Act. 24. Sombra resurgida

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—Es una perra.

—Anthony.

—No me vas a hacer cambiar de opinión.

Angel continúa con expresión enfurruñada. Ir a visitar a uno de los nobles que los apoyan, que la esposa fuera tan descarada en su acercamiento a Alastor a pesar de la presencia de Angel y tantos detalles más que acabaron haciendo la visita infumable.

La parte buena, es que ya tienen para irse al extranjero. Primero irían a Francia, luego España y tras un par de vuelta por ahí podrían llegar a Italia. Son muy pocos los contactos que hay para llegar hasta allá, por ello queda tan atrás en el itinerario que hay de momento. A Angel no lo molesta. El punto es que irán así asea a largo plazo.

Intentaría contactar con su hermana. Con su madre. Mandar a la mierda a su papá y a su hermano. Quizá mandarle una nota llamándolo Araknis, siempre ha a odiado ese nombre a pesar de lo genial que le queda siendo una maldita peste. Hace un pequeño puchero y Alastor suspira de resignación.

—Venga, no hagas esa cara de niño regañado. —pide al muchacho que se queda con aquel gesto hasta extender los brazos.

—Sí me das un abrazo.

—Puedo morderte un brazo. —repone con sonrisa ancha y diversión extrema.

Angel estira los labios y levanta de su lugar. Se arregla el cabello y los tirantes del pantalón. Con los brazos inferiores teniendo mangas. Niffty tuvo la amabilidad de hacerle algunas camisas que sí tengan para sus cuatro brazos. La pequeña es un encanto.

—No gracias, ahora no estoy en ese mood—Alastor carcajea quitándose el saco—. Iré a dar una vuelta por aquí. Con suerte sepa dónde puedo comprar dulces de fresa. A cada que avanzamos hacia el este son menos comunes. Creí que las fresas necesitaban sol, clima cálido y esas mierdas. —quejumbra Angel.

—Tal vez solo tienes mala suerte.

—No tanto como esa perra.

—Aaaaanthony.

— ¡¿Qué?! Fue ella la que se atragantó sola. Yo no tuve nada que ver con que no aguante ni siquiera un trozo de carne medio grande en la boca. La pobre no sabe nada. —Alastor ladea la cabeza viéndolo irse.

En efecto, realmente no fue culpa de Angel lo que pasó. Un sirviente tropezó, la mujer quedó un poco más hacia adelante con el tenedor apenas dentro de su boca y se atragantó. Le dio mucha risa. Quizá demasiada y la mujer se fue totalmente ofendida diciéndole de todo. Con su esposo muriendo de vergüenza por el número que estaba montando su mujer. Se nota que en esa intimidad la boca no es de mucha utilidad. Restriega su cara y mira sus manos. Es extraño no usar maquillaje para disimular su tono de piel.

Si bien es cierto que lo ven raro y mal por la calle, en su experiencia a que valga mierda la opinión ajena hace que sea sencillo. También el hecho de que al quedarse viendo a cualquier odioso –u odiosa-, se espantaban al instante. No es precisamente buena idea provocar al que tiene sonrisa eterna y dientes de piraña.

En lo absoluto.

Todos desviaban la mirada al instante.

Por otro lado, sea por costumbre o tener más práctica, le resulta menos incómodo que Angel lo toque. Él siempre se lo queda mirando cómo quien está encantado. Aun cuando su piel es un maldito fiasco por lo maltratada que está. No le gusta. No la considera atractiva. No obstante, no puede decir que le tenga el mismo recelo de antes.

Que no podía ni verse sin ropa porque se molestaba de hacerlo. Ahora es mucho más... Relajado. Más consciente de que despreciarlo no hará que se vaya y que, aunque tenga a una persona queriéndolo aun con eso, debe aprender a querer ese detalle.

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