Capítulo 48: El encuentro de dos dioses.

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—¡Azalea, no olvides tirar la basura!

—¡Ya voy!

Una jóven de cabello oscuro azabache hizo una mueca de asco al ver el saco podrido lleno de mariscos que traían los marineros de alta mar. Odiaba su trabajo, para ser más específico: su vida entera.

No era más que una muchacha ordinaria de la capital que vivía en una pequeña habitación rentada por dos monedas, trabajaba duro de día como camarera, y duro de noche en un bar nocturno. ¿Sus padres? Muertos y enterrados, ¿Hermanos? Gracias a Dios no tenía ninguno, no quería averiguar qué sofocante sería tener que mantener otra boca.

Su vestido estaba manchado de barro y su frente sudada llena de cenizas, las uñas de sus manos sucias al igual que sus zapatos y todo su cuerpo. Una plebeya tenía la vida dura durante ese tiempo, pero podían encontrar valor con un lindo rostro y buen cuerpo.

—¡Preciosa! ¿Eres dama de compañía? Me gustaría saber tus tarifas— gritó un viejo gordo de dientes torcidos, un pirata.

—No estoy en servicio— respondió simplemente.

—¿Segura? Podría ofrecerte un buen pago— continúo.

—Dije que no.

Ella no era una damisela en apuros, a diferencia de las niñas aristócratas probablemente el tipo la hubiera obligado a la fuerza y la pobre estuviera siendo violada sin lastima alguna, pero ella pertenecía a los barrios bajos de Goretti, el puerto de un gran reino gobernado por dioses.

Observó el gran templo en la montaña, era intimidante y majestuoso. Ahí, los dioses elegidos por los cielos ni siquiera se molestaban en asomar la cara para ver al pueblo hambriento. Los nobles eran los únicos con el derecho de ver las grandes puertas desde afuera, o conseguir alguna bendición para sus descendientes.

—Personas como nosotros no podemos ni caminar sobre su mierda.

—Deja de ser tan ordinaria, Nerea— la regañé, últimamente la chica se juntaba mucho con los piratas, su vocabulario vulgar ahora era parte de sus costumbres.

—Ni que fuera una niñita noble para tener que ser educada— giró los ojos, limpiando la mesa pegajosa y grasienta— hablar bien no me dará un buen marido.

—Quien sabe, a lo mejor algún idiota se enamora de tí, o te toma de amante.

En estos tiempos hasta ser la amante de un tipo rico era mejor que vivir soltera y pobre por las calles. La necesidad y la hambruna te llega a hacer cosas indecentes e incorrectas solamente por un pedazo de pan.

Nerea y yo tenemos una ventaja y es el atractivo, cualquiera que observé con atención se queda perdido en los ojos azules claros de mi amiga y en los míos oscuros como agua de mar. El cabello de Nerea era castaño, estaba algo opaco y seco por la falta de cuidado, pero yo no podía decir mucho tampoco. Nos hacía falta un día de descanso, a este paso con solo catorce años parecíamos tipas de veinticinco.

—¿Crees qué den comida en la unión de la princesa Luna y su santidad Armex? — preguntó Nerea, con una sonrisa ilusionada.

—Bueno, es una mujer divina con una santidad, sería el colmo que no celebren con su pueblo.

— Hasta ahora, el Dios del sol no hace más que mandar un calor infernal, como sí eso nos alimentará— el padre del sol y las estrellas, no tenía una cara, ni siquiera presencia o autoridad, pero las personas le rezaban todo el tiempo arrojando plegarias y deseos ignorados.

Un día, apareció un niño de cabello de fuego y ojos calabaza. Los sacerdotes lo encontraron en las fuentes de el templo sagrado, rápidamente lo asociaron con el elegido por Dios, nuestro rey. Lleno de talentos y magia, una vez intentaron retarlo, y dicen que la persona murió quemada hasta las cenizas.

La elección de la diosa Where stories live. Discover now