Capítulo XXIII

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Domingo 3 de abril del 2016

—¿Qué demonios sucede contigo? —hablé por fin una vez que llegamos a la casa.

—¿Que qué pasa conmigo? Te dije que la única regla era que respondieras el teléfono.

—Respondí el teléfono, ¡tú colgaste la llamada! —espeté— ¿Cómo diablos llegaste hasta ahí?

Las cabañas eran el lugar más escondido de Muskoka Lakes, no había manera de que llegara sin problema hasta ahí, inclusive yo tuve que ir detrás del auto de Sky la primera vez que fui. Y yo ni siquiera le había dado la dirección.      

—Eso no importa —colgó su abrigo en el perchero—. Estás castigada, Kelsey.

Lo miré atónita y él sin más, se hizo paso hacia las escaleras y comenzó a subir.

Una vez que salí de mi asombro caminé en su misma dirección.

—Perdón, ¿estoy qué?

Él detuvo su andar y se giró para mirarme a los ojos.

—Lo que escuchaste. Rompiste la única regla que te puse, y cuando rompes una regla, hay un castigo. Así que estás castigada, no puedes salir y tienes prohibido ir a Muskoka Lakes otra vez.

Me erguí.

—¿De qué diablos estás hablando?

—Acéptalo ya.

—¿Eso significa que condujiste dos horas hasta allá para avergonzarme en medio de la fiesta sólo porque "no respondí el teléfono"?

Él se encogió de hombros.

—Tampoco subiste al auto cuando te lo pedí. Deja de alegar, Kelsey, son las cuatro de la mañana, estás castigada y es todo.

—No puedes hacer eso.

—Por supuesto que puedo —se giró y siguió su andar.

Lo seguí con rapidez y lo detuve antes de que entrara a su habitación.

—Estás jugando, ¿no?

Me dedicó una sonrisa burlona y arrogante. Ya habíamos vuelto al inicio, había olvidado su actitud egocéntrica que tanto odiaba.

Ya había olvidado que lo odiaba.

—Ya te lo dije cientos de veces, Blakeman. Estás castigada.

Giró la perilla de la puerta y se internó en la habitación, dejándome completamente atónita frente a la puerta cerrada. 

     ~•~

—Sal conmigo esta noche, Kelsey, dejamos algo pendiente.

— Alec —me burlé—, sabes que es imposible salir de mi casa con un perro guardián en la puerta cada segundo del día.

—¿Entonces estás diciendo que de verdad ese tipo tiene el control completo sobre ti?

—No —corté con rapidez.

  —Ayer no me pareció que tú tuvieras control alguno sobre la situación. ¿Y ahora vas a obedecer uno de sus castigos? Es increíble, bonita, tus padres encontraron por fin la solución.

Oh, no, eso sí no.

—Ni mis padres ni él tienen el control. 

Pude sentir la sonrisa de Alec del otro lado del teléfono, sabía perfectamente lo que estaba haciendo.

CustodioWhere stories live. Discover now