Act. 4. Charlas privadas

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Con cuidado se quita la peluca y la deja sobre su portador. Ordena su propio cabello, rubio platinado, más bien efecto del tinte que se pone. No tendría que usar peluca, su cabello es naturalmente blanco por lo que el toque exótico está. El problema es fuera del club ese detalle no va tan bien y no hay más remedio que usar tinte. Suspira rebuscando entre su ropa y cuerpo los billetes que metieron. A veces se pregunta cómo es posible que metan billetes incluso entre medio del corsé. Debería ser imposible.

Angel mira atrás un momento, asegurándose de que la puerta está cerrada y guarda cincuenta dólares en su joyero. Un pequeñísimo compartimento que abrió a fuerza y dónde hay al menos setecientos dólares en efectivo. Ahora son setecientos cincuenta, celebra cerrándolo con cuidado y metiendo algunos otros billetes entre sus senos y su ropa. Toma una toalla para limpiar su maquillaje y sufre un susto terrible cuando solo se deshizo de la base en su mejilla. Se lleva la mano al pecho.

— ¿¡Por qué te cuesta tanto tocar la puerta!? —chilla exasperada. Levantándose de su lugar. Valentino cierra tras él con amplia sonrisa.

—Venia emocionado de lo bien que lo hiciste—Angel cruza los brazos, estirando los labios con obvia incredulidad ante la respuesta—. Además de recomendarte que te dejes el corsé puesto. No vaya a ser que tú invitado te vea sin el

— ¿Invitado? ¿Cuál invitado? Yo no traje a nadie- ¡Ah! ¡El presentador...! ¡VAL! —Chilla agudo y con gesto disgustado. Valentino no cambia el gesto.

—Va a venir en cualquier momento. Ponte bonita, hazlo pasar un buen rato. Sabes que toca. —Acaricia la mejilla y Angel aparta bruscamente.

—No puedo creer que me estés dando a un presentador de circo ¿¡Que te pasa!? ¿¡Por qué...!?

—Angel, Angel, Angel—Valentino interrumpe sus quejas—. No empecemos de nuevo con lo mismo de siempre—Recomienda jalándole la mejilla—. Seguro su deslumbrante compañía va a encantarte—Bromea cínico—. Además, es hombre, vio un par de tetas y hará lo que sea. Hay que aprovecharlo —Suelta lánguido—. Por otro lado, antes que nada ¿Cuánto te dieron?

—No mu-

Se lleva las manos al pecho, haciendo un puchero. Valentino mete la mano entre los senos y saca los billetes ahí metidos. Cuenta con prisa. Son cuatro billetes. Tres de cien y uno de cincuenta. Valentino rebusca con rapidez hasta sacar todo el dinero que tiene encima o escondido. Incluso revisa la peluca por seguridad. Angel resopla sentándose en la enorme cama de sábanas limpios y amplios doseles.

—Espero que no te estés quedando dinero.

—No lo hago ¿Para qué lo haría de todos modos?

—Quien sabe. Eres alguien extravagante. Impredecible a veces, Angel—Lo que debería ser o sonar como un elogio, es una señal de que algo mal viene—. Por eso no te atrevas a morder. Recuerda lo que hablamos temprano: El circo entorpece el negocio y está habitación no se paga si no hay clientes dando su dinero a estas tetas ¿Si recuerdas?

—Sí, Mista Valentino.

—Buena nena—Elogia—. Ahora, aprieta esto un poco más, acomoda ese maquillaje y hazlo rápido, de camino otros clientes me dijeron que pagaron—Angel aprieta sus manos, frunciendo los labios con gesto angustiado—. ¿Por qué esa cara mi amor? — pregunta Valentino con voz vibrante.

—E-es que... Pensé que tal vez-

—Oh, pensaste—Interrumpe Valentino con risa despectiva—. Eso no se hace, abre la boca, abre las piernas, mantén el corsé y dale dinero a Daddy ¿Está claro? —No hay respuesta—. Pregunté si está claro—Insiste con voz reprimida. Angel asiente con sonrisa nerviosa—. Bien. Tranquila, voy a quererte mucho después de que acabes tu trabajo de hoy—Afirma arreglando uno de los cuantiosos mechones rubios que por el sudor, se riza aún más—. Recuerda que esto lo haces por los dos. Hay que ayudar a mantener nuestra posición.

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