— ¿Qué tal tu día? —hablamos al unísono y después soltamos una pequeña risa. Varias veces nos pasaba eso, decíamos lo mismo al mismo tiempo.

«Todo bien, estuve escribiendo un rato» escuché una puerta cerrarse lo que me hizo suponer había entrado a su habitación.

— ¿Estabas afuera? —me levanté de mi cama para poder ir a abrir un poco más la ventana.
Observé la luna, ambos mirábamos la misma pero estábamos a una gran distancia aunque siempre nuestros teléfonos nos hacen sentir más cerca. Sabía que estaba ahí, sonriéndome mientras el mismo cielo cubría nuestros más profundos sentimientos.

«Sí, es lindo estar afuera, ver el cielo desde mi balcón es inspirador»

— Te entiendo. Y más si estás escuchando la voz más hermosa de... —caí en cuenta que me estaba escuchando.

«¿Mande? Creo que había interferencia»

— No, nada. Sígueme contando, ¿qué escribes? —

«Es una sorpresa, escribo sobre alguien»

— Eso es increíble. Cuando escribes sobre alguien hace parecer todo más fácil porque quieres dedicarle todas las letras posibles —

«Sí; pero a la vez es tan complicado porque no hay una palabra que lo describa al cien por ciento o un sentimiento que resuma todo lo que ese alguien te provoca»

— Exacto, porque la palabra 'amor' se queda corta si tratas de expresar todo lo que sientes —suspiramos. No sé si serían solo pensamientos míos pero en el transcurso de ese mes me di cuenta que aún teníamos la conexión de antes. No lo mencioné, pero siempre lo pensaba; comencé a pensar nuevamente en qué quizá era cierto eso del hilo rojo y la unión a una sola persona.

La llamada se alargó hasta aproximadamente las 3:40, hora en que ambos decidimos ir a dormir seguido de una pequeña discusión por ver quién colgaba a quién.

— Cuelga tú —hablé mientras apagaba la lámpara situada en mi mesa de noche.

«No, cuelga tú, yo lo hice en la llamada pasada»

— Bueno, al mismo tiempo mejor —

«Está bien. Uno»

— Dos —

«Tres» nuevamente nuestras voces a la par. Después de eso un sonido del teléfono indicó que nuestra charla había terminado por ese día.

Se sentía bien hablar con él, me daba paz, alegría, y podíamos hablar de cualquier cosa que se nos ocurriera, nuestras llamadas además de ser largas eran siempre de calidad. Pocas veces tocamos el tema de su padre pero cuando así era, yo me encargaba de hacerle saber todo iba a estar bien, que él ya estaba en un lugar mejor y Emilio debía continuar porque si aún seguía aquí, era porque le quedaban cosas por hacer, metas que conquistar y sueños por volver realidad.

Y en lo que respecta a la carta, varias veces nos preguntábamos cómo habrá sido la adolescencia de Juan, quién habrá sido su enamorado y Emilio trataba de recordar un poco más acerca de la otra carta, la que estaba dentro de la botella de cristal. Me mencionó que varias veces se la leyó como si fuera un cuento, pero él estaba muy pequeño para recordar todo lo escrito ahí.

Por mi parte, llegó el momento de contarle lo que yo había escuchado en la oficina de su padre unos años atrás, le describí al hombre, o al menos lo que recordaba, pero jamás pudimos saber exactamente de quién se trataba. Le hice saber no le conté antes por no considerar importante ese hecho.

After [Emiliaco]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora