Act. 3. Nido de Polilla

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— ¡DÍA LIBREEEEEEEEEE!

La exclamación es larga, escandalosa y tan energética que da a pensar que ni siquiera están cansados por una semana entera de cuatro horas en actuaciones. Especialmente cómico considerando lo mucho que fingen morir de cansancio solo para adelantar el día libre. Dependiendo del tiempo que duren en cierto lugar, son más o menos días. Si es una parada de dos semanas hay tres días libres; si duran un mes llegan a ser siete u ocho. Por no decir que la mayoría tampoco ocupa su tiempo diario en algo que no sea practicar o en ellos mismos.

Alastor se para en medio de la entrada. Manos tras la espalda y sonrisa amplia. La estampida de personas se ve detenida. Si fuese Charlie, la arrollarían sin compasión alguna e ignorando su existencia por completo. Tratándose de Alastor es un tema distinto. Nadie se atreve a hacer tal cosa. No son así de suicidas. Alastor se aclara la garganta.

—Hemos tenido más amenazas de la usual en contraste con el tiempo que llevamos aquí—informa—. Por lo que espero que vayan en grupos y si no lo hacen, escondan bien aquello que los diferencia. No queremos que ningún loco nos ataque ¿O sí?

Hay un silencio incómodo. La mayoría se puso lo primero que halló sin pensar en nada más. Acostumbrados a lucir como son realmente sin que los juzguen. Casi olvidando que hay mundo afuera. Uno del que están escondiéndose.

—Maquíllense, vístanse y ¡Gocen su día! Para eso tienen vida.

Y tras ese anuncio que merma la emoción a cualquiera de retira para ir a su carpa. Nunca se ha escondido precisamente. Dentro de lo que cabe, tampoco es tan raro. Algunos creen que tiene una enfermedad y por eso su piel cuenta con el extraño tono grisáceo, así como los ojos rojos que pueden tomarse como irritación. En general, su urgencia ante el escondite es relativamente innecesaria. Por ello tampoco se toma mayor problema. Apenas usa una capa muy fina de maquillaje para disimular lo gris de su piel y nada más.

Pues hasta sus orejas parecen solo cabello levantado. Nadie se creería que habla en serio de afirmar que escucha a través de aquel largo par de mechones rojos. Acomoda el monóculo en su ojo hasta quitárselo y levanta de su lugar. Él también quiere disfrutar su día libre. Descansar la garganta y tal vez hallar un asunto interesante en la ciudad.

Todo menos enterarse de los nuevos modelos de autos, aparatos eléctricos y demás cosas del estilo que pueda ofrecer el mercado. Francamente, Alastor odia la tecnología. Ya todo está bien como está ¿Para qué cambiar? Lo único que no le causa odio, son las cámaras y que a cada momento se vuelvan mejores. Inmortalizar recuerdos y cosas del estilo. Un gran detalle.

Se coloca un par de gafas que cuentan con una fina cadena de cuentas negras rojizas y los cristales en tono similar. Tiene la vista sensible. Mucho sol y queda ciego una semana. Sale de su carpa y se aproxima a la salida del espacio que ocupan. Encontrando ahí a los demás de su grupo en particular. Llevando una gabardina de aspecto gastado y menos elegante.

—Vamos a ver qué tiene la ciudad para ofrecer. —Invita chasqueando la lengua.

Van juntos y separados al mismo tiempo. A final de cuentas, cada uno se interesa en sus propios asuntos. Millie y Moxxie siendo molestados por Blitzo mientras ven ropa; Charlie y Vaggie en su propio mundo; Loona y Nifty detallando accesorios; Alastor y Husk admirando tiendas de trajes, juegos de azar y licorerías. Lo más probable es que Husk acabe visitando a solas para reabastecer su bodega. Comentarios horribles que van y vienen.

Entre reconocerlos y otros que sencillamente ven lo diferentes que son. Por lo decir que Charlie lleva un pantalón y eso parece ser suficiente motivo para perder una clienta potencial en casi cada tienda. Códigos de vestir que para Alastor, son ridículos. Es un atuendo que no deja de ser elegante y con eso es suficiente.

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