A 1080 kilómetros por hora [I...

By giselaamartin

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Emma King está a punto de empezar su etapa universitaria tras pasar un verano marcado por amigos, nuevas expe... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Epílogo
Playlist
EXTRA CUMPLEAÑERO
NOTICIÓN - ¡Cumpleaños feliz!

Capítulo 18

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By giselaamartin

Lucas

Dos horas.

Dos horas y aterrizamos.

Dos horas y vuelvo a pisar California.

Miro por la ventana y veo como pasamos las nubes de largo y pienso en Texas. Pienso en Alexa y en Ian, en mis hermanas, en las fiestas de los últimos días en las que he intentado no cruzarme con ninguno de mi grupo; sobre todo, para evitar a Skylar. Pienso en todo el problema que se me había creado por ella, pienso en lo imbécil que es Jacob, pienso en que desde que me fui a California no he echado de menos a mis amigos de Texas.

Austin ve una película en el móvil muy concentrado, y Zach va devorando uno de los libros que Emma le había regalado. Yo simplemente escucho música mientras pasa el tiempo hasta llegar a California, las chicas nos estarán esperando en el aeropuerto y no sé cómo reaccionaré al ver de nuevo Emma.

Cuando quiero darme cuenta, una azafata morena de pelo rizado que físicamente me recuerda a Kayla nos pide que por favor nos abrochemos los cinturones ya que vamos a aterrizar. Me quito los cascos y espero a que el avión descienda, parece que caigamos en picado y cuando aterrizamos, el avión pega algunos botes en el suelo mientras frena.

Poco a poco, se dirige hasta el finger por el cual bajaremos. Salimos en orden tal y como indican las azafatas y mis hermanos y yo nos apresuramos para ir cuanto antes a por las maletas. En este aeropuerto las cosas siempre van bastante rápidas, al lado de la cinta de las maletas hay varias personas y familias, a la mayoría se les nota que no les falta ni un céntimo.

La mayoría de familias van vestidas muy veraniegos, habrán ido a algún lugar como las Bahamas y habrán hecho escala en Texas. También hay más de un ejecutivo trajeado hablando por teléfono, hay uno que me llama especialmente la atención, es el único que lleva un traje beige. También hay gente menos adinerada como nosotros y algún que otro adolescente más.

Tengo calor, debería quitarme la sudadera, en California hace más calor de lo que me esperaba ¿aquí nunca tienen temperaturas bajas?

Las maletas empiezan a salir y correr por la cinta, Zach divisa las nuestras nada más han salido, pero tienen que dar la vuelta entera hasta llegar a nosotros. Austin persigue la suya pegando algún que otro empujón y pidiendo disculpas, en cambio Zach y yo esperamos a que den la vuelta entera hasta llegar de nuevo frente a nosotros.

Me aseguro de que mis hermanos lo lleven todo, los tres llevamos una mochila que nos hemos tenido que traer de Texas para poder traerlo todo y también arrastramos una maleta. Unas puertas correderas nos dan paso a la salida, delante de nosotros hay una barandilla, tras ella hay varias personas, pero no tardo en divisar las mechas rubias de Emma. Tenemos que rodear la barandilla, las tres están entre la multitud pegando saltitos o balanceándose mientras se ponen de puntillas para ver cuando salimos.

Por fin nos encontramos, ella no puede estar más preciosa, ¿cada vez que la vea voy a quedarme ensimismado?

Lleva puesto unos tejanos ligeramente anchos, la cinturilla del pantalón se le ciñe perfectamente a su cintura. También lleva un top blanco que contrasta con ese moreno que parece que jamás le va a desaparecer. Se ha anudado el cabello en dos largas trenzas, su castaño claro está por todas partes al igual que todas sus mechas, que le dan un toque distinto a su cabello y lo hacen único.

Kayla va rápidamente a abrazar a Austin, mi hermano me ha contado que esta última semana han estado hablando varias veces por mensajes. A veces, hablaba con ella mientras veíamos una película o algo así y no se daba cuenta de que se le escapaban varias sonrisas de oreja a oreja.

Vee se acerca hasta Zach, ella va a darle dos besos, pero él la coge con un brazo y la estrecha contra él.

Por último, Emma y yo nos miramos unos segundos y ella se lanza sobre mí, yo suelto las maletas y tiro la mochila en el suelo. Me estrecha por el cuello y yo por la cintura levantándola varios centímetros del suelo. Su olor dulce entra por mis fosas nasales al igual que el olor del champú que siempre usa.

—Te he echado de menos —susurra.

—No sabes las ganas que tengo de comerte la boca —le digo yo sin tapujos, sin susurrar ni mierdas, me da igual que nos escuchen, es evidente que entre Emma y yo hay una fuerte tensión sexual.

La suelto en el suelo, la piel que hay bajo sus miles de pecas, esta ruborizada. Tengo el impulso de besarla, pero no sé si ella querrá que lo haga ante todos, lo último que quiero es hacerle sentir incómoda si nos miran. A mí me importa una santa mierda que se fijen en nosotros, además de porque son mis hermanos, porque no hay nada que no sepan.

Kayla se separa de Austin y se aleja de él viniendo a saludarme a mí, Emma saluda a Zach el cual le revuelve el pelo mientras la abraza, Emma no es una chica baja pero si a mi lado ya es enana, al lado de mi hermano es un tapón teniendo en cuanta que Zach me saca varios dedos de altura. Vee, está con Austin el cual la felicita, hace poco fue su cumpleaños.

—Oye Lucas, Emma me ha contado lo de... ya sabes... —susurra.

—Ah, ¿ya lo ha hecho? —pregunto susurrando también.

—Sí —sonríe —luego hablamos.

Ella se separa de mí y se va con Zach, Vee conmigo a la cual felicito por sus dieciocho años, y Emma está con Austin. Emma está subida a la espalda de Austin y él la coge de las piernas, parece que le ha saltado por la espalda y se saludan animadamente. Después ella se baja y se funden en un gran abrazo de oso. Austin le da las gracias por el regalo que le hizo, es verdad, yo no lo he hecho. Miro el anillo que decora uno de mis dedos y recuerdo el grabado que hay en el interior, tengo que preguntarle que narices es.

Kayla insiste en que ellas nos lleven las mochilas hasta el coche, evidentemente les negamos esa oportunidad. Mientras Kayla insiste una y otra vez, Emma corre hacia el suelo y coge mi mochila aunque yo la cojo de la cintura y la impulso hasta acercarme su espalda al pecho

—¡Suéltame! —me exige.

—¿Vas a soltar mi mochila? —le pregunto tranquilo.

—No.

—Pues no pienso soltarte.

—¡Lucas! Suéltame —se ríe —esto es en contra de mi voluntad, podría denunciarte.

—Tú has cogido mi mochila en contra de mi voluntad, podrías estar robándome —contraataco.

Kayla y Vee aprovechan nuestra pequeña escena para cogerle la mochila a mis hermanos que también forcejean con ellas.

—De acuerdo... suéltame y te la doy.

—No —no me la creo, es imposible con lo cabezona que es que haya cedido tan rápido.

—¿Por qué?

—Porque te soltaré y no me la darás.

—Sí lo haré —se queja.

—Júralo.

—Lo juro —dice al segundo.

Suelto a Emma, se gira para mirarme con una sonrisa perversa en la cara, y procede a colgarse la mochila de la espalda.

—¡Oye! Lo has jurado —me quejo tendiéndole la mano para que me dé la mochila.

—Pero he cruzado los dedos, entonces la promesa no vale —Emma me saca la lengua como una niña de cinco años.

—Eso es mentira.

—Claro que no lo es, si cruzas los dedos cuando juras algo la promesa deja de tener valor.

Yo pongo los ojos en blanco.

—De acuerdo, te dejo llevar mi mochila, pero ¿qué gano yo a cambio?

—Menos peso.

—La mochila a penas pesa, eso es solo una excusa.

—Menos peso, y... ¿conduzco yo hasta la residencia?

—De eso nada, mi Jeep, mis normas.

—¿Te recuerdo quién ha cuidado del Jeep mientras su dueño no estaba?

—Y ya puedes haberlo cuidado bien rubia —le advierto.

Emma se cruza de brazos y pone los ojos en blanco.

—Venga va, que saco de todo esto —insisto con segundas intenciones, ella se sonroja de nuevo al caer en ello.

Se detiene a pensar en algo, el rubor le desaparece de las mejillas y camina con seguridad hacia mí.

Separa el espacio que nos separa, me pone una mano en la nuca y junta su boca con la mía poniéndose de puntillas. No pensaba que Emma fuese a lanzarse y menos delante de todos; los cuales he escuchado que han dejado de forcejear con las mochilas. Seguro que esos cuatro nos están mirando sin disimular.

Desconecto mi mente del exterior y profundizo en beso abriéndome paso con mi lengua, Emma me sigue el beso sin pensarlo y enrosca su lengua con la mía. Sus manos se quedan en mi nuca al igual que mis manos se quedan en su diminuta cintura. Emma se separa segundos después de mí, tiene los labios hinchados y los ojos le brillan del deseo.

—Anda vamos al coche —dice ella haciéndome volver a la realidad.

Emma se dirige a la salida como si no acabase de comerme la boca delante de todos y Kayla y Vee la siguen con las mochilas de mis hermanos a las espaldas. La verdad es que las tres están muy graciosas con las tres mochilas a la espalda caminando en fila y hablando las unas con las otras.

Seguimos a Emma a la salida del aeropuerto al igual que los demás, busco mi Jeep por el aparcamiento hasta ver que lo han aparcado en la otra punta.

—Tío—Austin me da con el dorso de su mano en el brazo—¿qué ha sido eso? —él no deja de sonreír parece más contento que yo.

—Se ha lanzado ella, ya que tenía la oportunidad no iba a quedarme quieto—me encojo de hombros.

—¿Ha sido ella? —yo asiento.

—No lo había hecho yo antes por si se sentía incómoda, pero mírala —la señalo con la cabeza, ella, Vee y Kayla van riéndose de algo mientras caminan hasta el coche.

Emma abre el coche con el mando que en pocos segundos dejará de tener en su poder. Abre el maletero y nosotros dejamos las maletas en el interior. Me subo en el asiento el conductor antes de que insista en hacerlo ella. Emma se sienta en la parte trasera del coche y me pasa las llaves una vez sentada.

Mi Jeep, mi querido Jeep negro, lo conduzco hasta la residencia, Kayla va sentada sobre Vee, espero que no nos pillen de camino.

En medio del trayecto miro por el retrovisor, Emma mira distraídamente por la ventana mientras tararea la canción que hay de fondo, aunque también me fijo en que no lleva el cinturón.

—¡Emma! —la llamo más alto de lo que deseaba —el cinturón.

Emma pone los ojos en blanco y se pone el cinturón casi a regañadientes, ¿cómo puede ser tan descuidada con esto? Podríamos tener un accidente.

En la recepción de la residencia no hay absolutamente nadie, aunque en el mostrador hay varios papeles desperdigados y una grapadora.

Ya en la habitación deshacemos las mochilas, de la suya Austin saca algo empaquetado en papel del regalo con unos dibujos de unos arbolitos y lunares de colores. Las chicas están en su cuarto con la puerta abierta de par en par hablando de algo a lo que no le presto atención.

—¡EMMA! —grita Austin desde la habitación.

—¡DIME! —responde ella gritando y riéndose supongo que por la situación.

—¡VEN POR FAVOR!

—¡YA VOY!

Ella aparece un segundo después en la habitación, él le tiende el paquete que ella rompe el papel con ilusión.

Del paquete saca una sudadera gris en la que hay escrito en granate y en mayúsculas: TEXAS. En la espalda, en el mismo color de las letras, hay unas botas vaqueras dibujadas. ¿Cuándo ha ido Austin a comprar algo?

—Dios Austin, es súper bonita —Emma gira la sudadera para verla bien —muchas gracias —ella se tira sobre él para abrazarlo.

—Yo también te he traído algo —confieso —luego te lo doy —le guiño un ojo.

Ella se va a su cuarto a enseñarle a las chicas el regalo de Austin después de regalarme una sonrisa.

No tenemos comida en la residencia, hay alguna chocolatina, medio paquete de pasta y un tomate arrugado y pasado en la nevera. Mañana tenemos que ir a comprar, no nos queda otra que pedir a domicilio. Para comer pedimos pizza y para cenar comida china.

Después de cenar un arroz tres delicias la mar de bueno, le pido a Emma que se quede en la cocina mientras voy a buscar su regalo, igual que ella hizo en mi cumpleaños. Los demás se han ido a la habitación, mañana hay clases y deberíamos irnos a dormir, pero su regalo es más importante que una hora más de sueño.

No he envuelto el regalo, no he sabido como hacerlo, lo escondo en tras mi espalda y vuelvo a la cocina.

—¿Qué llevas ahí? —pregunta con emoción.

—Helado de fresa —bromeo.

Ella pone cara de culo.

—Cierra los ojos —le pido.

Ella me mira unos segundos desconcertada y cierra los ojos, le planto el regalo frente a ella y le pido que abra los ojos. No quito mi brazo de mi espalda ya que todavía escondo otra cosa.

Emma ahoga un grito de emoción al ver su regalo.

—No me lo puedo creer, ¡qué bonito!

Emma coge el sombrero de vaquero y se lo planta en la cabeza. El sombrero es de color negro y lleva bordado los típicos dibujos texanos también en negro, tiene varias cuerdas que pasan por unos agujeros. Los costados de la visera están curvados y elevados hacia arriba y en el interior del gorro están bordadas sus iniciales.

—Es como el mío —le informo.

A continuación, me pongo mi sombrero vaquero que es lo que escondía aún tras mi espalda. Ella abre mucho los ojos, y transmiten la ilusión que le ha hecho que su sombrero sea idéntico al mío.

—¿Te gusta? —le pregunto.

—Claro que sí, ¿quién diría que le vaquero macarra me regalaría algo tan especial? —pregunta al aire.

—¿Ahora me vas a llamar vaquero macarra? ¿en qué momento mi apodo ha evolucionado?

—En el momento que te has plantado el gorro vaquero en la cabeza —responde riéndose.

Se levanta de la silla para quedarse a varios centímetros de mí, yo le paso la mano por la parte baja de la espalda y la atraigo hacia mí, la sujeto con mi brazo y Emma clava sus ojos de color miel en los míos.

Tiene una sonrisa dibujada en la cara, una sonrisa preciosa, una sonrisa que le he provocado yo.

Parece que no sabe que decirme, me baja mi sombrero y me tapa la cara con él, yo me lo vuelvo a colocar frunciendo el ceño y ella me observa.

—No hacía falta que me regalases nada —dice tímidamente.

—El anillo tampoco y me lo has regalado igual.

—Ya, no sé, pero igualmente gracias, me encanta —mira hacia arriba como si pudiese ver el sombrero.

—¿De verdad? —pregunto para asegurarme.

—Claro que sí —consigue separarse un poco de mí —me vas a decir que no soy la vaquera más atractiva de todo Estados Unidos —comenta divertida.

Tiene el peso apoyado en una pierna y la otra pierna la dobla dejando el pie apoyado en su punta. Uno de sus brazos está colocado en jarra, con el otro se coge de un costado de la visera del sombrero y hace un gesto tirando de él hacia abajo.

—Y la más sexy —acorto el espacio que ha creado Emma hace unos segundos entre nosotros.

Le elevo un poco el gorro para tener mejor acceso a ella. Me detengo a contemplarla, sus bonitos y grandes ojos, sus largas pestañas, su nariz pequeña y redonda, unos labios perfectos ni muy gruesos ni muy finos del color de las cerezas, todas y cada una de las pecas que salpican la zona de sus mejillas...

Junto mis labios con los suyos haciendo presión, la he echado demasiado de menos. Su respiración está completamente acelerada al igual que la mía y ahora es ella quien profundiza el beso. Nuestras lenguas se entrelazan y bailan entre ellas, sincronizándose perfectamente.

La beso con desesperación por no haberla visto durante semanas.

La beso con rabia por todos estos meses en los que le he tenido ganas y no he podido hacer nada.

La beso con todas las ganas que le tengo desde que pisé este puto estado al que he estado aferrado desde el primer día que coincidí con ella.

Pongo mis manos directamente en su trasero y le aprieto con todas las ganas que le tengo, aunque sin hacerle daño. Ella, a su vez, sube sus manos hasta mi pelo y tira ligeramente de él enredando sus dedos en mis mechones haciendo que mi sombrero caiga al suelo.

Cojo a Emma en volandas y la siento sobre un lado de la encimera de la cocina donde no hay nada que estorbe. Ni sentada en la encimera está a la misma altura que yo. Le quito el sombrero y lo tiro por los aires, miro sus piernas y las separo con suavidad. Me planto entre ellas y atraigo a Emma hacia mí para tenerla lo más cerca posible de mí, vuelvo a besarla.

Mis manos viajan por esas curvas que tiene tan perfectas, subo y bajo mis manos lentamente y no separamos nuestras bocas el uno del otro.

Nos besamos con deseo, nos besamos con necesidad.

Subo mi mano hasta uno de sus pechos y lo masajeo suavemente, ella gime en mi boca.

Joder, a este paso voy a acabar volviéndome loco.

El bulto en mis pantalones es notable, le muerdo el labio y seguidamente paso a besarle el cuello, me detengo unos segundos en ese punto que la vuelve loca entre su mandíbula y su cuello.

—Lucas —gime mi nombre.

Joder, eso es música para mis oídos.

—Lucas —vuelve a gemir, yo gruño a modo de respuesta.

Ella no dice nada, deja que siga comiéndole el cuello levantándome la cabeza para dejarme un mejor acceso, seguro que tiene los ojos cerrados. Emma quiere algo, pero el placer no le deja hablar, así que me obligo a separarme de ella.

Emma abre los ojos cuando me separo, sus ojos centellean de deseo, y sus pupilas están dilatadas también por ello. Sus labios están hinchados y de un color más intenso que lo único que hacen es que tenga más ganas de besarlos.

—Lucas, quiero más —susurra, después se muerde el labio inferior.

No tiene que pedírmelo dos veces para que siga adelante. Emma lleva un pijama que se basa en un top y un pantalón corto minúsculo el cual no me cuesta nada quitarle al igual que su tanga de encaje de color negro.

Ella me besa el cuello y yo masajeo con mis dedos su zona más sensible, se aparta de mi cuello y vuelve a gemir, aprovecho y vuelvo a besarla. Sigo masajeando su zona, cada vez está más mojada y conforme pasa el tiempo yo la tengo más dura.

El cuerpo de Emma me pide más, y yo estoy dispuesto a darle lo que me pide. Empiezo con un dedo y más tarde añado el segundo, no voy muy rápido; quiero que disfrute del momento.

—Lucas, más rápido —pide gimiendo y arqueando ligeramente la espalda levantando la cabeza —por favor —me mira fijamente a los ojos los cuales arden por la excitación al igual que sus mejillas.

Sigo en el mismo ritmo con los dedos y cuando menos se lo espera lo acelero, quiero que llegue al éxtasis.

Ella se intenta aferrar a mi cuello, y lo consigue por unos segundos.

—Joder Lucas —gime en mi oído.

Pero le es imposible seguir agarrada a mi cuello, le flaquean los brazos y opta por volver a apoyarse en la encimera.

Cojo una de sus piernas y sé la doblo acercándola más a ella para que sienta más todo lo que le estoy haciendo.

—Lucas, Lu-cas... —tiene la respiración entrecortada.

Emma está tan excitada como yo, escucho lo rápido que le bombea el corazón, respira agitadamente, está a punto de llegar al límite.

—¡Joder! —eleva el tono, pero consigo taparle la boca a tiempo para que se escuche lo menos posible.

Emma tiene la respiración muy agitada, me mira algo sorprendida y se pone un poco más roja de lo que está, seguro que acaba de asimilar lo que acabamos de hacer ha sido en una cocina en la que cualquier estudiante puede entrar. A mí me ha dado mucho morbo el hecho de saber que estábamos haciendo y donde lo estábamos haciendo.

Emma pega un salto de la encimera y vuelve a vestirse rápidamente, sin mirarme en el acto.

—¿Te ha gustado? —le pregunto.

Ella asiente a modo de respuesta, se acerca hasta a mí y se pone de puntillas para plantarme un beso en los labios. Sus ojos aún brillan, y hasta que no noto desabrochado mi pantalón, no entiendo que aún tiene ganas de mí; al igual que yo de ella.

Me baja los pantalones y seguidamente los bóxers, la encimera donde había subido a Emma hace unos segundos queda a mi espalda.

Agarra mi miembro y empieza a hacer movimientos hacia delante y hacia atrás dándome placer, cierro los ojos dejándome inundar por la excitación que esta chica me está produciendo mientras me besa el cuello a la vez que me toca. Emma se agacha y sustituye su mano por su boca, conforme aumenta el ritmo yo le agarro de la parte trasera de la cabeza siguiendo sus movimientos.

Miro hacia dónde está agachada, al verla se me acelera el corazón, estoy disfrutando tanto como ella. Emma nota que la estoy mirando porque ella hace lo mismo y me sostiene la mirada sin detenerse, sus pestañas hacen sombra sobre sus mejillas y yo me pongo aún más duro de lo que estaba, si eso es posible.

Vuelvo a cerrar los ojos dejando que el placer me inunde, apenas puedo pensar nada coherente; y aún menos cuando ha pasado de usar solo su boca a combinar su boca y su mano.

—Joder Emma... —suspiro —no pares.

Parece que eso la excita aún más ya que aumenta el ritmo, yo empiezo a notar aún más un cosquilleo que lleva presente desde que Emma ha empezado a tocarme. Detiene la boca, aunque no deja de mover la mano; mientras lo hace planta besos por toda mi pelvis, acto que me provoca escalofríos.

—Me cago en la puta, como me pones... —gruño.

Ella sonríe con picardía, detiene la mano y pasa lentamente su le lengua desde el final hasta la punta de mis partes nobles. Vuelve a usar la mano junto a la boca y noto de nuevo el cosquilleo, cada segundo que pasa es mucho más intenso.

—Emma... —suspiro —voy a correrme

Emma levanta la mirada y se separa de mí unos segundos, aunque su mano no se detiene.

—¡Y cuál es el problema? —su tono es sensual.

Vuelve a hacer lo mismo que hace varios segundos.

Emma no se detiene, un escalofrío recorre mi cuerpo, es entonces cuando esta vez soy yo el que termina. Suelto un ligero gemido, mi pecho sube y baja por lo acelerado que estoy, ella se levanta del suelo y me sonríe como si no hubiese roto un plato en su vida.

Me subo el bóxer y el pantalón, Emma me sirve un vaso de agua y ella se bebe dos vasos seguidos.

—Te... ¿te ha gustado? —pregunta mirando al suelo.

—¿Ha parecido que no me haya gustado? —pregunto yo a modo de respuesta.

Emma no dice nada, no entiendo porque tanta vergüenza de golpe, hemos hecho esto miles de veces.

—Me ha encantado rubia, ya lo sabes, no entiendo porque te da vergüenza.

—No sé —se encoge de hombros —sé que esto ha pasado mil veces, pero no sé cómo lo he hecho... además, ya no estoy segura de que hay entre nosotros, si ha sido un simple calentón... si te gust... da igual prefiero que no respondas —no continúa intentando explicarse.

Emma habla sin mirarme, tiene la vista clavada en el suelo cosa que no me gusta, ¿desde cuándo es tan insegura con esto? Le cojo de la barbilla con el pulgar y el índice y muevo su cabeza delicadamente para que me mire.

—Emma, eres la única chica en este mundo capaz de volverme loco.

Ella esboza una tímida sonrisa torcida y seguidamente pasa sus brazos por el alrededor de mi torso para abrazarme. Tardo unos segundos en reaccionar, yo le abrazo pasándole mis brazos por sus hombros. Emma acomoda su cabeza en mi pecho y yo le doy un beso en la cabeza.

Recogemos los sombreros del suelo y volvemos a la habitación como si nada hubiese pasado entre nosotros. Las puertas de las dos habitaciones están cerradas, lo mas probable es que todos ya estén metidos en la cama, Austin y Zach deben de estar reventados como yo. Antes de que Emma entre a su cuarto recuerdo la existencia del anillo que me regaló.

—Oye Emma —susurro.

—¿Pasa algo?

—No, solo una pregunta —me hace un gesto con la cabeza para que se la haga. —¿Qué narices es lo de tres, cero, tres?

—¿Cómo? —parece que no sabe de lo que le hablo.

—Lo que me grabaste en el anillo —aclaro girándolo sobre mi dedo.

—¡Ah! Deberás descubrirlo —sonríe.

—Eso he intentado, pero no sé si es una hora, unos minutos, algo simbólico... te recuerdo que no soy Sherlock Holmes.

Emma se ríe intentando no hacer ruido por si alguien duerme.

—Anda, dame una pista... —insisto.

—Son los minutos que dura una canción.

—¿Qué canción?

—Ahí está tu trabajo Sherlock Holmes alias vaquero macarra —me vacila.

—No puedes grabarme los minutos de una canción en un anillo y no decirme qué canción es.

—Sí que puedo; de hecho, es lo que estoy haciendo.

Se gira sobre sus talones y hace el gesto de abrir la puerta, pero se detiene en el acto.

—Buenas noches, Lucas—susurra girándose hacia a mí.

Se pone de puntillas para darme un beso en la mejilla, pero yo soy más rápido y giro mi cabeza a tiempo para que ese beso me lo dé en los labios. Antes de que se separe del todo de mi pongo mi mano tras su cabeza y presiono ligeramente para besarla de nuevo.

La suelto y de nuevo está sonrojada, que facilidad tengo para que sus mejillas se tiñan de rojo...

—¿Pensabas darme las buenas noches sin más después de lo que ha pasado en esa cocina?

Mi mirada es igual de intensa que la que estoy recibiendo de su parte, Emma sonríe de lado y finalmente aparta la mirada.

—Ahora sí, buenas noches, Lucas.

—Buenas noches rubia.

Dentro de la habitación no solo están mis hermanos, sino que también está Kayla riéndose con Austin.

Quiero ducharme antes de meterme en la cama, siento que doy asco después de haber venido en avión y pasar el día en California. Entro en el baño y enciendo una de las duchas y mientras el agua se calienta me desnudo.

Me paso un agua rápidamente y salgo de la ducha, me seco con una toalla y después me la anudo en la cintura para volver a la habitación. Kayla ya se ha ido a su cuarto y Austin se ha estirado sobre la cama. De la cómoda agarro un bóxer limpio y unos pantalones de algodón y me los pongo para dormir, sigue haciendo calor en pleno enero, no tanto como en verano, pero sí el suficiente como para dormir con el torso desnudo.

Me paso un rato con el móvil y unos cascos puestos escuchando música y buscando alguna canción que dure 3:03 minutos exactos. Mi lista de música es demasiado larga, y después de revisar varias canciones no consigo dar con ninguna que dure tres minutos y tres segundos.

Pongo el móvil a cargar y suspiro, me paso un rato pensando aún en la canción que puede ser, pero finalmente me quedo dormido.

Al día siguiente por la mañana volvemos a desayunar en la cafetería, y volvemos a la rutina de clases habitual. La semana que viene tenemos los exámenes y se nota la tensión de todo el mundo, tengo que empezar a estudiar ya.

Salgo de la última clase y en la salida de la facultad veo a lo lejos unas mechas rubias que reconozco perfectamente. Emma se despide de una chica de cabello negro y camina en dirección a la residencia, yo aligero el paso para alcanzarla.

—Rubia —Emma se gira y esboza una sonrisa al divisarme.

—Hola —saluda.

—¿Qué tal el día? —le pregunto.

—Bien, dentro de lo que cabe claro. Los profesores cada vez me ponen más nerviosa con los dichosos exámenes, y llevo fatal una asignatura, el último examen que tengo es el que llevo peor, aún no sé cómo narices funciona el sonido —Emma empieza a mover las manos exageradamente y a gesticular con la cara con ceños fruncidos y caras que no sería capaz de poner jamás.

—¿Quieres que mañana repasemos para el examen? Ya te dije que te ayudaría.

—Mañana y toda la semana, de verdad que no entiendo como a alguien puede interesarle cómo funciona el sonido...

—Tranquila yo te ayudo —le peino el mechón rebelde de siempre y se lo pongo tras la oreja.

—Algo tendré que darte a cambio... —emprendemos nuestro camino a la residencia mientras seguimos hablando.

—Yo sé que puedes hacer... —respondo pícaramente.

—Lucas eres un pervertido —Emma pone los ojos en blanco.

—¿Por qué? —pregunto haciéndome el ofendido —si todavía no has dejado que acabe la frase.

—No ha hecho falta —sonríe divertida.

—Pues te iba a decir que a cambio puedes aceptar una cita conmigo lista —digo lo primero que se me pasa por la cabeza.

—Ya... será eso... bien salvado soldado —hace que me ría —si eres buen profesor aceptaré la cita.

—Soy el mejor.

—Eso ya lo veremos...

—Bueno si se me da mal siempre puedo recompensarte con otra cosa... —insinúo.

—¡Ves! Eres un pervertido —exclama.

—Puedo recompensarte llevándote a hacer surf y después ver el atardecer sobre la tabla.

Emma vuelve a poner los ojos en blanco y volvemos a la residencia manteniendo una conversación como esa. Yo insinuándole sexo con frases inacabadas, ella llamándome pervertido y yo cambiando el sentido de la frase añadiendo algo.

La mujer mayor de siempre esta tras el mostrador de la recepción.

—Hola Gladis —la saluda Emma.

—Hola bonita, ¿cómo han ido las fiestas? —le pregunta la mujer.

—Han ido muy bien, ¿y las tuyas?

—Han sido fantásticas, espero el año que viene poder seguir celebrando las navidades.

—¡Por Dios! No digas esas cosas Gladis, por favor —la regaña Emma y la mujer simplemente se ríe.

—¿Y tú bonito? ¿cómo te han ido las vacaciones? —Gladis se dirige a mí.

—Bien, gracias por preguntar —respondo.

Mas tarde los demás se reúnen con nosotros en la habitación y vamos los seis a Walmart a hacer una compra para al menos dos semanas. Todos en el Jeep y con riesgo a que me quiten puntos e incluso el carnet de conducir, nunca me hace gracia tener que arriesgarme a ello, pero no tenemos más coches.

Zach envía una foto de la lista de la compra por el grupo que tenemos entre todos y nos dividimos para hacer la compra más rápido. Kayla y Vee se dirigen a las neveras, Zach y Emma a por las verduras y Austin y yo a por la carne y la pasta.

—¿Hablaste ayer con Emma? —pregunta mi hermano de la nada.

—Sí, y le regalé el sombrero que viste.

—¿Desde cuándo eres tan romántico pequeño Lucas?

—Para empezar, no soy romántico y para seguir, el pequeño eres tu que para eso te saco tres años.

—Vale perdona fósil de dinosaurio —yo simplemente pongo los ojos en blanco.

Austin agarra de una estantería cuatro paquetes de macarrones, cuatro paquetes de espaguetis, otros muchos paquetes de tortellinis y otros más de ñoquis.

—¿Y cómo fue la charla? —pregunta mientras nos dirigimos a por las salsas.

—Bien... bueno... bastante bien.

—¿Eso qué significa?

—Pues ¿qué va a significar Austin? pues que fue bien —paro el carrito frente a la estantería con todo tipo de salsas para la pasta.

—Ya pero bien de bien, o bien de bien —Austin acentúa ese último bien.

—Austin —digo ya fuera de mis casillas —explícate, porque en la última conversación has dicho la palabra "bien" unas diez veces.

—Joder Lucas, que si la besaste —aclara Austin mirándome con un bote de salsa pesto en cada mano.

—Podrías haber preguntado directamente, parecíamos dos tontos —él se ríe.

—Bueno... ¿la besaste o no? —insiste.

—Sí, sí la besé.

—Muy bien Lucas, por fin haces algo bien —deja los botes que sostenía dentro del carro.

—Y hablaste sobre el tema sentimientos y eso o...

—No, aún no, ya lo haré, tengo cuatro años para hacerlo.

—Tío, deberías hablar con ella.

—Dijo el que no ha tenido nada serio en su vida...

—Porque en el pasado no quise.

—¿Eso significa que ahora sí? —cambio de tema.

—No lo sé, está en proceso ¿de acuerdo? Y no me cambies de tema —mierda se ha dado cuenta.

—Ya lo haré tío, no hay prisa.

—Si la hay, porque sabes que Emma no va a esperarte toda la vida ¿no? —mi estado de ánimo cambia completamente y me quedo serio.

—Eso no lo sabes —replico molesto —y no va de una semana, hablaré con ella después de los exámenes, de momento estamos bien así.

—Pero hazlo, no lo dejes para último momento tío, esa chica te quiere.

Eso me hace reflexionar mientras acabamos de comprar, hemos quedado todos en un mismo punto y Emma aparece riéndose con Zach. Ellos se han encargado de coger también guarderías como patatas o cosas así, me parece lo más indicado porque si coger guarrerías hubiese dependido de Austin se nos hubiera ido el presupuesto. Pagamos la gran compra de los tres carros y volvemos a la residencia.

Zach se ofrece para cocinar y Emma decide ayudarle han cocinado patatas con calabacín, huevos fritos y pollo con una salsa con cientos de especias.

El resto de la tarde la paso estudiando en la habitación y haciéndome resúmenes que espero que de algo me sirvan.

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