Custodio

By Karla5SOS1D

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Si no sigues las reglas, hay un castigo, si no comes tus verduras, hay un castigo, si no haces tu tarea, hay... More

Custodio
Prefacio
Prólogo
Capítulo I
Capítulo II
Capítulo III
Capítulo IV
Capítulo V
Capítulo VII
Capítulo VIII
Capítulo IX
Capítulo X
Capítulo XI
Capítulo XII
Capítulo XIII
Capítulo XIV
Capítulo XV
Capítulo XVI
CapÍtulo XVII
Capítulo XVIII
Capítulo XIX
Capítulo XX
Capítulo XXI
Capítulo XXII
Capítulo XXIII
Capítulo XXIV
Capitulo XXV
Capitulo XXVI
Capítulo XXVII
Capítulo XXVIII
Capítulo XXIX
Capítulo XXX
Capítulo XXXI
Capítulo XXXII
Capítulo XXXIII
Capítulo XXXIV
Capítulo XXXV
Capítulo XXXVI
Capítulo XXXVII
Capítulo XXXVIII
Capítulo XXXIX
Capítulo XL
Capítulo XLI
Capítulo XLII
Capítulo XLIII
Capítulo XLIV
Capítulo XLV
Capítulo XLVI
Capítulo XLVII
Aviso
Capítulo XLVIII
Capítulo XLIX
Capítulo L

Capítulo VI

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By Karla5SOS1D

Domingo 6 de marzo del 2016

—¡Kelsey!

Los insistentes toques en mi puerta y las incontables veces que había dicho (o más bien gritado) mi nombre me habían despertando, me giré con pesadez y tomé el celular, la hora indicaba las 7:32 AM.

Maldición, ¿qué le pasa? ¿Por qué me despierta a las siete de la mañana en domingo? Me giré de nuevo y tapé mi rostro con la almohada. Su puño seguía chocando contra mi puerta y su voz seguía diciendo mi nombre, y parecía que no se iba a detener.

—¡Cielos! —me levanté de la cama y caminé hacia la puerta, la abrí y me encontré a Jayden parado detrás de ella. Vestía una sudadera gris, unos pantalones de chandal negros y unos tenis deportivos, y para ser domingo por la mañana, lucía muy despierto—, ¿tú no duermes o qué?

—Estoy seguro de que no tan bien como tú —se encogió de hombros mientras yo lo fulminaba con la mirada—. Arréglate, iremos al supermercado.

—¿Perdón?

—Ya me escuchaste. Franny no irá esta vez, lo haremos nosotros, ella... tiene que hacer algunas cosas. Así que vístete, a menos de que sea una costumbre para ti que la gente te vea en pijama.

Pude notar como una sonrisa divertida se asomaba en sus labios al notar que mi cara reflejaba indignación.

—¿Estás loco? ¡Son las siete de la mañana, y es domingo!

—E iremos al supermercado.

Se dio la vuelta y caminó por el pasillo.

—Y no puedes negarte —soltó mientras bajaba las escaleras.

Lo miré alejarse. ¿Era en serio? Cerré la puerta de nuevo, me senté en el borde de la cama y tomé mi celular, miré mis mensajes, no había ninguno de Ethan, ni de Alec, ni de Sky. Fantástico. Suspiré, mi celular vibró en mis manos, leí el mensaje que aparecía en la pantalla, el número no necesitaba estar registrado en mi teléfono para saber de quien provenía.

"Pueden darnos las once de la noche si así lo quieres, pero iremos al supermercado"

Rodé los ojos. El celular volvió a vibrar.

"No me hagas subir por ti"

Bufé con fastidio. No sabía como es que tenía mi número, pero no me importaba, estaba cansada, y ya me había dado cuenta de que Jayden no me iba a dejar en paz hasta verme en el supermercado.

Me levanté de la cama, me bañé y me alisté, sudadera negra, tenis negros deportivos, un pantalón de chandal gris, y coloqué un beanie en mi cabeza.

Salí de la habitación y bajé las escaleras, Jayden estaba recargado en la puerta, mirándome con satisfacción.

—Te lo dije —se encogió de hombros y me extendió mi abrigo. Rodé los ojos y lo tomé.

—¿No pudiste haber ido solo?—me quejé mientras me ponía el grueso abrigo.

Siempre tenía mal humor en las mañanas. Y Jayden me ponía peor.

—Sí—alargó—, pero de haber sido así, ahora no estarías molesta —rió.

Lo miré indignada mientras él soltaba una carcajada, pero antes de que le dijera algo, abrió la puerta. Salimos de la casa y caminamos hasta mi auto. Abrió mi puerta y esperó a que entrara.

—¿Así que también vas a ser mi chofer? —reí mientras me acercaba al auto.

—Puedo ser lo que tú quieras —me guiñó un ojo y sonrió.

Lo miré, una vez más, me había dejado en jaque y su sonrisa arrogante reflejaba que estaba satisfecho con lo que acababa de hacer. Bufé y entré al auto, el castaño soltó una última risita arrogante, cerró mi puerta y subió a mi lado.


~•~


Caminé con rapidez con dos bolsas en los brazos y me interné en la casa, azoté la puerta detrás de mí y caminé hasta la cocina. Franny se encontraba sirviendo la comida en dos platos, retiró su vista lo que hacía para mirarme a mí.

—¿Estás bien? —me preguntó preocupada luego de ver mi aspecto.

—No —solté—, no lo soporto, Franny.

—¿A quién?

—Oye, eso de allá fue grosero —se quejó Jayden entrando a la cocina con las demás bolsas en los brazos.

—¡Y tú eres insoportable! —exasperé dejándome caer en el desayunador.

—¿Qué fue lo que pasó? —cuestionó Franny confundida.

—No es necesario que te lo explique —corté recordando todo lo que Jayden me hizo pasar en el supermercado—, pero de verdad, no lo soporto.

—Kelsey, sólo estuvieron juntos —miró el reloj—... dos horas.

—¡Y fue horrible! ¿Cómo esperas que lo soporte aún más?

—No creas que tú eres, precisamente, la persona más agradable —rió Jayden acomodando las cosas en las repisas de la alacena.

Lo fulminé por milésima vez en el día.

—Kelsey —me llamó Franny—, tranquilízate, ¿quieres? El almuerzo está listo, acomoden las cosas en su lugar y siéntense. Convive con él, quizá no sea tan malo.

—Lo dudo.

Me resigné y me levanté de la silla, caminé hacia donde estaba Jayden a la par que Franny salía de la cocina.

—¿Era necesario que me dejaras afuera? Mira lo que provocaste —se quejó señalado el pan que sostenía en las manos, el cual estaba completamente aplastado.

—No habría pasado si no me hubieras llevado la contra todo el día, ¡mira esto! —ahora fui yo quien señaló el cereal que habíamos comprado— ¡Nadie come esto!

Se acercó a mí y lo tomó en sus manos.

—Sí —alargó—, nosotros lo haremos—sonrió y se dio la vuelta para guardarlo.

—¿Era necesario mantenerme junto al carrito todo el tiempo?

No siéndole suficiente con llevarme la contra todo el rato, me mantuvo junto al carrito de compras cada segundo, como si fuera una niña.

—No —rió—, pero fue divertido de ver.

Bufé. El acomodo de la despensa en la alacena había sido un completo caos, lleno de quejas de mi parte y de arrogancias por parte de Jayden. Era, de verdad, el chico más insoportable que había conocido en mi vida.

—¿Quieres que acomode eso por ti? Te puedes romper una uña —se burló mirando los botes de mermelada en mis manos.

Lo miré con displicencia, el ruido de un claxon afuera de mi casa, seguido de unas ruedas en el living me obligaron a quitar mi atención del chico frente a mí. Dejé las cosas en la mesa y caminé presurosa hacia al living, esperando que no fuera lo que estaba pensando.

Efectivamente, el ruido de las llantas era producido por las maletas de Franny.

—¿Qué haces? —la miré desconcertada.

Ella detuvo su andar y volteó su mirada hacia mí, me sonrió con ternura.

—Me voy.

—¿Cómo que te vas? —la miré, totalmente perpleja.

—Kelsey —se acercó a mí y puso su mano en mi mejilla—, tus padres saben que así como te doblegas conmigo, yo me doblego contigo, no puedo quedarme, creen que voy a interferir con tu castigo. Me dijeron que tan pronto como Jayden llegara tenía que irme —besó mi mejilla con ternura y volvió a donde se encontraban sus maletas—. Voy a venir de vez en cuando a revisar que todo esté bien. Cuídate mucho, mi niña.

Jayden se acercó a ella, tomó las maletas en sus manos y salió de la casa seguido de Franny.

Yo seguía en un completo trance, no entendía lo que estaba pasando. Mis padres estaban realmente mal de la cabeza. ¿Cómo se atrevían a dejar a su hija de dieciocho años sola en casa con un completo extraño? Eso no era nada responsable, o inteligente, o siquiera normal.

Pude sentir la presencia de Jayden en el marco de la puerta principal.

—¿Cuánto tiempo vas a estar aquí? —musité, aún desconcertada.

—Me temo que, para tu desgracia, es indefinido —chasqueó la lengua luego de cerrar la puerta detrás de él.

—¿A qué te refieres con eso?

—Tus padres me contrataron para custodiarte en su ausencia. Me dijeron que se estarían dos semanas en unos negocios en Vancouver, pero que si todo salía bien... podría prolongarse hasta un mes.

Eso no podía ser cierto. No podía tener un custodio un mes entero. No, no podía soportar a Jayden un mes entero.

—Sea lo que sea lo que te estén pagando, te pagaré el doble porque te largues de aquí.

Soltó una risa divertida, una risa grave y lenta que me estremeció por lo detestable y encantadora que había sonado.

—Kelsey —me estremecí—, no me importa tu dinero. Voy a hacer mi trabajo, y es todo.

Estaba parado frente a mí, con su mirada fija sobre la mía. El ambiente se había tornado pesado, estábamos solos, la casa estaba silenciosa y a pesar de que fueran apenas las once de la mañana, el día nublado la hacía verse oscura.

Estaba sola, sola con un completo extraño, y quitando que fuera increíblemente apuesto, no lo conocía, no sabía nada sobre él, nada. Por primera vez, no sentí odio hacia él, sino aprensión.

Se acercó un paso hacia mí, y por inercia retrocedí. Y tal parece que Jayden se había dado cuenta de lo que había pasado por mi mente porque se mantuvo estático en su lugar.

Se limitó solamente a mirarme desde su lugar, esperando a que volviera a hablar, pero no iba a hacerlo. No podía, no sabía que decir, o qué hacer, o qué pensar.

Le saqué la vuelta y subí las escaleras, podía sentir la mirada de Jayden a mis espaldas, más no me siguió, ni se movió de su lugar. Entré a mi habitación, saqué mi celular de mi bolsa y marqué el número de mi madre. Luego de cuatro tonos, respondió.

—¿Hola?

—¿Estás demente?

No había sido mi intención hablarle así, a pesar de todo, era mi madre, mi muy irresponsable madre. Pero estaba en shock.

—Ah, ¿te gustó la sorpresa? —rió.

—¿Es una broma? Contratar un custodio es una cosa, pero, ¿dejarme viviendo sola con él? Eso es una locura.

—No lo es, sé perfectamente lo que hago.

—Por todos los cielos, mamá, ¡es un extraño! ¿Tienes idea de lo que podría pasar?

—Déjate de excusas.

—¡No son excusas! ¿Estás entendiendo siquiera lo que digo?

Escuché que alguien la llamaba del otro lado de la línea.

—Estoy ocupada.

—Mamá, ¿¡quieres escucharme por una vez en tu vida!?

—Es todo, Kelsey.

Colgó.

Miré la pantalla de mi celular, anonada, era increíble. ¿Cómo podía importarle tan poco?

Luego de pensarlo mucho tiempo, caí en cuenta de que no podía hacer nada más que aceptar mi castigo.

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