Capítulo XXXVII

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Miércoles 4 de mayo del 2016

—¿En dónde estuviste todo el día de ayer?

La miré por el rabillo del ojo y tomé un trago del jugo de naranja recién preparado por Franny.

—En la escuela.

—¿Por qué tu auto no está en el garage?

Me encogí de hombros.

—Le estaba fallando la transmisión y lo dejé en el taller.

Me miró con recelo.

—La transmisión estaba en perfecto estado cuando Owen lo trajo del taller.

Chasqueé la lengua—: Eso no lo sabes porque no estuviste aquí.

Abrió la boca para contraatacar pero volvió a cerrarla al instante. Touché, padre.

—¿Y cómo vas a irte a la escuela, pequeña niña genio?

—Un amigo vendrá por mí.

—¿Quién? Espero que no sea ninguno de tus odiosos amigos universitarios que tanto te hemos prohibido ver.

Oh, madre, puedes estar segura de que no es así.

El timbre sonó antes de que cualquiera de los tres pudiera decir algo más.

—Déjalo, Franny, yo voy —tomé mi mochila del suelo y me levanté con premura—. Adiós, que tengan un buen día.

Caminé presurosa hasta estar frente a la puerta, miré la pantalla y, en efecto, era para mí. Abrí la puerta y sus ojos se posaron en los míos mientras esbozaba una sonrisa.

—Hola.

Le sonreí de vuelta—: Hola.

Cerré la puerta a mis espaldas y me apresuré a tomarlo del brazo para subirnos al Accord negro que estaba estacionado en la acera. Abrió mi puerta y en menos de diez segundos ya estábamos moviéndonos por la calle.

—¿Ya le dijiste a tus padres?

—No, aún estoy decidiendo entre "tengo que huir del condado porque Alec me amenazó de muerte" o "voy a irme de aquí con Jayden porque hay un grupo de delincuentes tras nosotros".

Soltó una risotada—: ¿Siempre eres así de sarcástica?

Me encogí de hombros—: Tú eres testigo.

El camino a la escuela fue bastante tranquilo, Jayden estaba a mi lado contándome cómo hace rato Scott y Finn se pelearon por la última rebanada de pizza (porque sí, desayunaron pizza) y al final Aaron terminó comiéndosela.

Aparcamos cerca del colegio, se bajó del auto y abrió mi puerta, caminamos en silencio hasta estar a escasos centímetros de entrar. Sabía que los chicos también estaban por aquí, pero no podía encontrar más que el Camry negro estacionado a escasos metros de la entrada.

—Si ves cualquier cosa extraña, llámame.

Asentí—: Te veo en un rato.

Quería imaginarme que éramos dos personas normales haciendo algo cotidiano, sólo era el chico que me gustaba recogiéndome en mi casa y llevándome al colegio. Aunque la verdad sea que está aquí para evitar que un montón de tipos armados me asesinen.

Me sonrió, besó mi mejilla y sin más, entré por última vez al colegio. No sabía si sentirme aliviada o asustada por eso.

CustodioWo Geschichten leben. Entdecke jetzt