Narra Abby:
—Y, ¿lo vas a perdonar? —preguntó Daniela.
—Ya lo perdoné —dije honesta.
Ya había hablado con Adrián y me había explicado el por qué me hizo todo eso. Me dijo que estaba arrepentido y lo perdoné. No podía estar enojada con él y sabía que esto pasaría.
—Y, ¿le vas a dar otra oportunidad? —preguntó vacilante y mordiéndose el labio.
Suspiré. Había perdonado a Adrián pero, aún no sabía si le daría otra oportunidad. Lo estaba considerando muchísimo y era muy tentador decirle que sí. Pero no sabía si debía darle otra oportunidad tan rápido.
—No lo sé.
Daniela asintió sin querer presionarme y agradecí por eso. No podría explicarle cómo me sentía porque ni siquiera yo lo sabía. Sin embargo, necesitaba su consejo. Así que decidí pedírselo.
—¿Qué crees que debo hacer?
Ella se vio sorprendida por mi repentina pregunta. Pareció pensarlo por unos momentos. Supongo que estaba tratando de ponerse en mi lugar.
—Creo que debes perdonarlo —dijo luego de unos minutos y yo estaba a punto de decirle algo cuando volvió a hablar—. Abby, puedo ver en tu mirada que lo extrañas y que quieres estar con él. Debes seguir a tu corazón y dejar de pensar tanto en el pasado. Él ya se disculpó y está arrepentido. Te pidió perdón y quiere volver contigo. Así que, ¿por qué no le das otra oportunidad?
La miré atónita mientras pensaba en una respuesta lo suficientemente buena para eso. Al parecer, mi silencio fue suficiente respuesta para ella.
—Solo, piénsalo. Adrián no se quedará esperándote toda la vida y espero que le des otra oportunidad. Hacen una linda pareja —dijo con una pequeña sonrisa. Se alejó de mí, dejándome con mis pensamientos.
Daniela tenía razón. Podía olvidar el pasado. Así que ¿por qué no le daba otra oportunidad?
Corrí fuera de la habitación al darme cuenta que nada me lo impedía. Necesitaba tener a Adrián a mi lado de nuevo. No estaba dispuesta a perderlo.
Seguí corriendo por los pasillos del castillo mientras lo buscaba desesperadamente. Por suerte, lo encontré en una esquina mirando hacia unos papeles que tenía en la mano.
No pareció darse cuenta que estaba ahí. No hice ruido alguno. Lo contemplé con admiración mientras estaba ahí parado en medio del pasillo.
Al no soportarlo más, no me contuve y corrí hacia Adrián. Él me miró confundido y un poco sorprendido por mi presencia. Me lancé a sus brazos y lo abracé fuertemente sin querer dejarlo ir. Él dudó, quizás por el asombro o la sorpresa, pero luego me envolvió en sus brazos. Aún sujetándome, estiró su mano hacia una mesa y dejó sobre esta los papeles que estaba aguantando hace unos momentos para seguir abrazándome.
—No sé cómo rayos soporté todo este tiempo sin ti —susurró en mi oído. Estaba tan feliz que nada podía dañar este momento y las palabras de Adrián solo me llenaban de ternura y más felicidad.
—Yo tampoco —confesé y me separé de él. Ambos quedamos muy cercanos y él me sujetaba por la cintura.
—No volveré a dejar que mi padre se interponga entre nosotros —dijo.
—¿Lo prometes? —pregunté sin estar muy segura de sus palabras. Sabía del terror que él le tenía a su padre y no quería a mi corazón roto otra vez.
—Lo prometo —confirmó él y me besó. Sentí una calidez en mi pecho cuando lo hizo. No sentía esa calidez desde los días en el bosque y sentirla otra vez me encantaba.
Nos separamos y lo miré a sus hermosos ojos claros mientras me perdía en ellos. Podía haberme quedado toda la vida así con él. Pero la voz de alguien a las espaldas de Adrián nos sobresaltó.
—¿Adrián? —. La voz era de un hombre que sonaba confundido y a la vez firme, como si estuviera acostumbrado a dar órdenes. Sentí como Adrián se tensó y volteó lentamente. Yo me situé a su lado para ver quién era el dueño de esa voz. Era el padre de Adrián.
—¿Qué significa esto? —preguntó hacia Adrián frunciendo el ceño. Por el rabillo del ojo, vi como Adrián tragó fuertemente. Suponía que estaba nervioso. Yo sabía lo que su padre le hacía y eso solo me daba ganas de pegarle en la cara. Lastima que es un rey.
Por un momento, dude en que Adrián cumpliría su promesa. Pensé que, probablemente, le daría una excusa o correría en dirección contraria. Pero, me sorprendió cuando hizo todo lo contrario.
Adrián puso la cabeza en alto, imitando la posición que un futuro rey debería tener. Su voz salió firme y me sorprendí por el poder que conllevaba esta.
—Abby y yo somos novios —. No pude reprimir una sonrisa cuando dijo eso. Se escuchaba tan bien.
—¿Qué?
—Lo que escuchaste —respondió Adrián. A su padre no pareció gustarle esa respuesta.
—¿Y qué te hace pensar que puedes decidir por ti mismo sin consultarme?
—Entonces te lo digo ahora. Quiero estar con Abby —siguió diciendo firme y sus siguientes palabra me dejaron helada—. La amo, papá.
El padre de Adrián alzó las cejas pero yo solo miraba a Adrián. Ahora me miraba a mí esperando a que yo dijera o hiciera algo. Yo estaba atónita. No sabía qué decir. Por suerte, el rey me rescató de mi impotencia.
—Bien —dijo con un suspiro. Adrián y yo lo miramos confundidos. Eso había sido demasiado fácil—. Pero, hay algo que debes tomar en cuenta. Eres el futuro rey y no tienes otra opción. La pregunta es: ¿ella estaría dispuesta a convertirse en reina?
Las miradas del rey y Adrián se posaron sobre mí. Yo aún estaba un poco abrumada y desconcertada por las palabras de Adrián. No puedo creer que haya confesado que me ama. ¡Y frente a su padre!
Tragué fuertemente. Ser reina sería un trabajo muy duro y agotador. Solo podía imaginármelo pero era obvio que no iba a ser fácil. ¿Enserio quería tomar esa carga?
Miré hacia Adrián. Él me miraba con temor. Seguramente estaba pensando que yo diría que no y eso le aterraba. Al igual que a mí. Me tomó de la mano transmitiéndome fuerzas.
La respuesta era simple. Sí quería. Estaba aterrada por lo que eso significaba para mí pero, amaba a Adrián. Estaba segura de ello ahora. Y me quedaría a su lado toda mi vida.
—Sí —dije luego de un rato. Adrián me apretó la mano dándome fuerzas otra vez—. Estoy dispuesta.
—Entonces, no le veo ningún problema —dijo el padre de Adrián y se fue. Así de fácil.
Adrián sonrió de oreja a oreja.
—Pensé que sería más difícil —confesó dejando salir el aire que tenía retenido—. Al menos lo aceptó y se lo tomó bastante bien.
Asentí aún abrumada. Había pasado demasiado en un solo día. Había perdonado a Adrián y le había dado otra oportunidad, su padre se había enterado de lo nuestro y lo aceptó y, lo más abrumador, acabo de decir que sí estaba dispuesta a ser reina. También estaba el hecho de que Adrián acababa de confesar que me amaba.
Mi interior era un lío de emociones y no sabía qué hacer o decir ahora. Al parecer, Adrián notó lo pálida que estaba y sus sonrisa desapareció rápidamente.
—¿Qué pasa? ¿No quieres ser reina? Descuida, yo puedo hacer el trabajo de los dos y no tendrás que mover un dedo —empezó a decir él rápidamente. Me dieron ganas de besarlo por su oferta tan tierna pero no dejaría que él hiciera todo eso solo.
—No es eso —dije y suspiré.
—¿Y qué? ¿Tienes miedo a que mi padre te haga daño...como me ha hecho a mí? —. Noté lo difícil que fue para él decir esa oración y rápidamente negué con la cabeza.
—Sé que estarás ahí para protegerme —dije sonriendo un poco.
—Siempre —prometió él—. Entonces, ¿qué es lo que te pasa?
Lo miré a los ojos tratando de transmitirle algo con la mirada. Él tenía la mirada llena de miedo y preocupación. De repente, mientras lo veía así, mis emociones se volvieron una. Me dejaron claro lo que querían y me dejé llevar por ellas.
—Yo también te amo —confesé.
Vi como su rostro se llenó de alivio y como una sonrisa gigante se hacía presente en su rostro. Sin pensármelo dos veces, me abalancé sobre él para besarlo.
Aquí está la segunda parte del final. Ya solo falta el epílogo que será muy corto. Espero que les haya gustado. Tan pronto termine el epílogo, lo publico.