse. Mi Jesse. Mi mejor amigo y el chico del que llevaba años enamorada vendría a verme. Y si no era como decía ser en internet. Y si yo no era lo que él esperaba, si lo decepcionaba. Si no congeniábamos tan bien en la realidad. Y si...

Había decenas de cosas que podían salir mal.

Y si no podía evitarlo y me le confesaba.

Y si el me rechazaba. Y si...

Y si nuestra amistad quedaba arruinada. No podía perder a Jesse. No podría soportarlo. No quería que las cosas cambien entre nosotros. No quería que las cosas cambien, punto.

Así que, habían pasado los días y yo seguía sin responderle. Sí, lo sabía, yo era una persona terrible. Hubiera deseado que la tierra me tragase.

Las cosas no podrían ponerse peor, ¿verdad?

Pues sí lo hicieron y a escalas astronómicas.

♥ ♥ ♥

El desastre número uno fue el ensayo de la banda.

Aquel domingo, La Sombra de Peter Pan ensayó un poco antes de la presentación en el cumpleaños de Manuel. Quizás parecía ser solo una fiesta más, pero prácticamente toda ciudad universitaria iría y quién sabe cuántos fans nuevos podrían conseguir.

Y como ya habíamos quedado libres de parciales, Percy y yo preparamos mate y decidimos disfrutar de un pequeño concierto privado en el estudio de radio. La mesa y los micrófonos de la radio fueron movidos para dar espacio a los instrumentos y sus ocupantes, mientras mi amiga y yo nos sentamos en el lugar del operador. Unas migajas de papas fritas sobre la mesa de controles delataban aquel lugar como territorio de Casiano.

A eso de las cuatro de la tarde ya estábamos casi todos. Patricio y Casiano afinaban sus guitarras mientras, Renzo bromeaba desde la batería con Guido sobre los memes del momento.

Los dos miembros de la banda eran la demostración de que nunca debías guiarte por las apariencias. Guido tenía el aspecto más llamativo de todos. Aunque no tenía tantos tatuajes y perforaciones como Casiano, resaltaba por los constantes cambios de color de su cabello. Ahora lo llevaba de un rojo furioso que combinaba con su rostro de duendecillo y sonrisa pícara. Por su parte, Renzo era el más "normal", un simple estudiante de medicina de veinticinco años con oscuros ojos achinados y cabello negro rapado. El más pequeño era Patricio, el bajista y vocalista, que sorprendía a todos con su profunda voz. Con sólo dieciocho años, Patricio era un muchachito rubio y menudo que seguía los pasos de su primo Guido en casi todo, incluyendo el mal gusto. Aunque, gracias a Dios, aún no tenía la misma adicción hacia la tintura de pelo.

Estaban casi todos.

—¿Empezamos o esperamos? —preguntó Guido mirando su celular.

—No esperen a nadie, ya estoy acá —dijo una voz antes de que su dueña se aparezca en la puerta—. Perdón, perdón, perdón.

—¿Cuántas veces tenemos que decirte que llegues a tiempo? —la regañó Guido, quizás no lo pareciera por su personalidad alegre y lugar como segunda guitarra, pero Guido era el líder de la banda y sabía poner orden cuando se lo necesitaba.

—¿Cuántas veces tengo que decirte que es mejor llegar tarde que llegar fea? —le replicó Marlene con una sonrisa seductora.

—Entonces deberías volver dentro de una hora —le dije.

—O un siglo —agregó Percy.

—El decorado no habla —citó a una famosa vedette.

Marlene había empezado esta guerra hace cuatro años cuando las tres éramos ingresantes y ella decidió hacernos la vida imposible.

¿El motivo? En una fiesta universitaria a la que fuimos las tres junto con más amigos, estaba el chico que le gustaba. Por desgracia él no le prestó atención por andar atrás mío. Claro que yo, sabiendo que Marlene estaba enamorada de él, intenté rechazarlo amablemente. Pero la pequeña amistad que había entre Marlene y yo se había roto. No importaba cuántas veces intenté explicarme, ella no me quiso escuchar. Para ella yo era una mosquita muerta y se propuso como meta en la vida joderme la mía. Yo no era una persona a la que le gustara llevarse mal con otros. Pero esta chica me sacaba de las casillas. No lograba entender su necesidad por ser como la capitana de las porristas yankees.

En realidad, para ser justa, a Marlene no le hacía falta ni un minuto más, la verdad era que estaba perfecta así. Bueno, perfecta a su estilo, el cual era una caja de sorpresas. Nunca sabrías qué llevaría puesto. Ese día, por ejemplo, tenía un short con tirante sobre unas medias de red y borcegos, y una camisa con estampa de colores psicodélicos bajo un saco magenta. Tampoco podía decir que era fea, tenía una bonita piel tan pálida como el algodón y su cabello sobrevivía con gracia a los continuos cambios de look. Si tan sólo no fuera por su expresión arrogante que la había ver como si hubiese olido mierda.

—Ya basta —ordenó Guido mirándonos a las tres con reproche—. Marlene, a tu lugar y ustedes calladas, sino se van arriba. —A veces él se comportaba como el papá de todos.

Y entonces el ensayo en verdad comenzó.

No importaba cuantas veces los oyera, el efecto sinoptizaste de su música era el mismo. La sombra de Peter Pan tocaba principalmente covers de canciones punk, glam rock y algo de indie cuando el ambiente al que iban era más calmado, pero también tenían algunos temas propios, aunque nunca rebelaban quien o quienes eran los compositores. Sin embargo, ahora estaban practicando algunas canciones de rock ochentero que se adecuaban más al espíritu festivo del cumpleaños de mi hermano. Necesitaban temas que la gente pudiera cantar.

Y así pasó la tarde entre música y chistes y alguna que otra pelea con Marlene. Pudo haber sido un gran día si ella no hubiera abierto la boca.

—Recuérdenme de quién es la fiestita a del sábado —dijo mientras guardaba su teclado en el estuche.

—De mi hermano —respondí no muy amablemente.

—¿El de ojitos claros?

Yo asentí.

―La verdad no sé cómo es que ustedes tienen los mismos genes ―comentó con tono burlón.

―¿Qué querés decir? ―respondí y me sorprendí que mi voz sonara amenazante.

― Oh, vamos —dijo con voz condescendiente—. Tu hermano de ojitos claros es más fácil que la tabla del uno, y el otro, el moreno no se queda atrás. Dicen que esos dos no dejan títere sin cabeza, mientras que su hermanita es la reencarnación de la Virgen María...

―Marlene, basta ―la interrumpió Guido.

―Basta con ustedes ―exclamó ella a nadie en particular―. Estoy cansada de que esta colorada se haga la niña buena e inocente. Nos rompemos el lomo trabajando para sacar la banda adelante y ustedes prefieren tocar en una fiesta de mierda solo porque ella se los pidió.

―Mis hermanos y yo los contratamos. No les pedimos nada gratis ―la enfrenté. Ella era un poco más alta, pero no me iba a dejar intimidar―. ¿Qué es lo que te pasa conmigo, Marlene?

―Lo que me pasa es que estoy harta de tu show de niña buena. Harta de tu show de la Celestina. ¿Qué podés saber de relaciones cuando sos una patética virgen de...?

Fue entonces cuando le pegué una cachetada.

No esperé a ver su cara estupefacta, salí corriendo de la radio.

«Boluda, tarada, ¿cómo vas a dejar que eso te afecte?» me repetía una y otra vez mientras caminaba hasta la parada de colectivo.

—¡-te! ¡Celeste! —alguien me agarró del brazo.

Automáticamente, me di vuelta con mi mano en un puño directo a la cara de mi atacante.

—¡Pará, loca! —dijo el tipo agarrando mi puño antes de que se estrelle contra su cara—. Soy yo.

Entonces ahí estaba Casiano, sujetándome a tan pocos centímetros de él que pude ver las vetas azul oscuro de sus ojos. Pero eso duró sólo un segundo antes de que él me suelte.

—¿Q-qué...?

—Guido me mandó a que te alcance tus cosas mientras él intentaba que su novia no mate a su tecladista —respondió tirándome mi saco azul a la cabeza. Había estado tan enojada y avergonzada que no había notado el frío.

Murmuré un «gracias» mientras me quitaba mi saco de la cabeza. Y cuando al fin pude ver, me encontré que Casiano estaba haciendo un esfuerzo por no reírse. Aún estaba sorprendida por aquella imagen cuando él puso mi bolso en mis manos.

—Vamos, te voy a llevar a tu casa —dijo y comenzó a caminar de regreso—. Estás hecha una furia, no puedo dejar que vayas cagando a piñas a la gente.

—¿Qué? Casiano, esperá —grité siguiéndolo mientras luchaba por ponerme mi saco y acomodar mi cabello, todo al mismo tiempo—. No te quieras hacer el caballero, yo puedo cuidarme sola.

—Claro, porque esa piña casi me mata —se burló—. Hoy no viniste en tu motito de Barbie, ¿verdad? Así que dejá de chistar y subite.

—No les digas "motito de Barbie" a mi Vespa, es una obra de arte italiana.

Ya habíamos regresado a la radio y estacionada frente a esta estaba una motocicleta negra e impresionante. Casiano se subió a ella y, con su campera de cuero y guitarra al hombro, era todo un cliché.

—Llevá esto —dijo colocando su guitarra en mis hombros como si fuera una mochila—. Y cuidala mucho.

Fue así que no me quedó más salida que ponerme el casco que me dio y subirme a la motocicleta de un potencial psicópata.

♥ ♥ ♥

Cuando me enamoro a veces desespero

Cuando me enamoro

Y cuando menos me lo espero, me enamoro

Se detiene el tiempo, me viene el alma al cuerpo (al cuerpo)

Sonrió, cuando me enamoro.

—Y esos fueron el gran Juan Luis Guerra y el hermoso Enrique Iglesias con su exito, Cuando me enamoro —dije en cuanto la canción terminó.

Y en ese instante, llegó una llamada. Con el paso de las semanas, las llamadas habían disminuido y se habían limitado sólo a casos de corazones en apuros. Así que la atendí y, como siempre, la puse en alta voz.

—Buenas noches, soy Celestina, estás en Stereo Heart —anuncié.

—Hola, Celestina —dijo una voz femenina y levemente chillona—. Soy Penny, aunque no soy de Córdoba siempre te escucho, me encanta tu programa.

—¡Wow! Gracias. Me emociona que nuestras canciones estén llegando lejos —exclamé sorprendida. No sabía que nuestro AM fuera tan bueno—. ¿En qué te puedo ayudar, Penny?

—Buenooo... La cosa es así —contestó y hasta pude imaginármela poniendo su mente en orden—. Hace casi un año conocí a un chico por internet y nos hicimos amigos. Cuando intenté conocerlo en persona las cosas se pusieron raras y terminé descubriendo que me mentía con respecto a quién era. La verdad es que ahora estoy enojadísima y me la paso fantaseando con torturarlo de diferentes maneras... Pero no estoy segura de qué pensar. Ahora él desapareció por completo de mi vida y, aunque a mis amigos les diga lo contrario, en realidad extraño hablar con O- con él —suspiró—. Odio esto del catfish.

«Yo también» pensé

—El internet es un lugar sorprendente —comencé a decir—, donde podemos hacer amigos tan reales como los que conviven diariamente con nosotros. Pero también es un lugar peligroso, donde el anonimato puede concederle poderes a las malas intenciones. Por eso hay que tener mucho cuidado cuando hablamos con un desconocido.

Lo digo en serio, yo era realmente desconfiada cuando apenas conocía a Jesse.

—Pero, como en toda relación, luego de un desengaño lo mejor es perdonar. Cerrar correctamente la herida para que pueda sanar con el tiempo.

—¿Perdonarlo? Sí, claro —exclamó Penny, escéptica. Ese chico realmente debió herirla.

—Quizás lo mejor sea comenzar por entender por qué mintió sobre quién era, intentar comprenderlo. La idea no es librarlo de su culpa, porque lo que hizo estuvo mal, pero deberías intentar encontrar la paz luego de esta situación y sacar lo bueno de ella, para aprender y seguir adelante.

—Mmm... Creo que tenés razón —reflexionó la chica—. Muchas gracias, Celestina. Si no fuera mucho, ¿podría pedirte un pequeño favor? —agregó tímidamente—. ¿Pasarías una canción de The Beatles?

—Por supuesto —respondí con una sonrisa, aunque ella no pudiera verla.

—¡Gracias! —Exclamó con alegría—. Me encantó hablar con vos. Chau.

—Y a mí igual, Penny. Que tengas una hermosa noche —me despedí.

Y cortó.

Le hice una seña a Casiano e inmediatamente comenzó a sonar All my loving de The Beatles. Aún quedaba algo de tiempo, así que luego de esa canción leí algunos mensajes más y pasé otros pedidos. Pero entre ellos llegó uno que me dejó sin aire:

Hola, Celestina. Pasarías un tema de lo más cursi para mi hermana. Estoy seguro de que ella te está escuchando desde la casa de sus amigos.

Parecía ser un mensaje totalmente inofensivo, si no fuera porque conocía el número de celular. Ese era el número de Alec.

Su hermana que estaba en el trabajo... Yo les había dicho a mis hermanos que me quedaba a estudiar con Guido para cubrir mi ausencia por las noches. Pero ese mensaje sonaba como si supiera que yo realmente no me quedaba en lo de mi amigo. Como si hubiera desc...

No. Eso no era posible. Aunque...

♥ ♥ ♥

He aquí el tercer y último desastre de esta semana. Al menos, eso esperaba.

Esa misma tarde del jueves, Alec me había acompañado al mecánico donde había dejado mi motoneta por algunos problemas que había estado teniendo. A la vuelta, con mi bebé en la caja de la Chevrolet de mis hermanos, Alec había encendido la radio, justo en la estación 93.2. Nuestra radio. En ese momento estaba conduciendo el pequeño Patricio. Estaban sonando algunas canciones de heavy metal, pero a Alec, quien prefería la música electrónica no pareció importarle.

—Sabés, me está gustando la radio de tus amigos —comentó casualmente.

—¿En serio?

—Sí, incluso me gusta el programa de la chica esa, Celestina. ¿En verdad alguien puede saber tanto sobre el amor y esas cosas?

—No sé —mentí—. Por lo que dicen parece que algo sabe.

—¿No la escuchas en tu trabajo?

—No, no puedo —seguí mintiendo.

—Ah, qué lástima. Se me hace que a vos te gustaría mucho ese programa, hasta parece que lo hubieras ideado vos —dijo con esa risa que derretía mis huesos.

—Quién sabe, quizás esa Celestina sea mi Doppelgänger.

Y ahí dejamos el tema. Gracias al cielo, porque si seguía mintiendo así mi nariz se pondría como la de Pinocho.

♥ ♥ ♥

No era posible, ¿verdad?

Alec no podría haberme descubierto. Había sido tan cuidadosa, no había dejado ninguna pista en mis palabras. Hasta usaba un distorsionador de voz para que no me reconozcan. Pero ahora me sentía como Clark Kent sin sus lentes. ¿En verdad habían descubierto mi identidad secreta?

Pero este no era el momento para pensar qué haría. Ahora debía seguir con el show, seguir siendo Celestina.

Así que, con toda mi fuerza de voluntad, me despedí de mis oyentes con la alegría de siempre mientras Casiano reproducía el último tema de la noche. El que mi hermano me estaba dedicando. Si quería algo cursi, le daría lo más cursi en mi haber, Ariana Grande.

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