— Oye, Nat —me miró prestando atención— ¿Entonces para ti la bisexualidad no existe?

— No. No es tan difícil de entender, a nadie le pueden atraer ambos sexos, o eres gay o eres hetero, punto —me puse de pie con gran decepción recorriéndome las venas. En ese momento me era difícil creer que alguien tan linda pudiera tener esos pensamientos— ¿Qué pasa?

— Nat, yo... Yo soy bisexual... Sé que no tengo porqué darte explicaciones pero no quería seguir en una mentira y ahora que me dices esto la verdad no sé qué pensar de ti, pero... —

— ¡¿Qué?! ¡¿Bisexual tú?! —me interrumpió y yo asentí con algo de miedo pero seguro de lo que soy. Ella inmediatamente se puso de pie— Perdón, me tengo que ir.

— Pero Natalia... —

— Pero nada. Emilio yo no pienso estar con un maricón que juega a ser normal —confieso que sus palabras sí dolieron porque era la primera vez que alguien se había referido a mí con esa palabra; estoy seguro que yo no estoy jugando a nada y la palabra 'normal' está sobrevalorada. Pero no se lo hice saber, no iba a dejar que me viese herido por lo que dijo, no dije nada más, ella se marchó de ahí al instante. No supe cómo se fue, porque como lo mencioné, estábamos algo retirados del centro de la ciudad, pero fue su decisión, no dejó siquiera que la llevara de regreso.

Ella no debía verme mal, pero sabía quién sí, la llamé en cuanto recogí todo y lo subí a mi auto. Dijo que podría recibirme en su departamento y llegué ahí después de unos 40 minutos conduciendo; le conté todo, ahora que lo pienso, yo parecía un niño hablando con su madre de lo mal que la pasó en el jardín de infantes. Ella me atrapó en un abrazo justo al abrirme la puerta, no supe si realmente me veía mal o solo quiso abrazarme, pero me hizo demasiado bien.

— ¿Ves? Creo que es por eso que me cuesta tanto atreverme a conocer a alguien más, siempre que mi felicidad está estable, lo arruino —me recargué en su pecho, ella tenía sus brazos alrededor mío— Tengo miedo de que no llegue nadie más.

— Emilio... —se separó de mí quedando ambos de frente— Tú no tienes la culpa de lo que los demás hacen, la manera de pensar de los demás no es asunto tuyo que debas resolver. No eres tú el que arruina las cosas que te hacen feliz, en este caso nada es culpa tuya. Sabes que yo estoy aquí para ti pero debes preocuparte por tenerte a ti primero; eres el único que estará para ti cuando nadie más esté y ahora mismo tienes dos opciones: quedarte aquí llorando por lo que dijo o levantarte y enfrentar lo que venga dejando eso que no funcionó en el pasado. Eres de las personas que más me importan y no me gusta nada ver cómo te culpas de lo malo que te pasa. ¿O a caso se va a rendir el chico que esperó 6 horas para ese juego en Six Flags? ¿Se va a dejar caer el chico que peleó por ese café en Starbucks? No te quiero ver así, y te dejo llorar si quieres hoy, pero mañana te vas a levantar y le vas a demostrar a la vida que lo puedes lograr todo.

Mis ojos se había cristalizado y creo que los de ella también pero eso no le impidió decirme todo eso, aún con el nudo en su garganta y su voz quebrada siguió hablando. Estuve con ella hasta altas horas de la noche cuando salí por mi auto para dirigirme a casa, estuve pensando lo que restó del día en todo lo que ella me había dicho, quizá tenía razón, yo no soy de rendirme fácilmente.
Y hablando de rendirme, el tema de Joaquín no podía quedar ya en el olvido, teníamos una promesa y ninguno estaba haciendo nada por cumplirla; no sabía cuál iba a ser la razón para volvernos a encontrar pero seguro pasaría, algún día.

[...]

— Emilio, perdóname por favor —mi padre había llegado desde muy temprano a mi departamento y después de que estuviera un par de minutos golpeando la puerta, me desperté y corrí a abrir.

— ¿Por qué? ¿Papá, qué tienes? —se notaba extremadamente agitado, como si hubiera corrido un maratón así que lo invité a pasar.

— Por todo... Emilio, por favor —realmente lo vi mal, no podía siquiera articular una frase coherente.

— Papá, tranquilo —le ofrecí un vaso con agua y se lo terminó de un solo trago para después dejarse caer en una silla de mi pequeño comedor.

— Emilio... Emilio, te necesito —

— Papá, yo lo que necesito es que te tranquilices y me expliques qué es lo que te pasa —tomé asiento frente a él— ¿De qué te debo perdonar?

— Por todo... Es solo que... Emilio... Emilio... Yo no pude hacerte feliz... Necesito que me perdones —hasta ese momento yo solo lo observaba fijamente, no entendía nada y él tampoco tenía intenciones de explicarme solo me tomó de los hombros y comenzó a estrujarme— Emilio... Emilio... Emilio.

Desperté.

Habían pasado ya casi 3 años desde que vivía solo y desde que la comunicación con mi padre no estaba tan bien, y esa era aproximadamente la décima vez que tenía ese sueño, o esa pesadilla. Jamás terminada y por ende, no sabía lo que mi padre quería decir pero era seguro que era importante.

27 de julio del año 2026. Aún recuerdo esa fecha como si hubiera sido ayer, una montaña rusa de emociones.

Me encontraba el una grabación más de un vídeo musical y no pude terminarlo.
Despertando del sueño respecto a mi padre, me levanté de la cama para ir en dirección de mi desayuno, tomé una ducha y cuando terminé de arreglarme revisé mi teléfono, releí un mensaje de mi padre desde hace un par de días.

“Emilio, tenemos cosas que hablar. ¿Vienes, voy o dónde nos vemos?” Como se imaginarán, la primera frase del mensaje me daba algo de preocupación, es la frase que desde niño usó cuando me indicaba hacer cosas que no eran mucho de mi agrado. Le había respondido que no tenía tiempo pero lo que quería decirme era tan importante que indicó día, lugar y hora donde estaría... Tampoco llegué.

Le respondí a mi padre ofreciendo una disculpa y acentuando que nos veríamos después. Al terminar de escribir el mensaje, me dirigí a la oficina de Francisco, de ahí nos iríamos juntos a la locación para grabar.

Todo comenzó muy bien las tomas estaban saliendo perfectas casi a la primera, la ropa que habíamos escogido sin duda era increíble, pero los recuerdos del sueño con mi padre no se iban, para colmo no había sido la primera vez que pasaba.

Traté de concentrarme en mi video. Estábamos por la mitad de la grabación y un chico del equipo se acercó corriendo a mí con mi teléfono en sus manos, lo había dejado en nuestro transporte para estar más cómodo mientras grababa.

— Emilio, toma —extendió el aparato en mi dirección— No sé quién sea, pero me parece urgente, lleva sonando varias veces.

La tomé y revise pero no tenía registrado el número, no tenía idea de quién podría ser y de porque no habían dejado mensaje alguno. Como supuse que una persona no podía equivocarse tantas veces en marcar un número llamé de regreso. La noticia me dejó sin palabras, pero a la vez con infinidad de dudas respecto a lo sucedido.

— ¡¿Que?! ¡¿Él?! ¡No puede ser, no él! ¿Qué pasó? Dónde? —

— No puedo explicarte todo por acá pero necesito que vengas y creo que él también te va a necesitar  —la voz del otro lado la había identificado ya— Y no quiero asustarte pero tengo que decirte la verdad. El choque fue grave.

No era posible, había chocado. Después de tanto tiempo sin verlo no esperaba que un accidente fuera el motivo de nuestro reencuentro. Mandé todo al carajo, le expliqué rápidamente a Francisco lo que había pasado y que debía ir a verlo; él por su parte sabía que debía detener todo respecto a la grabación, ya después habría tiempo de continuar. Decidió acompañarme así que nos dirigimos lo más rápido que pudimos al hospital donde me habían dicho que estaba.

Solo esperaba que fuera una broma de muy mal gusto o al menos, si era real, que se recuperara pronto.

★★★★★★★
Fín del pequeño maratón, espero lo hayan disfrutado como yo al escribirlo. Cualquier cosa, estoy en Twitter (emiliaco27)

Gracias por leer, les amo.
—pinacocoMS 💟




After [Emiliaco]Where stories live. Discover now