Untitled Part 143

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Por lo visto no hay problema con ello, las alas les llevan a los dos por encima de la ciudad.

Raguel se alegra ahora mismo de Gabriel y su don. Sinceramente. Olvidando el enojo.

Efectivamente, no les llevan muy lejos. Está sentado en la terraza de un bar leyendo el periódico, con un sombrero en la cabeza.

A Raguel casi se le caen los pantalones, la verdad.

¿Por?

PORQUEESTÁAHÍ! O sea no que se le caigan de manera literal. Es... una expresión.

Sí, bueno... era el plan.

Por supuesto, Aamón nota a Gabriel bajando el periódico, es posible que sea el único que le ve cuando... está entregando un mensaje.

Gabriel le tiende el estúpido papel doblado a ver si lo toma y puede volver a... su estado y ropa normal.

Raguel... suelta a Gabriel, dejándose caer.

Aamón levanta las cejas al ver a Gabriel y por supuesto, la otra figura que va con él lo distrae completamente, ignorando al mensajero.

Raguel se separa un paso de Gabriel, sin dejar de mirar a Aamón.

Gabriel los odia a los dos, porque va a tener que seguir disfrazado de figura del pesebre hasta que entregue el bloody mensaje y Aamón ni le mira.

Raguel quisiera... condensar tantísimas cosas que decir en... una frase brillante, útil, convincente...

—¿Puedes, por el amor de Dios, tomar esto? —protesta Gabriel y Aamón se pone de pie y le mira un segundo, vale, vale, haciendo lo que le dice.

Cuando lo toca, Gabriel vuelve a su ropa normal. Mueve un poco el cuello para desentumecerse.

—Gracias.

Raguel ha tenido esta conversación con Aamón tantos millones de veces en su cabeza. Le ha dicho tantas cosas. Tantos perdones, tantos reclamos, tantas... palabras de afecto, de enfado, de amor.

Aamón hace un gesto vago volviendo a ignorar a Gabriel casi inmediatamente.

Cualquier discurso preparado, o no preparado, se le desmorona a Raguel.

—Ay, Aamón... —susurra con la voz cortada, dando un paso hacia él.

Traga saliva, porque... la voz. Y... él. Y... todo. Y aunque ese demonio, Crowley, dijo que bajaría, no... no estaba cien por cien seguro que fuera a hacerlo de verdad. Y sí lo había hecho. Ahí estaba. Frente a él. Mil novecientos ochenta y tres años más tarde. Le va el corazón a mil.

Gabriel podría sentir la inundación de amor que proviene de Raguel. De hecho, Gabriel se gira a mirarle, levantando una ceja.

—Dios mío... Aamón —da otro paso hacia él y otro más y otro más... y va a intentar abrazarle.

Aamón abre los brazos para abrazarle también sin ser capaz de gesticular palabra.

Es que si pudieran hacer esto los ángeles, se saldría de su cuerpo para meterse al de Aamón y estar aún más cerca. Le aprieta con fuerza contra sí y le vacía encima mil novecientos ochenta y tres años de amor suprimido y escondido.

Aamón tiembla, abrazándole con fuerza como si tuviera los brazos soldados, como si fuera a escapársele de nuevo si le suelta... y hasta llora sin poder evitarlo.

—Lo siento... lo siento. Te quiero... lo siento —Raguel susurra, sollozando, apretándole la ropa con los puños.

Le llora en el cuello, al principio intentando esconderlo pero poco a poco se va haciendo más evidente.

Sin CityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora