Capítulo 19.

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—¿Qué te asusta?— preguntó entre risas mientras me miraba.

—Todo— respondí riendo levemente.

—¿Por qué?

—Porque podría quedar embarazada o contraer una enfermedad.

—Para eso existen los condones.

—¿Qué tal si falla?

—Hay un 3% de que lo haga. Sólo eso.

—Igual me asusta. Me asusta eso y también pensar que la persona a la que le de mi virginidad no la aprecie o no le tome importancia. Porque para una chica lo es. Le estas dando al chico algo que nunca— remarqué la última palabra —ningún otro tendrá.

—¿Tu crees que sólo tendrás sexo con una persona?

-—Me gusta pensar que mi primero va a ser el último.

—¿Crees que pudiera ser tu primero?

—No lo se— lo miré.

—Tienes que considerarme.

—Lo haré— reí levemente mientras continuaba mirándolo a los ojos.

—En serio.

—Yo también lo dije en serio.

—Te amo, Valerie.

—Y yo te amo a ti— me descubrí con la manta y entonces subí sobre él.

Sus manos me sostuvieron fuertemente de la cadera y comencé a besar sus labios.

Era un dulce y cálido beso pero a medida que el tiempo transcurría el ritmo de éste aumentaba.

Varios gemidos escaparon de nuestros labios y todo gracias a las mordidas y tirones que nos dábamos.

Involuntariamente comencé a mover mis caderas sobre él. De arriba a abajo cada vez más brusco.

Bryce giró dejándome debajo de él. Tomó mis dos manos y las dejó a los costados mientras las sostenía con nuestros dedos entrelazados.

Sus labios se colocaron en mi cuello y comenzó a dejar varios besos en el. Se sentía tan bien.

Mordió mi cuello un par de veces aplicando fuerza y lamiendo la ahora piel sensible. Estaba segura de que habría una marca.

Me deshice de su agarre y metí mis manos debajo de su camisa para luego comenzar a acariciar su espalda.

Su mano bajó a mi entrepierna entonces tomé ésta y la subí hasta mi cintura.

—Sólo caricias— musite.

—Esa es una caricia— dijo ronco mientras volvía a llevar su mano al mismo lugar.

—Bryce...— lo llamé suavemente entonces colocó sus manos en mi cadera.

—No voy a hacerte nada que no quieras. Pero te aseguro que pedirías más— metió sus manos bajo mi blusa y acarició desde mi cintura a mi cadera —Un dedo tras otro— dijo en mi oído.

—¿Si?— pregunté en un susurro.

—Si— asintió y besó mis labios.

Lo empujé bruscamente haciendo que cayera al otro lado de la cama. Me levanté en el colchón riendo levemente y me saqué el pantalón.

—Ven acá— se acomodó en la cama y me miró de pies a cabeza —¡Maldita sea!— gruñó totalmente excitado.

Él me deseaba, me deseaba de una forma que ningún otro había hecho. Y yo lo deseaba a él.

Él se sentó en la cama y entonces yo me dejé sentar sobre sus piernas lento.

Llevó sus manos a mi espalda y desabrochó mi sostén. Me separé de él y entonces lo saqué de mi cuerpo.

Sus ojos se clavaron en mis pechos entonces me acerqué más a él hasta juntar nuestros pechos y así cubrirlos.

—Voy a llegar tan lejos como tu quieras, ¿bien?— dijo bajito.

—Bien— asenti levemente luego de juntar nuestras frentes.

—Te amo.

—Y yo te amo a ti—besé sus labios suavemente mientras lo tomaba del rostro.

Acarició mis muslos y siguió con el beso a un lento ritmo.

—¡Bryce!— se escuchó un grito de hombre que lo llamaba entonces bajé de sus piernas y me cubrí con la manta.

—No, no, no...— se quejó luego de cubrir su rostro con una de las almohadas.

—¡Traigo un buen producto!— dijo un chico luego de entrar.

Mi mirada se fijó en Bryce y luego en el chico. Cuyo rostro conocía.

—Lo siento, Bryce. No pensé que ella estaría aquí—me señaló.

—Largate de mi casa, Joe— le pidió Bryce totalmente molesto mientras miraba hacia abajo.

—Perdón— salió de la habitación con su mochila en manos.

—Me voy— dije al mismo tiempo que me levantaba.

—Valerie, no— se levantó después de mi y se puso frente a mi una vez que yo ya me había vestido.

—Quitate.

—No te vas.

—¡Claro que si!

—Ya no le he comprado nada, tampoco usado— me abrazó —Estoy limpio, nena.

—¿Lo juras?— lo miré a los ojos.

—Lo juro.

—Bien...—dejó un tierno beso en mi frente, tomó mi mano y luego se recostó en la cama tirando de ésta haciéndome caer justo sobre él.

Me rodeó fuertemente con sus brazos y yo dejé un beso en su pecho.

—Te amo— dijo sobre mi cabello.

—Y yo te amo a ti.

—Eres un ángel, mi ángel.

—Tu eres un idiota.

—El idiota al que amas— me corrigió.

—Mi idiota.

Sonrió y besó mi cabeza varias veces.

Me recoste a su lado varios minutos después y él me abrazó por detrás.

La noche pasó y cuando menos pensé me quedé dormida.

She Saves MeWhere stories live. Discover now