Act. 17. Estrellas reescritas

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Debido a lo sucedido, nadie ha intentado volver a pasarse de listo con molestar al circo. Al fin y al cabo, siendo la mayoría hombres, saber que uno fue disparado a la entrepierna resultó bastante repelente. Las mujeres suelen mantener un perfil fajo y sin mucho apoyo o posibilidad de inculpar a otro, tampoco resulta prudente. Puede considerarse un periodo de paz hasta el próximo año. Alastor quisiera estar tranquilo.

Se le complica la materia repensando todo lo sucedido. El mero hecho de que realmente, solo por hacer más daño, ni siquiera se determinarán a matar a Angel al instante. Estuvieron casi cinco horas dedicados a torturarla. Saben que solo en ese momento paró por ver qué la estaban asfixiando. Método bastante cobarde para matar a alguien desde su punto de vista. Sufre un escalofrío. Con la rabia aún a flor de piel.

Observar de nuevo ese gesto tan genuino de puro terror a algo que ni siquiera estaba ahí. Imaginó a Valentino ahí. Enlazó un ultraje con su marido. Eso ya dice suficiente sobre cómo Angel guarda en su memoria el recuerdo de Valentino. El miedo, el pánico, el pedido tartamudeante. Tantos pequeños detalles que no creyó que vería. No de nuevo. Pues una vez y sin que fuese plenamente visible bastaba de sobra. Me estoy haciendo blando... medita masajeándose el hombro, continua con la escritura de la carta e intenta enfocarse únicamente en ello.

— ¿Se te ofrece algo? My dear.

Angel está con medio cuerpo metido en su carpa. Una acción tímida de su parte en contraste con su expresión enfurruñada. Alastor se quita las gafas y levanta de su silla, con las orejas moviéndose apenas notable. No hay ruido cerca. Silencio absoluto.

—Necesito aplicar la crema, pero no puedo hacerlo sola, tampoco vendarme—explica con las vendas y la crema en sus manos inferiores—. Cherri está con los demás bebiendo... Cosa que no puedo hacer por los medicamentos así qué aparte de ser una puta triste hecha y derecha, me siento como una puta triste y sobria—queja por tener la oportunidad de hacerlo—. E-en fin ¿Me ayudas? De verdad no puedo hacerlo sola. Lo intente.

Alastor asiente y Angel entra a la carpa. Para Alastor llama la atención que Angel vivió un abuso y parece darle igual. Mejor dicho, le da igual. Interpretándolo como un grupo de clientes más que hicieron los que le dio la gana. Irrelevante a niveles extremos para ella. Pues ¿Qué más miedo puede tener?

Toma asiento en la cama y se quita la parte superior de su vestimenta. Alastor coge la crema y se vierte una cantidad considerable en la mano derecha. La albina se acuesta y el pelirrojo esparce la crema traslúcida.

El área sigue muy irritada y queda obvio que continúa doliendo. Deja la capa de manera uniforme, pasando los dedos con cuidado y lentitud. Angel mantiene los ojos cerrados, medio dormida. La carpa está oscura. Toma más crema y esparce al tiempo que frota los senos. Siendo la primera vez que los toma como tal.

Caben apenas en su mano. Redondos, blandos, firmes; ahora brillantes por la crema. Angel da un pequeño quejido, sintiendo algo de gusto por la forma en que la está tocando. Alastor se limpia con un trapo que hay tirado por ahí y Angel levanta. La gruesa venda da más de dieciocho vueltas en torno a su pecho. Apenas necesaria para impedir que el medicamento se caiga o quede en prendas de vestir y no surta efecto. Se sostiene con un gancho en la espalda. Alastor da un suspiro aliviado de que no fuese complicado.

Angel lo toma de la ropa, llamando su atención. Alastor abre los ojos, viendo a Angel lucir pequeña por la forma en la está sentada, con las piernas a cada lado; los ojos grandes de aire infantil y las pestañas pálidas batiéndose en ritmo tierno; el cabello que se le viene a la cara; el aspecto frágil por ser tan delgada, pálida y llena de corazones en el cuerpo. Puede decir que sí, es en exceso sencillo lastimarla, que enrojezca por algún maltrato y la pregunta surge:

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