Capítulo XXIX

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Miércoles 27 de abril del 2016

Cuando creí que mi corazón no podía comprimirse aún más aquella escena se encargó de hacerme ver cuán equivocada estaba.

Tuve que haber visto como los labios de Jayden se juntaban con los de Tessa para afirmar algo que había estado negando desde hace mucho tiempo.

Me gusta mi custodio.

Y él se está besando con mi Némesis.

Tres toques en mi puerta. —Kelsey...

Me removí incómoda entre las colchas, me incomodaba escuchar mi nombre saliendo de sus labios. Labios que habían estado sobre los de Tessa. Era la cuarta vez que tocaba mi puerta desde ayer por la noche.

Esta vez fui yo quien puso el seguro. No podía verlo porque quien sabe que sarta de tonterías pueda decir o hacer. No quería a verlo, porque, cielo santo, dolía. Alec me dolía, Jayden me dolía. Y me dolía porque una parte de mí creía que Sky, Ethan y Sean podían tener razón y quizá podía gustarle yo también. Pero verlo ayer mezclando fluidos con Tessa me dejó muy en claro que tanto ellos como yo estábamos muy equivocados.

Sin embargo no podía quedarme toda la vida en la habitación.

Mientras me bañaba intentaba calmar todos los sentimientos y emociones que estaban luchando en mi mente, iba a volverme loca.

Terminé de alistarme, eran las ocho diecisiete de la mañana pero aún no estaba lista para salir y afrontar a Jayden.

Me sentía una ridícula de primera por estar tan molesta con él, es libre y puede hacer lo que quiera con quien quiera, no debería ponerme así. Pero, maldición, ¿por qué con Tessa?

Aferrándome con todas mis fuerzas a mi cordura salí de la habitación y bajé las escaleras con pasos lentos. Mis ojos, pese al maquillaje, seguían hechos un desastre, seguían cristalizados, podía ocultar el enrojecimiento, pero la hinchazón no. Luego de un rato no sabía si lloraba por Alec o por Jayden. Me detesto.

—Buenos días.

Me sobresalté apenas escuché la voz de Jayden saliendo de la cocina, me giré con premura hacia el estante de libros del salón para evitar mirarlo. No quería tener que darle explicaciones de nada.

—Buenos días.

Aunque sinceramente, no tenían nada de buenos.

—¿Está todo bien? Estuve tocando tu puerta toda la noche, ni siquiera bajaste a cenar.

—No tenía hambre —me apresuré a decir cuando lo escuché aproximarse.

Se detuvo apenas me escuchó hablar, el silencio se apoderó del ambiente, sólo se escuchaba el ruido que hacía cuando movía las cosas en el estante en busca de un objeto cualquiera para distraerme del momento.

—No puedes dejar de comer.

Su tono más que sonar molesto sonaba autoritario, pero no como antes. Últimamente no sonaba tan déspota ni mandón como solía sonar al principio.

—Yo sé lo que hago, Jayden —espeté tomando entre mis manos el bolígrafo de mi padre y girándome para guardarlo.

Apenas di la vuelta mi brazo izquierdo chocó con el pecho de Jayden que de forma desapercibida se había colocado justo al lado de mí, sus manos se posaron en la parte más alta de mis brazos, un poco abajo de los hombros, su agarre no era tan fuerte, sólo lo suficiente para evitar que me moviera de mi lugar. Mi mirada casi automáticamente se desvió lo más posible de la suya.

CustodioWhere stories live. Discover now