Act. 8. Discreto arrastre

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 Apaga el cigarro y se rasca bajo el cuello antes de tomar otro. No sabe si llamar a esto aburrimiento o ansiedad. Se decanta por la segunda. Incapaz de comprender que es lo que siente. A final de cuentas van al menos cinco u ocho meses en los que sus bajones anímicos van a peor. Pasa de la alegría a la tristeza en un chasquido y de repente al tener a Valentino, ya se siente bien.

Enciende el cigarro, da una calada y suelta el humo. Deslizándose lento por los finos labios pintados con tinta. Pues así dura un poco más la coloración. Escucha toques a la puerta—Un momento—. Pone el cigarro al borde del cenicero y toma el sujetador del suelo

Tras ponérselo abre la puerta, encontrando a una de las tantas prostitutas del lugar.

—Un fenómeno te está buscando.

— ¿Ah?

—Un diablillo del circo o algo así está preguntando por ti. —Se marcha desinteresada. Angel abre y cierra la boca, sin entender. Bufa, vuelve por su cigarro, se ajusta los tacones y va hacia la recepción del club. Una sonrisa prepotente se engancha en sus labios.

—Ah, así que eres tú... ¿Blitzo?

—Blitz, la O es muda. — Corrige el hombre tan particular y llamativo para cualquiera.

De no ser porque es blanca y rosa en lugar de color piel además de los cuatro brazos, diría que Blitzo tuvo la peor suerte del planeta. Es rojo, tiene cuernos larguísimos, ojos amarillos, manchas blancas. En fin, su apariencia le parece un auténtico desastre por ello y más.

— ¿Viniste por la oferta que te di? Ow~ que encanto. Déjalo pasar Larry, si tiene dinero si es lo que te preocupa. —bromea tomando a Blitzo del brazo para hacerlo entrar. El guardia no tiene más remedio que dejarla ser. Es la esposa del dueño y no duda que solo deje acercarse a semejante personaje porque trae dinero encima.

Blitzo avanza de cerca. Observando el lugar, las personas que van y vienen, las mujeres con sus ropas escotadas, como juegan con los clientes y demás. Va un poco rígido, nunca había entrado a un burdel tan organizado y profesional.

Hasta ahora todos eran locales escandalosos, de dudosa salubridad y demás aspectos que hacen parecer que este es el cielo en la tierra. Entran a la habitación; Angel aplasta la colilla del cigarro en el cenicero antes de sentarse y cruzar las piernas.

—No pensé que vendrías. Mucho menos hoy considerando que estaban recogiendo todo para irse. —comenta casual y Blitzo se encoge de hombros.

—Ya hice mi parte en todo eso, nos vamos en la mañana y serán vaaaarios días estando subido en un tren hasta la próxima parada y como a diferencia de Moxxie no tengo esposa o alguien que me masajes los huevos así sea por encima de la tela vine para eso.

—Lo siento, pero no entendí casi nada ¿Habla más lento?

Blitzo enreda las palabras de manera extraña y se le dificulta entenderlo. Mucho más si habla con tanta rapidez. El hombre de piel roja y cuernos se acerca con una mano en la cintura.

—Solo. Tren por días. Ansiedad. —Resume y aun así tiene la impresión de que Angel no lo entendió y finge que sí.

—Mi tarifa es alta—advierte apoyando la barbilla en su mano—, pero te lo dejaré a la mitad solo porque me gustan los cuernos. —bromea Angel. Blitzo sonríe, dando la impresión de que se cree el chiste—. Antes que nada ¿Algo que quieras en específico? No te cortes cariño, para eso estoy. —ronronea complaciente.

Blitzo sacude la cabeza.

En primera estancia, lo sorprendió que tenga piel tan suave y que, al tomar sus senos, estos resultarán esponjosos por una considerable cubierta de pelaje blanco. Algo que está seguro no tenía la última vez que fue a Hazbin Circus—Espero no te moleste, depilarme ahí duele demasiado—. Excusa. Magia de prostituta y Blitzo se halla en la cama encima de ella.

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