Capítulo 21: Falsa princesa y noble príncipe.

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Frío.

El frío se colaba por los agujeros de la pequeña cabaña y las ventanas no dejaban de sacudirse en alerta por la fuerte ventisca que nos otorgaba una torrencial lluvia.

Sople sobre paja seca intentando que el fuego creciera en llamás, y así no morir congelada una noche más en soledad. Mí vestido no era más que un trapo viejo sucio y sin mangas, mí cabello que anteriormente era cuidado por las cálidas manos de mi madre estaba seco y grasiento.

Tenía hambre, pero no tenía ni un miserable pan duro, solamente un cubo de agua gracias a las goteras que permitían llenarlo. Antes cuando estábamos en prisión al menos nos daban comida, ahora que mi hermano se fue a la guerra me trasladaron a mi viejo hogar por mi condición, pero esa pequeña cabaña que antes estaba iluminada por el fuego de la chimenea y mantenía el olor de una caliente cena, ahora me parecía aterradora. Oscura y polvorienta, con sombras por todas partes.

Aún en toda esa oscuridad, la esperanza de ver su sonrisa permaneció en el fondo de mi corazón.

Lo único que me mantenía cuerda durante todo ese tiempo de soledad, fueron los recuerdos que tuve a su lado. Mucho antes de que perdiera mi capacidad para caminar, trabajaba con mi madre en el palacio. Esos grandes pasillos de mármol y cortinas de seda fina, siempre limpios y sin rastro de pobreza.

Siempre me gustó limpiar las escaleras, ese camino me llevaba cada vez más arriba de los grandes salones de baile, allá donde los candelabros de cristal alumbraban festejos y bailes sin fin.

Mí madre me dijo que antes ella bailaba en esos salones, que el mismo emperador la llevaba de la mano con un glamuroso vestido y preciosas joyas. Nunca había conocido a mí padre, pero lo había visto en pinturas, el parecido que tenía con mi hermano y conmigo no era en vano, teníamos sus ojos.

Siempre me gustó parecerme a mí padre, pero el que más me gustaba era mi medio hermano, el príncipe Fabio Genevieve de Belghot.

A diferencia de mi hermano mayor Athen, él se parecía a su madre la emperatriz Katherine. Solamente había sacado el cabello rubio gracias a nuestro padre. Aunque él probablemente ni siquiera sabía de nuestra existencia.

Un día, estaba limpiando unos retratos mientras hacían una gran fiesta en el salón real, era el cumpleaños número ocho del príncipe, así que solamente era una niña curiosa con ganas de ser participé de tal festejo. En realidad, la limpieza solo había sido una excusa para escaparme de mi madre, quería ver a esos nobles con glamuroso trajes y sentirme participé.

A diferencia de muchas niñas que fueron invitadas, yo tenía un vestido azúl con un delantal blanco amarrado a la cintura. Y un listón negro recogiendo mí cabello en dos coletas altas, una de cada lado.

Esa noche, cuando se abrieron las puertas me escondí detrás de las cortinas, y observé al hermoso príncipe de pecas sentado en su trono junto a su madre y nuestro padre, saludando a todos los invitados.

Debería ser desagradable ver una escena así, pero todo lo contrario estaba felíz de que mí medio hermano pudiera ser felíz junto a nuestro padre. Era un pequeño príncipe que misteriosamente hacía latir mi corazón de dicha pura.

Y por un momento, cuando me asomé para observarlo mejor. Su mirada volteó a mí dirección y me observó por un largo rato, estaba tan sorprendida que salí corriendo asustada de meterme en problemas, tanto... Que no me fijé de cuando mí peinado se desató y los dos listones que con tanto esmeró hizo mi mamá en la mañana, cayeron al suelo dejando la evidencia de una gentil travesura.

Al día siguiente, cuando me levantaba para limpiar las escaleras de nuevo, me sorprendí al ver una mano con los dos listones en perfecto estado.

La elección de la diosa Where stories live. Discover now