Capitulo 08.

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Conduje hasta mi aburrida y sola casa.

—Hola— dije cuándo entre esperando que al menos alguno de mis empleados respondiera —¿Hay alguien?

—Byce...— la vi frente a mí.

—¿Qué haces aquí?

—Quería saber si estabas bien.

—Como si te importara— respondí.

—Hijo...— se acercó a mí.

—No soy tu hijo, no soy nada tuyo, no estuviste aquí— la señalé.

—Yo estaba mal, debes entender.

—¿Y yo no?— la miré —¿A mí no me afectó?

—Claro que sí, era tu padre pero es diferente.

—Me dejaste.

—Me sentía realmente mal, lo había perdido.

—No eres la primera persona en perder a alguien y no eres la única que lo perdió— comencé a palmear mis bolsillo y entonces arrojé las llaves del auto al darme en cuenta que no encontraría ningún paquete de cigarrillos ahí.

—Quiero que te vayas, desaparece...— me interrumpió.

—Bryce, por favor.

—¡Anda!— grité —Se que puedes hacerlo. Irte sin decir nada, no dejar ni una puta nota, dirección o un jodido número al que llamar.

Salió rápidamente entonces un nudo se formó en mi garganta.

Las lágrimas que estaban por brotar las limpié bruscamente.

Caminé hasta la cocina, busqué en la alacena y en todas partes alguna maldita botella pero no había nada.

Subí hasta la habitación de mis padres la cual no tenía nada salvo fotos en la pared.

Miré una foto en donde estábamos los 3 y sin pensarlo dos veces la golpeé con puño cerrado.

Los vidrios cayeron al suelo mientras que otros se enterraban por toda mi mano derecha la cual obviamente sangraba.

Me dejé caer de sentón al piso y miré el resto de las fotografías.

Por la ventana pude ver como las horas pasaban.

Y si era honesto no estaba bien.

Estaba sudando y temblando. Mi cuerpo pedía por algo y yo sabía que era.

No iba a buscar mis cosas, no iba a comprar simplemente pensaba no salir de ahí.

No era adicto, no dependía de eso pero después de todo lo que paso las quería.

Mejor dicho las deseaba.

Todo lo consumía en 3 ocasiones:

Fiestas, tristeza o enojo. Esta vez era la segunda.

Me levanté del piso y salí a la terraza.

El sol se estaba metiendo entonces recordé.

—La cena— busqué con mi mano buena el celular, encendí la pantalla y vi la hora —¡Mierda!

Eran casi las 6.

Entré nuevamente la habitación, cerré las ventanas y salí rápidamente.

Bajé las escaleras y me detuve en el frente al espejo. Estaba hecho mierda, por dentro y por fuera.

—Genial...-dije mientras miraba ahora mi mano —¿Qué mierda se supone que pueda hacer con una mano?

No estaba Marcus, de hecho no había nadie. Seguro mi madre les pidió que se fueran.

—Tengo una hora y una mano— dije mientras sostenía mi mano derecha.

Fui hasta la cocina y abrí el refrigerador, estaba lleno de cosas pero siendo honesto no sabía cómo prepararlos además se supone que son 3 platillos.

—Esto se fue a la mierda— dije mientras rascaba mi cabeza.

Cerré el refrigerador y subí a mi habitación.

—Mínimo podría verme bien.

Tomé una ducha rápida, la había necesitado luego de sudar tanto.

Me vestí con una camisa blanca, acomodé el cuello y dejé los primeros 2 botones abiertos. Un pantalón de vestir negro, calcetas negras y zapatos negros.

Acomodé las mangas de mi camisa y me vi en el espejo.

—Creo que está bien— levante los hombros para luego peinarme usando un poco de gel.

Bajé y ahora eran las 6:27 pm.

Fui hasta la cocina y con un poco de dificultad comencé a hacer una salsa que Marcus me había enseñado hacer.

Puse la pasta en la olla con agua y la deje ahí para que se cociera.

Preparé fetuccini Alfredo con camarones y no era por presumir pero había quedado muy bien. Aparentemente no perdí mi toque en la cocina.

She Saves MeWhere stories live. Discover now