Dornstrauss

By PrinceLendav

11.7K 1.9K 3.6K

Todos piensan que un buen doncel no puede ser un soldado. Eso rompería con todas las reglas de conducta: los... More

Dornstrauss
Introducción
Introducción (2)
La Historia de Einar, Parte I: Un doncel mal educado
La Historia de Einar, Parte I: Un doncel mal educado
La Historia de Einar, Parte I: Un doncel mal educado
La Historia de Einar, Parte II: Un novato sospechoso
La Historia de Einar, Parte II: Un novato sospechoso
La Historia de Einar, Parte III: Un gran aspirante a ser soldado
La Historia de Einar, Parte III: Un gran aspirante a ser soldado
La Historia de Einar, Parte III: Un gran aspirante a ser soldado
◈Valkar◈
La Historia de Einar, Parte IV: Un soldado excepcional
La Historia de Einar, Parte IV: Un soldado excepcional
La Historia de Einar, Parte IV: Un soldado excepcional
La Historia de Einar, Parte IV: Un soldado excepcional
La Historia de Einar, Parte IV: Un soldado excepcional
La Historia de Einar, Parte IV: Un soldado excepcional
La Historia de Einar, Parte IV: Un soldado excepcional
La Historia de Einar, Parte IV: Un soldado excepcional
La Historia de Einar, Parte IV: Un soldado excepcional
La Historia de Einar, Parte IV: Un soldado excepcional
La Historia de Einar, Parte IV: Un soldado excepcional
La Historia de Einar, Parte V: El mejor guerrero de Valkar
La Historia de Einar, Parte V: El mejor guerrero de Valkar
La Historia de Einar, Parte V: El mejor guerrero de Valkar
La Historia de Einar, Parte V: El mejor guerrero de Valkar
La Historia de Einar, Parte V: El mejor guerrero de Valkar
La Historia de Einar, Parte V: El mejor guerrero de Valkar
La Historia de Einar, Parte V: El mejor guerrero de Valkar
La Historia de Einar, Parte V: El mejor guerrero de Valkar
La Historia de Einar, Parte V: El mejor guerrero de Valkar
La Historia de Einar, Parte V: El mejor guerrero de Valkar
La Historia de Einar, Parte V: El mejor guerrero de Valkar
La Historia de Einar, Parte V: El mejor guerrero de Valkar
La Historia de Einar, Parte V: El mejor guerrero de Valkar
La Historia de Einar, Parte V: El mejor guerrero de Valkar
La Historia de Einar, Parte V: El mejor guerrero de Valkar
◈Celebración◈
La Historia de Einar, Parte V: El mejor guerrero de Valkar
La Historia de Einar, Parte V: El mejor guerrero de Valkar
◈Für Elise◈
La Historia de Einar, Parte V: El mejor guerrero de Valkar
Valor
Valor (2)
Valor (3)
Fuerza
Fuerza (2)
Fuerza (3)
Lealtad
Lealtad (2)
Lealtad (3)
Lealtad (4)
Lealtad (5)
Sabiduría
◈Anuncio◈

La Historia de Einar, Parte V: El mejor guerrero de Valkar

177 26 63
By PrinceLendav

Parte D


◈◇◈◇◈◇◈

Einar,

tal y como te lo prometí, escribirte una carta es lo primero que hago después de llegar a Erunar. Espero recibir la tuya pronto.

Quiero decirte tantas cosas...

El viaje hacia Erunar fue muy cansado. Había colinas y un lago que fue difícil de cruzar. Los primeros días llovió a cántaros y el suelo estaba tapizado de lodo. Me sentí aliviado cuando llegué a los pueblos pequeños a las orillas de Radgar, porque allí el suelo no tenía tanta tierra suelta y la cantidad de lodo que se formaba era un poco más soportable. En Erunar también llueve; el agua es muy fresca y sabe dulce.

No todo es bueno aquí. Cuando cruzamos Erunar antes de llegar al bosque noté que la ciudad principal es de los pocos lugares en esa zona donde las personas lucen alegres. Algunos pueblos por los que pasé eran fríos, como si estuvieran abandonados. Los niños de aquellos lugares se nos acercaban y hablaban con nosotros con curiosidad. Tal vez la cercanía de Erunar con el bosque sea la razón por la que sus pueblos más chicos son tan solitarios. Espero poder hacer algo bueno por la gente mientras esté aquí.


Cambiando de tema, ¿ya te lo había dicho? Mi grupo está comandado por uno de mis tíos. Cuando salimos del castillo creí que me trataría como lo hacía antes de la guerra, pero no fue así. Casi no me habla y tengo que pedir permiso si quiero conversar con él por un rato.

Cuando yo era niño, solía ir a su casa, en Hildberg, que se encontraba muy cerca de la mía. Casi siempre lo encontraba con su esposo y con mis primos, así que solíamos jugar todos juntos mientras esperaba a que mi madre volviera del castillo del rey Gunnar, a la hora de la cena.

Mi tío y yo siempre fuimos muy cercanos, incluso me dio consejos cuando apenas entré a la escuela de la guardia real, así que pensé que en Erunar también me pondría atención, pero sucedió todo lo contrario. Es como si no me conociera. Supongo que está bien, vine a Erunar porque Valkar está en guerra, así que tal vez las cosas tengan que ser diferentes precisamente por eso.

.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~

Me causa un poco de vergüenza escribir lo siguiente.

Pensé en ti durante casi todo el camino, Einar.

Te extraño muchísimo. Apenas llegué a Erunar y ya quiero volver a verte.

Hace unas noches soñé contigo. Aunque no es la primera vez, antes me atormentaba pensar en por qué sucedía; ahora incluso desperté sonriendo. Si Ancel o Rustam me hubieran visto, se habrían burlado de mí por una semana entera.

Cuando recibas mi carta, habrán pasado días después de que llegaras a Jartav así que, dime, ¿cómo la has pasado? No dejes de escribirme, me encantaría imaginar que estoy escuchando tu voz mientras leo tus cartas.

Con mucho cariño,

Ansgar

◈◇◈◇◈◇◈


Tuve que comer tan rápido como pude para estar a tiempo en el lugar donde entrenaban los arqueros. La noche anterior me quedé dormido con la carta de Ansgar en mis manos y por la mañana me apuré para contestarla con todos los detalles que se me vinieron a la cabeza.

El Coronel Ziegler me estaba esperando con la mirada inexpresiva de siempre; por un momento creí que ni siquiera respondería a mi saludo, pero lo hizo.

Tenía dos arcos junto a él; me pidió que tomara uno y me dio una flecha.

—Tira, Dornstrauss —desafió.

— ¿Debo esperar a sus órdenes? —cuestioné, no muy seguro de lo que estaba haciendo.

— ¿Has estado en la unidad de arquería alguna vez durante la guerra?

—No.

—Entonces ni siquiera debes recordar cómo seguirlas. Tira ya, anda.

Nervioso, coloqué la flecha en la cuerda del arco cuidadosamente y apunté a uno de los objetivos que se encontraban a lo lejos del área de entrenamiento. Mis manos temblaban; a pesar de haber aprendido arquería en la escuela de la guardia real, fue de las cosas que menos practiqué. Me arrepentí de no haberlo hecho.

Liberé la flecha sin tardar demasiado. No di en el blanco, pero tampoco estuve tan lejos de este.

La cara del Coronel volvió a pintarse con aquella desesperante sonrisa burlona que había mostrado el día anterior.

—Eso no es saber tirar con arco, Dornstrauss —observó, a punto de reírse.

Para terminar de enseñarme cuán malo había sido, él mismo tomó un arco y una flecha, apuntó hacia el mismo objetivo al que yo tiré y dio en el centro, para luego mirarme como si hubiese ganado una apuesta.

El Coronel Ziegler era más bajo que yo. La diferencia de estatura y su mirada me hicieron sentir señalado. Quería que la tierra me tragara.

—Tal y como pensé, Howard aún no aprende a habilitar a su ejército para que todos puedan hacer de todo —comentó, tal vez para sí mismo—. Él siempre ha mantenido a sus hombres en una sola posición sin siquiera probar a ver qué es lo que hace mejor cada uno de ellos. Se entiende que debe manejar a muchísimos hombres a la vez, pero precisamente por eso es conveniente que todos ellos puedan hacer de todo, así jamás se debilitarían sus filas al reducirse en número.

El Coronel resopló, volviéndome a entregar una flecha para pedir que volviera a intentar dar en el blanco. Me observó sin poder guardar silencio.

— ¿Sabes? He peleado incontables batallas junto al General Volksohn —dijo, sin dejar de sonreír maliciosamente—. Lo he visto perder arqueros excepcionales por mantenerlos en la infantería y viceversa. Cuando el número de sus unidades se reduce, sus formaciones siempre se desproporcionan. Una vez lo vi pelear con unos cincuenta arqueros y cuatro jinetes, fue un desastre, el rey se molestó mucho. Adivina quién tuvo que acudir a socorrerlo.

No contesté. Opté por mirar al Coronel esperando su respuesta pero, en lugar de eso, recibí una más de sus observaciones.

—Tu segundo tiro fue peor que el primero, Dornstrauss.

Respiré hondo, tratando de mantener la calma.

—Déjame revisar tu postura. —Se acercó a mí y me pidió que tensara el arco sin ninguna flecha. Arqueó una ceja y movió mis hombros y mis manos ligeramente—. Tienes mucho que practicar.

Pasé, según yo, horas entrenando junto con el Coronel Ziegler. Él observaba cada uno de mis movimientos y corregía todos los errores que encontraba, que no eran pocos. De vez en cuando, si yo hacía alguna pregunta, él me respondía con detalles. No paraba de hablar.

—Solo una flecha más, Dornstrauss, luego te daré un descanso para que no te lastimes —dijo el Coronel Ziegler después de un rato.

Mis brazos y mi espalda dolían. Sentí que mi fuerza no sería suficiente para tirar la última flecha, pero la palabra "descanso" me motivó a terminar. Estuve a muy poco de dar en el blanco con ese último tiro.

El Coronel puso una de sus manos sobre mi hombro y dio dos palmadas, tomando el arco que seguía sosteniendo.

—Puedes descansar unos minutos —dijo tranquilamente.

En ese momento el capitán May se acercó a nosotros, acompañado de otro soldado.

—Capitán, qué bueno que está aquí —dijo el Coronel—. Le presento a Einar Dornstrauss, el soldado que le pedí que me ayudara a encontrar ayer.

—Mucho gusto, Einar —saludó el otro con una sonrisa, inclinando la cabeza.

El capitán May, quien nos había llevado a Jartav desde el castillo del rey Gunnar, era una persona bellísima. Era menos alto que yo, pero tenía piernas largas y esbeltas, complexión delgada, piel muy blanca y rasgos delicados. Siempre que veía el color castaño claro de su cabello deseaba que el mío fuera igual, de tan hermoso que era —detalle digno de apreciar, pues yo adoraba mi cabello—. Me encantaba ver de cerca al capitán, no porque me atrajera, sino porque siempre que lo observaba mi cabeza se convencía de que yo quería ser como él.

Casi siempre portaba, orgullosamente, el uniforme de la guardia real y el broche distintivo de su puesto como capitán. Desde la primera vez que lo vi, no pude evitar pensar en que el cinturón que adornaba el uniforme y del que se colgaba la vaina de la espada resaltaba su cintura, y eso me atormentaba. Yo era un doncel, ¿por qué el uniforme no se me podía ver tan bien como a él?

Mordí mi labio inferior en un intento por devolver mis pensamientos al presente, sin éxito.

—Capitán, aprovechando que está aquí, ¿podría mostrarle al soldado Dornstrauss cómo tirar una flecha correctamente? —preguntó el Coronel Ziegler, sacándome de mis cavilaciones.

El capitán, después de mirar a su acompañante y recibir una cálida sonrisa de su parte, accedió, recibiendo el arco que se le ofrecía, además de un guante, mientras el Coronel me movía cerca de él para que pudiera observarle.

—Observa sus manos, sus brazos, su postura y la posición de sus pies. No olvides revisar cómo apunta hacia su objetivo —dijo el Coronel en voz baja. Estuve a punto de decirle que ya sabía qué hacer.

Entonces, el capitán tomó una flecha y tensó el arco, con sus preciosos ojos color avellana fijos en su objetivo. Sus manos delgadas, con pequeñas raspaduras producto de las agresivas batallas, sujetaban con fuerza el arco y la cuerda.

La flecha, que hacía un momento estaba anclada cerca de la mejilla del capitán, silbó mientras volaba y golpeó el centro de su objetivo de forma impecable. El arquero sonrió, colocando el arco en las manos del Coronel y volviendo a pararse junto al soldado que lo acompañaba.

—Con suficiente práctica, Dornstrauss, en algún momento puedes llegar a ser tan bueno como el capitán May. Por eso no dejarás de entrenar mientras los Ferig no salgan del bosque, ¿entendido?

—Sí, Señor —respondí, haciendo lo posible por mantener los pies en la tierra.

— ¿Qué hay de sus hombres, capitán? —preguntó el Coronel, con aire más profesional.

—Están descansando, Señor. Recién terminó su primera ronda de entrenamiento.

—Perfecto. Puede retirarse, si tiene otra cosa más qué hacer.

El capitán asintió con la cabeza y dio media vuelta, conversando con el soldado que le acompañaba. Después de un rato, el Coronel reanudó el entrenamiento.


Al día siguiente los Ferig no atacaron, pero el Coronel tenía cosas que hacer en su tienda, así que me dejó bajo el mando del capitán May para que siguiéramos entrenando. Los demás soldados, injustamente, tuvieron tiempo para descansar.

El capitán hablaba mucho menos que el Coronel Ziegler. Él no murmuraba cosas para sus adentros cuando tenía la mente en blanco y tampoco me llamaba la atención con ironía ni me observaba alzando una ceja cuando me equivocaba. En lugar de eso, corregía mis errores con paciencia y conversó conmigo durante el descanso.

—Me alegra que el Coronel haya elegido entrenarte, Einar —me dijo, sentándose sobre la hierba seca del área de entrenamiento—. No pude notarte en el transcurso del camino desde el castillo hacia acá, pero durante las batallas has destacado muchísimo, afortunadamente por cosas buenas.

—No me imagino qué sería de mí si destacara por cosas malas —comenté, para no quedarme en silencio.

—Sería mejor que no lo intentes. —Rio ligeramente—. Al Coronel le agradan los soldados competentes, y parece que le gusta entrenar por su cuenta a los mejores, si los encuentra. Yo también tuve que soportar sus reprimendas y sus murmullos hace unos años. Él ha sido así desde que lo conozco, y supongo que todo es consecuencia de pasar mucho tiempo aquí solo, en Jartav. Casi nunca habla con los demás soldados.

—Lo he escuchado decir que conoce al General Howard Volksohn...

—También conoce a Dogvar Wieczorek, pero eso no significa que se lleve bien con ellos —respondió el capitán, levantando la barbilla—. Son cosas que sería mejor que él te dijera, yo no creo tener el derecho de hacerlo.


Para la batalla que siguió a la primera vez que entrené con el Coronel Ziegler, él me colocó en la unidad de arquería.

Durante los entrenamientos en días anteriores, por fin se me pidió que siguiera las órdenes que se les daban a los arqueros para que las flechas volaran uniformemente durante una batalla. Además, mis habilidades con el arco habían mejorado. A pesar de todo eso, me sentía nervioso.

¿Qué pasaría si no soltaba mi flecha con fuerza suficiente y esta no llegaba a mi objetivo? ¿Y si los Ferig nos atacaban y la fila de infantería que nos protegía no era suficiente?

Por primera vez en mucho tiempo, me sentí inseguro durante una batalla.

Afortunadamente, todo salió bien. Los Ferig se ocultaron pronto y mis flechas volaron a la par de las demás.

El Coronel me mantuvo en la misma unidad durante las batallas siguientes, sin intenciones de devolverme a la infantería. Los soldados a quienes había conocido en el campamento preguntaron por mí una vez, y en otra ocasión encontré entre los arqueros a uno de ellos. Nunca veía las mismas caras en las filas de mi unidad.


En otro momento de paz entre las series de batallas, la mayoría con victorias de nuestro lado, el Coronel Ziegler me pidió que montase a caballo. Tenía muchísimo tiempo que no lo hacía; estaba a punto de olvidar cuánto lo disfrutaba.

Antes, en la cervecera, lo menos delicado que podía hacer como doncel era subir al lomo de un caballo y correr libremente a través de los plantíos de cebada o usarlo para llegar al centro de Tryuna y dar un paseo. Gracias a que solía vestir pantalones en lugar de falda, podía cabalgar a horcajadas sin problema, escandalizando a mi madre y a algunos conocidos que solían verme pasar; sin embargo, a mi padre le pareció muy útil, pues podía utilizarme de mensajero alrededor de su terreno.

En Jartav, montar a caballo fue algo totalmente distinto. El corcel llevaba armadura, al igual que yo, y me vi obligado a aprender a cabalgar sin una o ambas manos sujetando las riendas, pues las tenía ocupadas sujetando una espada o arco y flecha. Me caí del caballo varias veces en los primeros entrenamientos.

El Coronel sonreía cada que me veía golpear el suelo, a punto de reírse. Yo hacía lo posible por levantarme tan rápido como podía para evitarme la vergüenza.

A pesar de ver cómo el Coronel parecía burlarse de mí mientras entrenaba, debió haber confiado lo suficiente como para ponerme en la caballería la siguiente batalla.

Volvió a llover esa vez. El Coronel Ziegler me formó junto a él, a su izquierda, en la primera fila.

Nos movimos, enfrentando a las criaturas pequeñas que nos atacaron, de nuevo esquivando los charcos de lodo.

Con algo de desconfianza, cuando estuve cerca de los Ferig una de mis manos soltó las riendas del caballo para tomar la daga con la que me quitaría a las criaturas de encima. Mantuve el equilibrio sin tanto problema, pero después salieron del bosque los Ferig del tamaño de un caballo, con un jinete sobre ellos, y atacaron. Las flechas volaron hacia ellos uniformemente, pero los Ferig que montaban a las criaturas peludas desviaron todas ellas. Pude ver que el suelo salpicaba de lodo agresivamente después de eso; pensé que mis ojos me mentían. ¿Habían desviado las flechas con agua?

Sin dejarme pensar en lo que había visto recién, los enemigos se acercaron intactos a la caballería. Avanzamos, por lo que tuve que soltarme completamente de mi caballo para poder sostener mi espada y la daga con la que me seguía defendiendo de los Ferig más pequeños. Logré dejar sin jinete a una de las criaturas más grandes, pero me fue imposible alcanzar el cuello de esta última con mi espada para matarla. Debí haber llevado una lanza.

Con eso en mente, al ver que el siguiente Ferig que se me acercaba tenía una, enfundé mi espada y no dudé en tratar de tomar su arma. Me atacó, así que tomé ventaja de ello para arrebatársela y eliminar a algunos Ferig más. Con la lanza y la daga las cosas fueron más fáciles, al menos hasta que la caballería cruzó la mitad del campo de batalla.

El suelo en esa parte era más lodoso; los caballos no pudieron seguir corriendo a la misma velocidad. El Coronel presionó a sus hombres para que siguieran moviéndose pero, cuando vi a todos los Ferig saltando sobre una parte específica del suelo no muy lejos de nosotros, supe que era una mala idea. Los soldados cuyos caballos podían correr mejor se adelantaron. Esperé lo peor.

— ¡Coronel, no deberíamos seguir avanzando! —exclamé para que él me escuchara. Me miró.

—Tenemos que regresar a esas bestias a su bosque o matarlas a todas. ¿Por qué no deberíamos avanzar? —preguntó con desesperación.

No necesité contestar. El caballo de uno de los soldados que se habían adelantado se atascó en el lodo y un Ferig saltó cerca de él para dejarlo fuera de batalla en un instante.

— ¡Alto! ¡Retrocedan! —ordenó el Coronel inmediatamente—. Pelearemos desde aquí. ¿Alguna idea, Dornstrauss? —me preguntó.

—Hay que eliminar primero a los Ferig que montan sobre las criaturas peludas, Señor. Podría cambiar la formación de sus soldados para que los que tenemos lanzas nos ocupemos de los más grandes.

—No se llaman "criaturas peludas", Dornstrauss, se les dice foathers —replicó—. En un momento moveré a mis hombres. Gracias por la recomendación.

El Coronel ordenó a los soldados con lanzas que nos formáramos en las últimas filas de la caballería y los demás al frente. Estos últimos acabaron con los Ferig que montaban a las criaturas peludas —foathers—, además de que protegían a la unidad con escudos para bloquear las flechas que se dirigían a nosotros. Vi cabezas y brazos volando; la caballería parecía ser más agresiva que las demás unidades.

Cuando nuestros oponentes se aproximaron a las últimas filas, lo único que tuvimos que hacer fue herirlas con nuestras lanzas. Las criaturas que lograron abrirse paso entre nuestra unidad fueron recibidas por la infantería.

De pronto, uno de los Ferig que venían hacia mí rugió y aterrorizó a mi caballo, que relinchó y me hizo caer en el lodo para después salir corriendo. Entonces, la criatura de ojos rojos se acercó a mí y volvió a rugir antes de golpearme con una de sus patas y lanzarme un poco más lejos.

Luché por recuperar mi fuerza y levantarme a encarar a la criatura peluda —foather—. Esta corrió hacia mí, me acerqué, tomé una mecha de su pelaje con fuerza para contenerlo y desenfundé mi espada. Antes de hacer mi último movimiento, empero, la criatura se volvió hacia mí y me miró, mostrando sus dientes. Ambos nos detuvimos; sin saber por qué, solté la maraña de pelo que le había sujetado.

El Ferig se calmó y, por los movimientos de su nariz, pareció estar olfateando. Acercó su hocico hacia mí con aparente curiosidad; no puede moverme.

La flecha que se enterró en el cuello de la criatura me devolvió a la tierra. Volteé hacia el lugar desde donde había volado y me encontré con el Coronel Ziegler, quien le dio una palmada a mi caballo para que regresara conmigo.

—Más cuidado, Dornstrauss. No dejes que los foathers te maten —me dijo antes de volver a la primera fila.


Aquella batalla terminó de forma repentina. Mientras el Coronel movía a sus hombres estratégicamente, los Ferig se detuvieron de pronto y retrocedieron. No tardaron en adentrarse al bosque y dejarnos solos en el campo de batalla.

El batallón permaneció un buen rato detenido, esperando. Nada.

El Coronel Ziegler y el capitán May, una vez estando de vuelta en el campamento, se reunieron en la tienda del primero. Yo, por supuesto, no fui invitado.

Uno de los soldados que conocí en Jartav, junto conmigo, se quedó cerca de la tienda de Coronel para poder escuchar la conversación. Desafortunadamente, hablaban en voz tan baja que no pudimos entender una sola palabra.

De pronto, ambos soldados salieron y nos encontraron fuera. Mi compañero y yo nos asustamos; el capitán May se fue junto con otro soldado, el Coronel Ziegler alzó una ceja y me miró. Estuvo a punto de decirnos algo cuando alguien lo llamó desde lejos, corriendo.

— ¡Coronel! Hay un hombre a caballo acercándose al campamento desde el pueblo —avisó, alarmado. El Coronel se dejó guiar por el soldado para ir a ver qué sucedía.

Mi compañero y yo no nos quedamos atrás.

A las afueras del campamento se podía divisar a un hombre que se dirigía hacia este a toda velocidad. Portaba la armadura del ejército de Valkar y tenía una flecha clavada en el brazo derecho. Cuando el soldado estuvo lo suficientemente cerca del campamento, el Coronel se puso frente a los soldados que estábamos ahí.

— ¿Quién va? —preguntó. El hombre no contestó.

Su caballo se detuvo frente al Coronel y el soldado se bajó con dificultad. Del brazo que tenía herido escurría sangre.

—Coronel Ziegler, necesitamos de su ayuda en Versta —dijo, sofocado—. Nuestro capitán está muerto y los Ferig amenazan con romper las débiles filas que quedan protegiendo la aldea.

Continue Reading

You'll Also Like

19.8K 1.6K 91
El día que murió nuestro hijo, mi esposo, Henderson, no estaba nada triste. El día después del funeral de mi hijo, vi a Henderson con otra mujer. Esa...
175K 21.7K 199
Viajando a través del Hokage, se convirtió en Uchiha Ye Huo, el hermano mayor de Uchiha ltachi, y despertó el sistema de recompensa cien veces mayor...
213K 26.8K 80
Sinopsis Tras encender el gas para perecer junto a quienes codiciaban la fortuna de su familia, Lin Yi transmigró a otro mundo, ¡y estaba a punto de...
29.3K 2K 12
llega una estudiante transferida :)