CAPÍTULO 15

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MARATÓNPARTE 3

Becca no sabía qué decir. Se había quedado sin palabras. ¿Cómo se atrevía su padre a culpar a Tom?

Su hermano murió en un accidente de...

- ¿Fue el mismo accidente?- preguntó dirigiéndose a Tom. El chico tenía la mirada clavada en el suelo. No se atrevía a mirarla. En aquel momento, supo que sí, que había sido el mismo accidente.- Mírame, Tom. ¿Fue el mismo accidente?

- Becca claro que...

- ¡Cállate Carlos! Déjame a solas con él.

- No...

- Por favor ...- dijo Becca suplicando. Carlos se fue a su habitación y cerró la puerta. El salón se quedó en un completo silencio. Becca ya no podía aguantar las lágrimas.

- Becca, no llores...

- Sólo contéstame a una cosa. ¿Fue el mismo accidente?

- Sí...

En aquel momento, Becca ya no pudo más. No se podía creer esa situación. Hacía tan solo unos minutos era uno de los momentos más felices de su vida, y de repente, volvía a sentir aquel vacío que se había esfumado en esos días.

Volvía a sentirse sola de repente, como si un huracán hubiese arrasado con todo a su paso.

- ¿Por...Por qué? ¿Por qué no me lo contaste?

- Tenía miedo.

- ¿¡A qué!? ¡Me has estado mintiendo! Me has engañado... Y yo confiaba en ti.

- ¡No quería contártelo precisamente por esto! ¡Tenía miedo de que te alejases de mi, de que no quisieses conocerme!

- Pues lo has conseguido, Thomas.

Becca se sintió fatal al llamarlo así, pero sabía que era la manera para que él se fuese. No podía soportar más mentiras en su vida.

- Has permitido que culpe a mi padre, cuando sabías que él no tenía la culpa de nada. Sé que tú no fuiste el culpable de nada, pero... No puedo soportar más mentiras en mi vida. He vivido en una mentira durante siete meses, y no quiero seguir así.

- Becca. Yo... No quise...

- Yo tampoco quise que lo hicieras. Pero me equivoqué. Me equivoqué contigo.

- Becca, por favor.

- Olvídate de todo lo que ha pasado en estos últimos días. Olvidate de mí.

Tom se le quedó mirando, y una lágrima descendió lentamente por su mejilla.

- Yo... Lo siento.

- Vete. Fuera de mi casa.

Tom se fue. Becca cerró la puerta con todas sus fuerzas, se apoyó en ella y descendió hasta el suelo. Se abrazó las rodillas y escondió la cabeza entre las rodillas. Entonces, brotaron las lágrimas, y no había manera de que dejasen de deslizarse por su cara.

- Hija, yo... ¿Necesitas algo?

- Necesito estar sola, Carlos. Solo eso.

Y dicho esto, se levantó y se encerró en su habitación. Se puso el pijama, y se metió en la cama. Se tapó hasta arriba de todo con el edredón, y en aquel momento volvieron a asomarse las lágrimas.

(...)

Antes de que sonase el despertador, Becca ya se había levantado.

Si había dormido dos horas, ya eran muchas, y unas acentuadas ojeras lo demostraban. Las pesadillas volvieron a amargarle el sueño, y se había despertado gritando en medio de la noche. Desde entonces no volvió a dormir.

Llamaron a la puerta de su habitación, y entró su padre.

- Becca, el desayuno está hecho. Cuando quieras...

- ¿Podemos hablar?

- Claro. ¿Estás bien?

- No, pero ese no es el tema.- dijo Becca.- Quería pedirte perdón.

- ¿Por qué?

- Por tratarte como te he tratado en estos siete meses. No se ni por qué lo hice... En el fondo siempre supe que no eras el culpable, pero una parte de mi quería encontrar a alguien a quién echarle la culpa...

- No hace falta que me pidas perdón, hija. He cometido muchos errores, yo también, y aún no te he perdido perdón por la bofetada del otro día.

- Tranquilo, me lo merecía...- dijo Becca riendo.

- Echaba de menos tu risa, hija.

- Yo también, papá. Yo también.

Carlos se quedó asombrado. Su hija le había llamado papá.

- Prométeme una cosa, Becca.

- Dime.

- No vuelvas a hundirte. No vuelvas a ser la Becca de estos últimos meses, por favor.

Noteprometonada... - pensó.

- Lo intentaré.

Su padre sonrió, y la abrazó. Becca no supo cómo reaccionar. Hacía tanto que no se daban un abrazo. Los únicos abrazos que Becca aceptaba eran los de... Tom. Sintió como se le formaba un nudo en la garganta.

- Bueno, voy a desyunar que sino llegaré tarde a clase.

Se levantó y se acercó a la puerta. Cuando iba a salir, su padre habló.

- Lo siento, hija.

- ¿Por qué?

- Por lo de ayer.

Becca suspiró. Le dolía pensar en eso. Le dolía pensar en él.

- Yo también...

¡aquí está la tercera parte del maratón!

Espero que os guste, y que no sufrais mucho... Aunque sea difícil jajaja.

Bueno, quería daros las gracias a los que seguís leyendo esta historia. Gracias vosotros, yo puedo seguir escribiendo.

¡Comentad votad! ❤

Bela xx

Dame una sola razónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora